Los adversarios del marxismo a menudo lo equiparan a un determinismo absoluto, según el cual los hombres son, durante toda su vida, solo juguetes de fuerzas sociales ciegas. Desde este punto de vista, la libertad individual – el “libre albedrío” – sería solo una ilusión subjetiva: nos sentimos libres solo en la medida en que no sabemos qué nos determina.
Libertad y necesidad
Varios sociólogos académicos no están lejos de defender este tipo de determinismo. Por otro lado, la concepción marxista de la relación entre libertad y necesidad es más profunda que eso. Es dialéctica: la libertad solo existe en su relación con la necesidad. El concepto de libertad en sí no tiene sentido si no se relaciona con el concepto de necesidad.
Así como no hay, en la historia, determinismo absoluto, tampoco hay libertad absoluta. Como escribió Marx: “Los hombres hacen su historia, pero no la hacen por su propio movimiento, ni por condiciones elegidas por ellos solos, sino en condiciones que encuentran directamente y que les son dadas y transmitidas”. [1]
Por ejemplo, para que la voluntad individual de un Robespierre pudiera desempeñar un papel en el curso de la Revolución Francesa de 1789-94, debían cumplirse las premisas objetivas de esta revolución: la crisis económica general, la deuda masiva del régimen, la división de la clase dominante, la entrada en acción del Tercer Estado, el levantamiento revolucionario del campesino pobre, etc. Además, en los objetivos que se dio a si misma, la voluntad de Robespierre estaba determinada, es decir limitada, por la realidad objetiva de su época, sus contradicciones y sus desafíos.
¿Libre albedrío?
Desde un punto de vista filosófico muy general, el marxismo no rechaza totalmente el concepto de “libre albedrío”, sino que subraya su carácter muy abstracto. Por ejemplo, soy “libre” de comer o saltarme una comida, pero no soy libre de tener hambre. El hambre se me impone como una necesidad implacable. Y si me salto demasiadas comidas, mi libre albedrío terminará suprimiéndose a sí mismo, en la muerte por inanición.
Una filosofía de la acción
El marxismo es una filosofía orientada a la acción. Marx escribió: “Los filósofos solo han interpretado el mundo de diferentes maneras; lo que importa es transformarlo” [2]. Pero para transformar el mundo, la voluntad de los hombres debe basarse en las leyes de la historia y en la dinámica de la lucha de clases. En otras palabras, la libertad supone el conocimiento de la necesidad. Como escribió el filósofo Hegel, “la necesidad solo es ciega en la medida en que no se comprende”.
En su Anti-Dühring, una obra maestra del marxismo, Engels retomó esta idea de Hegel: “La libertad nunca está en una soñada independencia de las leyes de la naturaleza, sino en el conocimiento de estas leyes y en la posibilidad que por ello se da de aplicarlas metódicamente para fines determinados (…) Por lo tanto, la libertad de voluntad no significa, pues, otra cosa que la capacidad de decidir con pleno conocimiento de causa”. Por ejemplo, para controlar y explotar la electricidad, primero era necesario comprender su naturaleza.
Esto también se aplica a la historia. Si queremos derrocar al capitalismo, no basta con denunciar sus efectos. Debemos comprender sus leyes, comprender la lucha de clases que resulta de ellas y comprender, finalmente, bajo qué condiciones la clase obrera podrá tomar el poder y reorganizar la sociedad sobre las bases socialistas. Ahora bien, toda la historia de la lucha de clases bajo el capitalismo demuestra que entre estas condiciones se encuentra la necesidad ineludible de un partido revolucionario. Los trabajadores no podrán tomar el poder, y mantenerlo, sin un poderoso partido revolucionario profundamente arraigado en la juventud y la clase trabajadora. Por lo tanto, la construcción de tal partido, e incluso de una Internacional revolucionaria, es la máxima expresión de las “libres voluntades” que quieren transformar el mundo.
[1] El dieciocho Brumario de Louis Bonaparte
[2] Tesis sobre Feuerbach
Fuente: Révolution