El colapso del First Republic Bank es el último capítulo de la continua crisis bancaria en los Estados Unidos. Es el segundo colapso bancario más grande en la historia financiera de los Estados Unidos. Es una prueba más de por qué el sistema bancario debe ser de propiedad pública.
First Republic es el tercer banco que quiebra después del Silicon Valley Bank (SVB) y Signature. En total, 47.000 millones de dólares en activos bancarios han desaparecido en humo, las pérdidas corriendo de cuenta de los accionistas y titulares de los bonos de estos bancos. Pero también ha habido un coste para la hacienda pública. La Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC) es un organismo público financiado por contribuciones de todos los bancos. El coste de organizar y financiar la gestión de estas quiebras y rescates se estima en 20 mil millones de dólares (para SVB), 13 mil millones de dólares (para First Republic) y 2.500 millones de dólares (para Signature). Así que alrededor de las tres cuartas partes de las pérdidas totales corren a a cargo de la FDIC. La FDIC pedirá nuevas aportaciones a los bancos, por lo que la carga eventualmente se compartirá, pero a expensas de reducir los préstamos bancarios para los hogares y las empresas y de tipos de interés más altos.
Un banco que no va a perder es JP Morgan. La adquisición de First Republic parece una gran oportunidad para JPM. JPM ha pagado a la FDIC 10.600 millones de dólares, por los que está recibiendo 185 mil millones de dólares en préstamos y valores que devengan intereses. A su vez, JPM está asumiendo los depósitos de First Republic y sus préstamos pendientes con la Reserva Federal. Pero la FDIC está proporcionando una línea de crédito de 50 mil millones de dólares a JPM durante cinco años para que cubra cualquier caída adicional en los depósitos o impagos de los préstamos de First Republic. En otras palabras, JPM no tendrá que obtener préstamos costosos de la Reserva Federal, ya que tiene un préstamo especial de la FDIC en términos más ventajosos. Los bancos pequeños pueden preguntarse por qué el banco más grande de los EEUU recibe una linea especial de crédito barata.
JPM será propietario de activos de First Republic por valor de 10.600 millones de dólares. El jefe de JPM, Dimon, dice que ganará alrededor de 500 millones de dólares al año con estos activos, lo que se merece por asumir el riesgo de las deudas de First Republic. Pero es claramente una subestimación: es más probable que las ganancias sean de 1.000 millones de dólares al año a los tipos de préstamo actuales para las empresas y especialmente gracias a la baja tasa que la FDIC ha acordado para el JPM. Eso es lo que First Republic ganó en su último trimestre. Así que eso añadirá un 2 % a las ganancias anuales de JPM. Además, la FDIC ha acordado asumir el 80 % de cualquier pérdida por impago de préstamos. El precio de las acciones de JPM subieron 11 mil millones de dólares en un día según las noticias. Así que incluso el pago de JPM a la FDIC ha quedado cubierto de inmediato.
Estos colapsos bancarios ofrecen otro argumento poderoso a favor de la propiedad pública de la banca. Si los tres bancos hubieran sido nacionalizados, los 35 mil millones de dólares que está gastando la FDIC para entregar los activos de estos bancos a entidades más grandes podrían haberse utilizado para reestructurarlos como bancos públicos que habrían producido con el tiempo ingresos suficientes y ganancias para el gobierno (FDIC), no para entidades privadas como JPM.
La otra lección de esta crisis es el fracaso de la regulación como alternativa a la propiedad pública. En un informe especial encargado por la Reserva Federal sobre la debacle de SVB, se culpó a la reducción de la regulación de los bancos más pequeños bajo la administración Trump. A la administración demócrata le gusta esa conclusión, pero el informe no proporcionó ninguna evidencia de que los cambios de Trump tuvieran la menor capacidad para evitar el colapso de cualquiera de estos bancos. La historia de la regulación, ya sea aplicada a bancos grandes o pequeños, ha demostrado ser un fracaso total.
Así que ahora hemos tenido tres quiebras bancarias, dejando a JP Morgan en una posición aún más dominante en el sector bancario, con el 12 % de todos los depósitos de clientes en los EEUU. En el desplome financiero de 2008, el grito fue que había muchos bancos grandes que eran “demasiado grandes para quebrar”. Quince años después, los grandes bancos son aún más grandes, pero no demasiado grandes para no quebrar, como lo demostró el colapso y la adquisición del banco suizo Credit Suisse el mes pasado. De hecho, es ridículo que el enorme banco suizo UBS siga siendo de propiedad privada, subvencionado por el estado, y no de propiedad pública.
Y mientras la Reserva Federal y otros bancos centrales sigan aumentando sus tasas de interés “políticas”, aumentando el coste de los préstamos y endureciendo el crédito, sigue existiendo el creciente peligro de que más bancos quiebren en el futuro.
El argumento a favor de la propiedad pública es abrumador, no solo de bancos de tamaño medio como First Republic con problemas, sino también de los grandes megabancos como JP Morgan, que se están convirtiendo cada vez más en monopolios muy poderosos. La propiedad pública, dirigida democráticamente, acabaría con la banca como una máquina de hacer dinero derrochona, corrupta e inestable que paga salarios grotescos, bonos y ganancias de capital a una pequeña camarilla de especuladores súper ricos (que especulan con nuestros depósitos) y, en su lugar, la convertiría en un servicio público para sus clientes, hogares y empresas, siendo todas las ganancias para el país en su conjunto.
Fuente: Sin Permiso
Traducción: G. Buster