¿Envejecimiento de la población o sistema senil?

Se prevé que para finales de este siglo la población mundial disminuirá por primera vez desde la Peste Bubónica. En todos los continentes, el sonido de pasitos de bebés es reemplazado por el golpeteo de bastones a medida que el tamaño de la familia se reduce bajo las inmensas presiones de la vida laboral. Ante la escasez de trabajadores y una creciente población en edad de jubilación, la clase dominante está preocupada por lo que llaman la “transición demográfica”.

El Papa Francisco habla de un invierno demográfico; los funcionarios del Partido Comunista se desesperan por la ahora menguante población de China y el gobernador del Banco de Inglaterra cree que la economía de Gran Bretaña será triturada entre la baja productividad y el envejecimiento de la población. Y ya se están elaborando planes para hacer que los trabajadores paguen por esta crisis, desde la cuna hasta la tumba.

Los temores sobre la disminución y envejecimiento de la población son el reflejo de las ansiedades de la sobrepoblación. Ambos están arraigados en una sociedad que antepone las ganancias a todo lo demás y, por tanto, es incapaz de desatar el inmenso potencial productivo de la industria moderna, permitiendo a todos trabajar menos, jubilarse antes y tener las familias que desean.

¿Por qué se está llevando a cabo esta transición? Hay dos tendencias en juego. Por un lado, la expectativa de vida promedio aumentó dramáticamente durante la segunda mitad del siglo 20. Para 2050, habrá en el mundo 1.500 millones de personas en edad de jubilación. En los países que integran la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), el número de personas mayores de 85 años se habrá triplicado. Al mismo tiempo, el tamaño de la familia está colapsando. En 1965, la mujer promedio en el mundo tenía 5 hijos. Hoy es 2,3. Cuando este número caiga por debajo de 2,1, las poblaciones disminuirán donde no se vean reforzadas por la migración. Este es ahora el caso de los 15 países más grandes por Producto Interno Bruto (PIB).

Los avances en el control de la natalidad y la entrada masiva de mujeres a la fuerza laboral, dándoles un mayor grado de independencia económica, han desempeñado un papel en la reducción de las tasas de natalidad. Sin embargo, el número de nacimientos ha caído muy por debajo de los deseos de muchas personas que aspiran ser madres y padres.

Las cifras publicadas por la OCDE lo demuestran. Según su investigación, el adulto promedio desea 2,3 hijos, pero solo tiene 1,6. Solo el 2 por ciento de los adultos desea no tener hijos, pero en realidad cinco veces este número no los tienen. En toda la OCDE, no hay un solo país en el que los adultos tengan el número de niños que desean.

Esta brecha es un resultado directo del capitalismo moderno. La familia trabajadora se ve aplastada por el aumento de los alquileres, las largas horas de trabajo y el cuido infantil inadecuado. Bajo presiones tan inmensas, para la mayoría de los padres y madres que trabajan simplemente no hay suficiente tiempo entre el trabajo y el sueño para completar las tareas domésticas que conlleva criar a un hijo, mientras que los costos del cuido de niños, la educación y la administración de un hogar están fuera de su alcance.

Hasta el día de hoy, las mujeres dedican alrededor de 5 horas al día en trabajo doméstico en todo el mundo y las familias más grandes agravan esta carga. El cuido infantil socializado es inadecuado o inexistente y pone rutinariamente la responsabilidad de criar a los hijos en las madres o en la familia extendida.

En los EE.UU., el costo promedio de criar a un niño desde el nacimiento hasta la edad de 18 años es de 300.000 dólares. Hay que añadir otros 100.000 dólares para que ese niño vaya a la universidad. EE.UU. no es un caso atípico. En los Países Bajos, los costos del cuido infantil superan la mitad del salario promedio.

Por esta razón, el 64 por ciento de los estadounidenses que tienen menos hijos de los que les gustaría citan el costo como un factor decisivo. Una encuesta realizada a mujeres británicas que tuvieron un aborto encontró que el 60 por ciento dijo que las preocupaciones financieras las disuadieron del embarazo.

El lugar de trabajo no ofrece alivio. A los ojos de los capitalistas, las mujeres embarazadas son vistas como trabajadoras menos productivas. Son estigmatizadas de forma rutinaria, y la mitad de las mujeres denuncian discriminación debido al embarazo.

Cuando una mujer le dijo a su jefe la buena noticia de que estaba esperando un hijo, su jefe respondió: “Sería más fácil para tu carrera futura si acabas de comprar una percha”. (Nota: las perchas o ganchos de ropa son usados frecuentemente para abortos inseguros fuera de facilidades médicas)

Mientras los lugares de trabajo se administren en aras de las ganancias, las madres se debatirán entre sus carreras y sus hijos. Se ven obligadas a trabajar en empleos a tiempo parcial y de horario flexible, mientras que habitualmente se les ignora para ascensos. Para cuando su primer hijo llega a los 5 años, la madre promedio en Occidente disfruta de un salario un 40 por ciento menor.

Los salarios más bajos y el aumento en el costo de vida significan que tener un hijo, si es que es posible, es como una cadena que amarra a la madre a la esfera doméstica y a la dependencia económica de su marido. Mientras este siga siendo el caso, la igualdad genuina de las mujeres es inalcanzable.

No hay solución bajo el capitalismo

La baja tasa de natalidad actual es el producto de la contradicción entre las necesidades de la familia y los intereses de los capitalistas. Las madres requieren un lugar de trabajo que se acomode a sus necesidades, cuido infantil asequible y de alta calidad, así como los recursos necesarios para criar a sus hijos en condiciones dignas de un ser humano. Sin embargo, los capitalistas siempre administrarán los lugares de trabajo en aras de sus ganancias mientras que los recursos necesarios para criar a los hijos, sea en forma de cuido infantil, casas espaciosas o educación decente, deben derivarse en última instancia de dichas ganancias.

Temiendo que las bajas tasas de natalidad signifiquen que se agote la oferta de nuevos trabajadores, algunos gobiernos han intentado superar esta contradicción a través de una serie de políticas “pro-natalistas”. Estos intentos de cambiar la tasa de natalidad han fracasado estrepitosamente. Su único éxito ha sido provocar una guerra cultural en torno a la familia.

En Italia, donde la tasa de natalidad es de solo 1,4, Meloni ha alentado a las mujeres a tener más hijos aumentando las prestaciones por hijos, alargando la licencia de maternidad y reduciendo los impuestos sobre los productos para el cuidado infantil. En Hungría, Orbán ha eximido del impuesto sobre la renta a las mujeres con cuatro o más hijos. Pero estas pequeñas reformas son sólo una gota en el océano en comparación con las necesidades reales de la familia, y en cualquier caso vienen a expensas de recortes en otros ámbitos.

Un gobierno puede aumentar la licencia de maternidad, pero no podrá evitar que un capitalista discrimine a las mujeres en edad fértil. Y puede reducir los impuestos sobre los productos para el cuidado de los niños, pero esto no tendrá ningún impacto mientras esa ganancia se la trague de inmediato el aumento en los alquileres. Como resultado, la tasa de natalidad no ha aumentado en ninguno de estos países.

En China, el Partido Comunista está tan preocupado por el envejecimiento de la población que ha abandonado la política de un solo hijo y ahora está incentivando a las familias a tener tres hijos. A pesar de esto, el desempleo juvenil es ahora tan alto que el gobierno se niega a publicar los datos. Todas las estadísticas y fanfarria sobre el envejecimiento de la población se han combinado con el aumento del desempleo juvenil mundial año tras año durante las últimas dos décadas.

El problema está tan arraigado en Corea del Sur, que incluso un derroche de 250.000 millones de dólares en subsidios para el cuido de niños no logró aumentar la baja tasa de natalidad récord de 0,78 hijos por mujer. Derrotado, el presidente Yoon Suk Yeol se dedicó en su lugar a atacar al “feminismo” como el problema.

Austeridad durante décadas

Los gobiernos de todo el mundo entienden que bajo el capitalismo la crisis en la familia no se puede superar. ¿Qué clase pagará para apoyar a una población que envejece cada vez más? No serán los capitalistas que están recortando la atención médica y las pensiones en todas partes, haciendo que los trabajadores mayores trabajen más duro, por más tiempo y por menos dinero.

En un estudio titulado “Envejecimiento global 2023: el reloj avanza”, la agencia global de calificación crediticia Standards & Poor (S&P) ha felicitado a los gobiernos occidentales por el trabajo ya realizado para llevar a cabo estos ataques. Se ha aumentado la edad de jubilación, se han ajustado los planes de pensiones y se han aumentado las tasas de cotización. Sin embargo, S&P se apresura a señalar que hay que hacer más para detener el aumento de los presupuestos estatales a medida que los trabajadores envejecidos exigen pensiones y atención médica.

Predicen que, a menos que se hagan recortes profundos que ascienden en promedio al 10 por ciento del PIB para los países imperialistas (la cifra es del 18 por ciento para las antiguas colonias), la deuda pública aumentará, lo que llevará a que las tasas de interés se disparen a medida que las calificaciones crediticias de los gobiernos a nivel mundial caigan a un grado “especulativo”.

De una forma u otra, los capitalistas obligarán a los trabajadores a pagar. Y la ironía es que con el objetivo de pagar las necesidades de una población que envejece, la clase dominante aumentará la presión sobre los trabajadores con familias y aquellos que están considerando formar familias, lo que hará que sea cada vez más insostenible formar una familia en primer lugar. La lógica del capitalismo está creando un círculo vicioso.

La escala de los ataques exigidos es inmensa. Para ponerlo en contexto, la década de austeridad llevada a cabo despiadadamente por el Partido Conservador “Tory” en Gran Bretaña solo logró la mitad de lo que S&P propone.

Más de un millón de personas protestaron el 19 de enero en las calles de Francia en más de 200 manifestaciones, como parte de una huelga nacional contra el ataque a las pensiones.

Los trabajadores no aceptarán esto de brazos cruzados. En las universidades del Reino Unido, los profesores han estado en huelga intermitentemente durante más de cinco años para luchar contra las contrarreformas de las pensiones. En Francia, las huelgas masivas y los disturbios fueron la orden del día cuando Macron anunció su intención de elevar la edad de jubilación estatal, yendo tan lejos como para eludir el parlamento con el fin de aprobar su contrarreforma. La lucha no se limita solo a las pensiones. Los trabajadores de Londres a Madrid están luchando contra los ataques incesantes a la atención médica y social.

No es una crisis demográfica sino una crisis capitalista

La suposición subyacente del informe de S&P es que la economía continuará su lento crecimiento. Para un capitalista, eso es lo mejor que se puede esperar. Los capitalistas han demostrado que no pueden desencadenar ni siquiera una fracción del vasto potencial tecnológico que el mundo tiene a su disposición. Pero una economía global planificada racionalmente podría hacer que las fuerzas productivas se disparen: reducir la jornada laboral al tiempo que aumente enormemente los niveles de vida, mientras se socializa y automatiza gran parte de la monotonía doméstica que recae tan desproporcionadamente sobre las mujeres.

En 1930, el economista burgués John Maynard Keynes predijo que para el año 2030 la semana laboral solo duraría 15 horas. Los economistas burgueses de hoy en día ahora dicen que la vida laboral será de medio siglo. Existen maravillas tecnológicas que las generaciones anteriores habrían considerado cercanas a la magia, sin embargo, las familias luchan por criar a dos hijos en un hogar de tamaño decente. Mientras que las pensiones, la atención médica y todas las reformas del pasado son brutalmente atacadas bajo la afirmación de que la riqueza no existe, cientos de millones de trabajadores languidecen en el desempleo.

Mientras la economía permanezca en manos privadas e impulsada por la anarquía del mercado, las familias serán exprimidas sin límites. Éstas se verán desgarradas, a cada paso, entre las presiones del trabajo y la crianza de los hijos. El resultado exacerbará aún más la crisis demográfica. Incapaces de aprovechar las inmensas fuerzas productivas, los capitalistas se asegurarán de que los trabajadores trabajen más duro y durante más tiempo por menos dinero, mientras la atención médica, las pensiones y mil otras reformas son masacradas para saciar el capital.

Esto no es una cuestión de demografía, sino una cuestión de la decadencia capitalista. Solo la planificación democrática de toda la economía a escala mundial puede resolver de manera tajante y sin contemplaciones este problema.

No es la población la que está senil, sino el sistema.

Fuente: In Defence of Marxism
Traducción: Rumbo Alterno

Author: Thomas Soud

Miembro del Comité Central de Socialist Appeal - sección británica de la Corriente Marxista Internacional (CMI).