La disolución de la Asamblea Nacional, el pasado 9 de junio, abrió una fase de recomposición del panorama político francés. Los procesos que maduraban lentamente bajo la superficie experimentaron una brusca aceleración.
A la derecha, la escisión de los Republicanos y Reconquête [Reconquista] es consecuencia de la nueva afluencia masiva de votantes a la RN [Reagrupamiento Nacional]: esto ha suscitado adhesiones (Ciotti, Maréchal, etc.), pero también resistencia a las mismas (Wauquiez, Zemmour, etc.). En cuanto a los supervivientes del macronismo, ya no saben qué camino tomar.
A la izquierda, la recomposición es menos espectacular, pero no es anecdótica. Para comprender su significado, hay que tener en cuenta el siguiente hecho: la polarización de clases encuentra expresión dentro de la izquierda reformista, en forma de un ala izquierda y un ala derecha, que a su vez están expuestas a presiones contradictorias. Los que no toman en consideración esto caen fatalmente en el comentario superficial: no distinguen las fuerzas sociales detrás de la “guerra de los jefes”.
Los límites de la Francia Insumisa
A raíz del 9 de junio, se produjeron dos movimientos simultáneos, a la izquierda: por un lado, la formación del NFP [Nuevo Frente Popular], que volvió a reunir el ala derecha del reformismo (Partido Socialista, Verdes, Partido Comunista Francés) y su ala izquierda (Francia Insumisa); por otro lado, una división interna en el ala izquierda, alrededor de Ruffin, Autain, Corbière y Garrido, cuya ruptura se realiza hacia la derecha.
Para comprender el significado de estos acontecimientos, es necesario comprender la dinámica global en la que tienen lugar. Sin embargo, esta dinámica fundamental no data del 9 de junio, que solo abrió una nueva fase de los procesos que llevaban años en la izquierda reformista.
En abril de 2017, los 7 millones de votos (20%) recogidos por Jean-Luc Mélenchon [FI] marcaron un cambio en el equilibrio de fuerzas la derecha y la izquierda del reformismo, en beneficio de esta última. El candidato del PS, Benoît Hamon, obtuvo sólo el 6,4% de los votos, a pesar del apoyo de los Verdes. Esto puso fin a varias décadas de dominio del PS sobre la izquierda francesa.
Las razones fundamentales de este punto de inflexión fueron aún más obvias porque tenían un carácter internacional: al igual que los éxitos de Syriza, Podemos, Corbyn y Sanders, el éxito de la FI estuvo determinado por la crisis mundial del capitalismo, la creciente polarización política y el rechazo masivo de todos los partidos, tanto de “izquierda” como de derecha, que, en el poder, aplicaban políticas de austeridad. La política reaccionaria del mandato de François Hollande, entre 2012 y 2017, dio el golpe de gracia a la antigua supremacía del Partido Socialista. Durante las movilizaciones masivas contra la primera “Ley de Trabajo” en 2016, los manifestantes gritaron una consigna inédita: «¡Todo el mundo odia al PS!».
A pesar de cinco años de oscilaciones oportunistas, la FI confirmó su dominio en la izquierda, en abril de 2022: 7,7 millones de votos para Mélenchon, es decir, el 22%, frente al 4,6% para los Verdes, el 1,7% para el PS y el 2,3% para el PCF.
Con estos resultados, los líderes de la FI podrían haber dejado claro el punto en las elecciones legislativas de junio de 2022, es decir, infligir una derrota al ala derecha del reformismo. Sin embargo, Mélenchon y sus compañeros hicieron todo lo contrario: al constituir la NUPES [Nueva Unión Popular Ecológica y Social], salvaron del naufragio los aparatos desacreditados del PS, los Verdes y el PCF. Al hacerlo, la dirección de la FI giraba a la derecha, de facto, socavando su potencial en las capas más explotadas y oprimidas de la población. La formación de la NUPES no pudo convencer a millones de jóvenes y trabajadores disgustados por las traiciones pasadas del PS, el PCF y los Verdes. Al final, esto solo podía beneficiar a Le Pen [RN] y su camarilla.
Aquí tocamos los límites clásicos -porque han sido constatados mil veces- de los líderes del ala izquierda del reformismo: precisamente porque son reformistas, y no revolucionarios, son orgánicamente incapaces de romper con el ala derecha del reformismo que, por su parte, no tiene la menor intención de romper con la burguesía. Atrapados por la idea de un enfrentamiento directo con los partidos de derecha, los líderes de la FI salvaron a los grupos parlamentarios del PS, los Verdes y el PCF, a través de la NUPES.
Como habíamos anticipado, los líderes del ala derecha de la NUPES no mostraron ninguna gratitud: una vez pasadas las elecciones legislativas de junio de 2022, atacaron a los líderes de la FI de la derecha sobre toda una serie de temas, hasta la ruptura de la NUPES a raíz del 7 de octubre de 2023. Sin embargo, estaba claro que esta ruptura no era definitiva. Como escribimos en junio de 2023: “los líderes del PS, los Verdes y el PCF […] necesitarían la NUPES -u otra forma de coalición electoral- en el supuesto de elecciones legislativas anticipadas”. Sin el NFP, es decir, sin una alianza formal con la FI, los líderes del PS, los Verdes y el PCF habrían sufrido una fuerte derrota en las elecciones del 30 de junio y 7 de julio. En este punto, el ala derecha del reformismo sigue siendo demasiado débil y demasiado desacreditada para permitirse romper con el ala izquierda: debe apoyarse en ella mientras se esfuerza por debilitarla. Y mientras el propio Mélenchon se aferra a Faure [PS], Tondelier [Verdes] y Roussel [PCF], les permitirá participar en este doble juego, a riesgo de desorientar y desmovilizar su propia base.
Una división de la derecha
Fue en este contexto general que se desarrolló un ala derecha en el liderato de la propia Francia Insumisa. Maduró lentamente hasta el 9 de junio, lo que precipitó la escisión.
¿Qué dicen François Ruffin, Clémentine Autain, Alexis Corbière, Raquel Garrido y algunos otros del ala derecha de la FI? En primer lugar, insisten en que el funcionamiento interno de la FI no es democrático. Es indiscutible: las decisiones son tomadas por un aparato que no es elegido por los militantes y, por lo tanto, no es responsable ante ellos. Al negarse a conceder la nominación a Corbière, Garrido y Simonnet (en particular), los líderes de la FI han reducido una vez más a los militantes de este movimiento a simples espectadores de una lucha fraccional que se desarrolla en la cima, en la más total opacidad.
Dicho esto, ¿cuál es la verdadera base política de esta escisión? Está muy claro: Ruffin, Autain, Corbière y sus camaradas proponen continuar y profundizar el proceso abierto por la formación de la NUPES, es decir, empujarlo hasta su conclusión lógica: el sacrificio del programa oficial de la FI -y, por cierto, de Mélenchon- en el altar de la “unidad de toda la izquierda”, cuya línea política se situaría a “medio camino” entre el ala derecha y el ala izquierda del reformismo. Esta línea “intermedia” abriría la posibilidad de una “candidatura unitaria de toda la izquierda” en las elecciones presidenciales. Candidatura que, por lo tanto, “no podría” ser encarnada por Mélenchon, pero que – ¡oh sorpresa! – podría ser Ruffin, o Autain, etc.
Lo esencial aquí es entender que las ambiciones personales de unos y otros, por ardientes que sean, permanecen subordinadas al juego de las fuerzas sociales. Para hacerse una idea, basta con observar con qué entusiasmo los periodistas reaccionarios, en su propia lucha contra Mélenchon, apoyan a Ruffin, Corbière, Autain y Garrido. Estos últimos refuerzan de facto el ala derecha del reformismo, que acoge con alegría el regreso de estos hijos pródigos, pero también tiene la firme intención de hacerles beber del cáliz hasta el fondo. Al deslizarse decididamente hacia la derecha, Ruffin y sus consortes tendrán la mayor dificultad para detenerse en “medio camino”: en estos tiempos de creciente polarización política, no habrá una línea “intermedia” estable, duradera, entre la de Jean-Luc Mélenchon y la de Olivier Faure [PS].
En la encrucijada
Una vez más, fue el propio Mélenchon quien, al decidir formar la NUPES, luego la NFP, creó las condiciones para tal dinámica. Resultado: el ala derecha del reformismo sale reforzada, si no en términos absolutos, al menos en relación con el ala izquierda.
Al final de las elecciones legislativas anticipadas, el PS pasó de 31 a 69 diputados, la FI de 75 a 74. El hecho es que, esta vez la FI ha cedido al PS un número mucho mayor de candidaturas “ganables”. En las negociaciones, el PS destacó el resultado de Glucksmann en las elecciones europeas: 13,8%, frente al 9,9% de la FI. Ansiosos por reconstruir a toda costa “la unidad de la izquierda”, los líderes de la FI cedieron. En general, en los últimos dos años, es el ala derecha del reformismo la que dicta su voluntad y asesta los golpes. La FI protesta y gime, pero, al final, acepta y retrocede.
En realidad, desde el punto de vista de la dinámica de clases, el progreso del ala derecha del reformismo es muy relativo, por no decir ilusorio. El resultado de Glucksmann en las elecciones europeas solo significó que, en una votación marcada por una abstención masiva de jóvenes y trabajadores, el candidato del PS, cuya campaña fue furiosamente de derecha, desvió grandes fracciones de los electorados pequeñoburgueses de Macron y los Verdes. En otras palabras, el PS no avanza mucho en las capas sociales que hizo que la FI tuviera éxito en 2017 y 2022. Es la FI la que, al capitular frente al ala derecha del reformismo, da la espalda a su propia base social y, sobre todo, obstaculiza su ampliación: no es la “unión” con los viejos aparatos del PS, los Verdes y el PCF lo que puede convencer a los millones de jóvenes y trabajadores abstencionistas -o que votan RN- de que se dirijan a la FI.
La FI está en una encrucijada. Si sigue aferrándose a los vagones del PS, los Verdes y el PCF, acabará desacreditándose por completo. Si gira a la izquierda, por el contrario, podría fortalecerse.
Dicho esto, desde nuestro punto de vista, lo principal está en otra parte: en el hecho de que un número creciente de jóvenes y trabajadores critican la FI desde la izquierda y comienzan a sacar conclusiones revolucionarias. Es a ellos a quienes nos dirigimos como prioridad. Les llamamos a construir, con nosotros, el Partido Comunista Revolucionario que fundaremos oficialmente el próximo otoño. Este partido intervendrá en las luchas políticas y sociales sobre la base de un programa marxista, revolucionario y comunista. También intervendrá en las luchas internas de las grandes organizaciones reformistas, pero solo para defender la única salida a los problemas que agobian a la masa de la población: la expropiación de la gran burguesía, el derrocamiento del capitalismo y la transformación socialista de la sociedad.
Fuente: Révolution
Traducción: Rumbo Alterno
Foto de portada: Ian Brossat (PCF), Mathilde Panot (FI), Olivier Faure (PS) y Marine Tondelier (Verdes)