Recientes desarrollos de la guerra en Ucrania: ¿está al alcance la salida del túnel?

El día 24 de febrero de 2022 la Federación Rusa dio inicio a una operación militar de amplias proporciones sobre Ucrania. La ofensiva militar de dirigió sobre el norte de Ucrania mayormente desde Belarus con el objetivo de tomar la capital Kiev, en la región del Donbás y al sur sobre el puerto de Mariúpol y la línea costanera que une dicha ciudad con la península de Crimea y más hacia el oeste en dirección a la ciudad de Odessa. Apenas unas semanas de comenzada la ocupación de territorio ucraniano y tras una fuerte resistencia en la frontera norte de Ucrania, miles de efectivos y medios de combate fueron redirigidos hacia la frontera ucraniana con Rusia y los objetivos rusos en la costa del Mar de Azov y del Mar Negro. En Mariúpol en particular se libró una intensa lucha entre las tropas rusas y la conocida unidad militar neonazi, el Batallón Azov, donde finalmente fueron capturados más de 2,500 efectivos. En otras importantes ciudades en el este y sur de Ucrania se han librado y continúan librándose importantes combates. 

La estrategia rusa aparentaba entonces ir dirigida a controlar territorio ucraniano cerrando accesos terrestres a dicho país al Mar Negro y el Mar de Azov, estableciendo un fuerte control sobre los alrededores de la Península de Crimea; la destrucción de la infraestructura militar de Ucrania; y la reconquista de la región del Donbás asegurando la independencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk. Estos objetivos, en adición a las “desnazificación” de Ucrania, fueron los que en un inicio el gobierno ruso definió como sus objetivos militares en esta guerra.

Datos ofrecidos en la página electrónica Sputnik para el 14 de septiembre de 2022 detallan la destrucción por parte de la Federación Rusa de equipos e infraestructura militar de Ucrania en el curso de esta operación militar, a saber: 16 aeródromos; 374 sistemas de defensa aérea S-300, Buck M01 y OSA; 4,942 tanques; 3,387 cañones de artillería de campaña y morteros; 836 lanza cohetes múltiples; 293 aviones; 145 helicópteros; 1,952 drones; y 5,598 unidades vehiculares. Igualmente se ha señalado como resultado de los combates la eliminación de básicamente la totalidad de las unidades navales ucranianas y un indeterminado número de bajas. En los anteriores datos no se incluye el impacto y destrucción generado por los combates en términos de infraestructura civil.

Por su parte, a pesar del impacto tenido por Ucrania en este conflicto, también aunque en menor escala, el componente militar de la Federación Rusa y de las milicias de las repúblicas secesionistas en el Donbás han tenido importantes pérdidas. Se indica que parte de los llamados éxitos de las tropas ucranianas, incluyendo los más recientes en este mes de septiembre, ha sido el resultado de la entrega de armamentos modernos por parte de los Estados Unidos, países de la Unión Europea y la OTAN; el apoyo en materia de inteligencia; la participación de asesores en la conducción de las operaciones militares; y la facilitación de tecnologías desde occidente, contribuyendo a importantes contragolpes a las fuerzas armadas rusas.

La guerra ha estado permeada por otra guerra subyacente, la del control de los medios de comunicación en las cuales en occidente, la prensa estadounidense y los medios sociales de comunicación han copado en la información que se nos transmite. La guerra también ha traído a la discusión el cuestionamiento de si la misma es una librada entre Ucrania y la Federación Rusa; cuando la realidad es que es una guerra librada entre la Unión Europea, los Estados Unidos y la OTAN frente a la Federación Rusa. Se trata de una guerra que se libra en suelo ucraniano donde estos países occidentales han puesto a disposición de Ucrania, solamente en ayuda militar casi el doble del presupuesto total de Ucrania en un breve período de 6 meses. 

Esta guerra también se libra en el plano de las sanciones económicas impuestas por occidente a la Federación Rusa que sobrepasan aquellas impuestas a los largo de los años a países como la República Islámica de Irán, la República Popular Democrática de Corea, la República Árabe de Siria, la República Bolivariana de Venezuela o la República de Cuba. 

Señala Sputnik, citando del artículo publicado el 30 de julio de 2022 por Simon Jenkins en el periódico The Guardian, que “la guerra económica contra Rusia es ineficaz”, y tiene consecuencias negativas para quienes imponen a dicho país las sanciones. Considera el autor que se trata de “la política más contraproducente de la historia internacional reciente.” Señala Jenkins que como resultado de estas sanciones las “precios mundiales de la energía se disparan, la inflación aumenta, las cadenas de suministro se interrumpen y millones de personas se quedan sin gasolina, alimentos y fertilizantes.”

Aquel frente unido en la imposición de sanciones a Rusia que occidente nos presentó, ha comenzado a fracturarse como resultado de los efectos económicos sobre las economías europeas como resultado de la escasez de gas proveniente de Rusia. Esta situación se deteriorará aún más para estos países en la medida en que se aproxime el invierno.

Tomando como base la realidad del Reino Unido de la Gran Bretaña, el autor señala que se anticipa que la factura de gas en este país se triplique para este año. El mismo efecto en el incremento en el costo de la vida se espera ocurra en otros países, principalmente aquellos que dependen del petróleo y gas natural que antes se proveía desde la Federación Rusa, particularmente de cara al próximo invierno.

Se trata, además, de una guerra en la cual occidente y en particular los Estados Unidos, subvencionando la prolongación del conflicto, aspira a debilitar económica y militarmente a la Federación Rusa como parte del diseño estratégico de evitar una integración económica y militar entre la Federación Rusa y la República Popular China como parte del futuro enfrentamiento proyectado por este país frente al gigante asiático. 

Estas y no otras son las interrogantes que debemos hacernos del por qué, lejos de avanzar las negociaciones para un acuerdo de paz o un alto al fuego en el conflicto, lo que vemos día a día es la prolongación del mismo.

Durante semanas, las autoridades del gobierno ucraniano estuvieron anticipando el desarrollo de una gran ofensiva militar contra Rusia, en particular en el frente sur de Jersón, ofensiva militar que contaba con oposición dentro de los círculos castrenses ucranianos. Allí la ofensiva dio comienzo el 29 de agosto. Se indica que prevaleció más el elemento político que el elemento militar en la decisión tomada. Previendo  el desarrollo de la misma en esa zona, la Federación Rusa trasladó a la región importantes medios militares en términos de soldados y equipos.

Desde el comienzo de la guerra en Ucrania, se ha indicado que el número de efectivos rusos movilizados ronda en los 170 mil efectivos, número que más o menos ha sido una constante, lo que significa un número reducido si se toma en consideración el número de efectivos con los cuales cuenta de manera permanente la Federación Rusa.

Se indica que tras semanas bombardeando los puentes sobre el Río Dniéper, tropas ucranianas comenzaron su ofensiva sobre esta zona. Sin embargo, la ofensiva principal de Ucrania no se desarrolló allí sino más al noreste de Ucrania, en torno a Jarkov. Allí sí se produjo un avance significativo si se compara con los avances anteriores de Ucrania en las zonas de combate. Voceros del gobierno ucraniano alegan haber recuperado, tras una desorganizada retirada de las tropas rusas, un territorio que abarca cerca de 2,000 kilómetros cuadrados.

En los intentos desarrollados por Ucrania como parte de su ofensiva al sur, en Jersón, las bajas sufridas fueron significativas, estimándose en miles de muertos y heridos, así como la destrucción de gran número de tanques, vehículos de infantería y otros medios militares. Jorge Martín y Alan Woods describen la situación en un artículo publicado en la revista digital Rumbo Alterno, titulado “Las implicaciones de la derrota de Rusia en el frente de Jarkov”, como “una picadora de carne para las fuerzas ucranianas.”

Se ha indicado que las operaciones militares desarrolladas en el frente de Jersón, más allá de su costo en vidas y equipos para Ucrania, no fue sino una operación de distracción para concentrar el grueso de los esfuerzos en una ofensiva a partir del 12 de septiembre en el noreste, en la región de Jarkov, ubicada en el Donbás y cercana a la frontera con la Federación Rusa. En estos movimientos de tropas ucranianas, indican los autores del escrito antes citado, la inteligencia provista por los Estados Unidos “permitió identificar los puntos más débiles de la línea del frente ruso y lanzar una ofensiva sorpresa.” Se alega que el resultado en esta ofensiva fue un repliegue desordenado de las fuerzas armadas rusas ante el avance ucraniano, abandonando en la retirada gran cantidad de armamento y equipos.

Tras el repliegue de las tropas rusas, la respuesta no se hizo esperar. El mando  militar ruso llevó a cabo un amplio dispositivo de bombardeo contra las instalaciones de infraestructura en las zonas abandonadas, como también contra las unidades ucranianas que ocuparan el territorio abandonado por Rusia. Lo anterior incluye la infraestructura eléctrica existente en la zona.

De acuerdo con declaraciones de uno de los portavoces del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, John Kirby, reportadas en la página electrónica de Rusia Today, el 14 de septiembre, a pesar de las dificultades recientes que ha enfrentado Rusia en la guerra que se libra en Ucrania, Moscú “todavía dispone de un Ejército capaz de infligir enormes daños y bajas.” De hecho, es de esperar que en algún momento en los próximos días, una vez Rusia lleve a cabo una recomposición de la situación militar en el curso de la guerra, diseñe mecanismos para continuar adelante en alcanzar los objetivos trazados en esta guerra: la desnazificación de Ucrania, la destrucción de las capacidades militares ofensivas de Ucrania, la liberación en el Donbás, la integridad de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, el reconocimiento de la integración de Crimea dentro de la Federación Rusa y el compromiso de Ucrania de no formar parte de la OTAN.

Es evidente que en la valoración de lo que ha ocurrido recientemente en el teatro de guerra entre Rusia y Ucrania, presenta dos caras de la misma moneda. Cada cual intentará analizar los sucesos desde su particular perspectiva y en esa misma medida, procurará promover sus respectivas posturas hacia terceros que observamos el desarrollo de los acontecimientos. Para ello los instrumentos de propaganda juegan un papel de importancia. Sin embargo, como indican los autores antes citados, “la propaganda tiene sus límites: a menos que vaya seguido de avances concretos sobre el terreno, se vuelve vacía y contraproducente.” Por lo antes indicado, vale la pena tener presente la afirmación que dichos autores hacen al recordar que “ganar una batalla no es ganar la guerra, que consiste en muchas batallas.”

Como todo conflicto militar, las guerras no suelen ser eternas, son conflictos temporales que tarde o temprano terminan en la mesa de negociación. A la fecha en que se escribe este ensayo, las consecuencias de la operación militar ofensiva de la Federación Rusa frente a la operación militar defensiva ucraniana ha dejado a grandes porciones de este país en un estado caótico. Miles de estructuras residenciales, carretas, puentes, redes ferroviarias, aeropuertos, escuelas, centros hospitalarios y centros comerciales; instalaciones eléctricas y plantas productoras de gas entre otros elementos básicos de la infraestructura del país, han sido destruidas o seriamente afectadas. La economía de Ucrania se encuentra en una situación extremadamente débil, el gobierno de Zelensky enfrenta oposición de algunos sectores militares y económicos de importancia.

Se cuentan en decenas de miles los muertos y heridos de ambos lados en la contienda entre el personal militar y civil, con un total  que supera por mucho más de 7 millones de personas desplazadas o refugiadas.

La continua inyección por parte de occidente de más armamento y préstamos para financiar a Ucrania en la guerra lo que hace es prolongar el conflicto. Mientras más prolongación haya en la guerra, mayores complicaciones habrá para cualquier proceso de negociación entre las partes. Al presente, luego de más de seis meses de intensos combates y de haber ocupado importantes porciones del territorio ucraniano, particularmente en el Donbás y los accesos al Mar Negro, es poco probable que la Federación Rusa renuncie al terreno ganado en la guerra. De hecho, tal parecería que el avance de tropas rusas en la porción sur de Ucrania se desarrollará hasta la captura del puerto de Odessa, con lo que estaría finalmente cerrado el acceso de Ucrania al Mar Negro. En el noreste el gobierno ruso se ha expresado en torno a la recuperación del territorio del Donbás y el reconocimiento de la independencia de las repúblicas allí proclamadas. Sin embargo, aun cuando no se avizore a corto plazo un acuerdo diplomático que ponga fin a la guerra; sí es posible el diseño de alguna salida que permita al menos un armisticio, como se ha indicado por algunos la “salida coreana”, ante la poca posibilidad de un acuerdo de paz definitivo.

Kaliningrado es un territorio ruso entre Polonia y Lituania.

La prolongación de la guerra también abre otros escenarios que incluyen la extensión de la misma hacia otras regiones. Tal es el caso reciente de la situación que presenta Kaliningrado. Se trata de una porción de territorio de unos 15,100 kilómetros cuadrados en la desembocadura del Río Pregel, que lleva su cauce de agua hacia el Lago Vístula, el cual a su vez desemboca en al Mar Báltico. Este enclave ruso fue objeto de conquista y ocupación por el Ejército Rojo al final de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces ha permanecido formando parte, primero de la Unión Soviética, y tras su disolución, de la Federación Rusa. 

Kaliningrado es un territorio discontinuo del resto de la Federación Rusa.  Es lo que se conoce como un “oblast”, o territorio administrativo. Este enclave, con una población aproximada de poco menos de un millón de habitantes, hace frontera al norte y este con Lituania y el Mar Báltico y al sur con Polonia. Lituania, a su vez, comparte fronteras, al norte con Letonia (Latvia), al este con Bielorrusia (Belarus) y al sur con Polonia. 

Desde el 18 de junio, Lituania, que forma parte de la OTAN, ha impuesto sobre Kaliningrado un bloqueo económico impidiendo el tránsito de productos y mercancías desde y hacia la Federación Rusa. Con el bloqueo ha impactado el 50% del tráfico comercial hacia dicho enclave ruso. El gobierno de la Federación Rusa ha señalado que la decisión lituana conllevará fuertes represalias, incluso ha sugerido que éstas podrían ir más allá de una mera respuesta económica. 

La distancia entre Kaliningrado y Moscú es de 1,092 kilómetros. A pesar de la distancia, el enclave de Kaliningrado es parte de la zona de seguridad de la Federación Rusa, estando allí localizada la sede de su Flota del Mar Báltico. 

Una medida económica que impactaría severamente a Lituania sería el cierre del transporte por tren por parte de la Federación Rusa a dicho territorio y el cierre del acceso al gas y petróleo ruso. El gobierno lituano indica que su postura ha sido en cumplimiento de las sanciones económicas dictadas por la Unión Europea a Rusia como resultado de su invasión a Ucrania. Rusia por su parte ubica la mano de los Estados Unidos detrás de las medidas adoptadas por el gobierno lituano.

Noticias recientes también nos hablan de la reanudación de choques militares entre Armenia y Azerbaiyán, dos exrepúblicas de la antigua Unión Soviética en torno a la región de Nagorno Karabaj, región de unos 4,400 kilómetros cuadrados que forma parte de Azerbaiyán, país fundamentalmente musulmán, pero donde el 80% de su población es armenia y de religión cristiana. 

 Esperamos que el presente conflicto, como también la guerra en Ucrania no escale más del nivel al cual ha llegado y que la solución del enfrentamiento entre Ucrania y Rusia, se alcance en una salida negociada en la mesa de negociación que atienda, no solo los reclamos de seguridad rusa, lo concerniente al derecho a la libre determinación de la región del Donbás y Crimea, sino también, los intereses del pueblo ucraniano a una paz duradera y la reconstrucción de su país.

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Author: Alejandro Torres Rivera

Nacido en Vega Baja, es un reconocido abogado laboral en San Juan, además de ser un prolífico escritor sobre asuntos políticos, laborales e históricos. Durante los años 2016-2018 fue Presidente del Colegio de Abogadas y Abogados de Puerto Rico. Actualmente es miembro de la Dirección del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH).