España: el “perreo feminista”, Irene Montero y el capitalismo lumpen de Bad Bunny

Ya me acostumbré, ya me acostumbré, a clavarme a toas’ esas putas de tres en tres…
Ya me acostumbré, ya me acostumbré, a no mirar el precio de lo que compré”
Bad Bunny

El pasado mes de enero se producía un momentáneo “escándalo” mediático por la difusión de un vídeo en el que niñas y niños de 14 años protagonizaban un baile explícitamente sexual. El vídeo, viralizado en redes sociales, mostraba una hilera de niñas boca abajo sobre un escenario, con sus acompañantes varones pegados a sus traseros y realizando movimientos pélvicos con los que simulaban que las estaban penetrando.

Probablemente, los menores, que “perreaban” en la sesión vespertina de una discoteca de Barcelona, se sintieran luego tremendamente sorprendidos por la efímera ola de indignación que se produjo en los medios de comunicación. Al fin y al cabo es seguro que aquella no era la primera vez que se divertían con este estilo de baile importado de los Estados Unidos. Y, a decir verdad, tampoco eran estas las primeras imágenes en las que se había podido ver a niñas, de hasta 8, 10 ó 12 años, “perreando” al ritmo del reguetón, incluso con la aprobación -irresponsable e inconsciente- de sus propios progenitores.

Pese a las evidentes consecuencias negativas de esta hipersexualización temprana de los niños se trata, en efecto, de una actividad tan normalizada en España, Latinoamérica, el Caribe y EE.UU., que lo verdaderamente extraño podría considerarse la reacción provocada por un vídeo que, a la postre, no iba a tener ningún tipo de repercusión práctica, ni llegó a generar un auténtico debate sobre este fenómeno social.

Menores de 14 años perreando

El “Perreo Feminista” financiado con dinero público

A los varones que bailan perreo se les llama «perros» y a las mujeres -en este caso niñas- «perras», ya que deben imitar los movimientos espasmódicos de la hembra de ese animal cuando se encuentra en celo y se eleva para recibir por detrás el falo del macho de su especie.

El más elemental sentido común debería conducir, obviamente, a rechazar que los niños simulen en público una cópula entre canes en celo, por más que la moda impuesta de este baile se haya extendido hasta el punto de que difícilmente se pueda evitar que los menores imiten lo que ven, a todas horas, en las redes sociales. La dificultad de remar contra la corriente, en efecto, no se puede negar. El problema se agrava de forma exponencial, no obstante, cuando las propias representantes del feminismo institucional, con presupuestos generosos a su disposición que les permitirían emprender un trabajo de reeducación, consideran el “perreo” una práctica digna de ser financiada con esos mismos fondos públicos, en talleres destinados a jóvenes desde los 12 años de edad.

Algo que ya se convertía en realidad en octubre del pasado 2022, cuando la friolera de 105.000 euros del Pacto de Estado contra la Violencia de Género fueron destinados por la Consejería de Juventud del Gobierno de Canarias a financiar, en la isla de Tenerife, un pretendido “Festival de Perreo Feminista”.

17 millones y medio de las antiguas pesetas dedicados a unas actividades que -según defendió la Directora General de Juventud y Coordinadora General de Podemos Canarias, Laura Fuentes Vega- tenían como objetivo  “dar a conocer nuevos referentes musicales” y “resignificar la música urbana”, con “talleres de baile y composición de letras con perspectiva feminista”.

La Ministra de Igualdad “blanquea” al trapero que presume de “clavarse a toas’ las putas de tres en tres”

Ciertamente cuesta imaginar cómo podría “resignificarse” un movimiento tan primario, y unívoco, como el “perreo” hasta convertirlo en una forma de “empoderamiento feminista” apropiada para los niños y las niñas. Admitimos, en cambio, que sí podría resultar interesante, y útil, la realización de talleres dedicados a la música urbana que se orientaran, de forma coherente, a promover la composición de letras alejadas de los mensajes más habituales en el trap y el reguetón.  

No parece, sin embargo, que las responsables políticas institucionales encargadas de realizar esta labor posean una lúcida conciencia sobre la mejor manera de realizar esa tarea educativa. Al menos si atendemos al ejemplo de la propia Ministra de Igualdad, Irene Montero, que no ha tenido problemas a la hora de promocionar, públicamente, a uno de los máximos exponentes de la “subcultura” asociada a estos géneros “artísticos” que hace apología de la misoginia, la drogadicción y la delincuencia.

Apenas un par de meses antes del polémico vídeo con niñas y niños “perreando”, también se hacía viral la respuesta de Irene Montero a una pregunta de la joven “influencer” Carla Galeote sobre sus gustos musicales.

Entre risas, Montero respondía que  “en la ducha, y siempre que puede, escucha mucho”, entre otros, al conocido “cantante” (sic) puertorriqueño Bad Bunny. [ver video relacionado]

Sin inmutarse, la ministra que dice estar consagrada a luchar contra cualquier tipo de violencia machista se permitía así blanquear, desde el feminismo institucional, a un trapero-reguetonero que, en sus composiciones, presume de:

“clavarse a la putas de tres en tres”, de “darle” a las mujeres “sin condones” o de tener un iPhone solo pa’ grabarte cuando me la mames'”.

Un auténtica naturalización de las formas más burdas de cosificación y denigración de las mujeres, con las que se está deformando mentalmente en la actualidad, y desde sus más tiernos “perreos”,  a millones y millones de jóvenes.

Una de las actuaciones del “Festival de Perreo Feminista”, financiado con 105.000 euros de dinero público

La más grosera apología del capitalismo lumpen, la delincuencia y la drogadicción

Pero el “trap”, y una parte significativa del reguetón, representado en este caso por el “Conejo Malo” (Bad Bunny) que Irene Montero afirma escuchar “siempre que puede”, no se caracteriza solamente por su misoginia y por presentar a las mujeres como “putas”.

Se trata de un género musical que, bajo una grosera apariencia de provocación o “protesta” juvenil, promueve un estilo de vida en el que el éxito social se identifica con el acceso al dinero fácil y rápido, muchas veces asociado con el tráfico de drogas y otras actividades delictivas. Y que ha extendido su influencia como la pólvora y penetrado de forma preocupante, como el “perreo” entre los niños, incluso en un país como Cuba, pese a los esfuerzos de contención de sus autoridades, que han llegado a promover el Decreto 349 para tratar de luchar contra los contenidos de misoginia, homofobia, machismo y violencia que caracterizan a esa música.   

“El “trap” no se caracteriza solamente por su misoginia. Se trata de un género musical que, bajo una grosera apariencia de “protesta” juvenil, promociona los valores del capitalismo más salvaje, enseñando que lo que te convierte en un “ganador” es acceder, a cualquier precio, a “la vida de los ricos””

Muchos vídeo-clips de este género no constituyen solamente una apología del consumo de alcohol, de otras drogas y de las propias mujeres, a las que se presenta como meros objetos sexuales e intercambiables. Muestran también, de forma recurrente, una ostentación estridente, con joyas y billetes, del supuesto éxito material alcanzado por el músico, que se presenta ante los demás como un ser superior y que desprecia “a los de abajo”, a los simples trabajadores, como a inútiles “perdedores”.

“No me llevo mucho con los empleados, por la sencilla razón de que me crié con los dueños… Un día un pana mío un par de millones de él me puso a contal… pa’ mi que eso fue una señal, que luego me iba a tocar.. Me compré mi carro y mi mansión en la nación americana… “ – dicen Bad Bunny y Arcangel en su tema “Ya me acostumbré”. 

Su mensaje promociona los valores del capitalismo más salvaje, enseñando que lo que te convierte en un “ganador” es acceder a “la vida de los ricos”. Y que ese éxito debe demostrarse exhibiendo coches caros, artículos de lujo y mujeres guapas, a las que también se puede comprar, y que aparecen siempre dispuestas y encantadas de satisfacer todos los deseos del “trapero”.

Se trata, en suma, de una forma “macarra” y vulgar de traducir para los jóvenes el discurso capitalista de que “si quieres, siempre te puedes enriquecer” y de que, solo los “losers”, los pobres fracasados, son culpables de no conseguirlo por su falta de valor o por sus estúpidos escrúpulos morales.

Como reza explícitamente otra de las canciones de Bad Bunny:

“Sólo pienso en mi primero
tirando billetes adentro del
putero. Pal carajo el amor
verdadero, yo solo pienso
en hacer dinero”.

No puede resultar extraña, pues, la asociación que se produce entre estos reguetoneros y la gran industria del entretenimiento global, que los promociona mundialmente, al tiempo que los utiliza para comercializar otros productos banales.

“Los jóvenes que asumen estos “referentes” como modelos a imitar son los más funcionales para la perpetuación del sistema económico y social que, después de negarles un futuro de auténtica realización personal y colectiva, pretende también convertirlos en esclavos felices y en un estado de intoxicación mental permanente”

Huelga decir que los jóvenes que asumen estos “referentes” como modelos a imitar son los más funcionales para la perpetuación del sistema económico y social que, después de negarles un futuro de auténtica realización personal y colectiva, pretende también convertirlos en esclavos felices y en un estado de intoxicación mental permanente. En individuos alienados y ubicados en las antípodas del tipo de juventud necesaria para protagonizar cualquier transformación progresiva de la sociedad.

Y es igualmente evidente que ésta no es una forma sutil de sexismo, de apología del capitalismo o de la delincuencia, cuyo desvelamiento requiera el estudio de profundos tratados de sociología o la lectura de las autoras postmodernas dilectas de la ministra de Igualdad.  El mensaje de Bad Bunny, y sus homólogos, no se elabora con ocultos “micromachismos” que sea preciso “deconstruir” con un arsenal de conceptos elaborados con “perspectiva de género” o con una crítica feminista a la sociedad “cisheteropatriarcal”.

El contenido de las letras de este presunto cantante es tan descarnado, y tan soez, que cualquiera lo puede captar de forma inmediata y que, por supuesto, no se le puede escapar a la ministra de Igualdad.

Es por ello que, sin poder descartar totalmente que la Sra. Montero pueda llegar a disfrutar, realmente, con semejantes subproductos, asimismo infames desde el punto de vista musical, resulta justificado formular una conjetura alternativa sobre su sorprendente declaración en la citada entrevista. No se debería descartar que, como política institucional siempre a la búsqueda de rédito electoral y popularidad, su respuesta a Carla Galeote pretendiera establecer una conexión de simpatía con las más de 367.000 jóvenes seguidoras que esta influencer de 22 años tiene en su cuenta de Tik Tok y sus 116.000 seguidoras de Instagram. Un suculento “target” que tampoco le pasó desapercibido al propio Pablo Iglesias a la hora de ficharla para participar, con sección propia, ensu podcast La Base.

En cualquier caso, ambas posibilidades – el gusto real por el trapero o la oportunista simulación – deberían tener como consecuencia la pérdida total de credibilidad de una política que afirma estar consagrada a combatir cualquier forma de violencia o desigualdad que afecte a la mujer. Pero eso solo sucedería, claro está, en un mundo mejor que éste, donde un tema del “Conejo Malo” como “Ya me acostumbre” ha llegado a superar los 166 millones de reproducciones en Youtube. Un mundo que, a pesar de los pesares, no podemos renunciar a construir, combatiendo la influencia de este cáncer cultural y de la “izquierda” compatible con el capitalismo que lo asume y lo promueve.

Fuente: La Haine

Video relacionado:

https://youtu.be/0vafF_ZYSRg

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Author: Cristóbal García Vega

Colaborador frecuente de la revista digital canarias-semanal.org "la primera a la izquierda".