Las clases sociales en Puerto Rico: situación actual y perspectivas políticas

Introducción

Desde una perspectiva científica, estudiar las clases sociales en Puerto Rico (PR) es importante. Ahora bien, para la lucha por una sociedad no opresiva y dirigida por el pueblo trabajador, conocer el capitalismo y las clases sociales es imprescindible, pues permite evitar el subjetivismo en la interpretación y el voluntarismo en la acción. Comprender la economía de PR y las relaciones de poder allí presentes facilita concebir las alternativas de desarrollo futuro e identificar los sectores sociales que podrían constituir una mayoría a favor de una propuesta de cambio hacia una sociedad basada en la equidad, la justicia social y la solidaridad.

Iniciaremos exponiendo los conceptos de capitalismo y de clase social. Luego plantearemos las definiciones y cualidades principales de las clases sociales en Puerto Rico. Finalmente reflexionaremos sobre unas posibles rutas de acción política. Realizamos esta redacción desde una concepción materialista de la historia ajustada a la situación contemporánea y a la realidad de PR como contexto de periferia.

Conceptos fundamentales: capitalismo y clases sociales

El capitalismo se fundamenta en la propiedad privada de los medios de producción y en el mercado como mecanismo de distribución de lo producido. Es un sistema económico basado en explotar a los trabajadores asalariados y la naturaleza: los capitalistas (dueños de los medios de producción) contratan trabajadores a cambio de un salario, y estos transforman la materia prima en productos cuyo valor excede el costo de producción. Dicho valor excedente constituye las ganancias de las que el capitalista se apodera.

Resumamos el capitalismo en PR. El valor total de lo producido equivale a unos 105,000 millones de dólares, pero el valor de lo que se queda en este país circunda los 75,000 millones de dólares; la diferencia se la llevan las corporaciones extranjeras. Cerca de la mitad de la población vive en pobreza, las personas activas en la economía formal son solo el 40 por ciento de la población adulta y el índice de GINI es de .55, lo que nos posiciona como uno de los países con mayor desigualdad socioeconómica en el mundo. Esto plantea una clase capitalista intensamente explotadora y unas clases trabajadoras muy empobrecidas.

El concepto clases sociales se refiere a grupos de personas que se diferencian entre sí en cuanto al lugar social que ocupan dentro de un sistema económico. Al definirlas, lo crucial es qué relaciones tienen con los medios de producción y qué relaciones sostienen unas con otras dentro del sistema económico. Es crucial notar las relaciones de poder entre las clases.

Durante la mayoría de nuestra existencia como especie, las clases sociales no existieron: el homo sapiens tiene unos 300,000 mil años y las clases sociales surgieron hace unos 10,000 años. Antes de las clases, la humanidad tuvo sistemas económicos basados en la propiedad común de las cosas, lo que se conoce como comunismo originario.

Las clases sociales varían según el sistema económico históricamente vigente. Por ejemplo, en la esclavitud había dos clases sociales principales: amos y esclavos; en el feudalismo hubo señores y siervos; en el capitalismo hay capitalistas y trabajadores.

Las clases sociales en el PR de hoy

Los burgueses, o capitalistas, son los dueños de los medios de producción que explotan el trabajo asalariado. Estimamos que en PR hay unos 50,000. Como viven de explotar los trabajadores, tienen ingresos abundantes que les permiten condiciones de vida privilegiadas. Pero la burguesía es heterogénea.

Los capitalistas se diferencian según la rama de la economía en la que opera su empresa. La burguesía industrial es dueña de aquellos medios de producción que producen mercancías manufacturadas. La burguesía agrícola es dueña de los medios de producción de alimentos. La burguesía comercial es dueña de aquellos medios que distribuyen las mercancías producidas por el capitalismo industrial y agrícola. Más recientemente ha surgido una burguesía propietaria de empresas de servicios. La burguesía bancaria financia las operaciones de las otras ramas de la economía, por lo cual suelen gozar dominarlas. Actualmente los servicios son un sector considerable de la economía de PR, pues genera el 45 por ciento de los empleos.

En la dimensión geográfica también hay diferenciación. Primeramente, debemos considerar la burguesía extranjera imperialista. Esta no vive en PR (es mayormente estadounidense) y expatría sobre 30,000 millones de dólares en ganancias cada año. El aparato jurídico-político colonial es orgánico a los intereses de estos capitalistas, pues pagan pocos o ningún impuesto. Ejemplos de estas son multinacionales como Walmart, Home Depot, Bayer y Syngenta. La capa más alta de los capitalistas imperialistas son los inversionistas millonarios y billonarios, quienes viven de los dividendos en los que se convierten las inversiones que hacen en grandes compañías; estos también son los principales dueños de los bonos del gobierno central de PR y de sus corporaciones públicas.

La burguesía criolla se divide en intermediaria y nacional. En ambos casos, los propietarios son residentes de PR, tienden a reinvertir sus ganancias aquí y están más presentes en los sectores del comercio y de los servicios. Estudios empíricos preliminares que hemos realizado indican que el ingreso anual promedio de los burgueses ronda los $120,000 anuales. La burguesía intermediaria es socia menor de la imperialista. Algunas de sus empresas son SuperMax, Bella Group y Droguería Betances, vendedores de productos extranjeros. La burguesía nacional consiste en aquellos capitalistas basados en PR cuyas empresas operan independientemente de la burguesía extranjera. Esta burguesía tiende a concentrarse en el sector de servicios (seguros, servicios médicos, comercio…). Ejemplos de la capital nacional son First Medical Health Plan, Sistema de Salud Menonita, CIC Construction Group o Vaquería Tres Monjitas. Dentro de la burguesía nacional también están los pequeños capitalistas, dueños de medios de producción que explotan trabajadores, pero que trabajan junto a sus asalariados.

Existen contradicciones al interior de la burguesía. Hay intereses encontrados entre la burguesía industrial y la financiera. La autonomía de la burguesía nacional puede generar tensiones con el capital extranjero por competencia de espacios en el mercado. Los pequeños capitalistas, desde una relativa inestabilidad, luchan por sobrevivir ante el acaparamiento de los grandes capitalistas.

En términos económicos, la burguesía intenta maximizar sus ganancias. Para esto recrudecen la explotación de sus trabajadores asalariados, lo que incluye mantener los salarios bajos, no otorgar permanencias, contratar a tarea parcial y no aportar al retiro ni al plan médico de los trabajadores. Para lograr estos objetivos económicos, la burguesía lleva a cabo trabajo político e ideológico. Usan sus partidos (PNP y PPD) para promover su proyecto neoliberal: eliminar protecciones laborales, debilitar el rol de los sindicatos, eximir a sus empresas del pago de impuestos y eliminar reglamentación protectora de los consumidores y del ambiente. En sus medios de comunicación impulsan ideas como el gigantismo gubernamental, los beneficios de la privatización, el anacronismo de los sindicatos, las ventajas de la competencia y del “empresarismo” y la demonización de las luchas sociales y del socialismo. En última instancia, los aparatos represivos estatales (Policía, Guardia Nacional, FBI…) mantienen el orden vigente mediante la violencia contra quienes se oponen a los intereses de la burguesía. Cuando los representantes de las clases trabajadoras logrado ocupar posiciones de poder en las estructuras de gobierno, sus iniciativas son torpedeadas siempre que los cambios propuestos amenazan los privilegios de los capitalistas; y los capitalistas no dudan en aplastar cualquier posibilidad de transformación y de limitar las libertades democráticas que dicen defender. 

Es pertinente notar que la burguesía está sesgada por género y raza. Los capitalistas, especialmente los más ricos, tienden a ser hombres blancos. Esto resulta del orden social impuesto por la colonización hace cinco siglos e implica concordancia entre las dominaciones de clase, de género y raciales.

La otra clase principal en el capitalismo es la trabajadora, también conocida como proletariado. Son los no-dueños de los medios de producción, que no tienen autoridad sobre otros trabajadores y que son compensados mediante un salario. En PR hay unas 748,000 personas (76 por ciento del grupo trabajador) empleadas en la economía formal y otros varios cientos de miles en el sector informal. Al igual que la burguesía, los proletarios no conforman una clase homogénea.

En primer lugar, están los trabajadores profesionales, quienes poseen conocimientos especializados, producto de estudios avanzados. Están mayormente ubicados en el sector de servicios y llegan a obtener ingresos que duplican y hasta triplican el salario mínimo que recibe el grueso de la clase trabajadora (unos $15,000 anuales hasta 2021). Pero el avance neoliberal de las últimas décadas va degradado sus condiciones laborales: ejemplo de esto son los maestros en las escuelas y universidades del país.

Los trabajadores clericales llevan a cabo trabajo no-manual y repetitivo. Sus niveles salariales tienden a ser relativamente bajos, y muchos reciben el salario mínimo legalmente establecido, lo que les coloca en la pobreza. Están muy presentes en los sectores de servicios, comercio y en las agencias gubernamentales, por lo que su tamaño es considerable. En el 2018 el gobierno informó que 153,920 trabajadores estuvieron empleados en trabajos de oficina siendo el grupo ocupacional de mayor empleo para ese año.

Los obreros cualificados, al igual que los trabajadores profesionales, poseen destrezas especializadas que les permiten conseguir mejores condiciones laborales. A diferencia de los profesionales, estos son trabajadores manuales: utilizan su cuerpo y su esfuerzo físico para tareas como operar maquinaria pesada o sofisticada. Son prominentes en la manufactura y en la construcción. Según datos oficiales para el 2015 había aproximadamente 66,900 personas empleadas en 1,197 establecimientos manufactureros y salario real promedio fue de $11.84 por hora; en el 2018 los empleos relacionados con la construcción fueron 27,630, devengando un salario promedio de $10.59 por hora. Dado que esos promedios incluyen los salarios de muchos trabajadores no-diestros (que cobran salario mínimo) estimamos que el salario típico de estos obreros se acerca a duplicar el salario mínimo. Es importante notar que, como parte de la crisis económica iniciada en PR en 2006, ambos sectores, la manufactura y la construcción, llevan años reportando la pérdida de puestos de trabajo.  

En cuarto lugar, están los obreros no-diestros. Al igual que los obreros cualificados, estos realizan trabajo físico. Pero, como los trabajadores clericales, se trata mayormente de un trabajo repetitivo. Por tanto, sus salarios tienden a ser tan bajos como el salario mínimo. Frecuentemente viven en pobreza, sufren el problema o la amenaza del desempleo y muchos de ellos trabajan en condiciones de informalidad. Al ser un sector masivo de la clase trabajadora, realizan gran parte de la producción, por lo que son un sector importantísimo.

La clase trabajadora está presente en las ramas de manufactura y construcción (95,000 personas), agricultura (8,000 personas), finanzas, seguros y bienes raíces (42,000 personas), comercio (147,000 personas) y servicios (379,000 personas). Notemos la masividad del sector de servicios, que es el 45 por ciento de los trabajadores. Hay unos 172,000 trabajadores en el sector público y 642,000 en el sector privado, donde las condiciones laborales tienden a ser peores. Una razón importante para la actual debilidad de la clase trabajadora es su bajísima tasa de sindicalización (6 por ciento en 2014), la cual es mucho menor en el sector privado que en el sector público. Por otro lado, la cantidad de trabajadores que laboran en la economía informal incluye varios cientos de miles de personas, mayormente ubicadas en el sector de servicios. Estos últimos usualmente sufren de malas condiciones laborales y viven en pobreza.

Recordemos que la pobreza tiene rostro femenino y afrodescendiente. A pesar de los avances del feminismo, aún las mujeres están más presentes en las capas bajas de la clase trabajadora, a lo que se añade la carga del trabajo doméstico que realizan en el entorno familiar. En el 2019 el 43.9 por ciento de la fuerza laboral eran mujeres y de estas el 69 por ciento tenía estudios postsecundarios; y en 2015, sobre 23,000 de los 66,900 trabajadores manufactureros eran mujeres. Similarmente, la negritud está sobrerrepresentada en los estratos socioeconómicos más bajos y la clase dominante es abrumadoramente euro-descendiente: se abolió la esclavitud, pero no las clases sociales, y los afrodescendientes siguieron realizando los trabajos más duros y peor remunerados.

¿Qué relación tiene la clase trabajadora con la burguesía? antagonismo. En términos económicos, los capitalistas buscan maximizar sus ganancias, para lo cual intentan explotar más a sus trabajadores y usan las estrategias políticas, ideológicas y represivas arriba comentadas. Por su parte, los trabajadores necesitan aumentar sus salarios para mejorar sus condiciones de vida. Ante esto, la clase trabajadora cabildea para conseguir legislación que mejore sus condiciones laborales y se organiza en sindicatos para obtener concesiones del patrono. En términos políticos, los trabajadores con mayor conciencia de clase desarrollan partidos que promueven reformas económicas significativas. El avance de la ideología anticapitalista implícita en esos partidos puede llevar a que los trabajadores asuman lo que es la cúspide de su interés de clase: expropiar a los capitalistas, establecer propiedad colectiva de los medios de producción, controlarlos democráticamente y construir otro tipo de sociedad. Esto requiere tomar el poder político, expropiar las empresas capitalistas y establecer una estructura profundamente democrática que esté al servicio del bienestar común.

En las economías dominadas por el capitalismo existen otras clases. Una de ellas es la pequeña burguesía. En la economía formal, esta incluye unas 100,000 personas (cerca del 10 por ciento del grupo trabajador). Al igual que los capitalistas, esta clase es dueña de su empresa y se apodera de los ingresos allí generados. Ahora bien, a diferencia de los capitalistas, esta clase no explota asalariados. Los pequeños burgueses ejercen individualmente profesiones (derecho, arquitectura, psicología…), oficios (artes, música…) y pequeña producción (agricultura, artesanado…) y comercio. Es importante reconocer la relación contradictoria entre los capitalistas y la pequeña burguesía: los primeros desplazan a los segundos, pero los pequeños burgueses aspiran a convertirse en capitalistas.

Otra clase social es la gerencial. Los gerentes no son dueños de medios de producción y son remunerados a través de un salario, pero tienen autoridad sobre otros trabajadores y representan al patrono. Estimamos que son unas 91,000 personas, el 9 por ciento del grupo trabajador. Por su autoridad sobre otros trabajadores se identifican con la burguesía y aspiran a subir en la jerarquía interna de la empresa en la que laboran; pero, al ser asalariados, tienen contradicciones con la burguesía, que intenta maximizar sus ganancias reduciéndoles su remuneración. No existe homogeneidad en esta clase: los ejecutivossu capa superior, supervisan a otros gerentes y tienen sueldos altos, lo que los acerca a la burguesía: en 2018, los gerentes de producción industrial ganaban un salario promedio de $53.05 por hora, los gerentes de ventas $43.97 por hora y los gerentes financieros $35.68 por hora; pero los supervisoresel nivel bajo de los gerentes, solamente supervisan a trabajadores no-gerenciales y reciben salarios levemente mayores que los de sus supervisados, por lo que se acercan políticamente a la clase trabajadora.

Finalmente hay una clase en el capitalismo que ocupa la posición más baja en la pirámide social, el lumpenproletariado. En el capitalismo siempre hay desempleo, incluso personas permanentemente desempleadas y son estas personas las que componen esta clase. Este grupo es mayor en las periferias, y en PR para el año 2021 el Estado informó que aproximadamente 1.5 millones de personas se encontraban fuera del grupo trabajador. Los programas de asistencia social del Estado benefactor atenúan la precariedad en la que viven, pero no la elimina. Percibimos en PR un lumpenproletariado diverso: algunos permanentemente están sin trabajo; otros, aunque oficialmente no tienen empleo, participan, consistentemente o esporádicamente, de actividades económicas informales, marginales o ilícitas. Esto nos plantea revisar las premisas clásicas sobre esta clase que tradicionalmente se concebía como una incapaz de lograr conciencia de clase por no ser parte de la fuerza laboral. Políticamente, su vulnerabilidad económica y su poca educación formal hace que esta clase sea tan receptiva a proyectos derechistas de la burguesía como a las luchas de los trabajadores en oposición al neoliberalismo y en defensa a los derechos propios del Estado benefactor. Al reconocer las diversas realidades al interior del lumpenproletariado en Puerto Rico proponemos que pueden ser movilizados para luchas de reivindicación social.

En la sociedad capitalista también existen otros grupos que no constituyen clases sociales, pero que tienen importancia económica-política y que se vinculan con las clases sociales de múltiples maneras. Estos grupos sociales incluyen a los estudiantes universitarios, cuya procedencia de clase es diversa y están preparándose para ser gerenciales, pequeños empresarios o trabajadores profesionales; también a los jubilados, quienes pertenecen a la clase social en la que se ubicaban antes de retirarse, y a los pensionados, que dependen de programas sociales del Estado.

Aquí compartimos unas tablas que esquematizan algunas de las ideas más importantes que hemos expuesto sobre las clases sociales.

Tabla 1. Clases sociales a partir de relaciones de propiedad de medios de producción y relaciones de autoridad sobre otros:

 No PropiedadSí Propiedad
Sí AutoridadGerencialesCapitalistas
No AutoridadTrabajadoresPequeña burguesía

Tabla 2. Estratificación de la clase trabajadora:

 ManualNo-manual
EspecialistaObreros CualificadosTrabajadores Profesionales
No-especialista Obreros no-diestros; Trabajadores informalesTrabajadores Clericales

Tabla 3. Las múltiples dimensiones de las clases sociales en el capitalismo

ClasePropiedad de medios de producciónAutoridad sobre otrosSaber de especialistaInformalidadDependencia de asistencia social
Capitalistas+++/-
Pequeña burguesía++/-+/-
Gerenciales++
Trabajadores profesionales+
Trabajadores clericales+/-
Obreros cualificados+
Obreros no-cualificados++
Lumpenproletariado++

Leyenda: 

+ = Factor presente

– = Factor ausente

 +/- = La presencia del factor es variable

Implicaciones para la estrategia política 

Reconocemos la complejidad de este asunto. Existen casos de traslado de una clase a otra y otros en los que una misma persona pertenece a más de una clase social. Encima de esto, la frontera conceptual entre algunas clases sociales es debatible porque en lo concreto son porosas, como lo es la distinción entre pequeña burguesía y lumpenproletariado. Además, las condiciones de vida, la composición interna y las posturas políticas de cada una de las clases sociales están en constante transformación.

No asumimos que la dimensión socioeconómica es la única existente ni que es la única determinante en los procesos socio-históricos; diferimos de esas concepciones reduccionistas y mecanicistas. Reconocemos que las luchas socioculturales como son los asuntos de género, orientación sexual, raciales, étnicos, y ecológicos son igualmente cruciales. Los reclamos populares de mayor fuerza en los últimos años han sido encabezados precisamente por grupos feministas, comunidades LGBTTQ+, ecologistas y afrodescendientes. Estas reivindicaciones deben ir de la mano de la transformación de la economía, pues esta es fundamental para la existencia. También afirmamos que la economía es un asunto político (pues es materia de conflicto entre intereses opuestos), que tiene intensa influencia mutua con los demás aspectos del sistema social y que el cambio hacia una base socioeconómica no opresiva requiere, y promueve, la erradicación del patriarcado, el racismo, la xenofobia, el colonialismo y la malsana relación de la cultura moderna con el ecosistema. También que la erradicación de dichas opresiones exige un cambio socioeconómico. 

La actual base socioeconómica capitalista consiste en que los capitalistas explotan a los trabajadores, razón por la cual las demás dimensiones de esta sociedad tienden a ser opresivas. Por el contrario, una sociedad basada en principios como la equidad, la solidaridad y la justicia social exige una economía basada en la propiedad colectiva de los medios de producción y el control democrático de los mismos: requiere el socialismo.

Ante lo anterior, reconocemos la centralidad de la clase trabajadora en un cambio hacia una sociedad no opresiva. Las otras clases no son capaces de promoverlo o no les interesa: los capitalistas no lo quieren, pues viven de explotar a los trabajadores dentro empresas que son su propiedad privada; la pequeña burguesía vive de la propiedad privada de sus microempresas; los gerenciales viven cómodamente a cambio de serle fiel a los capitalistas; la marginación del lumpenproletariado les imposibilita enfrentar a los patronos. Por su tamaño, por su importancia en la economía y porque vive enfrentando la explotación capitalista, la clase trabajadora es la llamada a liderar la lucha por el socialismo. Para esto suele necesitar apoyo de sectores de otras clases sociales que reconocen que los capitalistas les oprimen y que el sistema es reprobable.

En PR derrocar al capitalismo supone la descolonización. Pero el independentismo es un movimiento pequeño y tiende a ubicarse en sectores de mediano ingreso (pequeños capitalistas, pequeña burguesía, trabajadores profesionales…). Para crecer, el movimiento independentista necesita ganar apoyo entre la mayoría pobre (trabajadores clericales, obreros no diestros, lumpenproletariado…): necesita masificarse. Reconocemos que la asistencia social provista por el gobierno de Estados Unidos (EEUU) y la perspectiva mayormente reformista de las clases trabajadoras obstaculizan estos esfuerzos. Arriba en la jerarquía social, la burguesía criolla, intermediaria del capital estadounidense, se alía con esos intereses y con su aparato colonial, y la burguesía nacional es muy débil y pequeña, por lo que no tiene capacidad para plantearse el proyecto de un Estado nacional. Por lo tanto, no es de esperarse que los capitalistas criollos, como conjunto, apoyen la independencia. Estimamos que un crecimiento significativo del independentismo ocurrirá cuando se combinen dos factores: (1) una crisis de la economía de EEUU, con su consecuente reducción en los fondos de asistencia social (la Junta de Supervisión Fiscal va haciendo eso) y (2) el convencimiento del movimiento obrero (resultante de su lucha) de que el Estado Libre Asociado es instrumento político de su explotación y de que necesita la descolonización para establecer la justicia social como norma preponderante. Un movimiento independentista exitoso requiere una alianza opositora al gran capital imperial y a sus estructuras políticas coloniales: dicho frente de liberación nacional integraría pequeños capitalistas nacionales, pequeña burguesía, gerenciales y las diversas capas de la clase trabajadora, incluyendo sus sectores informales.

La clase trabajadora que protagonizaría lo anterior es mayoritariamente femenina y significativamente afrodescendiente. Por lo tanto, la lucha anticapitalista incluye luchar contra el patriarcado y el racismo; desarrollar un movimiento socialista masivo y exitoso requiere plantearse aniquilar las demás opresiones incorporando las exigencias de esos movimientos a las organizaciones sindicales y políticas de los trabajadores. Igualmente, la lucha por la justicia ambiental es urgente para un pueblo que ha vivido por décadas una devastación ecológica perpetrada por un capitalismo que devasta lo fundamental para la vida: la superación del capitalismo exige integrar las reivindicaciones del ambientalismo en términos eco-socialistas.

Reconocemos las limitaciones que tiene cualquier proyecto socialista que intente realizarse en un solo país. Dicho cambio social requiere una red internacional de cooperación. En el caso de PR esto pudiera traducirse en una confederación antillana, caribeña, latinoamericana o panamericana. Esto encontraría como favorable una alianza con unos EEUU dirigidos por sus clases trabajadoras en los términos arriba expuestos y que sustituya la práctica imperialista por una política de reparaciones. Sobre las relaciones con EEUU también podemos decir que, si allí las clases trabajadoras desarrollaran exitosamente un proyecto socialista, es razonable (mediando el proceso de descolonización definido por la Organización de las Naciones Unidas) considerar la anexión (estadidad) como una opción. No desconocemos las dificultades de todo esto.

Es imprescindible reflexionar sobre las posibles rutas políticas para construir un nuevo PR. Por ahora podemos plantear que la organización sindical de los trabajadores, el desarrollo de partidos progresistas (PIP y MVC) y revolucionarios (Movimiento Socialista de Trabajadores, Frente Socialista, Partido Comunista, Trabajadores y Estudiantes Comunistas por el Cambio Social…), de movimientos feministas (Colectiva Feminista en Construcción, Coalición 8 de marzo, Movimiento Amplio de Mujeres, Proyecto Matria…), antirracistas (Colectivo Ilé, Centro de la Mujer Dominicana…) y ambientalistas, así como la coordinación de estos instrumentos de lucha y el establecimiento de redes internacionales, son cruciales para crear una sociedad dedicada a erradicar las opresiones. Reiteramos nuestra propuesta de partir de un análisis de clase atemperado al PR actual para lograr este desarrollo.

En síntesis, la transformación hacia una sociedad basada en la justicia social y la equidad requiere del establecimiento de otra base económica que incorpore esas premisas. Eso se logra con preponderancia de la propiedad colectiva de los medios de producción y el control democrático de los mismos: sustituyendo el capitalismo por el socialismo. Ese cambio revolucionario solo puede ser protagonizado por una clase trabajadora autoorganizada para realizarlo. Lo anterior no descarta que partidos progresistas ayudan a dar pasos importantes, pero consideramos que el cambio general de la sociedad solo ocurrirá si reemplazamos la base económica-política.


[1] Reconozco las valiosísimas aportaciones que realizó Gricel Surillo Luna en la búsqueda de datos, en el análisis de estos y en la integración de los mismos a este texto, así como en la mejora de la redacción de este artículo. Similarmente, reconozco la importantísima ayuda de Jorge Farinacci Fernós en la búsqueda y el análisis de datos y en la redacción inicial de este documento. Les agradezco enormemente su colaboración y paciencia para conmigo. También debo indicar que esta redacción surge a partir de prolongados y significativos diálogos realizados dentro del Grupo de Estudio Socialista. Sin embargo, las ideas presentadas, al igual que las imprecisiones que pueda contener, son de mi entera responsabilidad.

Author: Ramón Rosario Luna

Ramón Rosario Luna es profesor de sociología en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico. Investiga sobre música, epistemología de la ciencia, ecología social, economía política contemporánea y subjetividad política.