¿Puede el capitalismo “colapsar”?

Esta pregunta no es nueva: a principios de la década de 1920, ciertos líderes comunistas planteaban la perspectiva de una “crisis final” del sistema capitalista. Pero otros, entre ellos Lenin y Trotsky, rechazaron categóricamente esta idea contraria a la experiencia y los logros teóricos del marxismo. Explicaron que no puede haber una crisis final del capitalismo, porque este sistema siempre se levantará de sus crisis más profundas, hasta que sea derrocado por una movilización revolucionaria de las masas explotadas.

De hecho, desde la década de 1920, el capitalismo ha pasado por varias crisis económicas importantes y una guerra mundial. Si sigue en pie es porque la clase trabajadora no ha logrado tomar y mantener el poder, por falta de una dirección revolucionaria.

El capitalismo no caerá como una fruta madura. No cederá espontáneamente el lugar a otro sistema socioeconómico. Durante las crisis más profundas, los grandes capitalistas lo están haciendo muy bien. La mayoría incluso sigue enriqueciéndose. Ciertamente, la crisis empeora las condiciones de vida de miles de millones de personas; siembra miseria y desolación. Pero desde el punto de vista de la gran burguesía internacional, el sistema “funciona”, porque garantiza su riqueza y sus privilegios. Incluso cuando el Producto Interno Bruto (PIB) se derrumba, como en los años 30, las relaciones de producción capitalistas permanecen, protegidas por estados burgueses cuya forma se adapta a las diferentes etapas de la lucha de clases (democracia o dictadura).

Las relaciones de producción capitalistas sólo pueden ser barridas por una revolución socialista victoriosa. Por lo tanto, el problema sigue siendo hoy en los mismos términos que en la época de Lenin y Trotsky: la tarea central de los comunistas radica en la construcción de una Internacional marxista capaz de llevar a los trabajadores al poder y, por lo tanto, de tirar el capitalismo al basurero de la historia.

La “colapsología”

En los últimos años se han formulado nuevas teorías sobre el “colapso” del capitalismo. Extraen conclusiones muy pesimistas -y reaccionarias- de la profunda crisis ambiental: ya no se trata de una sustitución del capitalismo por el socialismo (por lo tanto de un progreso), sino de una regresión en una especie de barbarie pre-capitalista. En un contexto de agotamiento de los recursos naturales, la economía mundial estaría condenada a sufrir un “colapso”, es decir, una caída vertiginosa de sus fuerzas productivas. Según Yves Cochet, la población mundial caería a dos o tres mil millones de personas. Para tranquilizarnos, especifica: “Todavía podemos minimizar el número de muertes. En lugar de tener 4 mil millones en los treinta años, tal vez tengamos 3,5 mil millones, creando bio-regiones resilientes. » [1]

El núcleo de la argumentación de los colapsólogos es el carácter absolutamente inevitable, según ellos, de la catástrofe. ¿La lucha de clases? “Demasiado tarde”, nos dicen. ¿La revolución socialista? “Demasiado tarde”. ¿Una planificación democrática y racional de la economía mundial? “Demasiado tarde”: la humanidad ya no tiene el control de su destino. Solo nos queda prepararnos para lo inevitable, y esto “mentalmente”.

Las bases “teóricas” de este fatalismo son muy vagas. Tomando aires eruditos, los teóricos colapsólogos pretenden demostrar que la ciencia y la tecnología han alcanzado un límite absoluto. Están movilizando una jerga científica para proclamar la quiebra de la ciencia. Todo esto coquetea de voluntariamente y explícitamente con el misticismo.

Las bases sociales de clase– de esta corriente ideológica son claras. Se trata de prejuicios típicamente pequeñoburgueses: profundo escepticismo hacia la clase trabajadora; hostilidad al colectivismo y al centralismo a gran escala (por lo tanto, al socialismo); apego a la pequeña propiedad, a la pequeña producción, a las “bio-regiones resilientes”. Detrás del fatalismo está sobre todo la voluntad de “hacer girar la rueda de la historia al revés”, según la fórmula de Marx.

Los marxistas no minimizan la gravedad de la crisis ecológica. Está claro que la civilización humana está en peligro. Pero el responsable es el caos inherente al capitalismo. Una vez que este sistema sea derrocado a escala mundial, la humanidad tendrá los medios para satisfacer las necesidades de todos y proteger el medio ambiente. Y sí, al ritmo que van las cosas, cuanto más rápido mejor.

[1] Le Parisien del 7 de junio de 2019.


Fuente: Révolution
Traducción: Rumbo Alterno
Imágen: Leon Seibert/Unsplash

Author: Révolution (ICR-Francia)

Sección francesa de la Internacional Comunista Revolucionaria (antes Corriente Marxista Internacional).