El pasado 19 de junio de 2022 culminaron dos procesos electorales en países muy distintos: Francia y Colombia. En ambos países se celebraron segundas vueltas electorales: en Francia las legislativas y en Colombia las presidenciales. Ambas experiencias ofrecen importantes lecciones para Puerto Rico y los esfuerzos de la izquierda progresista por continuar creciendo y fortaleciéndose en los ámbitos electorales, políticos, ideológicos y sociales. En términos operacionales, posiblemente la experiencia francesa ofrece más lecciones, mientras que la colombiana es la más cercana a nuestra realidad actual.
Francia: Desarrollos Electorales Recientes
Entre presidenciales y legislativas, Francia acaba de terminar un ciclo electoral compuesto por cuatro votaciones. En abril de 2022, se celebraron las dos vueltas presidenciales. Ahora en junio de 2022 culminaron las dos vueltas legislativas. Por su importancia, debemos indagar en cada uno de estos eventos separadamente.
Como puede apreciarse, Francia tiene un sistema de doble vuelta tanto para sus elecciones presidenciales como para las legislativas. En cuanto a las legislativas, este país se divide en 577 distritos representativos, cada uno con un(a) delegado(a). Es decir, aunque no existe un modelo de representación proporcional, al menos han incorporado el mecanismo de doble vuelta, de forma que nadie sea electo(a) con una mera pluralidad como ocurre en Puerto Rico.
Actualmente, en Francia existen tres bloques electorales principales: (1) la izquierda popular, (2) el centro neoliberal, y (3) el nacionalismo de ultraderecha. En un sistema de doble vuelta, cuál de estas dos fuerzas llegan en las primeras dos posiciones será crucial. Una cuarta fuerza significativa, la derecha tradicional, ha perdido fuerza en años recientes y se encuentra exprimida entre el centro neoliberal y la derecha nacionalista.
Los bloques neoliberales y ultraderechistas están más o menos consolidados. El centro neoliberal a partir de la figura del Presidente actual, Emanuel Macrón, y su partido-alianza (Renacimiento-Juntos). La derecha ultranacionalista se articula principalmente alrededor del Reencuentro Nacional, de origen neofascista. Para las elecciones presidenciales de abril de 2022, la izquierda popular estaba considerablemente fragmentada y golpeada.
El partido histórico de la clase trabajadora francesa, Partido Comunista (PCF), lleva por décadas sufriendo de erosiones en su apoyo electoral, en parte por su apoyo a gobiernos socialistas moderados que terminaron asumiendo un giro neoliberal. El partido principal de la izquierda, el Socialista (PS), ha quedado diezmado tras el desastroso gobierno de François Hollande, quien gobernó con un programa abiertamente neoliberal. Macrón, un exministro socialista, abandonó dicho partido y formó una nueva colectividad hacia la derecha que arrasó en las elecciones legislativas en el 2017. La izquierda revolucionaria francesa, cuyo referente reciente ha sido el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), no ha logrado trascender sus limitaciones electorales históricas y ha estado plagada por divisiones y escisiones. Por último, debemos mencionar la existencia del Partido Ecologista Los Verdes (EELV), el que ha oscilado entre posiciones liberales y más de izquierda a través de los años.
Pero más recientemente surgió una nueva fuerza electoral de izquierda radical, organizada alrededor de Jean-Luc Mélenchon, quien abandonó el Partido Socialista hace varios años por diferencias con su giro neoliberal. Tras fundar primero el Partido de Izquierda (PG), este optó por crear un movimiento más amplio y diverso llamado la Francia Insumisa (LFI).
Lo anterior supone dos polos distintos al interior de la izquierda francesa: el Partido Socialista debilitado por su pasado neoliberal y la La Francia Insumisa ascendente con un discurso populista de izquierda. El PCF oscila entre apoyo a ciertas candidaturas regionales del PS y apoyo a Mélenchon en sus aspiraciones presidenciales anteriores. Cabe destacar que en las elecciones presidenciales de 2012 y 2017, Mélenchon obtuvo 11% y 19% respectivamente. En ambas ocasiones, fue apoyado por el PCF y se enfrentó a una candidatura del PS y el NPA.
En las elecciones presidenciales de 2022, la izquierda fue completamente dividida. El diezmado PS, las organizaciones trotskistas (LO y NPA) y los Verdes presentaron candidaturas. Por primera vez en años, el PCF rompió su alianza con LFI y presentó su propia candidatura presidencial. Mélenchon fue nominado nuevamente por el LFI.
Los resultados de la primera vuelta fueron significativos. Mélenchon fue el gran ganador en la izquierda, obteniendo un 22% de los votos, su resultado más alto de todos sus intentos previos. El resto de la izquierda quedó considerablemente rezagado (LO 0.5%, NPA 0.75%, Partido Socialista 1.75%, PCF 2.25%, Verdes 4.50%). Tristemente, el resultado obtenido por el PCF –aliado histórico de Mélenchon en las presidenciales- era más que suficiente como para haber permitido a este llegar a la segunda vuelta. No obstante, la división en la izquierda permitió que Marine Le Pen, candidata de la ultraderecha nacionalista, llegara a la segunda vuelta, tras aventajar a Mélenchon por poco más de 1%.
La segunda vuelta presidencial, pues, fue entre Macrón del centro neoliberal y Le Pen de la derecha ultranacionalista. La izquierda popular optó mayormente por la abstención o un voto protesta por Macrón para evitar el triunfo de la ultraderecha. Debido a esto, Macrón derrotó a Le Pen por un margen significativo, aunque considerablemente menor a años anteriores cuando la ultraderecha llegaba a segunda vuelta.
El hecho de que la segunda vuelta presidencial fue luchada entre el centro neoliberal y la ultraderecha nacionalista pudo haber llevado a la izquierda a mayor división, sectarismo y desmoralización. Pero lo contrario ocurrió.
Animados por el gran apoyo electoral obtenido por Mélenchon en la primera vuelta, este y su partido (LFI, cuyo vehículo electoral era la “Unión Popular”), hicieron una convocatoria al resto de la izquierda para aliarse de cara a las elecciones legislativas a celebrarse en junio de 2022. Esto, con varios objetivos: (1) evitar una repetición de las presidenciales en las que el tablero fue dominado por el centro neoliberal y la derecha ultranacionalista, (2) fortalecer el bloque de la izquierda popular para evitar el fortalecimiento de Macrón, quien todo indicaba triunfaría cómodamente en las legislativas.
En cuestión de pocas semanas, La Francia Insumisa logró persuadir al Partido Comunista Francés y a los Verdes. La gran interrogante era el Partido Socialista. Primero, por su pasado reciente neoliberal. Segundo, por su fortaleza organizativa a nivel local que sigue siendo significativa. Al final, el liderato socialista optó por unirse a la alianza. Debemos recordar que gran parte del sector neoliberal y conservador del PS se desprendió de ese partido en el 2017 para unirse a Macrón. El remanente del PS optó por alinearse con el resto de la izquierda. Esta movida no estuvo libre de controversia. La izquierda revolucionaria, particularmente el NPA, optó por no unirse a la alianza en protesta por la inclusión del PS. El NPA optó por apoyar individualmente algunas de las candidaturas de la nueva alianza.
El resultado fue la Nueva Unión Popular, Ecologista y Social (NUPES). El nombre de la nueva colectividad recoge su diversidad interna. Cada una de las organizaciones participantes retuvo el derecho de formar su propio grupo parlamentario por separado, pero acordaron un programa único entre ellos. En términos de estrategia electoral, el NUPES optó por nominar una sola persona por distrito representativo, proveniente de la colectividad individual correspondiente. Es decir, si en determinado distrito se escogía la candidatura del Partido Comunista, los socialistas, verdes e insumisos retirarían sus candidaturas propias y apoyarían al del PCF desde la primera vuelta. De esta forma, se evitaba que ocurriera lo que pasó en las presidenciales: que ninguna candidatura de izquierda llegar a la segunda vuelta y el electorado tuviese que escoger entre votar por el centro neoliberal o la ultraderecha nacionalista.
La estrategia funcionó. El NUPES logró llegar a segunda vuelta en aproximadamente 400 de los 577 distritos representativos. En la mayoría de los casos se enfrentaría a candidaturas provenientes del partido de Macrón, pero también incluía varias contiendas contra le ultraderecha.
La campaña del NUPES estaba dirigida hacia la victoria electoral. A pesar de saber que era una montaña empinada, la campaña del NUPES no se limitó a plantear “lleguemos en un sólido segundo lugar”, “mejoremos el resultado”, etc. Por el contrario, el llamado constante fue a convertir las elecciones legislativas en un tipo de tercera vuelta presidencial (esta vez, entre izquierda y centro) con la propuesta de que, en caso de obtener la mayoría legislativa, Mélenchon sería nombrado Primer Ministro de Francia. Esto, a pesar de que el desenlace más probable no sería una victoria de la izquierda. Pero al hacer campaña hacia la victoria, lograron un resultado mejor a que si hubieran hecho una campaña con un discurso derrotista.
Al final, los partidos que componen el NUPES obtuvieron, aproximadamente, 150 escaños legislativos, a lo que debemos añadir una veintena de escaños de otras fuerzas de izquierda aliadas de alguna manera u otra al NUPES. Esto, en comparación con los comicios de 2017, cuando los partidos de izquierda, compareciendo individualmente a las elecciones, solamente obtuvieron 72 escaños. Es decir, al aliarse en la NUPES y competir para ganar, la izquierda duplicó su representación legislativa, hasta el punto que, combinadamente, constituyen el principal bloque de oposición en el parlamento francés. Se trata de una manifestación inequívoca del efecto multiplicador.
Durante las próximas semanas y meses observaremos eventos como parte del desarrollo del NUPES: ¿se consolidará como entidad o se mantendrá como una alianza electoral que otorga absoluta independencia organizativa a sus integrantes? ¿Actuarán de forma concertada en la legislatura o generarán choques entre ellos, por ejemplo, en cuanto a cómo interactuar con el gobierno de Macrón?
Lecciones para Puerto Rico
Primero, la importancia de reconocer el momento histórico que necesita espacios de convergencia entre los sectores progresistas y antineoliberales, rechazando así los sectarismos pequeños. No es momento para pensar en nuestros pequeños feudos o kioskos, sino en la oportunidad histórico de proveer a Puerto Rico, por primera vez en su historia moderna, un gobierno alternativo de corte claramente progresista y antineoliberal.
Segundo, que estos espacios de convergencia no se pueden construir con purismos o recriminaciones. No hay duda de que hemos tenido diferencias en el pasado. Pero eso no puede ser razón para no pensar en el futuro. Por ejemplo, como vimos, si el PCF hubiese apoyado a Mélenchon en la primera vuelta presidencial, este hubiese logrado pasar a la segunda vuelta, en vez de la ultraderecha. Pero Mélenchon no reaccionó atacando al PCF, sino convocándolo a construir una alianza electoral para las legislativas. Se trata de una lección crucial para Puerto Rico.
Tercero, el impacto político de (1) aunar esfuerzos entre sectores antineoliberales y prograsistas contra el bipartidismo tradicional y la ultraderecha puertorriqueña, y (2) de llevar a cabo una campaña con energía y entusiasmo, apostando a la victoria.
Cuarto, y en el contexto específico de la estructura legislativa/electoral francesa, la posibilidad de consensuar una sola candidatura por distrito legislativo. Como vimos, el acuerdo del NUPES era identificar una sola candidatura por distrito, de forma que los demás partidos retiraran las suyas y apoyaran dicha candidatura concertada. En Puerto Rico esto podría ocurrir tanto en los distritos representativos (identificando qué fuerza o partido nominará la candidatura consensuada, por lo que los demás partidos dejarían esa columna en blanco para enfocar los votos en un solo lugar) y en los distritos senatoriales (haciendo lo mismo, pero con dos candidaturas de dos fuerzas distintas, en la que una solamente nominaría una persona, dejando el segundo espacio vací0).
Quinto, que las alianzas no suponen fusiones o integración. Por el contrario, se fortalecen manteniendo y respetando la identidad organizativa e ideológica de cada una de las fuerzas. Como vimos, en Francia cada uno de los integrantes del NUPES tendrá su propia delegación legislativa. Algo similar podría ocurrir en Puerto Rico. Lo importante es coincidir en un programa mínimo compartido que se presente ante el electorado y se cumpla posterior a las elecciones. No tengo duda que las fuerzas progresistas en Puerto Rico –las que ya están cooperando sustancialmente en el trabajo legislativo– podemos llegar a este tipo de acuerdo.
Colombia: Desarrollos Electorales Recientes
La historia de Colombia es altamente compleja. No hay forma de resumirla responsablemente en estos momentos. Desde una guerra civil que duró décadas, dictaduras, golpes, asesinatos políticos, procesos complejos de paz, izquierdas asediadas, entre otras, los factores a considerar con enormes. Por razones de espacio, me limitaré a los asuntos más recientes.
Por décadas, Colombia fue gobernado por un bipartidismo tradicional, compuesto históricamente por los Partidos Conservador y Liberal. Nunca había tenido un gobierno que se pudiera caracterizar como de “izquierda”. Esto, a pesar de tener una Constitución (1991) altamente progresista. Se trata de una situación un tanto análoga a Puerto Rico.
A su vez, la izquierda y los movimientos sociales fueron blancos por décadas de violencia sistemática, incluyendo un alto número de asesinatos políticos. A esto debemos añadir el complejo proceso de paz que resultó la eventual desmovilización de las FARC, el movimiento guerrillero más significativo y longevo en América Latina. Por décadas, la izquierda tuvo que enfrentarse a divisiones, estrategias mutuamente excluyentes, violencia estatal, invisibilidad mediática y una campaña de demonización constante.
También similar a Puerto Rico, Colombia experimentó un periodo de explosión social retando el sistema neoliberal. Mientras Puerto Rico tuvo su Verano del ’19, en Colombia este proceso se vivió en el 2021. Esto generó una fuerza social significativa que culminó, en términos electorales, en el Pacto Histórico. Esta alianza agrupa a unas veinte organizaciones progresistas colombianas, desde fuerzas de centro-izquierda (Alianza Democrática Amplia) a sectores de corte revolucionario (Unión Patriótica). Su objetivo compartido es una ruptura con el bipartidismo neoliberal desde una perspectiva antineoliberal y progresista. Se trata de una alianza plural y diversa que logró, simultáneamente, deshacerse del dogmatismo sin claudicar sus propuestas transformadoras.
En las elecciones legislativas de marzo de 2022, el Pacto Histórico se convirtió en la principal fuerza parlamentaria con 16 escaños en la cámara alta y 27 escaños en la cámara baja. En las elecciones presidenciales, el candidato del Pacto, el exguerrillero y exalcalde de Bogotá, Gustavo Petro, llegó en primer lugar en la primera vuelta con un 40% de los sufragios. El candidato del establishment conservador fue relegado a la tercera posición. El segundo lugar correspondió a un exalcalde nominado por una fuerza ideológicamente amorfa. A pesar de que los partidos de derecha apoyaron su candidatura en la segunda vuelta, fue Gustavo Petro quien resultó victorioso, obteniendo más de 11.2 millones de votos.
Lecciones para Puerto Rico
El Pacto Histórico recibió un apoyo significativo de mujeres, jóvenes y el campesinado colombiano. Se trata del tipo de alianza progresista de país que, hemos visto, ha sido electoramente exitoso en América Latina, incluyendo un país históricamente conservador como Colombia. En Puerto Rico, hemos visto un fenómeno similar en los avances electorales de, por ejemplo, el MVC y el PIP. Se trata de construir fuerza social basado en las mayorías y los sectores más golpeados por la austeridad neoliberal.
Otra importante lección es la importancia de movilizar el electorado propio y, a la misma vez, intentar ampliar el apoyo. Es decir, no se trata de una estrategia mutuamente excluyente. Hace falta enfatizar el apoyo propio –particularmente de aquellos sectores que han abandonado el proceso electoral- con continuar el proceso de romper la hegemonía del bipartidismo sobre ciertos sectores de la sociedad.