Reflexión sobre el estado de ánimo de la clase trabajadora en Puerto Rico

La clase trabajadora puertorriqueña ha experimentado en la pasada década los tres tipos de crisis más devastadoras para el ser humano. Las generadas por la naturaleza con los huracanes Irma y María de manera consecutiva y los terremotos del área sur. Un extenso periodo de crisis económica, una depresión económica de unos doce años de duración coronada con la declaración de quiebra del Gobierno, el desmesurado aumento en el costo de vida y la imposición de la Ley PROMESA. En el área de la salud todavía persisten en el país los letales efectos de la Pandemia del Coronavirus. 

Si faltara algún componente para profundizar los efectos negativos sobre el estado de ánimo de la clase trabajadora puertorriqueña, comienzan a gravitar sobre la misma los efectos colaterales de la guerra entre Rusia y Ucrania, cuya expresión más visible es el aumento en el costo de la gasolina y el bombardeo ideológico para que nos formemos la opinión de que entre los dos países en guerra hay uno que es bueno y otro que es malo, cuando la realidad es que la clase trabajadora de ambos países es la que paga la lucha por la hegemonía política y económica de los intereses imperialistas.

A lo anterior debe sumarse el peso especifico que tiene en el estado de ánimo del pueblo trabajador el exilio de más de medio millón de ciudadanos en la búsqueda de mejores oportunidades de vida, fundamentalmente los profesionales más capacitados y el sector joven y productivo de la población. Nadie puede llenar el espacio que deja vacío el integrante de la familia que, con su cónyuge y sus hijos, marcha al extranjero. 

También hay que sumar el impacto de las medidas de austeridad impuestas por la Junta Dictatorial. La congelación de los salarios de los empleados públicos por los pasados doce años. Las deficiencias de un sistema de salud que no provee para la prevención de las enfermedades físicas y desatiende totalmente la salud mental. Una reforma laboral de corte neoliberal que le arrebató derechos y conquistas a la clase trabajadora. La eliminación de los sistemas de Retiro incrementando los niveles de incertidumbre a una clase trabajadora envejecida. 

Un aspecto poco tomado en cuenta al evaluar el estado de ánimo de los trabajadores son las continuas derrotas experimentadas al acudir ante el sistema de justicia para reclamar derechos violentados por la Junta Dictatorial. Lo anterior en el contexto de un 50% de la población que experimenta, en términos reales, la realidad de vivir bajo el nivel de pobreza y con una frágil tasa de participación laboral que oscila de un 38 a un 40 por ciento. Tomando excepción de la realidad presente que, según las cifras gubernamentales, coloca la tasa de participación en un 44.7 % y el desempleo en 6.8%, hechos que se explican por el impacto de las transferencias federales.

Si no faltaran factores directos para precipitar una crisis emocional conducente a un depresión colectiva, se vive en un país sometido a la apabullante realidad de ser una colonia, con una administración deliberadamente inepta en aras de hacer avanzar las políticas neoliberales que se imponen desde la nación interventora, sin un proyecto de desarrollo económico que no sea el incremento en los niveles de dependencia de las transferencias del gobierno de los Estados Unidos y en medio de una violencia rampante que nos arrebata un promedio de 500 vidas anualmente por crímenes relacionados al trasiego de narcóticos y a la violencia contra la mujer. 

En términos de la respuesta a esta deplorable realidad por las organizaciones de los trabajadores, especialmente los sindicatos, la misma puede considerarse extremadamente débil. No se ha contado con la unidad de propósitos necesaria para enfrentar una crisis de la magnitud que se describe. Cada organización ha buscado solucionar fragmentadamente los asuntos que a su particular gremio conciernen y en contadas ocasiones se ha estructurado la unidad necesaria. 

Los esfuerzos de articular la solidaridad se han estrellado ante diferencias que giran sobre la legalidad que cobija a cada sector o diferencias históricas que poco o nada tienen que ver con la realidad presente. Diferencias que también ha sabido cultivar y ampliar el sector patronal y el gubernamental.

El discurso oficialista apuesta en el presente al denominado Nuevo Orden donde la quiebra gubernamental se ha superado, según ellos, y un futuro esperanzador se abre ante el pueblo trabajador. Se le pide a la clase trabajadora que acepte las inevitables consecuencias de la crisis y asuma el hecho de que la vida continua y hay que echar hacia adelante. 

Diferimos totalmente de esta propuesta simplista que hace abstracción de las consecuencias que acarrea la realidad presente, tanto en la psiquis colectiva como el estado físico de la población. Los esfuerzos y las energías que se invierten, tanto a nivel individual como colectivamente , en la atención y búsqueda de alternativas a las situaciones que genera el desorden social que prevalece, demandan de un proceso transformador que está muy lejos de ser una realidad en el día de hoy.

Aquí muy pocos se han preguntado y menos han señalado cuál es la carga que asumirá el sector patronal ante el Plan de Ajuste Fiscal que se nos ha impuesto por los próximos cuarenta años. Creemos que, de la misma manera que los trabajadores han perdido ingresos y beneficios, por las mal llamadas reformas laborales, el sector privado de la economía debe también, en la misma proporción, recibir recortes en sus exenciones contributivas y en los incentivos económicos. De igual manera la llamada Reforma Contributiva en curso debe proveer para que el pago de impuestos que se adopte sea uno de carácter progresivo, esto es, los que más ganan más pagan. 

También debe eliminarse toda legislación que cree condiciones especiales que facilitan la obtención de ganancias sin los correspondientes tributos al Gobierno. Una proyección de distribución justa de las responsabilidades fiscales constituirá un verdadero primer paso para comenzar la sanación colectiva de nuestro pueblo.

No es necesario ser un entendido en cuestiones económicas para saber que más temprano que tarde será necesario ajustar las duras medidas de austeridad y los férreos controles sobre el gasto público que pretende imponer la Junta Dictatorial para poder contar con la posibilidad de una superación de nuestra presente deprimida situación económica y el Gobierno poder ofrecer los servicios esenciales que nunca ha tenido la valentía y la entereza para definir. Será pues la salida de la Junta Dictatorial otro de los factores necesarios para la reconstrucción moral de nuestra sociedad.

En la importante área de la salud pública se hace necesaria un reestructuración de nuestro Sistema de Salud que pueda garantizar unos mejores servicios para preservar la salud física y que establezca, como prioridad, la atención de los problemas de depresión colectiva que hoy prevalecen en nuestro pueblo. 

Este enfoque salubrista debe complementarse con la puesta en vigor de un agresivo Programa de Servicios Sociales, tan abandonado en el presente, dirigido a contener y corregir los efectos nocivos que en términos de la conducta social se generan como respuesta incorrecta a las crisis experimentadas.

De muy poco valdría la salida del País de la Junta Dictatorial si mantenemos en el poder gubernamental a la generación de ineptos deliberados que, en mayoría, ocupan posiciones electivas y administrativas. Perderían impacto las medidas correctivas propuestas si continuamos eligiendo y permitiendo que dirijan las diferentes agencias funcionarios que no responden a los mejores intereses del pueblo y cuya atención está puesta en hacerse reelegir a cualquier precio.

Tampoco a nadie parece preocuparle lo poco preparado del Gobierno para atender otra crisis mayor que por actos de la naturaleza podamos enfrentar. Prevalece entre los ineptos deliberados la oportunista alternativa de la declaración de un Estado de Emergencia para que fluya la asistencia de los fondos provenientes de los Estados Unidos como respuesta a la crisis. Poco les importa y menos piensan en el alto costo social y el sufrimiento que se experimenta al enfrentar las crisis por efecto de causas naturales.

Ante la falta de previsión y planificación gubernamental que hemos descrito los trabajadores tenemos que hacernos conscientes de la necesidad de establecer, por nuestra cuenta, los mecanismos sociales necesarios que nos permitan la atención de las próximas crisis que todos sabemos van a ocurrir. Tenemos la responsabilidad de reflexionar sobre lo que nos ha costado y significado esta cadena de eventos críticos que nos han impactado, para prepararnos y responder a cualquier agresión con respuestas más efectivas que las ya ensayadas. 

La solución de las crisis que experimente nuestro archipiélago puertorriqueño en el futuro no pueden ser puestas sobre los hombros de la clase trabajadora exclusivamente. La amplitud del trabajo organizativo de los sindicatos para los próximos años debe estar motivada por la necesidad de construir una fuerza social de magnitud tal que sea capaz de contener y rechazar cualquier otro intento del capital por imponer sus unilaterales soluciones sin las terribles consecuencias que hemos venido experimentando y las que nos puedan pretender imponer en esta dura jornada.

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Author: Erasto Zayas Nuñez

Erasto Zayas Núñez nació en el pueblo de Santa Isabel, PR el 7 de septiembre de 1949. Realizó estudios en las escuelas públicas del país y los universitarios en la UPR Recinto de Río Piedras y la Universidad Católica de Ponce. Casado, tiene cinco hijos y es el feliz abuelo de cuatro nietos. Escribe cuentos, poesía y durante dos décadas publicó una columna de opinión en el semanario El Oriental. Ligado al movimiento obrero en su capacidad de comunicador por más de medio siglo, se desempeñó como administrador de la Unión General de Trabajadores. Es uno de los fundadores de la Casa de Estudios Sindicales e integrante de su Junta de Directores.