Georges Politzer: recuerdos de un filósofo de la clase obrera

23 de mayo de 1942. Un grupo de miembros de la resistencia francesa es conducido por soldados nazis al paredón de la fortaleza Mont Valerien al oeste de París. Entre ellos, se encuentra un pelirrojo profesor comunista con muestras de haber sido salvajemente torturado. Mientras los nazis preparan sus rifles, el grupo de franceses comienza a cantar su himno nacional, el cual fue proscrito por el ejército invasor. Los soldados alemanes apuntan sus rifles hacia los franceses que cantan La Marsellesa y en ese momento el pelirrojo profesor le grita a los nazis: “¡Yo os fusilo a todos!”.

Así terminó trágicamente la vida de Georges Politzer, fundador y profesor de la Universidad Obrera de París. Aunque su vida terrenal fue breve, la misma nos ha dejado valiosas enseñanzas, particularmente sobre la importancia que tienen los intelectuales que se ponen al servicio de los explotados y que trabajan para explicar temas complejos de manera sencilla .

Politzer nació el 3 de mayo de 1903 en la ciudad de Oradea en lo que entonces era parte del Imperio Austrohúngaro. A los 16 años luchó a favor de la República Soviética de Hungría dirigida por Béla Kun. Cuando ésta fue derrotada en 1919 huyó a Vienna donde conoció a Sigmund Freud y tomó cursos en la Sociedad Psicoanalítica.  Luego, a los dieciocho años, se muda a Francia donde pasó a ser estudiante de filosofía en la Sorbona. 

En 1924, junto a su amigo Henri Lefevbre, forma parte de un grupo de jóvenes filósofos que se reúne en torno a la revistaPhilosophies. El 1927 publica su obra Crítica de los Fundamentos de la Psicología y en 1929 se afilia al Partido Comunista. A los 29 años participó en la fundación de la Universidad Obrera de París y por siete años se hizo cargo de los cursos sobre materialismo dialéctico. El objetivo de la Universidad Obrera era enseñar los fundamentos de la ciencia marxista a grupos de trabajadores, muchos de los cuales no habían tenido acceso a educación formal. 

Aunque Politzer estuvo a cargo de enseñar los fundamentos del materialismo dialéctico a su publico obrero, nunca escribió un libro sobre el tema. Sin embargo uno de sus estudiantes (Maurice Le Goas) tomó extensos apuntes durante el curso que tomó durante el período de 1935-36. Politzer tuvo la oportunidad de revisar las notas y las encontró bien hechas, comprometiéndose a ayudarlo a redactar un libro basada en ellas, que sirviera de introducción al tema. Politzer nunca tuvo la oportunidad.

La Universidad Obrera de París fue disuelta en el año 1939 luego de la invasión nazi de Francia. A partir de ese momento Politzer pasa a la clandestinidad donde participa en la publicación de dos revistas antifascistas: L’Université Libre y La Pensée Libre. En febrero de 1942 es arrestado y la Gestapo lo somete a salvajes torturas hasta que, junto a otros miembros de la resistencia, es fusilado en la notoria fortaleza de Mont Valerien. 

Luego de la guerra, las lecciones de Politzer, según anotadas por Le Goas y corregidas por el intelectual y dirigente comunista Jean Kanapa, son publicadas en un librito bajo el nombre de “Principios Elementales de Filosofía”.

Para comprender la naturaleza de este libro nos debemos referir a las palabras de su discípulo Le Goas:

Desde el comienzo, Georges Politzer se encargó de enseñar en la Universidad Obrera la filosofía marxista, el materialismo dialéctico, tarea tanto más necesaria por cuanto la enseñanza oficial continúa ignorando o desnaturalizando esta filosofía.

Ninguno de aquellos que tuvieron el privilegio de asistir a esos cursos -año tras año él hablaba a un numeroso auditorio en el que se mezclaban todas las edades y profesiones, pero donde predominaban los jóvenes obreros- podrá olvidar la profunda impresión que sentían ante ese muchachón pelirrojo, tan entusiasta y tan sabio, tan concienzudo y tan fraternal, tan interesado en poner al alcance de un público inexperto una materia árida e ingrata.

Su autoridad imponía a su curso una disciplina agradable, que sabía ser severa pero manteniéndose siempre justa, y de su persona se desprendía una tal potencia vital, una tal irradiación, que era admirado y amado por todos sus alumnos.

Para hacerse comprender bien, Politzer comenzaba por suprimir de su vocabulario toda jerga filosófica, todos los términos técnicos que sólo pueden entender los iniciados. Únicamente quería emplear palabras sencillas y conocidas por todos. Cuando se veía obligado a servirse de un término raro, no dejaba de explicarlo ampliamente mediante ejemplos familiares. Si durante las discusiones alguno de sus alumnos empleaba palabras sabias, lo reprendía y se burlaba de él con esa ironía mordaz que le conocían bien todos los que se le han acercado.

Quería ser sencillo y claro y siempre apelaba al sentido común, sin sacrificar nunca, sin embargo, ni un ápice de la exactitud y de la verdad de las ideas y teorías que exponía. Sabía dar a sus cursos un carácter extremadamente vivaz haciendo participar al auditorio en las discusiones antes y después de la lección. Procedía así: al final de cada lección, daba lo que él denominaba una o dos preguntas de control; tenían por objeto resumir la lección o aplicar su contenido a algún tema particular. Los alumnos no estaban obligados a tratar el tema, pero eran numerosos los que se dedicaban a ello y aportaban un deber escrito al comienzo del curso siguiente. Él preguntaba entonces quién había hecho el deber; se levantaba la mano y él escogía a algunos de nosotros para leer nuestro texto y completarlo si era necesario con explicaciones orales. Politzer criticaba o felicitaba y provocaba entre los alumnos una breve discusión; después concluía extrayendo las enseñanzas de la discusión. Esto duraba alrededor de media hora y permitía a los que habían faltado al curso precedente colmar la laguna y establecer la vinculación con lo que habían aprendido antes; también permitía al profesor comprobar en qué medida había sido comprendido. Cuando hacía falta insistía sobre los puntos delicados u oscuros.

Comenzaba entonces la lección del día, que duraba alrededor de una hora; después los alumnos planteaban preguntas sobre lo que acababa de ser dicho. Estas preguntas eran generalmente interesantes y juiciosas. Politzer las aprovechaba para aportar precisiones y retomar lo esencial del curso bajo un ángulo diferente.

Georges Politzer, que tenía un profundo conocimiento de su tema y una inteligencia de admirable flexibilidad, se preocupaba ante todo de las reacciones de su auditorio: en cada ocasión tomaba la “temperatura” general y verificaba constantemente el grado de asimilación de sus alumnos. Por consiguiente, era seguido por ellos con apasionado interés. Él contribuyó a formar millares de militantes y de ellos son numerosos los que hoy ocupan puestos “responsables”.

Durante décadas, “Principios Elementales de Filosofía”, se convirtió en lectura obligada para todo militante de izquierda tanto en Europa como en América Latina. A pesar de esto su “obra póstuma” ha sido criticada por muchos por ser excesivamente simplista o esquemática. Esta crítica resulta ser un tanto injusta pues el libro ni es un manual ni un texto teórico dirigido a la intelectualidad. El mismo recoge la experiencia dialógica de un curso básico en que un intelectual marxista se relaciona con un público obrero. De la misma manera cabe señalar que ninguno de sus críticos ha sido capaz de superar a Politzer en términos de “poner al alcance de un público inexperto una materia árida e ingrata.” En este sentido la contribución principal de Politzer fue su capacidad de poner al alcance del público obrero las ideas expuestas por Federico Engels en sus obras “Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana” y el “Anti-Dühring” así como la obra de Lenin “Materialismo y Empiriocriticismo”. Y eso no es poca cosa.

En el Puerto Rico de hoy podemos observar como a la inmensa mayoría de los militantes, sean obreros o de izquierda, se les hace muy difícil explicar como funciona la sociedad en que vivimos de manera tal que puedan transformarla. Muchas veces parten de visiones idealistas que terminan estrellándose con la realidad. Otras veces parten de dogmas y conclusiones pre-establecidas que más temprano que tarde demuestran que no funcionan en nuestra realidad. Es por eso que en nuestra historia abundan tantos intentos de copiar esquemas políticos y organizativos que, si bien pudieron funcionar bien en otros tiempos y otras latitudes, son patéticamente inefectivos en nuestra sociedad actual. Porque a final de cuentas si no tenemos la capacidad de conocer desde un punto de vista científico, tanto la realidad como el momento histórico en que vivimos, resultará imposible transformar la misma. 

23 de mayo de 1942. Las últimas palabras de Politzer fueron “¡Yo os fusilo a todos!”. Pero a pesar del intento de los nazis de acallar su voz, la lección principal de Politzer como filósofo de la clase obrera ha continuado retumbando a través de los años: “Pensamos que el militante obrero necesita un método de análisis y de razonamiento correcto para poder realizar una acción revolucionaria correcta. Necesita un método que no sea un dogma que le proporcione soluciones ya confeccionadas, sino un método que tenga en cuenta hechos y circunstancias que nunca son los mismos, un método que no separe jamás la teoría de la práctica, el razonamiento de la vida. Y bien: este método está contenido en la filosofía del materialismo dialéctico, base del marxismo, que nos proponemos explicar.”

NOTA EDITORIAL: Puede descargar copia del libro “Principios Elementales de Filosofía” en la sección de Filosofía de nuestra Biblioteca.

Author: Carlos Quirós Méndez

Carlos Quirós Méndez es abogado laboral y educador sindical. Por espacio de veinte años fue Director del Instituto Laboral de Educación Sindical (ILES). Ha sido cofundador de la Coordinadora Sindical (CS), el Partido del Pueblo Trabajador (PPT), el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC) y la Casa de Estudios Sindicales (CES).