No deja de sorprender el hecho de que ninguno de los compañeros sindicalistas haya tomado el tiempo para ensayar una reflexión sobre la estrategia anti obrera que delineó y ejecutó el Gobierno con el deliberado propósito de destruir la Unión de Trabajadores de la Industria Eléctrica y Riego (UTIER) y de paso, ante la inminencia de la negociación colectiva en las agencias y corporaciones públicas, enviar un mensaje de advertencia a todos los otros gremios que deben sentarse a la mesa de negociación tan pronto como en los primeros días de este mes de julio de 2021.
Las recientes expresiones de la execrable directora ejecutiva de la Junta Dictatorial que gobierna el país, oponiéndose rotundamente a cualquier intento de mejorar las condiciones de empleo de la clase trabajadora y su tenaz oposición a la aprobada Ley para el Retiro Digno, dan continuidad a sus directrices de afirmar la política neoliberal consistente de duros ajustes socio laborales dirigidos a desarticular todo tipo de organización de la clase trabajadora.
También la legislatura hace patente el discurso anti sindical del gobierno, que es transversal a todas sus acciones dirigidas al pueblo trabajador. La baladí explicación ofrecida para no dar paso a la aprobación de la legislación dirigida a elevar el salario mínimo y suavizar la siempre mal llamada reforma laboral, reafirma lo frágil de su acción cuando se trata de mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora. Además, anticipa el resultado que tendrá la negociación que está por comenzar en el sector gubernamental.
A la UTIER se le inhabilitó deliberadamente al no hacer reconocimiento del mecanismo de patrono sucesor en el contrato con LUMA Energy. Culminaba así medio siglo de demonización del gremio y más de dos décadas de una negativa consistente a negociar con el sindicato. La campaña para entregar a manos privadas la principal industria del país siempre estuvo complementada con los esfuerzos de destrucción del gremio que representa los mejores intereses de sus trabajadores. Así quedaba diezmada la organización que puso sobre sus hombros la defensa de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) como bien público.
De igual manera envía un claro mensaje a los otros gremios, además de la UTIER, que representan trabajadores en las corporaciones públicas que están en línea para ser sometidas al modelo de Alianzas Público Privadas, las Generadoras Eléctricas de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), el Fondo del Seguro del Estado(FSE) y la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA).
Ante estos hechos, resulta más sorprendente aún la falta de análisis y la ampliación de la discusión de este hecho en el contexto de la coyuntura presente. Es fundamental recalcar que no le bastó al Gobierno el trámite de valerse de los recursos legales a su alcance para desmembrar a la UTIER. Con la utilización de los conceptos de movilidad y patrono único, adoptados bajo el eufemismo de garantizar el empleo a los servidores públicos ante la proyectada y ejecutada consolidación de agencias, humillaron y degradaron a la mayoría de los trabajadores y trabajadoras de la AEE destinándolos a la ejecución de labores muy por debajo de sus capacidades y experiencia. No hay que ser experto en materia sindical para darse cuenta de la intención patronal que está presente en esta acción gubernamental.
Tampoco hay que ser un analista consumado para entrever que, ante la tolerancia con la cual el movimiento obrero del país ha asimilado este golpe a la clase obrera y a uno de sus gremios insignia, lo próximo que puede esperarse, con la privatización de las plantas productoras de energía eléctrica, las actividades comerciales de la AAA o el FSE, sea el despido y las filas en el Departamento del Trabajo para llenar la solicitud de desempleo, como alternativa a la obligación establecida por la Junta Dictatorial de cumplir con el presupuesto aprobado. De igual manera, nos reiteramos en que los esfuerzos de la negociación que se aproxima estarán matizados, se quiera o no, por la ominosa sombra del proyecto de represión sindical ensayado contra la UTIER.
Los sindicatos, con las manos llenas atendiendo la multiplicidad de asuntos que la deliberada ineptitud gubernamental y la consistente política patronal dirigida a la inhabilitación de la organización obrera, atienden al árbol y pierden de perspectiva el fuego con el que se pretende consumir el bosque. Los patronos, públicos y privados, no pierden por un minuto su enfoque. Sabiéndose amparados por la Junta y auxiliados por los administradores gubernamentales, no pierden un minuto en su labor de desregular el escenario laboral y adelantar su objetivo de destruir todo tipo de organización sindical.
Ante una ofensiva de esta naturaleza la respuesta del Movimiento Obrero no puede ser la salvación de mi taller en particular. Un nuevo tipo de expresión solidaria y combativa tiene que surgir de esta aleccionadora experiencia. Los sindicatos son hoy más pertinentes y necesarios que nunca antes en la historia de nuestro país.
Se hace imprescindible romper con el confort de las pasadas décadas y definir una estrategia común de lucha que reconozca las limitaciones y potencialidades de cada gremio y adelante un proyecto colectivo para ponerle punto final a la dictadura de la Junta, a sus medidas de austeridad y a sus políticas de despojo; que encause el gobierno electo a su función de servir el interés público y finalmente, que podamos alcanzar la madurez sindical que hace posible la construcción de una sociedad más justa donde superemos las carencias presentes y sentemos las bases de un futuro mejor para los hijos de la clase trabajadora.
Hay que actuar con madurez y sensibilidad ante las píldoras envenenadas que, a solicitud o por su iniciativa, los políticos que responden al interés patronal nos prescriben. La discusión necesaria y pertinente de dichas medidas, tales como el Proyecto 766 [hoy Ley 9-2021], puede y debe darse en un contexto de seriedad y sobriedad que permita el crecimiento ideológico de todos los participantes en el debate, sin los ataques personalistas que dan al traste con los esfuerzos unitarios que hoy se ensayan.
Tenemos que ser responsables en nuestros juicios, en nuestro accionar para dirigir nuestras luchas y dar nuestras batallas. Insultarnos o poner bajo la alfombra nuestras diferencias no adelanta un solo paso en nuestra lucha sindical. Si tenemos meridianamente claras nuestras metas estratégicas podremos desarrollar tácticas acordes con las mismas. Si no tenemos muy claro hacia donde queremos dirigirnos, habremos de dar traspiés tras traspiés, hasta terminar enredados en nuestra propia madeja de tácticas de oportunidad. No podemos caer en el error de olvidar por momentos nuestro deber de transformar la realidad. Si de verdad queremos hallar los medios y formas de construir el nuevo país al que aspiramos, tendremos que hacerlo dentro de la diversidad de pensamiento y modelos de acción que nos acompañan. Es lo mínimo exigible en este momento histórico.