Tras masivos ataques aéreos contra el distrito Dahiyeh de Beirut, el ejército israelí consiguió asesinar al líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, junto con otros altos mandos de la organización. Al parecer, el jefe del frente sur de Hezbolá, Ali Karaki, también murió en el ataque. Netanyahu ordenó el ataque personalmente y es evidente que está provocando tanto a Hezbolá como a su principal patrocinador, Irán, para que entren en guerra total con Israel. Este peligro está ahora más cerca que nunca.
La Administración estadounidense se apresuró a anunciar que no tenía nada que ver con el ataque, aunque los israelíes declararon que les habían informado con antelación. El hecho es que en el ataque de ayer, los misiles utilizados para matar a Nasrallah fueron proporcionados por Estados Unidos. Pueden intentar distanciarse, pero todo el mundo puede ver el papel del imperialismo estadounidense en este asunto.
De palabra hablan de alto el fuego, pero cada vez que Israel lleva a cabo uno de sus sangrientos ataques sabe que puede contar con el apoyo continuado de Estados Unidos. Biden y su administración -junto con todos los gobiernos occidentales que apoyan el supuesto «derecho a defenderse» de Israel- están cubiertos de pies a cabeza de la sangre de decenas de miles de palestinos. Ahora están añadiendo la sangre de los libaneses.
Lo máximo que están dispuestas a hacer las potencias imperialistas occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, es hablar de paz, sugerir un alto el fuego temporal, mientras derraman lágrimas de cocodrilo por la muerte y la destrucción que están desatando Netanyahu y su gobierno.
Pero no dejarán de suministrar armas y ayuda militar a Israel, que sería la única forma concreta de debilitar la maquinaria bélica sionista. Seguirán apoyando a Israel aunque esto signifique ver a todo Oriente Próximo sumido en una guerra regional. Seguirán defendiendo a Israel aunque sus acciones puedan tener consecuencias desastrosas para los pueblos que viven en la región, y también para el mundo en su conjunto.
A menudo, manifestantes de todo el mundo se refieren a Israel como un «Estado terrorista». Los sionistas se sienten profundamente ofendidos por ello y acusan a Hezbolá en Líbano y al pueblo palestino de terrorismo. Seamos claros: los oprimidos son los palestinos; son ellos quienes han sufrido expulsiones masivas de su patria; son ellos quienes se han visto obligados a vivir en campos de refugiados; son ellos quienes han sufrido asesinatos masivos en numerosas ocasiones. Y el Estado opresor se llama Israel. Es un Estado que se siente con derecho a bombardear y destruir, a matar y mutilar, para mantener a los oprimidos en su sitio.
Les gusta presentarse como «civilizados» y no les gusta que se refieran a ellos como terroristas. Pero, ¿de qué otra forma se puede describir lo que ocurrió ayer? Los ataques aéreos afectaron a zonas densamente pobladas del sur de Beirut, la capital de Líbano. Más de 800 personas han muerto en la última semana -la mayoría civiles inocentes- y al menos 250.000 se han visto obligadas a huir de sus hogares.
El valle de la Bekaa también ha sufrido intensos bombardeos, y miles de personas han huido de la zona. Según un artículo del New York Times: «Donde antes había fábricas, tiendas y casas, hay escombros, trozos retorcidos de metal y fragmentos de cristal. Los arbustos verde esmeralda están cubiertos de polvo gris opaco, y los cables eléctricos – arrancados de sus postes metálicos en las explosiones – cuelgan sobre la carretera, meciéndose con la brisa».
En nuestro artículo de ayer destacábamos cómo Irán ha mostrado una extrema moderación frente a las constantes provocaciones de Israel. Los medios de comunicación occidentales siempre presentan a Irán como el agresor y a Israel como la víctima. Pero el agresor aquí es Israel. Es el gobierno israelí, dirigido por Netanyahu, el que quiere una guerra regional total. Eso quedó muy claro en el discurso de Netanyahu ante la ONU el viernes.
Escuchando a Netanyahu, nadie podía tener dudas sobre sus intenciones. Prometió continuar la guerra contra Hezbolá.
«Mientras Hezbolá elija el camino de la guerra, Israel no tiene elección e Israel tiene todo el derecho a eliminar esta amenaza», dijo. «Seguiremos degradando a Hezbolá hasta que se cumplan todos nuestros objetivos».
También amenazó directamente a Irán, y a todo Oriente Próximo, cuando dijo: «No hay lugar -no hay lugar en Irán- que el largo brazo de Israel no pueda alcanzar. Y eso es cierto para todo Oriente Medio».
Ante la ONU, Netanyahu amenazó directamente a Irán y a todo Oriente Próximo.
Herzi Halevi, jefe de Estado Mayor de las FDI, dejó claro hoy que el ataque de ayer no marca el final de la campaña de bombardeos de Israel cuando dijo: «Esto agota nuestra caja de herramientas. El mensaje es simple: cualquiera que amenace a los ciudadanos de Israel, sabremos cómo llegar hasta él». Este no es el lenguaje de quienes buscan la paz; es el lenguaje de la guerra total.
El hecho de que las FDI hayan enviado mensajes a los residentes de Dahiyeh, en Beirut, para que evacúen la zona y se trasladen a otras partes de la ciudad es un indicio de sus planes para los próximos días. Nadav Shoshani, portavoz de los militares israelíes, ha hablado muy claro: «¿Estamos preparados para una escalada más amplia? Sí», ha dicho, añadiendo que “nuestras fuerzas están en alerta máxima”.
El régimen iraní no quiere una guerra regional. Las comedidas respuestas de Hezbolá a la agresión israelí demuestran que ellos tampoco querían aumentar el nivel de la confrontación militar. Querían mantener el conflicto en el nivel en el que ha estado durante el último año, de escaramuzas y bombardeos de ojo por ojo a través de la frontera.
Los imperialistas -en particular los europeos- no quieren una guerra regional, ya que pueden ver las desastrosas consecuencias que tendría para ellos. Y, sin embargo, la situación avanza inexorablemente hacia lo que todos temen.
Los comunistas revolucionarios siempre identificamos quiénes son los oprimidos y quiénes los opresores, y nos situamos del lado de los primeros. Los belicistas aquí se llaman Netanyahu, Biden, Starmer, Macron y todos los demás líderes de Occidente. Para detener su belicismo no basta con hacerles apelaciones. Es como apelar al diablo para acabar con el pecado. No escuchan. ¡Hay que echarlos!