Todo lo que signifique un cambio en el proceso electoral será criticado por el bipartidismo. No importa cuan insignificante o intrascendente sea el elemento de cambio que se presente, los dos partidos que han administrado el fallido Estado Libre Asociado lo convertirán en objeto de su critica y sus ataques. Está en la naturaleza del conservadurismo el impedir cualquier alteración que pueda dar lugar a su desplazamiento del espacio de confort que ellos han creado para perpetuarse en el poder.
Sin el mayor asomo de respeto a la voluntad de un pueblo que está harto de su incompetencia manifiesta y de su falta de pertinencia política, maniobraron en tácito contubernio para descarrilar el acuerdo entre el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) y el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC) para presentar como una alternativa de cambio, La Alianza, para la administración del gobierno colonial local. Como es natural en un sistema firmemente estructurado por ese bipartidismo que suele presentarse como ejercicio democrático, el sistema judicial cumplió puntualmente su papel de consolidación del mecanismo que lo sostiene obligando a La Alianza a la estructuración de la alternativa que hoy presenta.
Habiendo superado La Alianza los escollos y la manera de presentar su propuesta de cambio a la consideración del electorado, no ha perdido tiempo el bipartidismo en atacar a sus ahora opositores reales en el terreno electoral. Desacostumbrados a enfrentar retos a sus reglas de juego y a la imposición de sus criterios, por más arbitrarios y anti democráticos que éstos sean, han querido disolver la oposición real que ahora enfrentan denominando “candidatos de agua” a las personas que llenan las posiciones que, precisamente ellos, determinaron unilateralmente debían llenarse por las dos formaciones políticas que constituyen La Alianza, para participar en la contienda electoral.
Para su decepción y disgusto, La Alianza también encontró la forma de llevar claramente el mensaje al electorado de por qué determinadas personas están ocupando esas posiciones en la papeleta electoral. La claridad y firmeza con la que se le ha dicho al electorado “estamos en este espacio, pero lo hacemos para llenar un requisito y nuestro apoyo es para el candidato que La Alianza ha definido”, ha dejado una vez más al bipartidismo enredado en su propia madeja.
El tono de la campaña contra La Alianza no cambiará porque los conservadores del Partido Popular Democrático y el Partido Nuevo Progresista no tienen nada nuevo que ofrecer como alternativa a su historial de mala administración, promesas incumplidas, corrupción sistemática e incompetencia manifiesta para dar respuesta efectiva a la crisis por ellos creada en el país. Los escucharemos seguir llamando a La Alianza como independentista, comunista, con candidatos de agua y cualesquiera otro adjetivo que le permita sembrar dudas, miedo, temor y aversión al cambio en el electorado.
Corresponde a La Alianza hacer una adecuada proyección pública de su propuesta para la sana administración del gobierno colonial en transición a un estado de dignidad política que represente verdaderamente los mejores intereses del pueblo puertorriqueño, la presentación de candidatos comprometidos con el ejercicio de un servicio público de excelencia en todos los niveles y en la búsqueda de superar las dificultades presentes con la edificación de ese mejor Puerto Rico al que todos aspiramos y merecemos. Lo anterior, denunciando oportunamente la demagogia y la mentira con la que suele estructurar sus campañas el bipartidismo.
La campaña electoral a desarrollar por La Alianza deberá contar con un fuerte componente educativo que haga posible a los electores votar por aquellos candidatos que mejor expresen sus expectativas de cambio. Además, debe contar con un completo cuerpo de funcionarios electorales debidamente preparados para defender la intención del elector. Esta campaña, si de verdad habrá de marcar un punto de cambio en la realidad puertorriqueña, debe poner punto final al voto de una sola cruz bajo la insignia de tal o cual partido.
Anticipamos un lento y conflictivo recuento de votos, sobretodo de aquellos que se emitan por anticipado y por personas encamadas o bajo condiciones especiales. Las lecciones de las pasadas elecciones, en cuanto al escrutinio de los votos, deben ser puntualmente asimiladas si se quiere superar el alto nivel de suspicacia que quedó luego de los pasados comicios.