En el escenario laboral local los cambios generados por la adopción del modelo neoliberal prevaleciente no han dado lugar a cambios visibles en el modelo organizacional de los sindicatos y mucho menos a nuevas formas de estructurar sus luchas reivindicativas.
Hasta el presente no se ha generalizado el reconocimiento de la necesidad de los sindicatos de incorporar en sus filas a los desempleados, a los trabajadores/as de las micro empresas, los/as auto empleados/as, los/as trabajadores/as a distancia, los/as vendedores/as a domicilio, aquellos/as que realizan su labor en la calle (puntos de venta, foodtrucks, etc.), en labores domésticas, los/as contratados/as a través de agencias de empleo temporero, los que trabajan a jornada parcial y otros empleos caracterizados por sus bajos ingresos, impago de las prestaciones sociales, inestabilidad, incertidumbre y precariedad.
Cierto que son trabajadores dispersos en el tejido social, que la multiplicidad de trabajos que muchas veces realizan hace difícil su contacto y organización, que son trabajadores atípicos, diferenciados de los que encontramos en las grandes empresas, en las industrias, en las agencias de gobierno, pero precisamente por esas particularidades es que se hace necesaria una nueva visión organizativa de la clase trabajadora.
De igual manera, aunque mucho se ha hablado de incorporar en las luchas reivindicativas de los sindicatos a las organizaciones comunitarias,las defensoras del ambiente, a las feministas, a los que se han organizado para reclamar por una mejor educación de nuestros niños, el derecho humano a la energía, el desarrollo de un plan universal de salud y a los grupos que incesantemente proclaman la igualdad de géneros así como otras actividades que van dirigidas a poner fin a la pobreza y al mejoramiento de la calidad de vida de los trabajadores, es muy limitada la acción afirmativa en esta dirección.
Un ejemplo reciente de la ausencia de incorporación de otras fuerzas a las luchas reivindicativas de los sindicatos la hemos visto en la huelga decretada por los empleados de mantenimiento de la Universidad de Puerto Rico. Ellos solos asumieron el cierre de los portones del recinto de Río Piedras. Se hizo notable la ausencia de otros gremios universitarios, de las organizaciones estudiantiles y la de otros sindicatos que solidariamente se sumaran a sus esfuerzos. También pudo haberse incorporado a la lucha por sus justos reclamos las organizaciones que promueven el mejoramiento de las condiciones de vida de Río Piedras.
Por excepción podemos hacer mención de los esfuerzos que se han coordinado entre los sindicatos con los grupos en la defensa de los Sistemas de Retiro y en la resistencia a las medidas de austeridad impuestas por la Junta Dictatorial en acuerdo con el bipartidismo. Si bien la integración se ha dado para actividades y movilizaciones especificas, profundizar en lo valioso de esa unidad y su potencial de ampliar el radio de acción es un asunto que debe incluirse en la agenda de las organizaciones obreras.
Nuestro análisis de la realidad sindical ha quedado limitado a los efectos inmediatos de las medidas neoliberales puestas en vigor. Si bien nos hemos hecho conscientes del efecto en la reducción en el número de unionados en el gobierno y por consecuencia el debilitamiento económico de los sindicatos que los representan, no hemos logrado articular una lucha común de todos los gremios que representan trabajadores en el sector para enfrentar y detener esta ofensiva del gobierno-patrono. Peor aún, le hemos permitido privatizaciones parciales y la sub contratación de empleados a través de agencias de empleo.
De igual manera, así ha ocurrido con el impacto económico sobre los trabajadores del sector público ante la congelación de sus convenios colectivos. Ante esa dura realidad cada gremio ha optado individualmente por la búsqueda de soluciones, algunas de ellas cuestionables, para atender la realidad de sus matrículas. Lo mismo puede decirse de lo poco que hemos avanzado en el análisis del efecto que las acciones coordinadas de la Junta Dictatorial y el Gobierno han tenido en la identificación de los empleados con sus gremios y la valoración que hoy hacen de sus uniones.
También hemos acusado recibo de los efectos materiales de las mal llamadas reformas laborales y la consecuente eliminación de derechos y conquistas, los nuevos subterfugios de la clase patronal para impedir la organización sindical de nuevos talleres y el deliberado atraso de las negociaciones en las empresas privadas como mecanismo para desacreditar y entorpecer la función sindical. Sin embargo, las respuestas a los llamados de unidad en la acción para dar una respuesta de mayor alcance a lo logrado hasta el presente ha sido muy tímida.
Ausentes de una visión de conjunto no nos hemos planteado, para su discusión a profundidad y la formulación de las estrategias de lucha correspondientes, el significado de la desarticulación general de las formas tradicionales del trabajo, el efecto de la crisis económica permanente y el significado a largo plazo de las imposiciones económicas para el pago de la deuda y las sistemáticas acciones anti obreras ensayadas por la clase patronal y el gobierno para incrementar los niveles de explotación valiéndose de la tecnología y el manejo de la jornada de trabajo.
Igualmente, tampoco hemos sopesado la discontinuidad de la trayectoria laboral y su impacto social, la ruptura en la relación del empleo con la integración social, su impacto sobre los derechos de los ciudadanos, los efectos de la falta de seguridad social marcados por la ausencia de compromiso con la prestación de los servicios esenciales, el efecto de la desaparición del estado benefactor, el significado social del fomento del individualismo y la desvalorización de la importancia de la comunidad , el vecindario, la familia, los grupos sociales y las asociaciones.
Seguimos mirando con cierta indiferencia los ataques a los colegios de profesionales, a la desarticulación de todo esfuerzo organizativo de las comunidades, la actitud del gobierno de ignorar deliberadamente los justos reclamos que desde las organizaciones de la sociedad civil se le hacen para mejorar los servicios de salud, educación, seguridad pública, violencia contra la niñez, asistencia a ciudadanos con necesidades especiales, entre otros, logrando que el desánimo logre erosionar estas valiosas instancias organizativas.
Todo lo anterior, en conjunto con otros elementos que pueden escapársenos , ha dado lugar a una realidad radicalmente diferente que demanda, cuando menos, formas diferentes de abordar la realidad, articular el trabajo que compete a las organizaciones sindicales y la necesaria e impostergable unidad de esfuerzos para romper el cerco de aislamiento que se nos ha tendido y unidos sumar todos los recursos disponibles para lograr su más efectiva utilización.
Siguiendo el orden natural, la función hace al órgano y con éste se avanza en el desarrollo y en la evolución de los procesos para lograr los cambios necesarios. Es así que la solidaridad, concebida no como ayuda o apoyo circunstancial, sino como eje central de un compromiso total y continuo, expresada en la acción común organizada, se convierte en la herramienta básica del sindicato para romper el estrecho cerco del centro de trabajo y expandir nuestro radio de acción.
Corresponde a los sindicatos comenzar a compartir nuevos espacios y reformular sus estrategias organizativas para redimensionar su presencia y validez social. Al romper con los los moldes presentes, con noveles formas de lucha y audaces alternativas organizativas y mediante la integración en una sola lucha de todos los sectores que van conformando un proyecto alternativo a la ideología neoliberal — las organizaciones y grupos mencionados, la nueva clase obrera, etc. — y a través de acciones colectivas, diferentes en su modo de afectar la producción y la acumulación de capital, se podrá ir fortaleciendo esa nueva alianza social que posibilitará la construcción del otro Puerto Rico que es posible.