La crisis de dominación burguesa, fruto de la agonía del capitalismo, continúa en todo el mundo. Gobiernos de diferentes matices son elegidos, probados y muy rápidamente encuentran una creciente desaprobación popular. Todos ellos, empeñados en gestionar la crisis del capitalismo, no pueden resolver los problemas reales y concretos de las masas.
Bolsonaro, en estos casi cuatro años, fue incapaz de formar un gobierno estable y aún más incapaz de transitar a una dictadura totalitaria, aunque ese fuera su deseo. La desaprobación y el odio al gobierno no hizo más que crecer, en particular con la gestión criminal de la pandemia. Ahora, incluso con medidas electorales, mentiras y distorsiones presentadas en la campaña, Bolsonaro tiene un límite para conseguir la mayoría de votantes.
Eso no quiere decir que no haya una base de ilusionados y reaccionarios que siga apoyando al gobierno, el 31% todavía lo considera grande o bueno (Datafolha). Pero esta porción, además de ser minoritaria, está compuesta mayoritariamente por una pequeña burguesía desesperada con la crisis, que busca una salida en el candidato reaccionario.
En un país de más de 210 millones de habitantes, esta minoría puede realizar manifestaciones con un número considerable de participantes. Así lo vimos el 7 de septiembre, bicentenario de la supuesta independencia, con un número de participantes inflados también por el uso de la maquinaria gubernamental y las campañas electorales. Esta masa que sale a las calles de verde y amarillo es polvo, que nada tiene que ver con la fuerza política de las movilizaciones de jóvenes y trabajadores.
Bolsonaro puede querer una dictadura, puede hacer discursos con insinuaciones golpistas, pero no hay una correlación de fuerzas capaz de implantar tal régimen en el país, no la hubo en 2018, menos en 2022. Eso lo sabe muy bien el imperialismo y, por lo tanto, no apoya tal aventura.
Lula, en cambio, tiene viento favorable para su regreso al Palacio del Planalto. Tan favorable que aun adoptando la línea política de la derrota, es decir, de la conciliación con la clase enemiga y la defensa de las podridas instituciones burguesas, aun así, camina hacia la victoria frente al odio mayoritario al gobierno de Bolsonaro y las masas están utilizando su candidatura para acabar con el gobierno reaccionario. Al mismo tiempo, esta línea puede hacer que una posible victoria en la primera ronda se posponga para la segunda.
La política conciliadora no favorece una campaña militante, particularmente entre los jóvenes. Lula y el PT [Partido de Trabajadores], en realidad, no están interesados en movilizar y organizar la base, no organizan comités de campaña, “desconvocan” actos, como las tradicionales manifestaciones del movimiento obrero y popular del 7 de septiembre, el “ Grito de los Excluidos”, para no polarizar con actos bolsonaristas. Saben que los jóvenes y trabajadores en movimiento y organizados son un inconveniente para el gobierno que preparan, de unidad nacional con la burguesía y para la burguesía.
El PSOL [Partido Socialismo y Libertad] podría y debería jugar un papel en estas elecciones, posicionándose como una alternativa de izquierda visible, independiente de la burguesía y combatiendo a Bolsonaro. Sin embargo, la mayoría de la dirección del partido optó por seguir al PT y Lula, y por primera vez no lanzó una candidatura propia a la presidencia, al gobierno y al Senado en diferentes estados, incluso apoyando a candidatos de partidos burgueses, como Freixo, ahora del PSB [Partido Socialista Brasileño], en Río de Janeiro. También aprobó la federación electoral con la Red de Sustentabilidad. El PSOL, al igual que el PT y el PCdoB [Partido Comunista de Brasil], avanza hacia la disolución del carácter de clase del partido.
Las campañas de Izquierda Marxista y la lucha por un programa revolucionario
La Izquierda Marxista [Esquerda Marxista], comprendiendo la necesidad de la unidad del proletariado frente al enemigo común, el movimiento y la lucha que las masas están librando en estas elecciones, reafirma su posición de votar por Lula para derrotar a Bolsonaro. Sin embargo, también reafirmamos que este es un voto crítico, condenando las alianzas de Lula con la burguesía, la inaceptable presencia de Geraldo Alckmin como vicepresidente y el programa de mantenimiento del orden capitalista y sumisión a los intereses imperialistas. Un voto crítico que también alerta sobre lo que se prepara en un gobierno de unión nacional con la burguesía, explicando la necesidad de fortalecer la organización y la movilización independiente del proletariado para los combates que se preparan.
Estamos en la campaña para derrotar a Bolsonaro, con la acción de los militantes y nuestras candidaturas en los estados, presentando un manifiesto de combate al capitalismo y lucha por el socialismo, acompañado de una plataforma revolucionaria, con un conjunto de demandas con las necesidades históricas inmediatas y centrales. de la clase obrera. (Conoce el manifiesto, la plataforma y los candidatos)
Este programa parte del impago de la deuda pública interna y externa fraudulenta. El pago de intereses y amortización de esa deuda, solo en 2021, consumió R$ 1,96 billones, correspondientes al 50,78% del presupuesto federal ejecutado el año pasado. Para comparar, la inversión en salud realizada en 2021 fue del 4,18% y, en educación, del 2,49% del presupuesto (datos compilados por la Auditoría Cidadã da Dívida). Los impuestos, en su mayoría pagados por el proletariado en el consumo, se endeudan para abastecer las arcas del capital financiero internacional.
Nuestro programa reivindica educación y salud pública y gratuita para todos. El argumento de la burguesía de la falta de recursos públicos para estos fines, la necesidad de un límite de gastos, se desenmascara con el desvío de recursos a bancos y especuladores con el pago de la deuda antes mencionada. ¡Una deuda que no fue hecha por el pueblo y que, aun siendo pagada año tras año, sigue creciendo, alcanzando hoy la marca de R$ 7,64 billones!
Contra el desempleo y los precios altos, exigimos seguro de desempleo para todos los desempleados, estabilidad laboral y ajuste automático mensual de salarios según la inflación.
La renacionalización de empresas privatizadas, la nacionalización de empresas que cierran o realizan despidos masivos, la ampliación de servicios y obras públicas, favorecería la creación de nuevos puestos de trabajo para combatir el desempleo, que, en realidad, es muy superior a las tasas de los funcionarios del Instituto Brasileño sw Geografía y Estadísticas (9,3% en el 2º trimestre de 2022), ya que este dato no considera a los que dejaron de buscar trabajo y a los trabajadores informales, como los trabajadores de aplicaciones. Los trabajadores no quieren migajas (Bolsa Família o Auxílio Brasil), los trabajadores necesitan trabajo, salario digno y derechos.
En cuanto a la legitimidad de anular las privatizaciones realizadas, vale recordar el caso escandaloso de la privatización de la Compañía Vale do Rio Doce, realizada en 1997, por el gobierno de FHC [Fernando Henrique Cardoso, presidente de Brasil 1995-2002]. El control pasó al sector privado por R$ 3,3 mil millones, pero en ese momento estaba valorado en R$ 12,5 mil millones (aún ese valor subestimado), ¡hoy está valorado en R$ 452 mil millones! Esta bondad al patrimonio público continuó en los siguientes gobiernos, Lula y Dilma no cancelaron las privatizaciones anteriores y avanzaron en otras nuevas, principalmente de carreteras, aeropuertos, hidroeléctricas y la mayor privatización en valores brutos, con la subasta de Campo de Libra. El gobierno de Bolsonaro, obviamente, avanzó en privatizaciones, como la de Eletrobras este año, dejando en la mira a otras, como la de los Correos.
Luchamos por la vivienda para todos y, por ello, estamos a favor de congelar el valor de los alquileres, prohibir los desahucios por impago de alquileres y expropiar los edificios y suelos ocupados. ¡Seguimos luchando por una verdadera reforma agraria que debe pasar por la expropiación y nacionalización de la agroindustria y el latifundio, bajo el control de los trabajadores!
Nuestro programa plantea la necesidad de retomar las pensiones públicas y solidarias, el retorno a la regla anterior a las reformas iniciadas por FHC. Defendemos que el trabajador varón puede jubilarse a los 35 años de trabajo y la mujer a los 30 años de trabajo. Se debe considerar el tiempo de trabajo y no solo el tiempo de cotización al INSS [Instituto Nacional de Seguridad Social], como se estableció en 1998. Estamos en contra de las normas que consideran la edad para el cómputo de la jubilación, como el factor de seguridad social (desde 1999) o las fórmulas que suman la edad. y tiempo de cotización. Los trabajadores más pobres son los que empiezan a trabajar antes y no pueden ser sancionados por hacerlo. Estamos, por tanto, por el fin de la edad mínima de jubilación, tal y como establece la última reforma de Bolsonaro.
Luchamos por la derogación de todas las reformas laborales que quitaron derechos conquistados, con énfasis en la reforma de 2017 impulsada por [Michel] Temer [Presidente de Brasil 2016-2018], que amplía la tercerización (permitiendo también la contratación de trabajadores como Personas Jurídicas, sin derechos), regula el trabajo parcial e intermitente, el teletrabajo, divide las vacaciones e instituye el predominio de la negociación entre empleador y empleado por encima de la ley, convirtiendo a los trabajadores en rehenes de las presiones en el lugar de trabajo.
También estamos por la revocación del fondo partidario y electoral, ese escandaloso desvío de recursos públicos para apoyar partidos y campañas electorales. Solo para las elecciones de 2022, se asignan R$ 4,9 mil millones a los partidos. Dinero que va a los candidatos burgueses y a cooptar a candidatos y partidos de izquierda, llevándolos a abandonar la autosuficiencia militante de las organizaciones obreras, haciéndolas dependientes de la financiación estatal.
Para que todo esto sea una realidad, obviamente, el primer paso es derrotar a Bolsonaro y derrocar a su gobierno. Pero esta lucha debe estar indisolublemente ligada a la lucha contra el capitalismo y por la constitución de un verdadero gobierno obrero, sin patrones ni generales, que abra el camino al socialismo. Este no es un sueño utópico, es la tarea necesaria para detener el camino hacia la barbarie, en Brasil y en el mundo.
Un nuevo mundo debe surgir de las cenizas y la podredumbre del régimen capitalista. Un mundo basado en la propiedad colectiva de los medios de producción, en la democracia obrera, un mundo libre de las ataduras capitalistas que haga posible un salto en el desarrollo humano. Construir este nuevo mundo, ladrillo a ladrillo, día a día, fortaleciendo la conciencia y la organización de los jóvenes y trabajadores para las luchas venideras, esa es la tarea de la Izquierda Marxista, la sección brasileña de la Corriente Marxista Internacional. ¡Únetenos!
Fuente: Esquerda Marxista
Traducción: Rumbo Alterno