Llega otro 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras, cuando nuestra población enfrenta retos mayores para sostener una calidad de vida digna. En esta fecha se conmemora la lucha histórica de las mujeres por mejores condiciones de trabajo y por un trato equitativo en la sociedad. Las puertorriqueñas contamos con una valiosa trayectoria de gestas y victorias por el reconocimiento de nuestros derechos, que debe servir de zapata para la tarea que se nos presenta hoy.
Las estadísticas oficiales señalan que las mujeres en Puerto Rico trabajamos menos que los hombres porque nuestra tasa de participación laboral es más baja. ¡Claro, no cuentan todo el trabajo que hacemos de gratis! Con empleo o sin él, la realidad es que sí estamos muy ocupadas atendiendo el hogar, cuidando de hijos y padres, e incluso de nuestras comunidades, todas tareas que aportan valor a nuestra sociedad y que están comenzando a ser contabilizadas como tal en otros países. También queda invisibilizado, por falta de interés en averiguar y reconocer, el trabajo por cuenta propia que muchas asumimos para traer un ingreso adicional a su hogar.
Aún así, la mayoría de las mujeres en Puerto Rico viven bajo el nivel de pobreza o en una situación económica insegura, una condición que se acentúa en el caso de aquellas que son madres de menores de edad. Es decir, a pesar de que nos educamos más y trabajamos más, las mujeres estamos más empobrecidas que los hombres, más expuestas a perder la casa en procesos de desahucio y ejecuciones de hipotecas, y con menos oportunidades de salir del hoyo debido a todas las cargas adicionales para las cuales no existen redes de apoyo. Para colmo, la violencia de género, para la cual supuestamente se había declarado una emergencia, está en aumento, habiéndose registrado ya al menos 7 feminicidios en las casi 10 semanas del año 2024.
El retroceso en los derechos laborales ha sido nefasto, sobre todo a partir de la crisis de la deuda, con una reforma laboral hecha a la medida de los patronos y el debilitamiento de los convenios colectivos. No han faltado las iniciativas para lograr reconquistas, pero todas han sido bloqueadas por quienes se nos presentan como nuestros más perversos enemigos: el sector patronal y sus títeres en la Junta de Control Fiscal. Aún cuando el gobierno se compromete a actuar, como es el caso con la violencia de género, su gestión se limita a repartir fondos de emergencia entre publicistas y productores de eventos afines al partido en poder para anuncios y talleres de cómo vestirse para mejorar la autoestima, mientras las organizaciones que proveen servicios a mujeres sobrevivientes hacen de tripas corazones.
Es hora de combatir directamente a quienes obstaculizan nuestro progreso y a cualquiera que se preste para ser su marioneta. Se avecina un proceso electoral en el que el sector patronal está invirtiendo millones de dólares para promover a candidatos que estén dispuestos a cumplir su agenda de explotación, y que son a su vez los mismos que despilfarran los recursos públicos, regalan contratos a sus donantes y les permiten esquivar leyes laborales, ambientales y contributivas. Nos toca denunciar a esos patronos que prefieren llenar las arcas de los políticos corruptos antes que proveer condiciones de trabajo dignas para que el país conozca quiénes son sus opresores y cómo somos nosotras mismas quienes los mantenemos.
Hoy no existe la democracia en Puerto Rico. Nos gobierna una junta no electa impuesta por el Congreso de Estados Unidos porque quienes sí fueron electos para gobernar así lo han permitido. Ante ello, debemos abrir el camino para las cientos de personas que están aspirando a puestos legislativos y ejecutivos a través de la Alianza entre el PIP y el MVC, y que están comprometidas con la clase trabajadora y con hacerle frente a nuestros enemigos. Te invitamos a conocerles y, más allá de ello, a organizarte para construir y adelantar nuestra agenda, una de las mayorías, de las personas que sostenemos el país, de quienes creemos en una sociedad más justa, equitativa y segura para todas.
