¿Existe un capitalismo bueno y uno malo?

El desarrollo del sistema capitalista a nivel mundial jugó un papel progresista en la época temprana de su surgimiento. Rompió las barreras de la economía feudal, creo los Estados nacionales, desarrolló las fuerzas productivas a un nivel nunca visto, enlazó las economías de los diferentes países a nivel mundial, en algunos países creo sistemas democráticos que funcionaban mínimamente bien.

Este proceso no se dio al mismo ritmo ni al mismo nivel en todos los países. Potencias que eran fundamentales en un inicio, como Inglaterra o Francia, sucumbieron frente al avance del imperialismo americano. El conflicto entre grandes potencias por el reparto del mundo significó la Primera y Segunda Guerra Mundial, verdaderas carnicerías humanas donde millones de trabajadores murieron por defender los intereses de las grandes burguesías nacionales de cada país.

Los países que tomaron la delantera en el capitalismo mundial fueron aquellos que aniquilaron, por medio de una revolución (en el caso de los Estados Unidos, dos revoluciones), los viejos sistemas feudales. Alemania fue el último en sumarse y su desarrollo industrial fue inusual, pues nunca hubo una revolución democrático-burguesa, fue la dictadura de los Juncker quienes, junto a una revolución socialista frustrada, empujaron el desarrollo capitalista.

La consolidación de estos procesos revolucionarios terminó con las estructuras políticas que existían previamente: los estamentos feudales, los estados monárquicos, el poder de los señores feudales y la iglesia cayeron y fueron sustituidos por las nuevas teorías burguesas, mayormente la liberal, la cual reclamaba el derecho de la burguesía a dominar. El liberalismo luchó por los parlamentos —a los cuales podían arribar los ricos y propietarios de la tierra—, la libertad de la producción y el libre cambio de mercancías, también luchó por la formación de los Estados nación para asegurar un territorio para sus mercancías y fortaleció el Estado para que éste fuera el garante político de sus intereses.

El capitalismo liberó a los campesinos de los señores feudales, pero no de la pobreza, más bien los encadenó a un proceso de acumulación de capital brutal, y a los nuevos amos, los empresarios y sus fábricas. El capitalismo liberal creo leyes más democráticas, pero para la gran y mediana burguesía, en donde los obreros y mujeres no tenían ningún tipo de derechos. Las pésimas condiciones de vida de la clase obrera en los países desarrollados, fue la base sobre la que se erigió la fortuna de los ricos, lo podemos leer en El Capital o en La situación de clase obrera en Inglaterra.

Todo lo que fue obteniendo el obrero, el campesinado pobre y las mujeres de la clase obrera ha sido resultado de una lucha incansable por generaciones. Nada ha sido regalado por el capital, ni por sus gobiernos. Puesto que cuando los explotados llegaban a un punto tal de no soportar más la situación, estallaban revueltas y revoluciones. Han sido las revoluciones y la lucha de clases la que ha hecho avanzar esta sociedad, lo más progresista que tenemos los trabajadores y las familias obreras es gracias a la lucha de clases, algo que se repite sin excepción de ningún país en el mundo.

Desde el nacimiento del capitalismo, el sometimiento y explotación de los países más atrasados ha sido una constante. La acumulación de capital, el desarrollo de las fuerzas productivas, el saqueo de las colonias, el dominio de los mercados para los productos de la nueva industria, formaron una espiral ascendente del capitalismo, el cual dio pie a su nivel superior, el imperialismo. En esta etapa, el dominio de las potencias ya no fue tanto militar, sino económico, se exportó capital financiero de las grandes urbes y se controlaron los bancos, los recursos naturales; se invirtió y desarrollaron ciertos sectores de la industria para explotar la mano de obra; después se invirtió en la electrificación, vías férreas, en los servicios del gobierno de los países coloniales.

En los países ex coloniales no hubo una revolución burguesa encabezada por la burguesía, las revoluciones que estallaron después de tanta explotación y miseria fueron impulsadas por una base indígena o campesina, en algunos países fueron los trabajadores, pero en oposición a las burguesías locales. Ya que éstas nacieron atadas por miles de hilos al imperialismo, siempre han sido sus lacayos locales, siempre fieles a defender sus intereses.

Por el vínculo entre el capital extranjero y las contradicciones nacionales, la revoluciones y revueltas debieron tener un carácter antiimperialista. Sin embargo, este antiimperialismo fue asumido por la pequeña burguesía local con una posición nacionalista.

Debido a la traición de los partidos comunistas estalinizados, —que se volvieron nacionalistas con una verborrea de izquierda—, esta corriente tomó una fuerza decisiva en muchos países. Fue en los ejércitos locales, algunas fuerzas de la naciente burguesía que no estaba ligados al poder del imperialismo y la pequeña burguesía ilustrada quienes se convirtieron en los paladines de esta teoría, que después, en diferentes países fueron asumidos por las masas, y cuando esto pasaba, esas tendencias eran bastante radicales.

Igual que en los países adelantados, los derechos de los explotados, mujeres y campesinos pobres, fueron ganados por la lucha o por el embate del nacionalismo de izquierda que capitalizó, por mucho tiempo, la dirección de los movimientos de masas nacionales. Estas corrientes hablaban de la nación, del fortalecimiento de la economía nacional, para proteger a sus burguesías, pero también para desarrollar un capitalismo propio utilizando al Estado, como contrapeso al capital extranjero. Tomaban medidas más o menos radicales, según la coyuntura, pero por más demagógicos que fueran sus discursos no rompían la lógica del capital.

Podemos decir que este tipo de gobiernos nacionalistas, que utilizaron al Estado para desarrollar el capitalismo local, tuvieron que completar las demandas democráticas que en otros países se habían conquistado por medio de la lucha revolucionaria. Así, tanto el nacionalismo como el Estado, adquirieron un rostro progresista e incluso revolucionario, aunque su revolución no era contra el capitalismo, más bien buscaban modernizarlo y para ello necesitaban zafarse del control del imperialismo.

Las medidas que tomaron los gobiernos nacionalistas, algunos les llaman desarrollistas, fueron el tratar de industrializar el país para limitar las importaciones, protegiendo sus mercados con impuestos aduanales, invirtiendo recursos del Estado para desarrollar empresas nacionales que pudieran garantizar la explotación de recursos naturales, electrificar y desarrollar infraestructura. También hubo reformas a favor de los trabajadores y campesinos, se crearon escuelas, sistemas de salud y seguridad social, en algunos países hubo campañas de alfabetización, creación de casas para los sectores más pobres, incluso reparto agrario. Estas reformas fueron fruto de la presión de los trabajadores, así como de la necesidad por cualificar a los trabajadores y garantizar una renovación en la mano de obra.

En lo político, se impulsaron reformas electorales para hacer más transparentes las elecciones, se dio el voto a las mujeres y trabajadores, se garantizaron los derechos laborales y demás, sin embargo, todo esto no fue garantía para evitar los golpes de estado ni las dictaduras sangrientas. Detrás de estos vaivenes políticos estaba el imperialismo que no perdía ninguna oportunidad de mantener su dominio. En algunos países lo hacía de forma más violenta, en otras controlando el sistema bancario, en otras, con relaciones más diplomáticas o una combinación de éstas, el imperialismo mantuvo una fuerza y presencia en los países subdesarrollados en su etapa más nacionalista o desarrollista.

Durante este periodo las masas obreras fueron arrastradas sin una dirección que tuviera como fin la lucha por el socialismo, estaban influenciados por el nacionalismo o el estalinismo. Se vieron beneficiados o aplastados, pero obviamente luchando. La historia, en general, de los países ex coloniales se ha basado en la explotación imperialista o en la explotación local a nombre de la nación. En el primer caso se les explotaba con las armas y el sometimiento abierto, en el segundo, fue con base en el convencimiento que los bajos salarios, el corporativismo, y perder las conquistas anteriores eran por el bien de la nación.

La entrada del llamado neoliberalismo modificó la intervención del Estado en la economía, liberándola, privatizando las industrias nacionales y dándole una apertura muy importante a la inversión extranjera. Todas las conquistas obtenidas se pusieron bajo ataques. El neoliberalismo plantea una política más cercana al liberalismo, en el sentido de dejar hacer al mercado lo que él mande. Entiéndase como dejar a la burguesía dirigir sin tapujos ni trabas sus negocios.

El llamado neoliberalismo no es diferente al capitalismo, sino una forma distinta de acumulación de capital, donde el Estado simplemente juega un papel de administrador y garante de los negocios de la burguesía. En este periodo neoliberal los obreros, campesinos pobres, indígenas, mujeres y jóvenes han luchado, no solo por preservar las conquistas anteriores sino por la vida misma. Fue un periodo de ataques brutales a todos los niveles.

Este periodo se interrumpió en América Latina por las diferentes experiencias de gobiernos reformistas (Lula, Dilma, Evo, Arce, Kirchner, Correa, etc.). Estos gobiernos no rompieron con el capitalismo y se quedaron muy por detrás de lo que fue el nacionalismo revolucionario de décadas anteriores. Su política se basó en apoyar a una parte de la burguesía nacional, recuperar sin afectar algunos sectores privatizados, pero sin afectar los intereses imperialistas, renegociar las deudas o en su caso incrementarlas, sin embargo, no rompen en ningún caso con el imperialismo y tampoco plantean un proyecto de industrialización a gran escala, siguen siendo agroexportadores y exportadores de recursos naturales y materias primas.

Aunque ha habido algunas reformas a favor de los trabajadores, en las que se intenta aumentar los salarios, o aumentar la inversión de parte del Estado en el sector salud o educativo, también tratan de fortalecer al Estado para invertir en algunos sectores y crear puestos de trabajo a partir de campañas, nuevos proyectos o prestaciones, etc. Pero estos gobiernos no modifican en nada la lógica del capital y cuando no rompes esa dinámica te vuelves presa de ella. Estos gobiernos sucumbieron por el empuje del imperialismo y su bancarrota al enfrentar la crisis de 2008.

Estas experiencias y las anteriores en el continente americano, demuestran que a diferencia de Europa, en donde la burguesía suele dejar que los partidos de izquierda o reformistas asuman el gobierno en un momento de crisis, para que sean ellos quienes apliquen una política anti obrera y con esto asegurar su regreso con los partidos de la derecha; en este continente el que los reformistas asuman el gobierno y pierdan el control directo del Estado, lo asumen como una ofensa y luchan por todos los medios para deshacerse de sus contrincantes, aunque no estén en contra del capitalismo.

La política de la oligarquía es racista y rabiosa a la hora de que alguien se interpone entre el Estado y sus intereses. Junto al imperialismo, arrinconan a los reformistas, les cortan el capital, les organizan golpes de estado, les aplastan moral y políticamente. Las burguesías nacionales de los países ex coloniales son más brutales y reaccionarias que la de los países imperialistas, y menos inteligentes también.

Estos gobiernos tratan de explicarles de forma razonable a esas oligarquías, que sus proyectos no implican romper con el capitalismo, sino que solo quieren pequeñas mejoras para los más pobres. La respuesta de la oligarquía es una patada en la boca. Estos ataques de la derecha hacen que las simpatías del pueblo se vuelquen a apoyar a los reformistas. Y éstos, con lágrimas en los ojos, les prometen que son buenos y honestos, que solo quieren un capitalismo bueno o más humano.

Los actuales gobiernos de México y Perú, con AMLO y Castillo respectivamente, nos remiten a esas experiencias del pasado, y a la pregunta que circula en las redes sobre si ¿hay un capitalismo bueno y uno malo? La diferencia entre estos dos gobiernos y los anteriores es que ahora no hay un boom económico, por el contrario, les ha tocado un periodo de profunda crisis económica y sanitaria.

En el caso de Castillo, a pocos días de haber asumido el gobierno, ya ha sacado de su gabinete a todos los que están más vinculados con las demandas del pueblo. Por su parte, el gobierno de AMLO ha mantenido su apoyo a pesar de los golpes económicos y la pandemia porque ha aplicado una política de austeridad en el gobierno, así como una férrea recaudación fiscal, lo que le ha permitido mantener los programas sociales, aumentar el gasto en salud y demás apoyos.  En el primer caso, las presiones de la oligarquía peruana han causado que el gobierno de Castillo se doblegue rápidamente, en el caso mexicano los ataques de la oligarquía han tenido como resultado un apoyo masivo al presidente y éste ha resistido las presiones.

Las reformas que se hacen no significan una ruptura con el capital, por el contrario, la política de AMLO es por el fortalecimiento del Estado capitalista, dejar los negocios en manos del capital privado. Algunos dicen que es un capitalismo bueno, en contraposición a un capitalismo malo, el neoliberal. Es cierto que hay una diferencia entre un periodo donde el capital está atacando todos los derechos de los trabajadores, y otro en donde estos derechos se recuperan o amplían, pero, en el mejor de los casos, esas mejoras que se dan ahora, mañana se perderán, si no se consolidan traspasando al sistema.

Esto es algo que hemos visto a lo largo de nuestra historia como clase a nivel internacional. En un periodo las luchas de los trabajadores, las revoluciones, crean las condiciones para arrancar a la burguesía esos derechos, sin embargo, en otro periodo, cuando la lucha de clases desciende, lo ganado es arrebatado por la burguesía, es un ciclo de lucha revolucionaria y contrarrevolución permanente. Como los trabajadores no pueden permanecer en las calles todo el tiempo para defender sus demandas, pero por el contrario, el capital si mantiene su Estado activo todo el tiempo, solo es cosa de tiempo para que las conquistas se vengan abajo. Es cierto que la contrarrevolución no puede regresar del todo las conquistas ganadas, pero es cosa de nunca acabar.

Nosotros nos oponemos a la idea de que hay capitalismo bueno y malo, en todo caso cuando las reformas se pueden implementar es porque las masas han llegado a un punto de ebullición que se expresa en lucha de clases en las calles o en las votaciones a favor de los reformistas, y éstos para mantener ese apoyo y tranquilizar a la masa, utilizan las reformas como sus herramientas de contención. El reformismo siempre termina traicionando sus ideas porque al no contralar la economía no puede dirigirla, como no se quieren enfrentar al gran capital, sino salvarlo, no pueden tomar medidas audaces y necesarias para terminar con la explotación. Lo que el reformismo consigue con una mano, el capital se lo quita con la otra a los trabajadores.

Tener claro lo que hemos dicho no nos quita las responsabilidades que como marxistas tenemos que cumplir, ganar a las masas que ahora apoyan a los reformistas, para enfilarlas a la revolución socialista. Para que esta tarea se pueda cumplir necesitamos desarrollar una serie de tácticas que nos lleven a entablar puentes con la gente que hoy tienen confianza en el reformismo. Solo a partir de su propia experiencia se darán cuenta que el programa de la revolución socialista es la única alternativa.

Fuente original: La Izquierda Diario.

Author: Ubaldo Oropeza

Dirigente de la Organización Comunista Revolucionaria (antes La Izquierda Socialista), sección de la Corriente Marxista Internacional en México.