Con la participación de más de 123.6 millones de electores de un total de casi 156 millones y medio de inscritos, se efectuó el 2 de octubre de 2022 la primera vuelta en las elecciones presidenciales en Brasil. En ellas votaron por los candidatos a la Presidencia, Vicepresidencia, una tercera parte del Senado, 513 diputados a la Cámara de Diputados, las gobernaciones de los estados que integran el país, y del Distrito federal. El número de participantes en la consulta electoral representó el 79.05% de los electores elegibles para ejercer el derecho al voto en un país donde toda persona mayor de 16 años tiene tal derecho. De hecho, conforme a la normativa legal brasileña, está obligado por ley a votar toda persona mayor de 18 años y hasta los 70 años.
Del número de votos emitidos, 1,934,722 fueron votos en blanco, mientras que 3,410,343 fueron declarados votos nulos. Los cuatro candidatos con mayor número de votos fueron, en este mismo orden: Luis Inácio (Lula) Da Silva, del Partido de los Trabajadores, con 57,259,504 votos para un 48.43%; Jair Bolsonaro, del Partido Liberal, con 51,072,345 votos para un 43.20%; Simone Tebet, del Movimiento de la Democracia Brasileña, con 4,915,423, para un 4.2%; y Ciro Gomes, del Partido Democrático Laboralista, con 3,599,287 votos, para un 3.04%. Estos últimos dos candidatos representan en conjunto el 7.20% de los votos. También participaron de las elecciones otros siete partidos políticos recogiendo entre todos ellos el 1.5% de los votos.
De acuerdo con la normativa vigente, para un candidato o candidata ser certificado como presidente/a en una primera vuelta, debe obtener el 50% de los votos más uno. Así las cosas, el resultado de esas elecciones llevó a una segunda vuelta electoral entre los dos candidatos de mayor votación en la primera vuelta, quedando pautada dicha elección para el pasado 30 de octubre.
El resultado de la primera vuelta dio un mayor número de escaños en el Senado y la Cámara de Diputados a los/as candidatos/as del Partido Liberal de Jair Bolsonaro, aunque no los suficientes para por sí mismo tal partido ser la mayoría en el cuerpo legislativo. En la Cámara de Delegados, el Partido Liberal (PL) obtuvo 99 diputados frente a 68 obtenidos por el Partido de los Trabajadores (PTD); mientras en el Senado, el Partido Liberal contará con 14 senadores y el Partido de los Trabajadores con 9 senadores.
Una mirada al mapa de Brasil y los contornos geográficos donde Lula y Bolsonaro tuvieron mayor éxito en la captación de votos demuestra que mientras la fuerza electoral de Lula se ubica en la región norte noreste de Brasil, la de Bolsonario se encuentra en la región sur suroeste del país. Este modelo de distribución del voto también se dio en el contexto de la segunda vuelta.
La diferencia en votos entre Lula y Bolsonaro en la primera vuelta fue de 5.41% de votos, equivalente a poco más de 6.1 millones de votos; sin embargo, la suma de los votos de las candidaturas que llegaron en tercera y cuarta posición en las elecciones, suman entre ambas alrededor de 8.5 millones de votos. Un 20% de los electores inscritos no salió a votar en la primera vuelta.
En el marco de las elecciones del pasado 30 de octubre, habiendo sido escrutado el 100% de los votos, prevaleció Luiz Inacio (Lula) Da Silva, candidato del Partido de los Trabajadores obteniendo el 50.9% de los votos (60,345,999); frente al 49.1% de los votos (58,206,354) para Jair Bolsonaro del Partido Liberal. En esta ocasión, al igual que ocurrió en la primera vuelta, no deja de sorprender el número de votos nulos, totalizando la suma de 5,700,443.
De 12 estados que estaban en disputa en esta segunda vuelta, 5 gobernaciones quedaron en el poder de candidatos que apoyan a Bolsonaro, 4 quedaron en el poder de candidatos que apoyaron a Lula y 3 quedaron en el poder candidatos de la derecha moderada, aunque no necesariamente son bolsonaristas. De hecho uno de estos casos es el de Tracisio de Freitas, ex ministro de Infraestructura bajo el gobierno de Bolsonaro, quien ganó el estado de Sao Paulo con una población de 46 millones de habitantes.
Un análisis desapasionado de los resultados electorales refleja que, si bien Lula ha sido electo presidente en esta segunda vuelta, quien pudo capitalizar más en la pesca de votos fue Bolsonaro. Lo anterior se documenta cuando uno compara el número de votos obtenidos entre la primera y segunda vuelta entre ambos candidatos, donde el avance de Bolsonaro fue de 51,072,345 a 58,206,354; frente a Lula que el avance fue desde 57,259,504 votos a 60,345,999. Lo anterior nos dice que Bolsonaro amplió su ventaja en casi el doble de la diferencia en los votos con relación a la primera vuelta. En estas elecciones, además, al final del camino, Bolsonaro y sus aliados se quedan con el control de la mayoría de las gobernaciones, incluyendo la más poblada, la de Sao Paulo, con 46 millones de habitantes; al igual que la mayoría en las dos cámaras del parlamento brasileño. De ahí las dificultades que enfrentará Lula para gobernar y la necesidad de formar alianzas con otros sectores al centro político más allá del Partido de los Trabajadores.
No está de más recordar cómo el parlamento brasileño fue recientemente utilizado por la derecha del país para promover acciones como el Golpe de Estado blando contra la presidenta Dilma Rousseff, o en la persecución contra el propio Lula para impedir su participación como candidato en las anteriores elecciones presidenciales y su condena a prisión. De hecho, en días siguientes a la certificación del triunfo de Lula como presidente, decenas de miles de brasileños se movilizaron frente al palacio de las Fuerzas Armadas a pedir su intervención mediante un Golpe de Estado.
Mientras observamos las protestas de la extrema derecha brasileña pidiendo la intervención de las fuerzas armadas, venía a nuestra mente los sucesos del 6 de enero de 2021 desarrollados en Washington cuando los seguidores de Donald Trump literalmente promovieron la ruptura del clima institucional en los Estados Unidos promoviendo también básicamente un Golpe de Estado.
Previo a las elecciones de la primera vuelta, hubo encuestas que daban a Lula una ventaja de 17 puntos sobre los votos atribuidos a Bolsonaro, aunque sin superar el 50% de los votos necesarios para salir electo. Algunas encuestas daban un margen porcentual menor, aunque sí se perfilaba un consenso mayoritario en favor de Lula, que como regla general oscilaba en alrededor de un 5% de los votos. En esta segunda vuelta también los encuestadores hicieron lo suyo proyectando un triunfo de Lula, aunque por un margen estimado de un 3% de los votos. Una vez más, los encuestadores no acertaron totalmente en sus pronósticos dado el hecho de que si bien Lula salió electo presidente de Brasil, es sorprendente el número de votos obtenidos por Bolsonaro y lo cercano en términos porcentuales de votos entre un candidato y otro, reduciéndose la diferencia en votos a un 1.8%. A pesar de que en números de votos se trata de más de 2 millones votantes, en un universo de 156 millones de electores hábiles para votar, o en un universo de más de 123 millones electores votantes, ese número de 2 millones puede perfilarse como insignificante.
Por esto, a la hora de analizar los resultados de las pasadas elecciones, y claro está en la segunda vuelta, sigue siendo importante identificar distintos factores que de alguna manera ayudan a explicar ese avance en aquellas y éstas encuestas. Entre ellos se encuentran: (a) la manipulación mediática; (b) el apoyo del sector fundamentalista evangélico (65 millones de feligreses); (c) el respaldo por parte de las Fuerzas Armadas, ejemplarizado con el Ministro de las Fuerzas Armadas como candidato a la Vicepresidencia por el Partido Liberal; (d) la influencia del sector terrateniente en la población campesina; (e) el papel institucional de la Iglesia Católica; (f) divisiones en la izquierda y centro-Izquierda; (g) la abstención de un 20% del electorado; (h) los casi 5 millones de votos en blanco o nulos; (i) la distribución de miles de millones de dólares a los sectores más desventajados como mecanismo de soborno al voto; (j) la asignación de sumas millonarias para el pago de hipotecas; (k) la inversión en programas de última hora de asistencia social; (l) la implantación de bloqueos en las carreteras y calles que afectaran el acceso de la población en los barrios (favelas) a medios de transportación para llegar a los centros de votación, etc.
El resultado de esta segunda vuelta nos deja un país extremadamente dividido, con una derecha agresiva y dispuesta a impedir el gobierno de Lula. Repetimos, no será fácil para Lula gobernar desde la presidencia, con la oposición parlamentaria, el control por parte de la derecha política de tantas gobernaciones y regiones, como también, la manera en que el país queda físicamente dividido en sus distintas regiones geográficas. Sobre este último aspecto, vale la pena destacar, si tomamos como referencia el Índice de Desarrollo Humano, mientras más bajo era este Índice mayor era el endoso de los electores a la candidatura de Lula; mientras mayor era la pobreza de las personas que residían en determinado lugar, mayor era el apoyo y la simpatía por Lula; mientras al factor pobreza se sumaba el factor baja escolaridad, mayor era el apoyo a Lula; mientras mayor era de diversidad étnica y el mestizaje de la población, mayor el apoyo a Lula. Por eso puede decirse que Lula emerge en estas elecciones una vez más como el candidato de los trabajadores, el candidato de los pobres, el candidato del pueblo.
Nos parece que de cara al futuro inmediato, a partir de la jura del nuevo gobierno que encabezará Lula luego del 1 de enero de 2024, las prioridades que deberá abordar enmarcan en cómo lograr reducir la brecha entre ricos y pobres en Brasil, que durante el gobierno de Bolsonaro se amplió; su participación activa en la promoción de la integración de Brasil con el resto de América Latina y el Caribe, particularmente fortaleciendo a la CELAC y a los procesos de paz en la región; en la protección del medio ambiente particularmente la deforestación de la selva del Amazonas y su impacto en el cambio climático actuando conjuntamente en ese esfuerzo de protección con países como Colombia y Venezuela; y fortaleciendo los espacios de gobernanza democrática para Brasil y el resto del continente suramericano.
La esperanza de millones de brasileños y de muchos más ciudadanos en América Latina está depositada en Lula, en el Partido de los Trabajadores de Brasil y en todos aquellos sectores y agrupaciones que brindaron su endoso a este resultado electoral. Ahora, a defender el voto y su resultado. Esa es la agenda de futuro para el pueblo brasileño y latinoamericano.