No podemos quedarnos cruzados de brazos ante los abusos de la clase patronal, la Junta de Control Fiscal y el gobierno colonial

La mayoría de nosotros, cuando nos integramos al mundo del trabajo, sabemos a conciencia si el salario y las condiciones de trabajo bajo las cuales hemos aceptado la plaza que ocuparemos está bien o mal retribuida de acuerdo a las prácticas de la industria en la que vamos a trabajar.  Muchas veces aceptamos porque “es lo que hay” y otras tantas hemos creído haber hecho un gran acuerdo y la práctica nos hace evidente que tendremos que resistir “hasta encontrar algo mejor” porque resulta que el nivel de abuso nos sobrepasa.

Sin otro medio para subsistir, que no sea nuestro trabajo, muchas veces esa espera “por algo mejor” se extiende tanto en el tiempo que acabamos por normalizar y adecuarnos a esa realidad. Después de todo hay otros haciendo fila esperando que nosotros dejemos el puesto para tomarlo como “su oportunidad de echar pa’lante”. 

Hemos sido educados para insertarnos en un sistema de empleo donde el ofrecimiento del patrono se toma por bueno y uno, “libremente”, lo acepta o lo rechaza. Pensamos que hay una legislación que nos protege, la cual la mayoría no conocemos en sus detalles, pero asumimos que en su momento podremos echar mano de la misma para garantizar nuestros derechos. Los días pasan, la vida sigue, y la rutina nos gana. Gracias a Dios, hasta unas cuantas cervezas nos podemos tomar los viernes o ir al Salón de Belleza de vez en cuando.

Un buen día el taller amanece revuelto porque a la entrada nos han repartido unos boletines que nos hablan de organizarnos sindicalmente. El patrono, ni corto ni perezoso nos reúne y nos habla de los “chupacuotas que vienen a cambiar las cosas aquí” y en la medida en que afuera la campaña sigue, adentro el patrono hace la suya para invitarnos a “no perder el acceso directo que tenemos con él y las consecuencias negativas, el despido incluido, que podría tener la presencia de la Unión”. Llegado el día de la votación, porque la mayoría firmó las tarjetas de la Unión, votamos afirmativamente por ser representados sindicalmente.

¿Qué nos motivó a votar por la Unión? ¿La presión del grupo?¿La oferta de la Unión de mejorar nuestro salario y traer otros beneficios?¿Las duras condiciones de trabajo y nuestra molestia por las arbitrariedades del patrono? ¿La experiencia de los logros de la Unión en otros talleres?¿La conciencia de unirnos para defender nuestros intereses ya que éstos están en contradicción con los del patrono? 

La experiencia nos dice que, en gran la mayoría de las campañas donde la Unión logra prevalecer,  ha pesado más en el voto afirmativo la oferta de mejorar los salarios y las condiciones de trabajo, en conjunto con la molestia ante las arbitrariedades del patrono. El reconocimiento de que los trabajadores tenemos que unirnos para defender unos intereses que son diferentes a los del patrono no ha tenido mayor peso en nuestra decisión. Esto último es perfectamente comprensible pues durante todo el tiempo el patrono nos ha estado diciendo que,  “todos en este taller tenemos los mismos intereses. Si la producción sale como programada, todos ganamos”. Tanto lo ha dicho y repetido que la mayoría de nosotros lo tenemos como una verdad absoluta. 

Dando un salto en el tiempo ahora nos encontramos en otro escenario. Durante los años que han pasado la Unión ha negociado varios Convenios Colectivos, mejorando los salarios, ampliando beneficios tan importantes como la aportación al Plan Médico, las vacaciones, las licencias por enfermedad, licencia funeral, visita a la escuela de los niños, etc.  Las arbitrariedades se han reducido gracias la cláusula de Quejas y Agravios y a la acción efectiva del sindicato. 

Sin embargo, el país vive ahora bajo una legislación impuesta por el Congreso de los Estados Unidos que ha nombrado una Junta para que regule la actividad económica del país y que éste pueda pagar la deuda pública en que ha incurrido. Deuda que es el resultado de la mala administración de los políticos, la corrupción y los privilegios que se le han dado a los patronos. Pues para los patronos se legislan exenciones contributivas, incentivos económicos y otros beneficios.  

Sin embargo, a la hora de pagar la deuda, no le quitan ningún beneficio a los patronos. Hemos sido los trabajadores los más afectados. Los poderes absolutos de esa Junta han dado lugar a la eliminación de las leyes protectoras del trabajador, han reducido significativamente todo lo relacionado a vacaciones, licencias, beneficios marginales, han congelado los aumentos de salario y han menoscabado el derecho a la negociación colectiva, imponiendo sus planes de clasificación de los empleados y su retribución. Su ofensiva contra la clase trabajadora la ha llevado a negar el pago de aumentos de salario ya negociados y ahora ha llegado al colmo de no reconocer los beneficios ya negociados en los nuevos Convenios Colectivos.

Por otro lado, esa misma Junta, ha ampliado el poder de los patronos dándole más oportunidades de negocios al privatizar corporaciones públicas, reduciendo sus costos operacionales, liberándolos de obligaciones legales y garantizando sus privilegios, así como poniendo nuevas cargas sobre el bolsillo de la clase trabajadora al imponer planes de pago en la deuda del país que habrán de satisfacerse afectando el bolsillo de la clase trabajadora al pagar más caro por los  servicios esenciales, el aumento en las contribuciones, eliminando los sistemas de retiro y congelando el pago de las pensiones.

La contradicción entre los intereses de la clase patronal y la clase trabajadora ahora se ha hecho más evidente. Todo el peso de la deuda del país se ha puesto sobre los hombros de la clase trabajadora. Mientras, los patronos tienen ahora mejores condiciones para continuar haciendo negocios, obteniendo mayores ganancias.  Por su parte, los sindicatos han perdido pertinencia ante los ojos de sus matriculas pues su gestión ha quedado disminuida por virtud de los decretos de la Junta que han sido legalizados por la legislatura y el Gobernador de turno. 

Cabe preguntarse si los trabajadores organizados sindicalmente y sus  dirigentes sindicales están plenamente conscientes del antagonismo existente entre la clase patronal y la clase trabajadora. En la respuesta que se tenga a esta pregunta está el punto de partida necesario para desarrollar, desde la organización sindical, la lucha que corresponde poner en vigor, para resistir y vencer sobre la Junta y los intereses que ésta representa y defiende, frente a la clase trabajadora del país.

Pensar que, exclusivamente, con las herramientas del sindicalismo se puede luchar y vencer sobre la Junta es, por decir lo menos, una ingenuidad. Se hace necesario activar un conjunto de acciones colectivas que trascienden el escenario sindical y establecen la necesidad de trasladarse al terreno político. Terreno donde, en última instancia, se resuelven  los asuntos de la lucha entre las clases que integran la sociedad.

En palabras sencillas: Cuando la realidad nos dice claramente que,  aquello de que en los centros de trabajo todos – trabajadores y el patrono – tenemos los mismos intereses, es completamente falso. Por lo tanto, los trabajadores tenemos que valernos de la unidad que hemos logrado en el sindicato y llevar nuestra lucha un paso más adelante. Un paso que requiere que el sindicato una sus fuerzas a otros grupos sociales que también luchan por mejorar sus condiciones de vida, el respeto a sus derechos y su dignidad humana.

Para derrotar a la Junta hay que comenzar por hacer un llamado a remover del poder gubernamental a todos los que han colaborado con la Junta aprobando y firmando la legislación que ha dado visos de legalidad a sus arbitrariedades en contra de los trabajadores y los otros sectores oprimidos. En nuestra realidad ya existen alternativas al bipartidismo que ha llevado el país a la crisis que hoy nos hacen pagar a los trabajadores y a la mayoría de la población para mantener sus particulares privilegios.

Desde el sindicato y con su fuerza organizativa y de movilización hay que organizar una huelga de carácter general,  una en la que participen todos los sectores oprimidos de la sociedad, que envíe un mensaje claro de que la producción total y la vida del país se paralizará en la medida en que no se restituya un orden balanceado entre el capital, el trabajo y la justicia social. El orden que debe prevalecer, por necesidad, deberá ser superior a la realidad prevaleciente antes de la Junta ocupar el espacio de las instituciones democráticas del país.  Solo así será posible recuperar y ampliar los derechos que arbitrariamente nos han robado los patronos,  la Junta Dictatorial y el Gobierno que defiende los intereses de la clase empresarial. 

Sabemos que esta lucha no será fácil y conlleva múltiples sacrificios. Sin embargo es el único camino que nos han dejado los poderes que gobiernan el país y que no han vacilado en regresarnos a los niveles de la esclavitud eliminando nuestras conquistas y los derechos democráticos alcanzados. Prepararnos unidos para llevar adelante la agenda que nos toca cumplir para garantizar mejores condiciones de trabajo y de vida para nosotros y nuestros hijos es una responsabilidad que no podemos eludir si verdaderamente aspiramos a vivir en una sociedad donde la paz y la justicia social sean los rasgos dominantes.

Share:

Author: Erasto Zayas Nuñez

Erasto Zayas Núñez nació en el pueblo de Santa Isabel, PR el 7 de septiembre de 1949. Realizó estudios en las escuelas públicas del país y los universitarios en la UPR Recinto de Río Piedras y la Universidad Católica de Ponce. Casado, tiene cinco hijos y es el feliz abuelo de cuatro nietos. Escribe cuentos, poesía y durante dos décadas publicó una columna de opinión en el semanario El Oriental. Ligado al movimiento obrero en su capacidad de comunicador por más de medio siglo, se desempeñó como administrador de la Unión General de Trabajadores. Es uno de los fundadores de la Casa de Estudios Sindicales e integrante de su Junta de Directores.