En una lectura recientemente publicada se daba cuenta de la actitud de la clase patronal en su relación con el gobierno. Cuando las cosas se tornan difíciles, los empresarios claman por la intervención del gobierno para que entre a participar activamente y genere el orden necesario para la buena marcha de los negocios. Sin embargo, cuando sopla la brisa de la abundancia y las ganancias desbordan las cuentas bancarias, el clamor para que el gobierno deje de meterse en los asuntos que interfieren con la libre disposición de la riqueza empresarial acumulada es el discurso que prevalece.
No es tan solo este doble discurso el que ha generado la clase patronal para mantenerse en el poder. En esta nota intentaremos describir cómo el sector más rico de la población mantiene en continuo crecimiento su riqueza y su poder y presentaremos algunos de sus discursos para justificar su comportamiento social. Para no quedarnos en los elementos descriptivos únicamente presentamos algunos ejemplos. Es importante romper esa hegemonía y comenzar a construir un discurso propio de la clase trabajadora y desarrollar un trabajo que nos permita avanzar en la construcción de una sociedad con la mínima desigualdad. Para lograr esta meta es importante conocer y deshacer el discurso y la acción con los que la clase capitalista ha pretendido dominarnos.
No hay persona rica en nuestra sociedad que acepte tácitamente que su riqueza es producto de la herencia y la posición privilegiada de sus mayores, de su vínculo con las esferas de poder o de la acumulación originaria de capital de su trabajo en una alta posición ejecutiva de una gran corporación pública o privada . Si usted le pregunta a su jefe como llegó al lugar que hoy ocupa en la sociedad le dirá que lo hizo trabajando duro, sacrificando comodidades, ahorrando y arriesgando su capital. Las mismas virtudes le serán enumeradas para explicar cómo ha podido superar los desastres naturales, la pandemia, recesiones, y otros males que probablemente lo tienen a usted en la pobreza, desempleado o realizando un trabajo precario donde gana menos que en el anterior.
Nos guste o no, el neoliberalismo barrió con el Estado Benefactor, aquel donde todavía los sindicatos tenían la fuerza, la capacidad y el compromiso de arrancar buenos convenios a la clase patronal. Eran los tiempos donde se aprobaron las leyes protectoras del trabajador, se reconocía la aportación social de los sindicatos, todavía no se había desarrollado la campaña de desprestigio contra éstos y la ofensiva contra la organización gremial no había alcanzado el tribunal supremo de los Estados Unidos. Entonces, las aportaciones contributivas del pueblo, porque los ricos siempre se las han ingeniado para pagar lo menos posible, se invertían por los políticos en mejorar la infraestructura, brindar acceso a un sistema de salud que hoy añoramos, la provisión de vivienda bajo distintos programas, buenas escuelas públicas, una universidad de costo accesible y una posibilidad real de acceder a una llamada clase media que vivía con menos penurias.
Bajo las falsas premisas del gigantismo gubernamental y la eficiencia de la empresa privada, los dueños del capital se quitaron la máscara de benefactores y se decidieron a sacar todo el provecho que pudieran de su poder político y económico, independientemente de que eso significara aumentar los niveles de pobreza, desigualdad y frenara el avance social de las grandes mayorías del país.
Los pasados 50 años en nuestra Isla han visto como, poco a poco, los más ricos del país y un grupo de políticos serviles a su proyecto, se han estado enriqueciendo cada día más, a costa de llevar el país a la crisis fiscal que hoy enfrenta, y hundiendo en la miseria a la clase trabajadora y pobre del país. Como medio colateral para incrementar la riqueza individual la corrupción fue vestida con el ropaje de la legalidad contractual. Para remate, la condición colonial ha coronado su hegemonía con la Junta de Control Fiscal, organismo que no ha tocado a la casta privilegiada y ha depositado todo el peso de la crisis sobre los hombros de la clase trabajadora.
Veamos como se construyen su poder e incrementan su riqueza los individuos detrás del proyecto neoliberal. La clave de su éxito ha consistido en invertir recursos en la preparación de sus herederos y en incrementar su control político. Los hijos de Papá estudian en las mejores universidades de los Estados Unidos o Europa, se preparan en aquellas áreas donde sus mayores han invertido su riqueza y cuando regresan al país lo hacen para ocupar las más altas posiciones ejecutivas, en los negocios de Papá, en las empresas de los amigos o asociados de éste. Ninguno viene a trabajar en la ventanilla de Burger King o a practicar sus conocimientos como un oscuro contador en una fábrica de Morovis. Su acumulación de riquezas personal, antes de la herencia, viene de salarios como el del director Ejecutivo de la AEE, $180,000 anuales más beneficios.
Mientras el hijo estudia, papá no descansa. Está haciendo aportaciones a los aspirantes a puestos públicos, financiando las organizaciones cívicas y no gubernamentales que defienden los intereses de su empresa, pautando en los medios de comunicación que afianzan su forma de hacer negocios con su línea editorial, contribuyendo a fortalecer las organizaciones que apuntalan su quehacer económico y contratando personal experto para proyectar una imagen positiva de su persona y su negocio.
Así mantiene toda la estructura de poder que necesita para lograr los contratos con el gobierno, la venta de sus productos sin cortapisas en el mercado, la reducción de impuestos corporativos, las deducciones de los altos ingresos personales, la eliminación de las regulaciones y controles, los incentivos gubernamentales, las leyes de herencia, los decretos de las exenciones contributivas, las leyes de reforma laboral, la complicidad de los tribunales para liquidar los sindicatos, la transformación de la política de defensa del trabajador del Departamento del Trabajo y Recursos Humanos, la impunidad para los accidentes del trabajo, y toda una serie de privilegios y control ideológico que resguarda su acumulación de riqueza.
Mientras este grupo de privilegiados ve aumentar su riqueza, independientemente de tormentas, terremotos y medidas de austeridad, los sectores más pobres se hacen más pobres y nuestra llamada clase media cada día va en picada en términos de su poder adquisitivo para obtener bienes y servicios, así como para cumplir con las obligaciones contraídas en una sociedad de consumo como la que hemos desarrollado.
Uno de los mejores elementos que ha desarrollado el modelo neoliberal es su gran capacidad para hacer pasar como verdades absolutas sus justificaciones para sostener el modelo de nueva esclavitud laboral y desigualdad social en que se sostiene su acumulación de riquezas.
Al reclamo de los trabajadores para que se ponga fin a la gran desigualdad social que prevalece los empresarios y sus voceros claman por “la necesidad de crear mayor cantidad de riqueza” pues de esta manera algo llegará a los de la escala más baja. Cuando se trata de rendir mayores impuestos por su riqueza su imaginación para resistirse a los mismos no tiene límite. “Si nos imponen nuevos impuestos nos están quitando el estímulo para ser productivos, tendremos que dejar de hacer nuevas inversiones con la consabida pérdida de empleos, y si es mucho lo que nos imponen, tendremos que irnos a otro lugar”, son argumentos que vemos todos los días en la prensa y los medios que ellos controlan. No son pocos los editoriales que hemos visto defendiendo el paraíso fiscal que es Puerto Rico.
“Sin nuestro capital no se hubiesen desarrollado las tecnologías de avanzada, los nuevos productos, las grandes aportaciones al desarrollo de nuestra sociedad.” En forma alguna hablan ellos de la aportación de la clase trabajadora en la elaboración de esos nuevos productos y tecnologías, en la contribución social a través de los impuestos que les condona el gobierno o los grandes subsidios que les brindan a los empresarios como capital de riesgo. Lo correcto sería que también se contabilizaran esas aportaciones y se hiciera una justa distribución de las ganancias entre los tres sectores, pero hasta ahora el empresario se la queda toda.
Son incontables las veces que hemos escuchado las voces diciendo que los pobres no cuentan los subsidios a la renta por la Sección 8, los cupones de alimentos, la Reforma de Salud, lo cual distorsiona las estadísticas sobre la pobreza. Otra que se escucha menos y a la que también se le adjudica que distorsiona las estadísticas de la pobreza, para denostar su condición de ricos, es el número creciente de trabajadores que se han retirado y ahora solo reciben el ingreso del Seguro Social o las pensiones del gobierno. Para ellos esta realidad no es pobreza. “¿Cómo es que teniendo esos ingresos claman por justicia social?”, nos preguntan.
“Hay que tener presente lo que Puerto Rico ha vivido con la pérdida de la Sección 936 para estar jugando con los créditos y las exenciones que hoy se ofrecen y que cada día son más necesarias para romper el estancamiento que tiene la economía del país.”, repiten a coro las organizaciones empresariales, la prensa que ellos sostienen, los funcionarios de gobierno, y los relacionistas empresariales. En conjunción con las medidas austericidas impuestas por la Junta Dictatorial, el despido de trabajadores del gobierno, los miles de desplazados de la empresa privada por efecto de la pandemia, vivimos bajo un bombardeo constante de las ideas justificatorias de la explotación del trabajador que debe conformarse con bajos salarios, trabajo a jornada parcial, sin acumulación de licencias, una extendida probatoria, en fin, con la mayor precariedad, para que el país no se caiga en cantos, y los ricos puedan seguir siendo más ricos, nosotros más pobres y nuestros hijos y nietos tengan el futuro hipotecado.
Hay un ejemplo reciente que sintetiza todo el contenido de este escrito. Entrevistado por una emisora radial, el recién nominado Secretario de Comercio, Manuel Cidre, consignó para el récord lo que constituye la esencia de nuestra denuncia. “La Reforma Laboral se quedó corta, fue un pellizco, hay que quitarle a los patronos la carga social que no les permite hacer nada…” También hizo el planteamiento, “de eliminar el Bono de Navidad y sustituirlo por uno de productividad”.
Las expresiones del empresario, ahora propuesto como funcionario público, hacen un llamado a una mayor explotación laboral y a nuevas reducciones del ya menguado salario, poniendo de manifiesto el pensamiento de los empresarios neoliberales y haciendo evidente su modus operandi. Este self made man fue apoyado por éstos en sus aspiraciones políticas, lo han mantenido en los medios corporativos que patrocinan, por lo que tiene el aval para la posición en el gobierno que más conviene a sus intereses comunes y no hay duda de que mejor identificación con los valores e ideología de la clase dominante no podrían encontrarse en otra persona.
Como él, probablemente más discretos, hay muchos otros haciendo fila. Mientras nos sigamos tragando su discurso y permanezcamos inmóviles frente al mismo, nuestros intereses seguirán siendo rezagados. No podemos olvidar por un minuto que todavía el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial están en las manos de los partidos que nos han llevado a la encerrona histórica que hoy enfrentamos. Solo la militancia y la acción harán la diferencia.
—————-
Referencias:
The Clash of Capitalism’s, Branco Milanovic, Foreign Affairs, pp.10, Volume 99, Number 1
The Neosocialist Delusion: Wealth I Not the Problem, Jerry Z. Muller, Foreign Affairs, pp. 44, Volume 99, Number 1
Capitalism After the Pandemic: Getting Recovery Right, Marianna Mazzucato, Foreign Affairs, pp.50, Volume 99, Number 6
Gráfica tomada de Socialismo-o-barbarie.org