El presidente ruso, Vladimir Putin, ha reconocido la independencia de la República Popular de Donetsk y de Lugansk (RPD y RPL) en el sureste de Ucrania y envió tropas rusas de “mantenimiento de la paz” a ambos territorios. Esto representa una escalada significativa del conflicto entre Rusia y el imperialismo occidental ¿Qué intereses se esconden detrás del conflicto y cuál debería ser la posición del movimiento obrero internacional?
Occidente ya ha anunciado que responderá con sanciones económicas con las que ya había amenazado previamente. El imperialismo estadounidense, la OTAN, la Unión Europea y el Reino Unido se han quejado de que las decisiones de Putin son una “violación de la soberanía de Ucrania” y una “flagrante falta de respeto por el derecho y las normas internacionales”. Esto es completamente hipócrita. Los países que ahora denuncian las acciones de Rusia han tomado exactamente el mismo tipo de medidas antes.
No olvidemos que fue el imperialismo occidental el que impulsó la desintegración de Yugoslavia en 1992. No se hablaba entonces de “soberanía nacional”, y la razón era clara: les interesaba desintegrar la antigua Yugoslavia para recuperar viejas esferas de influencia. Fue un movimiento completamente reaccionario que desató la guerra civil y la limpieza étnica en el corazón de Europa.
Hipocresía
El imperialismo estadounidense y sus socios menores europeos ahora hablan de la necesidad de que Rusia respete la “soberanía nacional”, presentándose a sí mismos como defensores de la democracia y de los derechos humanos ¿Se supone que debemos olvidar el hecho de que en el pasado no han tenido reparos en bombardear e invadir países soberanos? Son expertos en organizar golpes militares y, en general, en entrometerse en los asuntos de otros países, cuando conviene a sus intereses. Hemos visto esto desde Irak hasta Afganistán, desde Honduras hasta Venezuela, desde Libia hasta Somalia y una larga lista de otros países. Y cuando no conviene a sus intereses, hacen la vista gorda. Vemos esto en Yemen, donde a Arabia Saudita se le ha permitido aplastar a toda una nación y matar de hambre a millones. ¡Eso es porque Arabia Saudita es amiga del imperialismo occidental, mientras que Rusia no lo es!
Desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores de todos los países, no debemos dejarnos engañar por el juego que se está escenificando sobre “quién empezó”, o quién tiene la culpa del conflicto actual. Hay aspiraciones imperialistas en ambos lados. Desde el colapso de la Unión Soviética en 1991, el imperialismo estadounidense y sus aliados europeos de la OTAN han estado invadiendo lo que antes era una esfera de influencia rusa, incorporando gradualmente a los países de Europa del Este a su alianza.
Ucrania es candidata para una futura membresía de la OTAN, y está muy claro para cualquiera que tenga ojos para ver que la expansión de la OTAN tiene como objetivo frenar las ambiciones imperialistas rusas en la región. Es decir, es un medio para limitar a la clase capitalista rusa y promover los intereses del imperialismo occidental. Si la OTAN no hubiera insistido en expandirse hacia el este, no estaríamos frente a la posibilidad de otra guerra en Europa. Pero eso es lo mismo que decir: si la OTAN no fuera una alianza de potencias capitalistas, para promover sus propios intereses, no estaríamos en esta posición. El capitalismo es un sistema que inevitablemente crea la guerra en un punto determinado. Cuando las relaciones normales no son suficientes, cuando la “competencia pacífica” ya no sirve a los intereses de las clases dominantes nacionales, entonces la guerra se convierte en la siguiente opción.
Las diversas “revoluciones de colores” que hemos visto en los países de Europa del Este desde 1989-1991 no fueron expresiones de la voluntad de los pueblos de estos países. Más bien, fueron el resultado de maniobras de Occidente para establecer regímenes que facilitaran el desmantelamiento de lo que quedaba de la propiedad estatal, conseguir el control de los mercados locales y ampliar su esfera de influencia, mientras hacían retroceder la influencia de Rusia. Así que este no es un conflicto entre un Occidente ‘democrático’ y un Putin ‘dictatorial’, sino una lucha entre dos potencias imperialistas opuestas por el control de una región. Y cada vez que el imperialismo occidental actúa de manera agresiva, siempre trata de echarle la culpa a alguien más, presentándose como una fuerza a favor de la “paz y la democracia”.
La ironía de la situación es que, al llevar a cabo esta maniobra, Putin parece haber seguido un libro de jugadas escrito por Washington, hasta en los detalles, como describir a las tropas rusas que ingresan al Donbass como “mantenedoras de la paz”. Parece estar imitando el comportamiento del imperialismo estadounidense cuando utilizó cínicamente la difícil situación de los albanokosovares para bombardear a Serbia, un aliado tradicional de Rusia. Ahora Putin está utilizando cínicamente la difícil situación de la gente de habla rusa del Donbass para contraatacar a Ucrania y Occidente en general, mientras que las potencias estadounidenses y europeas derraman lágrimas de cocodrilo por la violación del “derecho internacional”, un concepto sin significado real sobre el terreno. Las relaciones internacionales en la época del imperialismo no se rigen por la ley, sino por el poderío económico y militar.
En su largo discurso justificando el reconocimiento de la RPD y la RPL, Putin ha dejado clara la ideología reaccionaria y chovinista detrás de esta intervención. Habló de que Ucrania es una nación artificial tallada en el cuerpo de Rusia por Lenin y los bolcheviques. “La Ucrania moderna fue creada completamente por Rusia, o para ser más exactos, por la Rusia comunista bolchevique”, dijo. “Lenin y sus seguidores lo hicieron de manera cruda, enajenando los territorios históricos de Rusia. A millones de personas que viven allí no se les preguntó nada”. Agregó que “ahora, descendientes agradecidos han demolido monumentos a Lenin en Ucrania. Esto es lo que llaman descomunistización ¿Queréis la descomunistización? Bueno, esto nos conviene bastante. Pero no debéis quedaros a mitad de camino. Estamos listos para mostraros lo que significa la descomunistización genuina para Ucrania”. En esto dejaba claro que su modelo es el de la Rusia Imperial. Y al hacerlo, cuestiona la existencia misma de Ucrania, a la que considera “creación de Lenin”.
Está muy claro que los movimientos de Putin no están motivados por la difícil situación de los rusos étnicos en Ucrania, ni de la gente del Donbass, sino por los intereses de la clase capitalista rusa, que está ansiosa por reafirmar el papel de Rusia como potencia. La escalada de Putin refleja los intereses de seguridad nacional de la Rusia capitalista: una potencia agresiva y reaccionaria con ambiciones imperialistas regionales, que hemos visto desplegadas en Georgia, en el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán, en Bielorrusia y en Kazajistán, así como su intervención en Siria. También tiene que ver con la necesidad de Putin de apuntalar su popularidad en casa, que ha ido en declive como consecuencia de los crecientes problemas sociales y el aumento de los niveles de pobreza dentro de Rusia.
¿Por qué Putin ha hecho esto?
Las motivaciones y ambiciones de Putin se han mostrado claramente y se han declarado abiertamente. En su carta a la OTAN exigió garantías de seguridad para Rusia en Europa. Estas incluían una garantía de que Ucrania nunca se uniría a la OTAN, una reducción de los ejercicios militares en la frontera con Rusia y el no despliegue de misiles de mediano alcance. Esta fue una respuesta a la expansión hacia el este de la OTAN después del colapso del estalinismo hace 30 años. En ese momento, la economía de Rusia se hizo añicos y el imperialismo estadounidense aprovechó para consolidar su control sobre Europa del Este. Ahora, Rusia, al percibir un declive relativo del poder de Washington (particularmente después de su ignominiosa retirada de Afganistán) está empujando en sentido contrario.
La relativa debilidad de EE. UU. se ha puesto de manifiesto desde el comienzo de este enfrentamiento. A pesar de todo el rumor sobre una “invasión inminente”, desde el principio el presidente estadounidense Joe Biden dejó en claro que no enviaría tropas estadounidenses a Ucrania. Esto siguió a la inacción de Occidente después de la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014. Putin recibió el mensaje alto y claro: podía hacer lo que quisiera con respecto a Ucrania, con consecuencias limitadas, algunas sanciones económicas, pero sin represalias militares.
Se trata pues, fundamentalmente, de un conflicto reaccionario entre dos potencias. Por un lado, el imperialismo estadounidense, que sigue siendo, con mucho, la fuerza reaccionaria más poderosa del planeta, y sus aliados. Por otro lado, tenemos las ambiciones imperialistas regionales reaccionarias de Rusia. La clase obrera del mundo no tiene nada que ganar apoyando a ninguno de los dos lados.
Desde el principio, Putin había intentado lograr sus objetivos mostrando la fuerza militar de Rusia, concentrando tropas en la frontera, realizando ejercicios militares conjuntos con Bielorrusia, probando sus misiles, etc., al mismo tiempo que intentaba, con cierto éxito, exacerbar las divisiones entre Estados Unidos y sus aliados europeos en Berlín y París. Vale la pena señalar que, en su último movimiento, advirtió con anticipación al presidente francés Emmanuel Macron y al canciller alemán Olaf Scholz, pero no a Biden.
Había insistido todo el tiempo en que quería negociaciones en sus términos, y que Occidente presionara al presidente ucraniano Volodimir Zelensky para que aplicara los acuerdos de Minsk, negociados en 2014 y 2015. Con respecto a Ucrania, este habría sido su resultado preferido. Los acuerdos de Minsk prevén que las Repúblicas Populares de Donetsk y de Lugansk sigan siendo parte de Ucrania, aunque tengan un estatus autónomo especial. Esto le habría dado a Putin una influencia permanente dentro del país. También podría haber calculado que si Zelensky hubiera aceptado estos términos (que Poroshenko había firmado cuando colapsó su ofensiva contra el Donbass), se habría encontrado con la ira de los nacionalistas de extrema derecha y sus batallones militares, tal vez incluso derrocando a su gobierno.
Dicho sea de paso, esto demuestra que, para Putin, las Repúblicas Populares no son más que pequeñas monedas que está dispuesto a sacrificar para lograr sus objetivos. No olvidemos que el levantamiento en Donbass en 2014 fue parte de un movimiento más amplio, en respuesta a la llegada al poder en Ucrania de un gobierno respaldado por organizaciones paramilitares neonazis y que promovía un tipo particularmente reaccionario de nacionalismo ucraniano, que era profundamente anti-ruso y reivindicaba la tradición de los colaboradores nazis de la Segunda Guerra Mundial.
En ese momento, todo tipo de elementos se fusionaron en las dos repúblicas orientales, desde algunos que se declaraban abiertamente comunistas, hasta aquellos cuya identidad fue modelada por la resistencia soviética contra los nazis, hasta algunos chovinistas gran rusos abiertamente reaccionarios con nostalgia del imperio ruso.
Sin embargo, durante un período de tiempo, las Repúblicas se volvieron completamente dependientes de Moscú, tanto económica como militarmente, y su personal dirigente fue purgado de los elementos más independientes y plebeyos. Ante la solicitud de Putin, los líderes de las dos repúblicas decretaron la evacuación de los civiles, junto con la movilización de todos los hombres en edad de luchar, y luego viajaron a Moscú para pedir el reconocimiento, que por supuesto Putin concedió respetuosamente.
Por lo tanto, el reconocimiento de su “independencia” por parte de Rusia no tiene sentido, ya que ya dependen completamente de Moscú. El único cambio real es que Putin ha declarado que ya no forman parte de Ucrania.
¿Qué ha cambiado?
En respuesta a las exigencias de Putin, Estados Unidos adoptó en todo momento una postura beligerante, denunciando constantemente una invasión rusa “inminente” de Ucrania y negándose a hacer concesiones a sus demandas. Cuando eres el gran matón en el patio de la escuela, no puedes mostrar ninguna debilidad, de lo contrario, todos sentirán que pueden desafiar tu posición. Entonces, si bien Biden no estaba dispuesto y no podía enfrentarse a Rusia con una acción militar sobre Ucrania, al mismo tiempo no podía dar la impresión de hacer concesiones. Fue este punto muerto lo que condujo a la escalada actual.
Putin claramente calculó que, a pesar de todas sus feroces palabras, los imperialistas occidentales son impotentes para detenerlo. La respuesta de Occidente hasta ahora ha sido el anuncio de varios niveles de sanciones a Rusia. Las sanciones de la UE están dirigidas a cualquiera que comercie con las dos repúblicas separatistas. El problema, por supuesto, es que los 27 estados miembros de la UE tienen que estar de acuerdo, y hay opiniones claramente diferentes entre ellos, con países como Italia, Austria y Alemania muy preocupados por el suministro de gas. Rusia suministra el 40 por ciento del consumo de gas de la UE y en toda Europa ya hay un resentimiento y una ira crecientes por el enorme aumento en las facturas de energía que millones de personas afrontan este año. Los últimos acontecimientos están elevando aún más el precio del gas, junto con el del crudo, del que Rusia es un importante productor.
El primer ministro británico, Boris Johnson, realmente necesita distraerse de sus propios problemas internos, ya que su popularidad se desploma en las encuestas de opinión en condiciones de creciente descontento social. Ha estado haciendo mucho ruido sobre la defensa de Ucrania y ahora ha anunciado que Gran Bretaña congelará los activos de tres oligarcas rusos, además de imponer sanciones a cinco bancos rusos.
Mientras tanto, Biden ha anunciado sanciones que prohibirían nuevas inversiones, comercio y financiamiento por parte de estadounidenses en las áreas de Ucrania que ahora están bajo el control de los separatistas respaldados por Rusia. Pero Thomas Graham, director del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca para Rusia bajo George W. Bush, ha declarado que estas sanciones “… no van a tener mucho impacto, si es que lo tienen”, en lo que Rusia haga a continuación. Serían muy similares a las sanciones impuestas a Rusia después de que anexó Crimea en 2014, con un impacto similar en Putin, es decir, ¡muy poco!
Putin comprende la debilidad del régimen ucraniano. Pero ahora que ha enviado fuerzas a las dos repúblicas, ¿qué pasará después? Es difícil decir cuáles serán los próximos movimientos. La guerra es la más complicada de las ecuaciones y una vez que comienza no se puede decir cuál será el resultado final. Putin tendrá que hacer un balance de cada giro de los acontecimientos y calcular su próximo movimiento en consecuencia.
En artículos anteriores, consideramos que una guerra en toda regla entre Rusia y Ucrania era la perspectiva menos probable. Entonces, ¿qué ha cambiado? Putin estaba calculando que Estados Unidos y los europeos harían concesiones en lugar de enfrentarse a la posibilidad de una guerra extremadamente desestabilizadora en Europa. Estaba presionando para que se aplicara el acuerdo de Minsk. Pero la alianza de la OTAN, dominada por el imperialismo estadounidense, como hemos visto, demostró ser incapaz de dar un paso atrás y cumplir con las exigencias de Putin. En su opinión, cualquier concesión ahora fortalecería a Rusia, que es precisamente lo que quieren evitar. Los Estados Unidos en particular se negaban a ceder en la cuestión de la expansión de la OTAN.
Esto colocó a Putin en la posición de cumplir sus amenazas o tener que recularr. Sus amenazas anteriores habían fracasado, por lo que su única opción era subir la apuesta y encontrar la excusa que necesitaba para enviar tropas a las dos repúblicas separatistas. La ventaja que tiene al enviar fuerzas a las dos repúblicas es que muchas de las personas allí darán la bienvenida a las tropas rusas. Y una vez tomada esta decisión, podría usar su presencia en el territorio para negociar desde una posición más fuerte. Sin embargo, si Putin fuera a invadir toda Ucrania, bien podría resultar ser su perdición, ya que se enfrentaría a todo un pueblo que se opone a ser dominado por Rusia.
¡No a la guerra! ¡El enemigo está en casa!
Está claro que Putin había estado presionando para que Occidente se sentara a la mesa e hiciera las concesiones que exigía, pero Occidente, en particular Estados Unidos, respaldado por sus caniches en el gobierno británico, se negó. Eso explica por qué, al final, Putin decidió que no tenía otra opción que aumentar el nivel de la tensión ¿Se limitará a aferrarse a los territorios de las dos repúblicas separatistas o se adentrará más en Ucrania?
Leonid Kalashnikov, jefe del Comité de Asuntos de la CEI de la Duma Estatal, ha señalado que las Repúblicas Populares de Lugansk y Donetsk han sido reconocidas como pertenecientes a las regiones del mismo nombre; los separatistas solo controlan una parte de estas regiones. Por lo tanto, podrían reclamar que su condición de Estado se extienda a los territorios restantes. Kalashnikov ha declarado que “en este acuerdo no se prevé cómo se restaurarán estas fronteras. Lo que la RPL y el RPD harán para esto ya no es nuestra competencia”.
Esto claramente deja abierta la opción de ir más allá de los actuales territorios separatistas, abriendo el posible escenario de un conflicto directo entre las fuerzas ucranianas y rusas. Occidente ya está comenzando a imponer sanciones, entonces, ¿qué más podría hacer la OTAN si Putin se adentra más en Ucrania para derrocar al régimen actual? Desde un punto de vista puramente militar, Rusia podría derrotar a Ucrania con bastante facilidad y ninguna potencia europea ha expresado la intención de involucrarse en el terreno con sus propios soldados. Pero mientras que hay simpatía por la presencia de las fuerzas rusas entre la gente de las repúblicas separatistas, sería un escenario muy diferente para Putin si tuviera que avanzar hacia el corazón de Ucrania, donde encontraría una oposición generalizada y masiva. Esto haría que cualquier ganancia territorial fuera extremadamente difícil y costosa de mantener.
El gobierno de Kiev ahora estará bajo una enorme presión. Desde su punto de vista, el territorio de Ucrania ha sido invadido formalmente, pero en realidad no hay mucho que pueda hacer. Crimea fue anexada hace ocho años y sigue siendo parte de la Federación Rusa, a pesar de las sanciones impuestas a Rusia. La última vez que Kiev hizo la guerra en el Donbass fue derrotado y nadie acudió en su ayuda. Ucrania ha convocado una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU, pero es dudoso que este organismo incluso emita una denuncia de las acciones de Rusia, ya que Rusia tiene derecho de veto en ello. Mientras tanto, la impotencia de Zelensky podría derribar a su débil gobierno en cualquier momento.
Más allá de la debilidad relativa del imperialismo estadounidense, su primera respuesta práctica ha sido la salida de todo el personal restante del Departamento de Estado de Ucrania y el traslado de su embajada de Ucrania, que ya había sido reubicada de Kiev a Lvov… ¡a Polonia! Debe haber sido muy tranquilizador para Zelensky ver hasta qué punto el titiritero de Washington está dispuesto a defender a Ucrania de la agresión rusa.
Lo que está claro es que el objetivo de Putin, en última instancia, sigue siendo el mismo: que Rusia sea reconocida como una potencia regional y que se le den garantías de que su “exterior cercano” no representará una amenaza para sus intereses. Es poco probable que renuncie al territorio de las Repúblicas de Donetsk y Lugansk ahora que ha entrado, pero podría ir más allá. Esta es una situación continua que habrá que seguir de cerca.
Desde el punto de vista de la clase obrera de Ucrania y Rusia, nada se ha resuelto y nada se ha ganado. Cuando Putin dijo que Ucrania era una creación de Lenin, no estaba en lo correcto, por supuesto, ya que la compleja identidad nacional de Ucrania existía antes de 1917. Pero fue la cuidadosa política de Lenin sobre la autodeterminación nacional, una cuestión sobre la que chocó con Stalin, lo que permitió la unión de la Ucrania soviética con la Rusia soviética en igualdad de condiciones voluntarias, como fue reconocido en la creación de la URSS en 1922, hace exactamente 100 años. Solo en ese sentido, podría decir que Ucrania, con sus fronteras actuales, fue creada por Lenin, y ahora ha sido destruida por los reaccionarios nacionalistas ucranianos que llegaron al poder después del Euromaidán.
Los trabajadores de Ucrania y Rusia están unidos por fuertes lazos históricos, aunque estos han sido debilitados por el veneno del nacionalismo ucraniano reaccionario y el chovinismo gran ruso, particularmente desde 2014. El país está sumido en una guerra civil, y millones se han visto obligados a emigrar a causa de la crisis económica.
El único camino a seguir por la clase obrera es el derrocamiento de la oligarquía capitalista parasitaria, que ha gobernado el país como su feudo privado durante los últimos 30 años, y la expropiación de su riqueza. Solo sobre la base de que los trabajadores lleguen al poder, Ucrania puede ser realmente libre y la clase trabajadora estar unida por encima de las barreras del idioma y de la identidad nacional, de forma voluntaria.
El principal deber de los trabajadores en Occidente es oponernos a nuestras propias clases dominantes imperialistas reaccionarias, que están avivando las llamas del conflicto. La principal tarea de los trabajadores en Rusia es oponerse a su propia clase dominante reaccionaria, que está impulsando las ambiciones de poder regional de Putin. El principal deber de los trabajadores de Ucrania es oponerse a su propia oligarquía capitalista, que ha sumido al país en un conflicto civil, mientras esconde en el extranjero sus riquezas apropiadas ilícitamente.
¡Guerra a los palacios, paz a las chozas!
Fuente: Lucha de Clases