Las recientes elecciones europeas y la posibilidad de que el Reagrupamiento Nacional de Marie Le Pen ganara las elecciones en Francia, ha reavivado la preocupación por el auge de la extrema derecha.
Los heterogéneos movimientos de ultraderecha consiguieron 180 diputados en las elecciones europeas, el 25% del total. El RN de Le Pen fue el partido más votado en Francia y Alternativa por Alemania (AfD) fue la segunda fuerza en Alemania. En Italia, el partido de Meloni, también fue el más votado, igual que el Partido de la Libertad (FPÖ) en Austria. En España, Vox y SALF, del youtuber ultraderechista Alvise Pérez, consiguieron el 14%.
No obstante, debemos aclarar que solo votó el 51% en estas elecciones, el 49% en el Estado español, por lo que están lejos de representar una tendencia hegemónica en la sociedad.
La responsabilidad última del avance de estos movimientos reside en las políticas de la socialdemocracia, que ha asumido los postulados de los recortes sociales, privatizaciones, apoyo a la guerra de Ucrania, etc., y en el fracaso de la llamada “izquierda radical” (Syriza, Podemos-SUMAR, Francia Insumisa, Die Linke), que giró a la derecha y terminó abrazando posiciones socialdemócratas, dejando a la extrema derecha como única voz “antisistema” en muchos países, conectando con la rabia y malestar de amplias capas de la población.
En cualquier caso, las raíces sociales de estos movimientos son endebles. A diferencia de los años 20 y 30 del siglo pasado, la clase obrera es mil veces más fuerte y la pequeña burguesía, base tradicional de la reacción, mil veces más débil. Al final, defienden el capitalismo y los intereses patronales. Si intentaran aplicar sus políticas reaccionarias se encontrarán con una reacción radical de la clase trabajadora en las calles. La experiencia también ha demostrado que cuando tienen opciones de llegar al gobierno (Francia), o lo han hecho ya (Italia, Austria) abandonan su retórica “radical” y se vuelven confiables para sus amos los capitalistas, como cualquier partido burgués convencional.
Debemos barrer a un lado la histeria pesimista de la izquierda ante el auge de la extrema derecha. Lo que se prepara no es un futuro de reacción fascista, sino un auge de la lucha de clases y una radicalización hacia la izquierda, como es ya perceptible en amplias capas de la juventud.
La base material del optimismo comunista nace del hecho constatable de que, mientras haya capitalismo, habrá trabajo asalariado; de que los trabajadores se agruparán para defenderse, de que inevitablemente desarrollarán una conciencia de oposición al patrón y por lo tanto de una conciencia de clase, de que se levantarán y lucharán.
El límite a la ultraderecha no es sólo la fuerza de la clase obrera y la debilidad de la pequeña burguesía. Son también sus valores morales y de clase. Los valores de la ultraderecha son la apelación individual, el egoísmo, el desinterés por el sufrimiento de los demás, la opresión sobre otros, el individuo desgajado de su clase; esto puede incidir fácilmente en la pequeña burguesía. Pero los valores de la clase trabajadora son colectivos: la solidaridad y el apoyo mutuo, la sensibilidad hacia la injusticia y la opresión, relaciones personales desinteresadas; sobre todo, las movilizaciones de masas arrinconan estas tendencias individualistas e irracionales que encarna la extrema derecha. Las condiciones materiales, tarde o temprano, condicionan los valores morales e ideológicos; los valores ultraderecha (valores capitalistas extremos) chocarán inevitablemente con las condiciones de vida de las familias obreras, y generarán una reacción en sentido contrario.
Esto no quiere decir que debamos adoptar una posición conformista, restando importancia a los avances temporales de la ultraderecha o anunciando su fracaso inevitable. Hasta el enemigo más débil puede vencer si no se le opone una resistencia; se trata de que inspiremos nuestra lucha contra la ultraderecha con este optimismo de clase, que nace de la confianza en la clase misma, de que su conciencia se forjará a través de sus condiciones de vida y de su experiencia de lucha; se trata de imbuirnos del optimismo que nace de la conciencia de combatir en el lado correcto de la historia, el optimismo de que nuestra lucha y nuestra clase son invencibles, el optimismo de que combatiremos y venceremos.
Fuente: Lucha de Clases