Mujeres en los Sindicatos: la justicia comienza en casa

NOTA EDITORIAL: El pasado 10 de marzo el Instituto de Relaciones del Trabajo de la Universidad de Puerto Rico auspició un foro sobre la situación de las mujeres en los sindicatos. Publicamos a continuación la ponencia de la compañera Migdalia Santiago Negrón, mujer valiente y luchadora, quien a través de sus palabras nos transmite las vivencias de toda una vida de trabajo dedicada a la justicia, la equidad y el bienestar de sus semejantes.

Primero un saludo al IRT de la UPR, además agradecer a las compañeras del FADEP su colaboración para que una de nosotras estuviera en este foro. Acabo de llegar del velatorio de una maestra de EDUCAMOS, la amiga Rosita Hernández de la escuela Ramón Marín Solá de Guaynabo, la tuve presente mientras escribía.

Me reí muchísimo con el tema que parecía hecho a la medida o el descubrimiento que hicieron las que me metieron en esto y que me pidieron que hablara desde la perspectiva de una mujer que es sindicalista, cooperativista y cristiana.

La historia personal marca lo que hacemos y de ahí se parte. No soy única, miles de las mujeres trabajadoras somos sindicalistas, cooperativistas y vivimos una experiencia espiritual en lo que es nuestra vida.

Inició diciendo que esas facetas se dan no por coincidencia, sino por consecuencia. Vengo de una familia católica a la que le extrañó mi entrada al convento y que celebró que me botaran.

Mi padre trabajó para la industria de la caña en momentos en que la CGT Auténtica representaba sindicalmente a ese sector de nuestra económica, con gente del calibre de Sáez Corales, Colón Gordiani y Albizu Campos. Vengo de una familia cooperativista juanadina. Así que está en mi ADN lo que soy y trato de vivir de cara al sol y a la luna.

Como nos pasa a todas, hay momentos claves que han ayudado a crear una síntesis de lo que somos. De estudiante, el haberme quedado frente a la escuela, acompañando a la única maestra que salió a la calle en la huelga de 74, ya que mi padre me dejó con ella. Estar con los que denunciaban la violación a los derechos humanos de los refugiados haitianos en la Base Allen de Juana Díaz y conocer de cerca la Masacre del Cerro Maravilla en Villalba, me marcaron. 

Luego vino el convento, los años de misionera en Centroamérica, mi cercanía a Mons. Antulio Parrilla, la lucha de Vieques desde la Coalición Ecuménica, mi trabajo con Moncho Fuentes en la FPT, las luces y las sombras del tiempo en la FMPR, los espacios ganados en el cooperativismo desde mi cooperativa base Familiar Progresista, el desempleo, el cáncer de mi hermana, la muerte de mi madre entre las 4,600 víctimas del desgobierno tras el paso del huracán María y tantas otras experiencias que han ido sumando experiencias y conciencia.

Hace más de un año y medio, que me parecen décadas, asumí la dirección del sindicato de Eva Ayala, como muchos conocían a EDUCAMOS. 

Nunca he pretendido calzar sus zapatos, así se lo hice saber a la matrícula, reconociendo que Eva sigue siendo una compañera, un referente, un modelo y una dirigente por la que tengo un cariño muy especial. Desde este nuevo reto, trato de ser fiel a mis principios y de cumplir con la responsabilidad que me impone nuestro reglamento de “promover el bienestar social, económico y sindical de nuestros miembros y de las trabajadoras y trabajadores de la educación en general”. 

Un resumen sobre el magisterio

Bueno, hablemos del magisterio donde 8 de cada 10 somos mujeres: jefas de familia, muchas con más de un trabajo para completar la economía del hogar.  Otras muchas estamos haciendo maestrías y doctorados o estamos ofreciendo labor voluntaria en iglesias, fundaciones, o cooperativas, entre otros. Así que en la docencia oficial y voluntaria gastamos la mayoría de las 24 horas de un día. 

Somos las “madres” de muchos de nuestros estudiantes, desde el apoyo emocional hasta el económico. Somos las mismas que asumimos el proceso de cerrar el año escolar 2019-2020 desde el confinamiento. Cuando el país estaba en el famoso “lock down”, nosotras convertimos cuartos, salas y hogar en un salón de clases y pusimos al servicio de los estudiantes nuestra propiedad privada. 

De lo que vivimos desde agosto de 2020, haciendo educación a distancia, se escribirán libros que tendrán que denunciar el menosprecio al magisterio de parte de muchos medios de comunicación con sus diversos portavoces, de politiqueros y de miles de fanáticos que repiten epítetos contra nosotras y nosotros. 

Sin dejar de denunciarlos, entiendo que los mueve el miedo que nos tienen. Nosotras somos las que propiciamos una generación de pensadores críticos y eso lo ven con rabia los que quieren un país manso, como el famoso cordero de nuestro escudo. Esos que se atreven llamarnos manduletes cuando ellos son corruptos y fantoches. Así que como parte del magisterio seguiremos nuestro norte y denunciaremos a estos personajes. Es algo así como a Dios orando y con el mazo dando.

No olvidemos que las maestras, junto a miles de compañeros, somos las que luego del paso de los huracanes Irma y María rehabilitamos escuelas, usando incluso nuestros vehículos para despejar caminos y patios de los planteles. En ese particular no podemos olvidar a maestras que en nuestro sur, lastimado por los terremotos, dejaban a los suyos para ponerse del lado de los más vulnerables como fueron la maestra activa Saime Figueroa en Guayanilla, y las maestras jubiladas Bárbara González en Guánica y Elsa Nin en Yauco, a ellas y a quienes representan, mis respetos.

Pero no solo es en las crisis, somos así los 30 años de servicio. Y al final de esa entrega, el estado nos recompensa con quebrar nuestro sistema de retiro y quitarnos las mal llamadas “gracias legislativas” como eran la aportación al plan médico y el bono de medicinas. Ese mismo estado que le reconoce a Romero Barceló el uso de escoltas pagadas por los contribuyentes, como un derecho adquirido, mientras manda a la indigencia al magisterio y a los empleados públicos. Pero, somos más, nos vamos despojando del miedo y llevamos años en la calle defendiendo nuestro retiro digno.

Llevamos más de una década sin ajustes en la escala salarial, miles de nosotras cobrando menos de $2,000 mensuales y recibiendo $1,750 las que se inician en esta profesión. Somos las que llevamos décadas denunciando el trabajo esclavo con ese exceso de tareas administrativas, plataformas y talleres a destiempo. Situación que se ha complicado desde las crisis, pues el DE se aprovecha para enviar comunicados y directrices fuera del horario y calendario de trabajo. 

Podemos ampliar la lista de nuestras causas y luchas, hay mucha tarea por realizar desde el magisterio activo y jubilado, sus sindicatos y la dirección de los mismos, si una aspira a cumplir con la responsabilidad que asumió.

Cooperativismo, allí también estamos las maestras

Como yo lo veo, sobre el magisterio ha estado cimentado el movimiento cooperativo, basta con ir a un congreso de la Liga, allí nos encontramos cientos de docentes, activos y jubilados que somos miembros de juntas y comités de las cooperativas. 

El cooperativismo, otro que aspira a transformar el país, también está amenazado por el gobierno y sus colores, sin embargo, lo vivo tan poco contestatario y opino que le falta valentía. En el movimiento cooperativo hay una gran desigualdad de género: 7 de cada 10 administradores de cooperativas son hombres. El 92% de ellos gana más de $3,500 mensuales, versus el 12% de las mujeres. Si vemos al liderato voluntario encontraremos que las junta son presididas por hombre en números de 7 a 3 por cada 10 casos, se parece a los administradores y no se puede olvidar que quien los contrata es la junta. 

En el Comité de Supervisión se repiten los números, un 51% de los comités está presidido por hombres. Pero, cuando llegamos al Comité de Educación, ahí se invierten los números 6 de cada 10 son mujeres y una se pregunta, ¿estereotipos sociales?, ¿esos son los puestos donde somos bien vistas?, justo dónde no hay poder decisional. 

Me recuerda los comités en los que me nombraban secretaria por ser mujer y escribir bonito, pero no dejaban pasar mi aspiración para presidir, conmigo muchas veces se quedaron sin secretaria. 

Fíjense, en la junta de directores del organismo cúpula del cooperativismo, la Liga de Cooperativas, de sus 13 miembros, solo hay 4 mujeres. Entonces, nos toca reflexionar, cómo hacer cambios desde estructuras dónde nos falta representación. Claro, en el cooperativismo hemos adelantado algo, a pesar de esos números, tenemos un comité de género. 

Pero no se queda ahí, cuando mujeres como esta servidora hacemos denuncias, declaraciones o recomendaciones somos señadas como agresivas o chanchulleras, o nos piden que le bajemos dos a la denuncia, que no seamos tan duras, que respetemos y hasta me han dicho que calladita me veo mejor, aunque quien me conoce sabe lo poco que me importa eso. Cada vez tengo más claro cuánto me influenció ese Antulio Parrilla irreverente y vertical.

Soy una sola

Bueno, finalizo con esta reflexión: Como mujer de fe mantengo viva la esperanza de construir un mundo mejor para mi sobrina y para todas las niñas que lo heredarán, pero así mismo laboro para que ellas tengan las herramientas para mejorar lo que le dejemos. No es heredar por heredar, tienen que fajarse como lo hago yo. 

Mi experiencia de fe me deja claro que sea desde el sindicalismo y desde el cooperativismo seguiré señalando las macharranerías de supuestos compañeros de lucha que hacen lo imposible por cerrarnos caminos, sepan que estaremos aquí y encontraremos maneras de alcanzar posiciones que merecemos por preparación, militancia, capacidad intelectual, valentía, arrojo y porque las ganamos. Seguiré llamando por su nombre al desleal y al traidor sea cooperativista o sindicalista o se ponga la sotana. Repudiaré, como hasta ahora los robos de elecciones sindicales, particularmente contra mujeres usando el género como argumento de descalificación. Tampoco le pasaré la mano a aquella de nosotras que lo haga mal y busque victimizarse porque es mujer, eso es inadmisible, cuando una la embarra, asume las consecuencias y sigue pa’lante. 

Solo le daré explicaciones a mi conciencia, los que me conocen saben que una trata de vivir de cara al sol y a la luna y de cumplir con las tareas que Dios y la vida me ponen por delante. 

Reciban un abrazo y muchas bendiciones.

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Author: Migdalia Santiago Negrón

Maestra de Educación Especial en el Departamento de Educación y Presidenta del grupo magisterial EDUCAMOS.