El régimen sirio se ha derrumbado. Bashar al-Assad ha huido del país. Su ejército se ha desarmado y su gobierno ha capitulado. Las prisiones han sido invadidas y miles han sido liberados. Mientras tanto, miles de sirios han salido a las calles para celebrar.
El vacío de poder lo están llenando las milicias locales y los señores de la guerra que han tomado el control de diferentes localidades en todo el país. Las milicias drusas se han apoderado de Sweida y localidades cercanas en el sur. Las milicias apoyadas por Estados Unidos en Al Tanf están avanzando hacia el centro del país, y las milicias iraníes se han retirado de Deir Ezzor, entregando el control a los combatientes kurdos del SDF [Fuerzas Democráticas Sirias]. Mientras tanto, las fuerzas rusas se han retirado a las zonas costeras occidentales junto con los restos de las fuerzas de Assad.
Sin embargo, a pesar de todo lo que se dice de un gobierno de transición inclusivo, es el islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS) quien ha surgido innegablemente como la fuerza dominante en Siria hoy. Lo que aparentemente comenzó como una operación militar limitada en el campo de Alepo por parte del grupo se convirtió rápidamente en la desarticulación del ejército y el Estado sirios en su conjunto. Para su propia sorpresa, así como la de sus patrocinadores en Ankara [Turquía], la embestida islamista atravesó Siria con facilidad.
Por ahora, las emociones son altas en el Medio Oriente. Muchos se regocijan por la caída de Assad, mientras que otros se desesperan por el regreso de los reaccionarios islamistas y la perspectiva de una mayor inestabilidad por venir. Sin embargo, nuestra tarea como revolucionarios comunistas, para repetir las palabras de Spinoza, no es ni reír, ni llorar, sino comprender.
Los islamistas que han ocupado el país llevan luchando sin éxito contra el régimen durante catorce años. Ahora lo lograron en diez días. Nadie esperaba esto. Esto requiere una explicación. ¿Qué fuerzas han estado detrás del desmoronamiento en Siria?
Una vez más sobre los “rebeldes” sirios
Es difícil no taparse la nariz cuando se lee la prensa occidental sobre Siria. Los mismos medios que denuncian regularmente la “barbarie” de grupos como Hamas y Hezbolá, y que elogian con orgullo el régimen manchado de sangre de Israel como la “única democracia en Oriente Medio”, todavía retratan a HTS y a sus aliados en los términos más respetables e incluso inspiradores como “rebeldes”.
A estos “rebeldes” se los llamó en su día “rebeldes moderados” por Occidente. A menudo hemos preguntado, “¿moderados en relación con qué?” Esa pregunta nunca fue respondida. Lo que se quiso decir era que estos eran grupos yihadistas islamistas que se suponía eran “más moderados” que los locos del Estado Islámico que devastaron Irak y Siria entre 2014 y 2019.
En realidad, el HTS tiene sus raíces en ese mismo Estado Islámico (EI) y la red islamista internacional Al Qaeda. Sus diferencias con el EI son de carácter meramente táctico, mientras que en todas las cuestiones de principios, comparten la misma ideología reaccionaria. Surgió en el seno de grupos islamistas armados y financiados por los Estados Unidos, Turquía, Arabia Saudita y otros estados del Golfo durante la guerra civil de ocho años que comenzó en 2012.
Occidente presenta a los grupos armados que ahora toman el poder como “rebeldes”, pero ellos y su líder Mohammad al-Jolani provienen de la misma estirpe de grupos yihadistas que Al Qaeda e ISIS / Imagen: Departamento de Estado de EE. UU., Wikimedia Commons
Tras aplastar toda oposición real dentro del campo islamista, el grupo y su líder Abu Mohammad al-Jolani ascendieron al poder en la provincia noroccidental de Idlib, donde el movimiento fue aislado por las fuerzas de Assad y sus aliados. Allí sobrevivió únicamente gracias a la protección militar y el apoyo económico de Turquía.
Pero con la guerra de Israel en Gaza y el Líbano absorbe una gran parte de los recursos iraníes y de Hezbolá, y la guerra en Ucrania desvía la atención rusa, está claro que los islamistas vieron su oportunidad de avanzar y ocupar más territorio. El presidente turco Erdogan vio esto como una oportunidad más para expandir su influencia en Siria, para la que durante mucho tiempo ha tenido grandes planes.
Erdogan siempre ha tenido ambiciones de dominar Siria y el norte de Irak en la forma de un renacimiento neo-Otomano. También es hostil a las fuerzas kurdas vinculadas al PKK [Partido de Trabajadores de Kurdistán] que controlan el noreste de Siria, con el apoyo de los Estados Unidos y la colaboración del régimen de Assad. Al mismo tiempo, se enfrenta a una crisis económica en su país y pretende devolver a millones de refugiados sirios a los que el régimen de Assad no aceptaría. Por ello, al ver a los rusos e iraníes distraídos en otros lugares, dio luz verde a HTS.
Sin embargo, no hay toda duda que la CIA y el Mossad también habrían sabido sobre los preparativos para la ofensiva y la habrían apoyado de manera tácita o activa. “Nadie sabe si Irán y el régimen se habrían debilitado sin los recientes ataques israelíes en Siria, que nos han permitido regresar y liberar las tierras y el país”, dijo una fuente de HTS a los medios israelíes. Sin la implacable guerra militar y económica contra Irán y sus aliados en la región, ninguno de los eventos de las últimas dos semanas habría ocurrido.
Intervención imperialista
Los islamistas secuestraron la incipiente revolución siria de 2011, un hecho que inicialmente salvó al régimen. Frente al terror del fundamentalismo islámico, los sirios se unieron en torno Assad, que fue apoyado por milicias alineadas con Irán y por la fuerza aérea rusa. Ahora, las mismas fuerzas yihadistas evocan pasividad o incluso son bienvenidas entre grandes capas de la población. ¿Cómo puede ser eso?
Como hemos explicado antes, Siria era, hasta hace poco, una de las sociedades más avanzadas de Oriente Medio. Tras erradicar el capitalismo en los años setenta a través de un peculiar proceso de desarrollo, alcanzó altos niveles de industrialización y modernización, así como altos niveles de cultura y bienestar que lo diferenciaron de la mayoría de sus vecinos.
Fue la introducción de una economía de mercado en la década de 1990 la que hizo que la pobreza y el desempleo volvieran a infiltrarse en el tejido social. Junto con el impulso externo de la revolución árabe general esta fue, en última instancia, la base socioeconómica de la revolución siria de 2011.
La insurgencia yihadista alimentada por Occidente y la consiguiente guerra civil empeoraron drásticamente la situación. Más de medio millón de personas murieron, y más de la mitad de los 21 millones de habitantes que tenía el país antes de la guerra tuvieron que huir de sus hogares, ya sea a otras regiones o a países vecinos. Una generación entera quedó destrozada y a la deriva.
Mientras tanto, la industria fue diezmada, al igual que la infraestructura vital, y Siria quedó dividida en partes controladas por diferentes potencias imperialistas, dejando al régimen aislado de las antiguas tierras agrícolas y campos petroleros. El PIB de Siria se redujo en más de la mitad entre 2010 y 2020. La dislocación de la economía fue devastadora.
Presión de la posguerra
El imperialismo occidental, en general, perdió la guerra civil. Los yihadistas quedaron aislados en el extremo noroeste del país, sobreviviendo solo bajo la protección del imperialismo turco. Estados Unidos mantuvo una débil base militar en Al Tanf en el sur y estableció un patrocinio sobre las fuerzas kurdas en el noreste. Pero todas las principales ciudades y áreas industriales permanecieron en manos de Assad.
Sin embargo, Occidente, al ver a Siria como una nación hostil respaldada por Irán, impuso una serie de sanciones despiadadas al país con el objetivo de evitar su reconstrucción. Además de las armas, las sanciones se centraron en las importaciones de energía, el desarrollo de infraestructuras y las transacciones financieras, pilares fundamentales de la economía. En marzo de 2022, el país era el tercer régimen más sancionado del mundo.
Mientras tanto, desastre se acumuló sobre desastre en Siria, primero en forma de la crisis bancaria libanesa, en parte debido a las sanciones estadounidenses, la pandemia de COVID-19, sequías desastrosas y un devastador terremoto en Alepo en 2023.
Un informe del Banco Mundial pinta un panorama desolador de la situación:
“La situación económica de Siria continuó empeorando en 2023. La actividad económica, medida a partir de las emisiones de luz nocturna, disminuyó un 1,2 % interanual, especialmente a lo largo de las fronteras occidentales de Siria, en parte debido al debilitamiento de la actividad comercial. Los datos sobre la quema de gas nocturno también muestran una caída interanual del 5,5 % en la producción de petróleo, en parte debido a los daños en la infraestructura relacionados con el terremoto y los conflictos. A pesar de un repunte en la producción agrícola debido a la mejora de las condiciones climáticas en 2023 (desde el mínimo casi histórico en 2022), el conflicto ha afectado gravemente al sector agrícola, con el desplazamiento masivo de agricultores y los grandes daños a la infraestructura y los sistemas de riego que han provocado una disminución en los rendimientos de los cultivos. Las interrupciones relacionadas con los conflictos también han afectado gravemente al comercio exterior. El colapso de la producción industrial y agrícola nacional aumentó la dependencia de Siria de las importaciones. La dependencia de las importaciones de alimentos, aunque ya era un problema antes de 2011, también se ha intensificado con el conflicto. En 2023, la libra siria se depreció sustancialmente en un 141% frente al dólar estadounidense, mientras que se estima que la inflación de los precios al consumidor aumentó en un 93 %, exacerbada por los recortes de subsidios gubernamentales. A medida que la economía se desacelera, los ingresos fiscales continúan disminuyendo. En respuesta, las autoridades han reducido aún más el gasto, con recortes particularmente bruscos en el gasto de capital, y continúan limitándose los programas de subsidios”.
Detrás de estas cifras existe una sociedad en la que se ha erosionado en gran medida la base de una vida civilizada. El orgulloso pueblo sirio se ha visto reducido, en gran medida, a vivir una existencia miserable y desamparada. Más de la mitad de ellos están desempleados, y más del 90 por ciento vive por debajo del nivel de pobreza, sobreviviendo con menos de 2 dólares al día. Según una encuesta de 2023, alrededor del 11 por ciento de las familias en el área de Alepo informaron que sus hijos estaban ocupados en diversos trabajos, principalmente debido a la insuficiencia de ingresos familiares.
Las huellas sangrientas del imperialismo están por todo el país y han hecho que la vida sea insoportable para millones de personas en Siria, como lo han hecho en otras partes de la región.
El régimen de Assad y sus patrocinadores
El capitalismo sirio no podía proporcionar una salida a este callejón sin salida. La corrupción y la decadencia rampantes infestaban al Estado sirio, que se había convertido en un fantasma sostenido solo por el apoyo militar iraní y ruso. A los soldados apenas se les pagaba, los oficiales gobernaban caprichosamente sin lealtad al país o a su ejército, y los funcionarios estatales saqueaban recursos sin cesar. La gente miraba los resultados luego de una década de guerra civil y no encontraba nada que celebrar. Como me dijeron hoy nuestros camaradas sirios: “La gente estaba desesperada, y nadie estaba dispuesto a defender a Assad”.
La victoria de los islamistas no tiene nada que ver con la fuerza de su parte, sino más bien con la extrema podredumbre y debilidad del régimen de Assad. Como una manzana podrida, cayó a la más mínima sacudida.
He aquí un ejemplo de lo que ocurre cuando la lucha contra el imperialismo permanece confinada dentro de los límites del capitalismo. Los planes del imperialismo estadounidense para someter a Siria fueron derrotados. Pero la clase capitalista siria se mostró completamente incapaz de resolver los problemas del país. Por el contrario, encontró más rentable robarle a las masas que desarrollar la sociedad y mejorar los niveles de vida. Este fracaso no se debe a la mala voluntad o incompetencia del régimen, sino a la naturaleza del capitalismo en su época actual.
Rusia e Irán, que durante mucho tiempo se han presentado como antiimperialistas y defensores de una Siria secular, se retiraron sin luchar. Las fuerzas rusas se retiraron a la costa para defender sus bases navales e instalaciones militares. Las milicias iraníes se retiraron a Irak.
El régimen de Assad fue sostenido por Irán y Rusia. Su caída demuestra, en primer lugar, que estas naciones defienden sus propios intereses, no los del pueblo sirio, y en segundo lugar, que la resistencia al imperialismo basada en el apoyo a los regímenes capitalistas termina en desastre / Imagen: kremlin.ru
Esto revela las limitaciones de Rusia como potencia mundial, demasiado extendida para luchar en dos frentes: Ucrania y Siria. Irán también ha sufrido claramente un golpe después de un año de conflicto con Israel y el Occidente. Además, dado el estado de ánimo hostil contra el gobierno, intentar mantener el control sobre Siria por la fuerza armada habría corrido el riesgo de que ambas naciones fueran vistas como potencias ocupantes. Se habrían visto envueltos por una nueva insurgencia más poderosa.
Al final, el viejo dicho de Lord Palmerston demostró ser cierto: “Las naciones no tienen amigos permanentes, ni enemigos permanentes, solo intereses permanentes”. Los intereses de Irán y Rusia en Siria eran los de sus respectivas clases capitalistas, no los de las masas de Siria o del Medio Oriente en general.
La lucha contra el imperialismo
Ahora ha comenzado un nuevo juego cínico para el reparto de Siria y de la región en su conjunto. Las guerras de Israel respaldadas por Occidente, contra Gaza y el Líbano han trastocado el frágil equilibrio que acababa de surgir en Oriente Medio. Es imposible predecir la dirección de las fuerzas que ahora están en movimiento.
Turquía ha salido claramente más fuerte, mientras que Irán y Rusia se han debilitado. Esto probablemente envalentonará a las fuerzas antiiraníes en Irak y el Líbano, las cuales siguen siendo muy inestables. También hay material inflamable en Jordania, el Golfo y Egipto, esperando una chispa que lo incendie.
Es un testimonio del cinismo extremo de los imperialistas que prefieren arrastrar la región por el camino de la barbarie antes que ceder su dominio sobre ella. Hasta que esta fuerza reaccionaria sea erradicada, continuará propagando su veneno por todo el Medio Oriente y más allá.
La lección que las masas sirias pagarán muy cara en el próximo período, es que las masas no pueden confiar en ningún régimen capitalista para defender sus intereses en la lucha contra el imperialismo. Solo pueden confiar en su propio poder y en el de millones de trabajadores y pobres en la región y de otros lugares. Todos sufren bajo la crisis del capitalismo, que ha demostrado ser un callejón sin salida total para la sociedad.
La lucha contra la pobreza y la miseria, y contra el atraso y el imperialismo solo puede tener éxito como una lucha contra la clase capitalista y su sistema en su conjunto. La revolución siria y la revolución de Oriente Medio triunfarán como una revolución socialista liderada por los propios trabajadores y campesinos, o no triunfará en absoluto.
Fuente: In Defence of Marxism
Traducción: Rumbo Alterno