Desde hace aproximadamente una semana, los trabajadores de cuatro fábricas de la empresa Kellogg’s -miembros del Sindicato Internacional de Panaderos, Confiteros, Tabaqueros y Molineros de Granos (BCTGM)- están en huelga contra los planes de la empresa de recortar los salarios y las prestaciones y eliminar puestos de trabajo trasladándolos a México y Canadá. Los trabajadores también están en huelga contra un sistema salarial de dos niveles utilizado para dividir a los trabajadores obligando a los recién contratados y a los trabajadores con mayor antigüedad, que trabajan codo con codo, a aceptar salarios muy diferentes. La propuesta de nuevo contrato que hace la empresa mantiene este pérfido sistema.
Pésimas condiciones de trabajo
Los trabajadores que hoy están en huelga han trabajado durante toda la pandemia mientras la empresa obtenía beneficios récord, incluso pagando bonos millonarios a los gerentes mientras trabajaban desde sus casa. Left Voice, sitio en inglés de la Red Internacional La Izquierda Diario, viene cubriendo la huelga y llevando su apoyo. Los trabajadores han descrito las pésimas condiciones de trabajo a las que se enfrentan.
Un trabajador que vive a una hora de distancia de las instalaciones nos contó que después de un turno de dieciséis horas, tenía que elegir entre quedarse en un hotel para llegar a tiempo al trabajo al día siguiente o volver a casa para cuidar de un familiar enfermo.
Otro trabajador declaró haber trabajado durante seis semanas seguidas, entre 80 y 85 horas semanales, sin un solo día de descanso. Viaja más de una hora y media en su trayecto desde el trabajo y, a menudo, sus jefes le avisan en el último momento de que tendrá que quedarse en el trabajo entre 4 y 8 horas más.
Otra empleada con más de 20 años de antigüedad explicó que ya no tolera trabajar tantas horas porque tiene una hija pequeña y quiere poder pasar más tiempo con ella mientras crece. Varios trabajadores destacaron cómo sus largas jornadas de trabajo afectan a las relaciones con sus familias y seres queridos. Otro trabajador expresó su preocupación por el hecho de que las largas horas de trabajo también suponen un riesgo para la comunidad, ya que obligan a los trabajadores a conducir hasta sus casas cuando están física y mentalmente agotados.
Más recientemente los trabajadores han denunciado los recortes de la empresa a su seguro médico. La pareja de una trabajadora en huelga, que también trabajó en Kellogg pero renunció por las condiciones de trabajo, destacó la naturaleza contradictoria de recortar el seguro médico de los trabajadores durante una pandemia.
“¿Qué se supone que va a hacer alguien que tiene diabetes y necesita pagar la insulina?”, preguntó. “¿O tiene algún otro tipo de enfermedad? Kellogg’s dice que se preocupa por los trabajadores y sus familias y luego hace esto?”
Kellogg´s finge preocuparse por las familias
Al hablar con los trabajadores de Kellogg’s surge un tema común: la carga que supone su trabajo para las relaciones con sus seres queridos. Esta realidad contrasta con la forma en que la empresa se presenta al público en sus anuncios, en los que afirma fomentar esas relaciones a través de sus productos. Por ejemplo, su anuncio de Zucaritas, que muestra a una familia junto con el Tigre Tony preparada para jugar al fútbol en su casa. Después del partido, la familia se reúne en torno a la mesa para disfrutar de un tazón de cereales. Un anuncio de Choco Krispies muestra a una madre diciéndole cariñosamente a su hija que es “una hermana mayor increíble”. La empresa incluso presume de que sus cereales “ayudan a alimentar su potencial” en otra publicidad centrada en los niños y su desarrollo mental.
Kellogg’s se suma a la larga lista de empresas que intentan tocar la fibra sensible del público como forma de aumentar sus ganancias. Estos anuncios podrían ser más conmovedores si las condiciones laborales que imponen a sus trabajadores no estuvieran destruyendo las mismas relaciones que dicen fomentar.
Pero la verdad es que Kellogg’s ha estado obligando a sus empleados a trabajar 80 o más horas a la semana durante toda la pandemia. A menudo, los directivos informan a los trabajadores minutos antes de que terminen sus turnos de que tendrán que quedarse de cuatro a ocho horas extras. Un turno de 16 horas deja sólo ocho horas en el día, tiempo insuficiente para llegar a casa y descansa, y mucho menos para comer o pasar tiempo con los seres queridos. Y ahora la empresa quiere recortar la asistencia sanitaria de los trabajadores, amenazando directamente su bienestar. Estas acciones destruyen intrínsecamente a las familias y dañan la salud de los niños, desconectándolos de sus padres. Si Kellogg’s se preocupa por las familias, debería empezar por las familias de sus empleados.
Cada conversación con los trabajadores en los piquetes deja muy claro que a los ejecutivos de estas grandes empresas alimentarias les importa un bledo los trabajadores y sus familias, o cualquier otra familia. Su atención se centra en los beneficios, que tratan de maximizar continuando con la explotación de los trabajadores y negándose a darles contratos justos.
A los capitalistas no les importan las familias trabajadoras
Por un lado, los empresarios promueven la idea de que “proporcionan puestos de trabajo” para que los trabajadores puedan “mantener a sus familias” y cuidar de sus seres queridos. Por otro lado, pretenden reducir los salarios, imponer jornadas cada vez más largas, amenazar con recortar puestos de trabajo, las prestaciones sanitarias y dividir a los trabajadores, todo ello como parte de su búsqueda para aumentar los beneficios. La verdad es que los capitalistas ven a la familia sólo como una unidad de reproducción social necesaria para explotar la fuerza de trabajo de los trabajadores todos los días.
Como explica Josefina Martínez, al hablar de cómo el afán de lucro y la explotación laboral afectan a las relaciones sociales, “La sociedad actual se apoya en la familia, pero, al mismo tiempo, la disgrega, hace imposible sus condiciones de existencia. Esa contradicción explosiva marca a fuego las condiciones de vida, y de lucha, de las mujeres trabajadoras y de toda la clase obrera.”
Dado que el capitalismo necesita e intenta a la vez promover la “familia” como medio para reproducir la fuerza de trabajo a través del trabajo no remunerado en el hogar, los capitalistas dicen preocuparse por crear y apoyar un entorno en el que cada trabajador pueda tener una vida mejor para sus seres queridos. Pero las mismas condiciones que los patrones crean bajo el capitalismo conducen a la destrucción de cualquier posibilidad de este tipo. ¿Cómo se supone que alguien que se ve obligado a trabajar 85 horas a la semana va a poder pasar tiempo con sus seres queridos? ¿O alguien que se enferma y termina en el hospital porque los recortes al seguro de salud hicieron inasequibles los medicamentos que salvan vidas?
Los trabajadores de todo el país están viendo esta hipocresía capitalista y se levantan contra ella. Hay un aumento de las huelgas en todo Estados Unidos a medida que los trabajadores rechazan la creciente explotación bajo el capitalismo: 10.000 trabajadores de John Deere están en huelga; 60.000 trabajadores de la industria del cine y la televisión -miembros del sindicato International Alliance of Theatrical Stage Employees (IATSE)- votaron, con un 98% a favor, para autorizar una huelga y ahora podrían rechazar un lamentable acuerdo provisional negociado por su dirección sindical; los trabajadores de la sanidad en Massachusetts llevan siete meses en huelga contra las malas condiciones de trabajo; y los trabajadores de la sanidad en Buffalo, Nueva York, están en huelga contra las mismas condiciones.
La explotación en el capitalismo va más allá de cualquier lugar de trabajo. Está integrada en el propio sistema capitalista. Está claro que muchos trabajadores están hartos de un sistema capitalista que no se preocupa por ellos ni por sus seres queridos, y cada vez son más los que luchan por algo mejor. Para que estas luchas tengan éxito, para que los trabajadores ganemos todo lo que merecemos, es esencial que luchemos para conectar estas luchas laborales y extenderlas a otros lugares de trabajo. Dirijamos la rabia de los trabajadores explotados de Kellogg’s y de otros más allá de mejorar las condiciones de trabajo, sino hacia la destrucción de un sistema que no puede ser reformado.
Fuente original: La Izquierda Diario.