El cronista y revolucionario estadounidense nacido en Oregón, John Reed, publicó en 1919 un libro donde narra los sucesos acaecidos y presenciados por él en Rusia durante finales del año 1917 en lo que la historia ha recogido con el nombre de la “Revolución Rusa”, “la Revolución de Octubre”, o sencillamente, la “Revolución Bolchevique”. Existe una diferencia en la identificación del mes en que se inicia el proceso insurreccional. Para algunos es en el mes de octubre de 1917; para otros es en el mes de noviembre de 1917. La diferencia obedece al calendario seguido en Rusia y aquel seguido en Europa; es decir, el calendario juliano o el calendario gregoriano respectivamente. En efecto, bajo el primero, la insurrección se puso en marcha los días 24 y 25 de octubre; bajo el segundo, los días 6 y 7 de noviembre.
Previo a estos sucesos, Reed había hecho también su relato sobre la Revolución Mexicana de 1905. Su libro monumental sobre los sucesos en Rusia en noviembre de 1917 se conoce como Diez días que estremecieron al mundo. En este Reed narra sus vivencias presenciando el más importante suceso histórico en la historia de las luchas sociales por el socialismo conocido hasta entonces. El autor nos lleva de la mano, no solo en la descripción de los más importantes eventos acaecidos en San Petersburgo y Moscú aquellos 6 y 7 de noviembre de 1917, sino también, sus antecedentes y desarrollos posteriores. Hoy día se reconoce el 7 de noviembre como el aniversario de la Revolución Rusa.
La dinastía de los Romanov llevaba cerca de trescientos años rigiendo los destinos de la Rusia imperial cuando Nicolás II advino como Zar del Imperio que heredaba. Para entonces el Imperio Ruso dominaba vastas extensiones territoriales que iban desde la frontera con Alemania, el Imperio Austro-húngaro y Turquía en el Oeste, cruzando porciones de Asia Central hasta el Océano Pacífico en el Este. En el imperio, a pesar del surgimiento y desarrollo de un incipiente proletariado industrial, la realidad es que el 85% de su población era campesina. No obstante Rusia formar parte de la cadena imperialista de la época, a su vez era el eslabón más atrasado y débil de la misma, quedando sus recursos y el desarrollo de una burguesía nacional supeditados al capital imperialista extranjero, fundamentalmente inglés. De ahí en parte su alineamiento en el marco de la Primera Guerra Mundial con las potencias aliadas, a pesar de que la esposa del Zar era alemana y el hecho de que algunos de sus ministros favorecían que Rusia se sumara como aliada a las potencias centrales encabezadas por Alemania durante la Gran Guerra.
Se indica por los historiadores, y en eso hay un gran consenso más allá de sus alineamientos ideológicos, que el primer gran asomo de lo que sobrevendría más adelante para el Imperio Ruso, fue su fracaso en la llamada Guerra Ruso-Japonesa de 1905. Este abrió las puertas a la movilización del proletariado ruso y al activismo del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso en lo que se conoce como la Revolución de 1905. En ella aparecen por primera vez en Rusia, la formación de los Soviets de obreros, campesinos, soldados y marineros que serían determinantes en la Revolución de 1917.
Los continuos desastres militares de las tropas rusas en la Primera Guerra Mundial, donde ya para el año 1917 las bajas ascendían a 1.7 millones de muertos y 5.95 millones de heridos; la incapacidad de muchos de sus mandos militares en la conducción de la guerra; el hambre al que estaba sometido el pueblo y la gran inestabilidad del gobierno, en parte como resultado del activismo de diferentes partidos de oposición en el parlamento (Duma); fue creando las condiciones para la organización de los soldados, marineros, obreros y campesinos en organizaciones alternas llamadas “soviets” desde las cuales se disputaba el poder al gobierno, lo que eventualmente llevan a la abdicación al trono del Zar el 2 de marzo de 1917 y a la instauración de un Gobierno Provisional presidido por Alexander Kerensky. En este, el ala denominada Bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, a pesar de su nombre que significa en español “mayoría”, era realmente un sector minoritario frente a su ala Menchevique.
Su principal dirigente, Vladimir Ilich Ulianov (Lenin) estaba exiliado en Suiza por lo que se desplazó en el mes de abril de regreso a Rusia donde convoca al proletariado ruso a la insurrección y proclama la opción de una república socialista a partir del poder depositado precisamente en los consejos (soviets) de obreros, campesinos, marineros y soldados. Si bien el Gobierno Provisional instaura ciertas reformas de importancia de carácter democrático si se comparan con las condiciones políticas prevalecientes en la época zarista, el empuje Bolchevique hacia una mayor radicalización del proceso no amainó.
El soviet de Petrogrado, nombre que había adquirido San Petersburgo con la instauración del Gobierno Provisional, impulsaba la firma de la paz, la distribución de la tierra a los campesinos que la trabajaran, la implantación de la jornada diaria de ocho horas de trabajo y el establecimiento de una república democrática. En el seno de los Bolcheviques se discutían diferentes alternativas para el desarrollo revolucionario donde la opción de profundizar una revolución democrático burguesa era una alternativa inmediata para algunos de sus integrantes. Con la llegada de Lenin, sin embargo, el discurso cambió al este impulsar sus Tesis de Abril. En ellas destaca el carácter final y descompuesto del capitalismo en su Fase Imperialista, análisis que profundiza en su libro titulado El Imperialismo, Fase superior del Capitalismo, y la necesidad de que el proletariado asumiera la dirección del derrocamiento del Estado burgués y la implantación del socialismo como primera etapa del comunismo, denominándola “Dictadura del Proletariado”.
Mientras la Primera Guerra Mundial seguía su curso y se repetían fracaso tras fracaso las nuevas ofensivas militares rusas, el Gobierno Provisional continuaba su proceso de descomposición recurriendo finalmente a la represión contra el sector Bolchevique. Para el mes de agosto, ya el sector militar se planteaba un levantamiento armado contra el Gobierno Provisional, lo que es aprovechado por los Bolcheviques para reforzar sus estrategias hacia la toma del poder político. Fijándose como fecha el 25 de octubre para la realización del Segundo Congreso de los Soviets, se organiza por los Bolcheviques un Comité Militar para dirigir el levantamiento militar que tomará forma durante la noche del 6 al 7 de noviembre de 1917 en Petrogrado cuando se toma el Palacio de Invierno, sede del Gobierno Provisional. El ejemplo de Petrogrado fue seguido por levantamientos en otras ciudades, entre ellas, Moscú.
La rapidez con la cual actuaron los insurgentes, permitió que sus dirigentes tomaran de inmediato ciertas decisiones dirigidas a asegurar el apoyo a la insurrección: se hacen públicas las negociaciones secretas por parte del Gobierno Provisional en torno a la Guerra y se propone una paz condicionaba a que fuera sin anexiones ni compensaciones; se promulga el “Decreto sobre la Tierra”, aboliendo sin indemnización algunas las grandes propiedades y distribuyendo la tierra entre los campesinos; se crea el “Consejo de Comisarios del Pueblo” como nuevo gobierno; se abole la pena de muerte (medida que más adelante se dejaría sin efecto en la etapa de guerra civil); se nacionalizan los bancos; se asume el control obrero sobre la producción; de crean milicias obreras; se reconoce el derecho de los pueblos a la autodeterminación, a su soberanía e igualdad, y a formar un Estado independiente; se suprimen los privilegios religiosos; entre otras, para un total de 33 reformas inmediatas.
A diferencia de Petrogrado, en Moscú la lucha fue intensa. Cerca de quinientos obreros murieron en la lucha por el control de la ciudad, muchos de ellos masacrados. Precisamente John Reed, como testigo del momento en que la población de Moscú se prestaba al entierro de sus mártires, describe lo siguiente:
“Uno por uno, fueron depositando los quinientos féretros en las fosas. Cayó el crepúsculo, y las banderas seguían flotando al viento, la música no había cesado de tocar la marcha fúnebre ni la masa enorme de hacer sus cantos. La coronas fueron colgadas de las ramas desnudas de los árboles, como extrañas flores multicolores. Doscientos hombres empuñaban las palas y se percibió, acompañando los cantos, el ruido sordo de la tierra al caer sobre los ataúdes.
Se encendieron las luces. Vinieron los últimos estandartes y las últimas mujeres sollozantes, lanzando hacia atrás la última mirada de aterradora intensidad. Lentamente, la marea proletaria se retiró de la plaza.
De pronto comprendí que el religioso pueblo ruso no necesitaba ya de sacerdotes que le abrieran las puertas del paraíso. Estaban edificando sobre la tierra un reino más esplendoroso que el de los cielos, un reino por el que era glorioso morir.”
A los primeros tiempos de la Revolución siguió la firma de la paz con Alemania en lo que se conoce como el Tratado Brest-Litovsk. El armisticio se llevó a cabo el 15 de diciembre de 1917. Las demandas de Alemania fueron en extremo onerosas para Rusia: la entrega de los territorios que hoy conforman Polonia, Lituania, y Bielorrusia, mientras que en el caso de Ucrania, las potencias centrales reconocían su soberanía. De lo que antes fueron los linderos del Imperio Ruso, la emergente república socialista perdía el 26% de su población, el 27% de su superficie cultivada y el 75% de su producción de acero y de hierro.
Dos décadas más adelante, en el marco del inicio de una nueva Guerra Mundial, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, como parte del Pacto Molotov-Von Ribbentrop, llegó a un acuerdo de no agresión con Alemania. En el mismo se distribuirían parte del territorio cedido por Rusia en 1918, lo que no impidió que más adelante, Alemania invadiera la Unión Soviética dando así inicio, por parte de la URSS, de la Gran Guerra Patria contra el nazismo a un costo en vidas humanas de más de 26 millones entre civiles y militares
La salida de Rusia de la Primera Guerra Mundial, sin embargo, no representó ni el fin de la contienda entre los poderes centrales y los aliados; ni mucho menos la estabilidad en la nueva república soviética. Alemania y sus aliados volvieron sus tropas en el Frente Oriental hacia Francia; mientras en la nueva república soviética se iniciaría una Guerra Civil, donde a partir del 1918, con el armisticio europeo que puso fin a la Primera Guerra Mundial, se sumaría a la lucha contra los sectores monárquicos, mencheviques y otras organizaciones opuestas a los bolcheviques, la intervención de las potencias aliadas victoriosas en la Primera Guerra Mundial con el fin de aniquilar la Revolución Rusa.
Durante los tres años siguientes, hasta 1921, la Rusia soviética se desangró en un conflicto interno de enormes proporciones. A los intentos de restauración monárquicos se suman los levantamientos nacionalistas en varias regiones, particularmente en Polonia y Ucrania; como también indicamos antes, la intervención directa de fuerzas expedicionarias del Reino Unido de la Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, junto a otros países aliados. Fue también una guerra en la cual tomaron parte diferentes caudillos militares opuestos al gobierno soviético y sus seguidores. Fue una guerra en la cual prevaleció el terror por parte de todos los bandos en pugna, unos contra otros, lo que fortaleció al Estado como instrumento de represión. Las consecuencias para la Unión Soviética fueron al final de cuentas 2.5 millones de muertos durante su participación en la Primera Guerra Mundial, a lo que se suman aquellos que al final de la Guerra Civil también deben ser contabilizados, los cuales se estiman en 7 millones de muertes adicionales.
El gran triunfo del conflicto fue la configuración y consolidación del primer Estado socialista, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Los años posteriores a la paz no fueron tampoco fáciles para la sobrevivencia de la URSS. Los esfuerzos por consolidar el socialismo en la Unión Soviética tuvieron que pasar por diferentes etapas. La primera, comenzada aún en vida de Lenin, se denominó la Nueva Política Económica (NEP). El país había quedado tan destruido, su economía tan diezmada que el impulso inicial hacia la construcción de una sociedad socialista tuvo que ser reducido, permitiéndose regresar el país, al menos temporalmente, al fomento y desarrollo de algunas variantes de capitalismo que se creía ya superadas o en proceso de superación.
En el caso de una región tan grande en su extensión pero a la vez tan importante desde el punto de vista agrícola como son Ucrania y otras zonas del centro del antiguo Imperio, la lucha se desarrolló en torno a cómo romper el sistema prevaleciente en Rusia de los llamados “Kulags”, que eran lo que para nosotros los puertorriqueños, ajustados a nuestras limitaciones geográficas, grandes e inmensas extensiones de tierra donde la vida del campesino era controlada por el poder de los terratenientes. Se indica que en Ucrania solamente, la lucha fue tan encarnizada que condujo a una gran hambruna con millones de muertos y desplazados de sus territorios de origen. A los kulags siguió la socialización de la tierra mediante la creación de los “Koljoses”, que eran empresas campesinas cooperativas dentro del marco de la colectivización de la tierra.
La consolidación del Estado soviético se materializa a mediados de la década de 1920, luego de lo cual, el esfuerzo del país estará dirigido a incrementar la producción, industrializar el Estado soviético y profundizar, dentro de un mar de situaciones conflictivas y profundas luchas internas, en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Fue en parte gracias a este esfuerzo, que la Unión Soviética fuera la pieza clave en la derrota del fascismo durante la Segunda Guerra Mundial.
El sueño de la construcción del socialismo en la URSS ha sido objeto de largos e intensos debates dentro del marco de las discusiones en torno a cómo llevar a cabo el desarrollo del socialismo en un solo país. Profundas desviaciones en cómo se llevó a cabo este proceso en la URSS llevaron sin embargo a su propia destrucción con la caída del gobierno soviético en 1989, allanando el paso a la restauración del capitalismo en dicho país. Aún así, es importante rescatar la memoria histórica, aun dentro de sus críticas, de este monumental y grandioso esfuerzo de construcción socialista que, aún con sus desviaciones y dificultades, inspiró y aún inspira otros importantes procesos de lucha revolucionaria en el mundo.