Hace 100 años, el 22 de junio de 1921, delegados y delegadas de más de 50 partidos de diferentes partes del mundo se dieron cita en Moscú. Al momento de realizarse el Congreso, la primera oleada revolucionaria desatada hacia fines la Guerra Mundial había concluido y solo en Rusia había logrado triunfar y consolidarse la revolución. Las resoluciones del Congreso fueron de gran importancia para afrontar la nueva situación y siguen siendo de estudio necesario para la tarea de construir fuertes partidos revolucionarios con influencia de masas.
La guerra interimperialista demostró la descomposición del sistema capitalista y produjo una acción revolucionaria que se extendió por toda Europa, poniendo en jaque a la burguesía y colocando a la orden del día la revolución socialista en Alemania, Hungría, Checoslovaquia, Italia y otros países. En ninguno logró triunfar.
La burguesía pudo sortear esa primera amenaza gracias a la colaboración de la socialdemocracia, consolidada como agente de la burguesía y garante del sistema capitalista. Los sectores revolucionarios eran hasta ese momento no más que tendencias dentro de los viejos partidos socialistas y solo al calor del mismo proceso revolucionario fueron creando partidos comunistas independientes. Su inmadurez y la traición de los reformistas permitieron a la burguesía retomar el control y mantener, aunque de manera inestable, su dominio.
De la lucha contra el oportunismo a la lucha contra el sectarismo
Los primeros congresos se realizaron en el marco de ese primer ascenso revolucionario y tuvieron como principal objetivo armar programática y organizativamente a los nuevos partidos comunistas, delimitándose de la socialdemocracia y también de los centristas que se acercaban a la Internacional pero sin abandonar las concepciones reformistas. La Tesis sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado o las 21 Condiciones de admisión de los partidos en la Internacional Comunista tenían ese sentido. La ruptura con el reformismo originó, sin embargo, el surgimiento de corrientes y tendencias ultraizquierdistas que de igual manera constituían un obstáculo para la conformación de una dirección que pudiera acaudillar a las masas hacia la toma del poder.
Estas diluían la perspectiva histórica -el agotamiento de la democracia burguesa- en la realidad concreta, ignorando que la mayoría del movimiento obrero y de masas no había llegado todavía a esa conclusión. En lugar de acompañar esa experiencia, negaban la participación de los comunistas en el parlamento y en los sindicatos reformistas, así como la adopción de tácticas que permitieran a los pequeños grupos comunistas ligarse al movimiento de masas. De esa forma, lo que conseguían era asilarse del movimiento obrero y permitir que las corrientes contrarrevolucionarias mantuviesen su influencia. Como parte la batalla contra esas concepciones, Lenin había publicado en 1920 su libro El izquierdismo: enfermedad infantil del comunismo.
En marzo de 1921, la línea ultraizquierdista tuvo su expresión en Alemania cuando el Partido Comunista lanzó una insurrección apresurada y sin el apoyo de la mayoría del movimiento obrero, que fue derrotada y causó un gran retroceso en uno de los partidos más fuertes de la Internacional. La “teoría de la ofensiva”, base de la línea seguida por los comunistas alemanes e impulsada por algunos dirigentes de la Internacional como Bela Kun, Zinoviev y Bujarin, consistía en provocar acciones contra el Estado burgués y sus fuerzas represivas, combinándolas con propaganda comunista, considerando que de esa manera las masas se lanzarían a la insurrección.
Hacia la conquista del poder, por la conquista previa de las masas
El Congreso estuvo atravesado por los debates sobre la acción de marzo en Alemania y la caracterización de la nueva situación política. Si los dos primeros congresos se habían realizado cuando el ascenso europeo parecía conducir a la inminente toma del poder en varios países del continente, para junio de 1921 estaba claro que el triunfo era más complejo de lo que se había supuesto y un triunfo de la revolución no estaba planteado en el horizonte inmediato. La burguesía había mostrado más fortaleza de lo previsto para resistir los embates del movimiento obrero y contaba para eso con el apoyo de la socialdemocracia, que seguía siendo la dirección mayoritaria de la clase obrera. En ese marco, las acciones ultraizquierdistas solo harían retroceder a los comunistas. Por el contrario, había que saber analizar los momentos concretos de la lucha de clases para saber distinguir una situación revolucionarias de otra que no lo era y dotarse de tácticas y políticas correctas de acuerdo a ese análisis. Por eso en los documentos oficiales, así como en las intervenciones de Lenin y Trotsky se señalaba que el centro de la orientación debía estar puesto en la pelea por la conquista de la influencia comunista en la mayoría del movimiento obrero y de masas. Así lo planteaban las Tesis sobre la táctica propuesta al Congreso: “El problema más importante de la Internacional Comunista en la actualidad es la conquista de la influencia preponderante sobre la mayoría de la clase obrera y la inclusión en el combate de las fracciones decisivas de esta clase. Pues si bien es verdad que estamos en presencia de una situación económica y política objetivamente revolucionaria en la cual puede estallar imprevistamente la crisis revolucionaria más aguda luego de una gran huelga, de una rebelión colonial, de una nueva guerra o también de una gran crisis parlamentaria, etc., la mayoría de los obreros aún no se hallan bajo la influencia del comunismo”. La lucha por el poder debía estar precedida por un período de preparación que consistía no solo en hacer propaganda, sino en intervenir en las luchas cotidianas de la clase obrera por sus reivindicaciones, pelando en ellas por adquirir una influencia preponderante. Ante las objeciones de un sector del Congreso, Lenin respondía: “Toda objeción contra el planteo de reivindicaciones parciales de este tipo, toda acusación de reformismo bajo pretexto de estas luchas parciales, derivan de esa misma incapacidad de comprender las condiciones reales de la acción revolucionaria que ya se manifestó en la oposición de ciertos grupos comunistas a la participación en los sindicatos y a la utilización del parlamentarismo. No se trata de predicar siempre al proletariado los objetivos finales sino de hacer progresar una lucha concreta que es la única que puede conducirlo a luchar por esos objetivos finales.”
El Frente Único
La ofensiva económica capitalista que acrecentaba la miseria de las masas y la necesidad de pelear para mejorar el nivel de vida, fortalecían en la clase obrera la aspiración de unificar todas las fuerzas proletarias para enfrentar en mejores condiciones a la burguesía. La obligación de los revolucionarios consistía entonces en proponer a las direcciones reformistas la unidad para una lucha común por un programa que diera respuesta a las necesidades obreras. De esta manera, además de tomar en cuenta el sentimiento unitario de las masas para llevar adelante un combate efectivo, se trataba de mostrar en la realidad de la lucha de clases las vacilaciones y traiciones de las direcciones burocráticas y reformistas, aumentando la influencia comunista en el seno de la clase obrera. Para ese objetivo el Partido Comunista debía mantener su independencia política y organizativa, así como la libertad de crítica. En un escrito de 1922, refiriéndose al Frente Único, Trotsky señalaba: “Si el Partido Comunista no buscase las formas de organización susceptibles de hacer posible en cada momento determinado las acciones comunes concertadas entre las masas obreras comunistas y no comunistas (socialdemócratas incluidas), daría prueba, por ello mismo, de su incapacidad para conquistar a la mayoría de la clase obrera mediante acciones de masas. Degeneraría en una sociedad de propaganda comunista y nunca se desarrollaría como partido para la conquista del poder (…) La unidad del frente supone por nuestra parte, pues, la decisión de hacer concertar prácticamente nuestras acciones, dentro de determinados límites y sobre cuestiones determinadas, con las organizaciones reformistas en tanto que estas representan aún hoy en día la voluntad de fracciones importantes del proletariado en lucha (…) Hemos roto con los reformistas y con los centristas para tener libertad para criticar las traiciones, la indecisión del oportunismo en el movimiento obrero. Todo lo que limitase nuestra libertad de crítica y de agitación sería, pues, inaceptable para nosotros. Participamos en el frente único pero no podemos disolvernos en él en ninguno de los casos. Intervenimos como una división independiente. Justamente en la acción es donde las grandes masas deben convencerse de que nosotros luchamos mejor que los otros, que vemos más claro, que somos más valientes y más decididos. Así acercamos la hora del frente único revolucionario, bajo la dirección sin discusiones de los comunistas”.
Las Tesis sobre la táctica, fueron aprobadas con la oposición un sector minoritario. El cuarto Congreso, realizado un año después -último en vida de Lenin- ratificaría y profundizaría las elaboraciones sobre el Frente Único. Ya con Stalindominando la Internacional, estas como otras importantes elaboraciones y resoluciones votadas durante los primeros cuatro congresos serían borradas de la acción política de los Partidos Comunistas, que oscilarían entre el sectarismo del Tercer Período y el oportunismo de los Frentes Populares, de acuerdo más a las necesidades de la burocracia que a las del movimiento obrero.
Cien años después
El sistema capitalista mostró hace más de un siglo su putrefacción. La crisis económica, social, ambiental y sanitaria actual lo ratifica. Mientras una minoría acumula fabulosas ganancias, millones son sumergidos en la miseria. La pandemia puso en evidencia un sistema irracional que condena a millones a la muerte mientras garantiza las ganancias de unos cuantos capitalistas. Las rebeliones que atraviesan el planeta entero muestran la fuerza de las masas y cuestionan el sistema capitalista. Sin embargo, la experiencia histórica demuestra que para obtener la victoria hace falta más que fuerza y decisión: es necesario la dirección de partidos revolucionarios, como parte de una organización revolucionaria internacional. Las rebeliones que recorren el mundo, la crisis del sistema y la experiencia acelerada del movimiento obrero con las organizaciones reformistas o neo reformistas crean las condiciones para construirlos. Las enseñanzas de la Internacional Comunista son de inmenso valor. La lucha y delimitación con el reformismo es tan importante como la necesidad de tener tácticas hacia las direcciones burocráticas y reformistas, y fundamentalmente hacia los nuevos fenómenos que surgen en los procesos reales de lucha. Esto es clave para acelerar la experiencia de las masas con esas conducciones. Las corrientes sectarias, al negarse a aplicar este tipo de tácticas, terminan favoreciendo la influencia de esas direcciones sobre el movimiento de masas y al igual que el oportunismo posibilista, dificultan la construcción de fuertes partidos revolucionarios; y por lo tanto el triunfo de la revolución socialista.
Tomado de la revista digital de la Liga Internacional Socialista