La victoria de Arévalo abre un nuevo ciclo de lucha de clases en Guatemala

El pasado 20 de agosto se llevó a cabo la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Guatemala, después de que el 25 de julio —en la primera vuelta— nadie alcanzara la mayoría del 50% más uno. La victoria de Movimiento Semilla y su candidato Bernardo Arévalo fue aplastante, obteniendo el 58 por ciento de los votos. Esta victoria es anunciada por The New York Times como “un impactante castigo al establishment político conservador” y marca un nuevo periodo en la lucha de clases en Guatemala.

El ascenso meteórico de Arévalo 

Bernardo Arévalo es un sociólogo que hizo su campaña criticando fuertemente a los diferentes regímenes corruptos del país, esta fue la base de su campaña electoral. La percepción de la gente de a pie lo ve como un personaje sin un pasado ligado a criminales y corruptos. Su contrincante, la “ex primera dama” Sandra Torres, prometía mano dura contra la delincuencia, como lo hace Bukele en El Salvador, y planteaba una agenda conservadora contra los derechos democráticos de las mujeres, por ejemplo, se oponía al aborto legal y gratuito y al matrimonio igualitario entre las disidencias sexuales. Aunque Arévalo no es un personaje de izquierda radical, ni mucho menos, frente a la agenda de su contrincante aparece como un reformista de izquierda.

Esta es una de las razones por la cuales se impulsó de forma sorprendente en la primera vuelta, donde participaban 20 contrincantes, y por la que se alzó con la victoria en la segunda, en agosto pasado. Su ascenso meteórico no sólo sorprendió a los demás partidos políticos, incluso a los mismos dirigentes del Movimiento Semilla les tomó desprevenidos. Este Movimiento, que se organizó a partir de las movilizaciones de 2015 contra la corrupción, no tenía la visión de poder alzarse con la victoria presidencial. En la primera vuelta apenas tenían considerado una intención de voto del 3%. Incluso la misma oligarquía sólo comenzó a poner especial atención en ellos cuando vencieron en julio.

Este vertiginoso ascenso se enmarca en los cambios bruscos y repentinos que hay en muchos otros países donde las masas, cansadas de buscar en los partidos y candidatos tradicionales una salida a sus necesidades, dan un giro y busca nuevas alternativas. Este giro brusco es un reflejo del callejón sin salida tanto del régimen burgués guatemalteco como del capitalismo atrasado y dependiente de toda la región centroamericana.

Los datos son duros: de acuerdo con un informe publicado por Oxfam en 2019, el 1% de los más ricos de Guatemala recibe iguales ingresos que la mitad de la población; mientras que las grandes empresas concentran el 65% de los beneficios generados a pesar de representar sólo el 3% del total de las compañías formales. Guatemala sigue la misma dinámica de todos los países de la región, un proceso creciente de acumulación de la riqueza en manos de las grandes empresas internacionales y de la oligarquía nacional a costa de un empobrecimiento generalizado de la población. Como un extra tenemos el tema de la violencia que es un verdadero cáncer que corre toda la sociedad.

No es de extrañarnos entonces este giro a la izquierda que ha habido en las elecciones, dando su apoyo a un candidato que ha prometido una lucha contra la corrupción y promete mejorar los niveles de vida de las masas más pobres y la infraestructura del país.

Crisis de la democracia burguesa

Como la oligarquía no tenía un candidato serio con el cual enfrentarse a Arévalo, una vez que este pasó a la segunda vuelta, comenzaron a utilizar las estructuras del Estado para sacarlo de la contienda a la mala. Es bastante interesante mencionar lo que ha sucedido en los últimos días, las autoridades electorales suspendieron al partido Movimiento Semilla argumentando supuesto fraude al haber falsificado firmas para lograr su registro. Arévalo respondió diciendo en los medios de comunicación que estaba en marcha un intento de golpe de estado para evitar que el llegara a la presidencia y las masas han respondido con una manifestación masiva el sábado 3 de septiembre. Ante esta movilización, las autoridades electorales han reculado para devolver el registro al partido de Arévalo. Es claro que la elección y la victoria del candidato de Semilla ha abierto un nuevo periodo de la lucha de clases.

Arévalo recibe sus credenciales como Presidente luego del intento de golpe de estado.

Esta es una clara intromisión golpista de la derecha y los órganos de gobierno, que funcionan bajo su servicio, están siendo utilizados para ello. Un aparato corrupto dirigido por partidos corruptos acusan a otro partido de haber cometido corrupción. En el mejor de los casos se entiende esto como un ajuste de cuentas, pero va más allá. Esto muestra claramente la bancarrota de la democracia burguesa y su aparato estatal, el cual está corroído por la corrupción generalizada.

La burguesía siempre ha dicho que el régimen más adecuado para gobernar es el electoral, que todo se puede resolver por medio del voto para que así prevalezca la democracia. Nosotros decimos que su democracia es una pantalla que oculta a un régimen de opresión dictatorial que representa los intereses del gran capital. Pero lo que vemos en este caso es que incluso la misma burguesía viola sus propias reglas y trata de evitar que un personaje de la política llegue al poder por los medios limitados de la democracia burguesa.

La oligarquía no se ruboriza al utilizar marrullerías burocráticas y legalistas para impedir que la expresión democrática del pueblo se haga valer. Para ellos siempre están por encima de cualquier cosa sus intereses económicos; si para preservarlos necesitan hacer un fraude, armar grupos paramilitares o dar un golpe de estado, lo van a hacer sin titubeos, porque saben que en ello le va su vida y privilegios.

De cara a la segunda vuelta, incluso organismos y observadores internacionales presionaron para que la oligarquía sacara las manos del proceso electoral y dejara participar a Arévalo. Ahora mismo se intenta arrinconar al nuevo presidente y tenerlo bajo su dominio, boicoteando de esta forma el deseo de la gente que se ha manifestado en las elecciones. Aquí vemos como un puñado de parásitos millonarios son los que deciden de forma regular lo que se hace en el país. Esto sólo se puede parar cuando las masas empobrecidas deciden organizarse y luchar por su futuro. Por eso nosotros decimos: no sólo hace falta votar, hay que organizarse y luchar.

¿Qué sigue?

Las elecciones son sólo una fotografía de todo el régimen guatemalteco donde la corrupción, la violencia y la pobreza son los factores más importantes para la población. Arévalo no va a tener un día de campo. En primer lugar, tiene que luchar en contra de las instituciones que formalmente se encargan de impartir justicia para que no le sigan presionando y dejen actuar a su partido. Lejos de llamar a una movilización decidida para hacer respetar el triunfo, tímidamente está denunciando la intervención de la derecha para descarrillar el proceso. Deja en manos de la “democracia” corrupta lo que las masas le han dado en las urnas, esperando que por la simple cantidad de votos que recibió, le respeten el triunfo. Es cierto que organizaciones internacionales están presionando para que no boicoteen a su gobierno y no se ve fácil para la oligarquía una batalla en donde tenga que aguantar movilizaciones masivas si es que se atreve a robarle el triunfo a Arévalo.

Arévalo ha recibido la constancia de la victoria y asumirá el gobierno para los próximos años. En el gobierno tendrá que luchar entre dos fuerzas que le exigirán respuestas ante sus demandas: por un lado la oligarquía le presionará para que se doblegue ante ellos; por otra parte, las masas pondrán sus esperanzas en que el hijo de Juan José Arévalo, mítico representante de la “primavera guatemalteca”, pueda suscitar cambios importantes para solucionar sus condiciones de miseria.

Lo que nos han mostrado todas las experiencias de gobiernos reformistas en el continente es que no se puede gobernar para dos fuerzas que chocan entre sí. O éste gobierno se posiciona firmemente con los trabajadores o los traiciona y apoya a la burguesía. En países como Guatemala, donde el capitalismo es totalmente dependiente del imperialismo, este también es un factor que se utilizará para que cualquier iniciativa progresista sea desechada.

Hay otro factor en la escena. El día del triunfo electoral le llegó información al futuro presidente, por diferentes medios, de un intento de homicidio a su persona por parte de las pandillas. Este es un aspecto importante, porque las pandillas tienen una estructura nacional que puede llevar adelante una campaña de violencia para desestabilizar al país. Arévalo tendrá que lidiar con esto y deberá tomar medidas radicales para frenar la violencia. La única forma de actuar, desde la política reformista, es endurecer las medidas policiales fortaleciendo con ello la estructura del estado capitalista.

El gobierno estará sometido a muchas presiones y el programa de gobierno que ha planteado a lo largo de su campaña no plantea ningún cambio radical para trastocar de fondo las raíces del capitalismo. Será un periodo duro para las masas, las cuales tiene confianza de que el nuevo gobierno pueda resolver sus problemas. La oligarquía no tiene ningún interés de mantener a Arévalo en la presidencia, ellos quieren a algún personaje que sea firme defensor de sus intereses. Si el nuevo presidente no va a jugar ese papel, le hará la vida imposible. Tenemos que ir siguiendo el desarrollo de los acontecimientos porque se vislumbra un posible escenario parecido al de el Perú.

La juventud y los trabajadores en Guatemala nos tenemos que organizar porque en los siguientes años presenciaremos acontecimientos importantes donde tendremos que participar bajo una bandera limpia, alejada de la corrupción; pero que también plantee un cambio radical, socialista, para la sociedad guatemalteca.

Fuente: La Izquierda Socialista

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Author: Ubaldo Oropeza

Dirigente de la Organización Comunista Revolucionaria (antes La Izquierda Socialista), sección de la Corriente Marxista Internacional en México.