Otros Juegos Olímpicos: las Olimpiadas Obreras

NOTA EDITORIAL: Con motivo de la celebración de la Juegos Olímpicos en París se han levantado múltiples voces para criticar la comercialización del deporte y el «capitalismo festivo» promovido por los políticos y las grandes corporaciones que aprovechan la ocasión como un pretexto para ensanchar las billeteras de las élites internacionales. Pero esta crítica no es nueva. Reproducimos a continuación un artículo publicado en 2007 por el periodista español Guillem Alsina en que se narra la experiencia de otros Juegos Olímpicos: las Olimpiadas Obreras.


En 1936 España no participó en los Juegos Olímpicos de Berlín a causa de haber estallado poco antes de su inauguración nuestra “Guerra Incivil”. Un amplio sector de la sociedad civil de aquel tiempo (muchos de los que se agrupaban en el denominado “Frente Popular”, de tendencias izquierdistas), sin embargo, era contraria a dicha participación, por las connotaciones conservadoras y fascistas con las que tildaban el deporte federado, adherido al Comité Olímpico Internacional (COI), y, por extensión, al Comité Olímpico Español.

Frente a este deporte más federado, y también, en su opinión, más politizado, algunas organizaciones izquierdistas alzaron la bandera del deporte obrero, personificado en la organización de las “Olimpiadas Obreras”, una de cuyas ediciones debía celebrarse en Barcelona por las mismas fechas que los JJ.OO., pero que tuvieron que ser suspendidas por el golpe militar. Como estamos seguros de que muchos de nuestros lectores no conocen la génesis y desarrollo de estas denominadas “Olimpiadas Obreras”, nos place ofrecerles un “vistazo” a lo que fueron estas organizaciones, hoy en día prácticamente desaparecidas. Otro día hablaremos específicamente sobre la edición de estas “Olimpiadas Obreras” que debía realizarse en Barcelona en 1936. 

Hacia finales del siglo XIX nacían en Alemania las primeras sociedades deportivas obreras, contrapuestas a un deporte federado, regido por clubs y federaciones, practicado por un sector más elitista de la sociedad. Hacia 1890 se fundaba la “Asociación Gimnástica de los Trabajadores de Alemania”, en oposición a la “Sociedad Nacionalista Gimnástica de Alemania”. Bajo el impacto de la “I Gran Locura Mundial”, y el estallido y triunfo de la Revolución Rusa, el movimiento asociativo obrero empezó a crecer de manera imparable, con la fundación de numerosas sociedades (Asociación de Hermanos de la Naturaleza; Asociación Atlética de los Trabajadores; Asociación de Natación de los Trabajadores; Asociación Ajedrecística de los Trabajadores, etc.) al tiempo que este movimiento empezaba a extenderse por otros países (Austria, Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, entre otros).

Ajedrecistas durante la Olimpiada Obrera de 1931.

A finales de 1908 se funda la “Federación Deportiva y Atlética Socialista”, con el apoyo de la sección francesa de la Internacional Socialista, que, dos años después, se convierte en la “Federación Socialista del Deporte y la Gimnasia” (F.S.S.G.), que será el núcleo principal de la “Internacional Socialista del Deporte”, adscrita a la Segunda Internacional, con sede en la ciudad suiza de Lucerna. Aunque ya se empezaba a criticar el deporte federado por su creciente politización, la verdad es que, para muchos de sus dirigentes, la concepción del deporte obrero llevaba aparejada, al mismo tiempo, una educación política destinada a que la juventud, además de sus beneficios puramente físicos, tomara conciencia de la lucha reivindicativa de las mejoras sociales que eran precisas para que los obreros pudieran vivir en mejores condiciones.

“Los proletarios del mundo entero se unen en el deporte” lee la pancarta.

La FSSG estableció rápidamente contactos con otras asociaciones obreras de Bélgica, Alemania, y Gran Bretaña, con el objetivo de fundar la primera gran organización del deporte obrero, la “Federación Deportiva Socialista Internacional”, que tuvo una vida muy efímera, puesto que la gran mayoría de sus dirigentes murió en el transcurso de aquella “I Gran Locura Mundial”. Después de la guerra, y con el triunfo de la Revolución Rusa, hubo un profundo replanteamiento del asociacionismo deportivo obrero, fruto del cual se fundaron dos federaciones internacionales : por un lado, la “Internacional Deportiva Obrera Socialista” (I.S.O.S.), fundada en 1920, con sede en Lucerna, y continuadora de la F.S.S.G.; por el otro, en 1921 se fundaba en Moscú la “Internacional Roja del Deporte” (I.R.S.), con el apoyo del Partido Comunista Ruso, iniciándose una verdadera lucha ideológica para atraerse a las diferentes organizaciones del resto de países, lucha en la cual se usaban idénticas armas que en las luchas políticas entre socialistas y comunistas (acusaciones de “organismo enemigo de la clase obrera” y de “reformista” por parte de la I.R.S. hacia su homologa socialista), ataques que se incrementaron al iniciar-se la era estalinista, y que duraron hasta 1936, cuando el avance de las ideas fascistas en muchos países europeos, aconsejaron la unión de las fuerzas políticas izquierdistas, unión secundada por los dirigentes de ambas asociaciones del deporte obrero.

Pese a su enfrentamiento con el deporte federado y con el COI (sobretodo después de que este último concediera a la Alemania nazi la organización de los Juegos de 1936) el deporte obrero también copió sus grandes manifestaciones deportivas internacionales, es decir, los Juegos Olímpicos. Entre 1921 y 1936 se disputaron un total de cuatro denominadas “Olimpiadas Obreras”, aunque también podrían ser cinco, si tenemos en cuenta la disputada entre el 26 y el 29 de junio de 1921 en Praga, aunque no fue organizada por ninguna Internacional Obrera, sino por la “Asociación Gimnástica de Trabajadores” de Praga, con gran éxito, por la participación de 13 países (Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Checoslovaquia, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Gran Bretaña, Polonia, Suiza, Unión Soviética, y Yugoslavia) con un programa compuesto, no solo con especialidades netamente deportivas, sino también por demostraciones folclóricas, exposiciones de arte, o conferencias y debates sobre temas de política.

En referencia a estas manifestaciones culturales, digamos que fueron la gran envidia del Fundador de los Juegos Olímpicos Modernos, el Baron de Coubertin, que siempre había imaginado el hermanamiento entre el deporte y las diferentes actividades culturales (música, poesía, literatura, arquitectura, etc.) que se habían disputado en las primeras ediciones de los Juegos, pero fueron desapareciendo poco a poco, hasta extinguirse totalmente. En alguna ocasión, Coubertin había opinado, aunque, naturalmente, en “petit comité”, que “el deporte obrero se aproxima más a mi ideal deportivo”, al basarse en estas seis premisas :

– no exalta los sentimientos nacionalistas (en los Juegos Olímpicos hay exhibición de banderas e himnos, mientras en las Olimpiadas Obreras únicamente se tocaba “La Internacional”, y se izaba una bandera roja, símbolo del movimiento obrero).

– no se busca la competición en forma extrema, sino la superación.

– hay que evitar el cultivo del deportista “per se”.

– se rechaza la comercialización del deporte, y se propugna el “amateurismo” del deportista.

– el deporte debe servir a la masa, lo que significa que todas las personas deben tener la posibilidad de practicar el deporte, y

– por medio del deporte, y los consiguientes contactos internacionales, alcanzar la paz mundial.

(Como se puede ver, de todos estos puntos, únicamente se ha cumplido, y solo en parte, el quinto).   

Cuatro años más tarde, en 1925, se organiza en Frankfurt la que podríamos considerar como “I Olimpiada Obrera”, organizada, ahora si, por la “Internacional Socialista Obrera” de Lucerna, con unos Juegos de Invierno, con sede en Schreiberhau (con participación de 12 países), y unos de Verano, con 19 países participantes. Se organizaron actos de protesta por la prohibición de participar los deportistas alemanes y austriacos en los Juegos Olímpicos, disputados el año anterior en París (mientras el COI “se sacudía las pulgas”, declarando que la culpa no era suya, sino del Comité Organizador francés, que no había invitado a aquellos deportistas).

Tres años después, en 1928, Moscú recibía la tercera organización deportiva obrera, rebautizándola como “Espartaquiada”, en lugar de Olimpiada, organizada por la “Internacional del Deporte Rojo”, adscrito a la III Internacional. En agosto de aquel año, 600 deportistas llegados de 14 países (Alemania, Argelia, Argentina, Austria, Checoslovaquia, Estonia, Finlandia, Francia, Gran Bretaña, Noruega, Suecia, Suiza, Uruguay, y Unión Soviética), disputando un programa de 21 deportes, además de las ya acostumbradas demostraciones folclóricas, música, danza, exposiciones de arte, etc.

En 1931, Viena recibe la cuarta “Olimpiada Obrera”, esta vez con la “Internacional Socialista del Deporte” como entidad organizadora. Los Juegos de Invierno se disputan en Mürzzuschlag, mientras los de Verano se disputan en la propia capital austriaca. Participan un total de 80.000 deportistas llegados de 23 países, cifras para dar envidia al mismo COI, ya que es superior, y de largo, a la que se registra en los JJ.OO. de Los Ángeles., disputados al año siguiente, 1932. El programa continúa dividido entre las actuaciones puramente deportivas, y las demostraciones culturales de todo tipo.

La quinta y última “Olimpiada Obrera” se disputó en Amberes [Bélgica] en 1937, siendo la “substituta” de la que no había podido disputarse en Barcelona el año anterior. Pese a la oposición de algunos regímenes hostiles, tuvo una excelente participación de 27.000 deportistas de 17 países, incluida la Unión Soviética, ya que el pacto entre todos los partidos de izquierda, formando el denominado “Frente Popular” (en algunos países, “Frente de Izquierdas”), facilitó la participación, tanto de la “Internacional Socialista” como de la “Internacional Roja”. Digamos que, a pesar de la “Guerra Incivil” que destrozaba vidas y haciendas en nuestro país, hubo la participación de un equipo español y de un equipo catalán.

En referencia a esta “Olimpiada” de Amberes, digamos que fue en ella donde el soviético Symeon Boitshenko consiguió un tiempo de 1,07”6 en los 100m.braza (aunque él nadaba en mariposa) que superaba largamente el récord mundial oficial (1,09”8 del francés Jacques Cartonnet p.25m., mientras Boitshenko había nadado en 50m.). Además de que la Unión Soviética no estaba afiliada a la FINA [Federación Internacional de Natación], parece ser que Boitshenko nadaba una “braza-mariposa” más inclinada hacia la “mariposa-delfin” que no se reglamentó hasta 1953, por lo que, lógicamente, su tiempo no fue reconocido oficialmente.

Terminada la “II Gran Locura Mundial”, y sobretodo a partir del momento en que la Unión Soviética claudicó poco a poco de su pretendida “lucha de clases”, pidió, y obtuvo, su ingreso en el COI y Federaciones Internacionales, el movimiento deportivo internacional obrero se fue poco menos que “a pique”, terminando por integrarse dentro del sistema deportivo oficial federado, convirtiéndose, ¡ oh paradoja !, en una nueva arma operativa al servició de los dos nuevos bloques hegemónicos, el capitalista y el comunista. Es lo que podría decirse “salir de las brasas para caer en el fuego”.

Acababa de morir el sueño de algunos idealistas europeos de inicios del siglo XX de conseguir un fenómeno alternativo al deporte burgués.

Publicado originalmente el 1 octubre de 2007 por la página (ya cerrada): notinat.com.es
Foto de portada: Cuarta Olimpíada Obrera celebrada en Viena (Austria) en el año 1931.

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Author: Admin