El impacto psicológico de la opresión colonial en Puerto Rico

El colonialismo es un sistema de opresión y explotación que generalmente es definido como un régimen político y económico en el que un pueblo-estado-nación explota un país ajeno al suyo, negando así las posibilidades de desarrollo político, económico, social y cultural del país ocupado. 

El coloniaje opera a través de sistemas de dominación y control que perpetúan las desigualdades, no solo entre colonizadores/as y colonizados/as, sino entre clases sociales, razas y géneros. Tiene efectos multifacéticos extensos que permanecen en la memoria colectiva de generación en generación. 

Planteaba Frantz Fanón, el psiquiatra y filósofo martiniqués que, “El colonialismo no se contenta con apretar al pueblo entre sus redes, con vaciar el cerebro del colonizado de toda forma y de todo contenido. Por una especie de perversión de la lógica, se orienta hacia el pasado del pueblo oprimido, lo distorsiona, lo desfigura, lo aniquila.”

Puerto Rico es una colonia de los Estados Unidos, detrás de la fachada de un supuesto Estado Libre Asociado encontramos la opresión colonial, la explotación de un pueblo por otro, el secuestro de nuestra idiosincrasia, el intento sistemático de aniquilar nuestra identidad nacional

Investigaciones científicas han planteado que  el andamiaje violento de la opresión tiende a causar un trauma colectivo e histórico en el pueblo colonizado. El trauma colectivo se ha definido como heridas psicológicas y emocionales que experimentan un grupo de personas como resultado de experiencias de violencia masiva, desplazamiento, opresión e injusticia compartidas, las cuales generan daños a nivel físico, sicológico y emocional.  

“School Begins” [Comienza la escuela] Caricatura política estadounidense de 1899 que muestra al Tío Sam como maestro que le da lecciones a las naciones invadidas después de la Guerra Hispanoamericana.

La opresión continua, la negación de nuestra historia, de nuestras raíces culturales y el atropello económico, social y psicológico que implica el colonialismo en Puerto Rico tiene consecuencias fatales en tres niveles que se entrelazan constantemente.

a) en lo individual se presentan altos niveles de ansiedad, depresión, desórdenes post traumáticos, problemas de alcoholismo, drogadicción, suicidios, des validez aprendida, represión de rabia, conductas disociativas, niveles desproporcionados de agresividad, sicosis, entre otras; 

b) a nivel grupal o familiar, violencias de género, maltrato infantil, agresiones sexuales, feminicidios, maltrato a los/as envejecientes;

c)  en lo social, la discriminación, el racismo, desprecio a la colectividad, criminalidad, trasiego de drogas, gangas, masacres, desempleo, pobreza extrema, enajenación social, pérdida de identidad nacional, emigración, desplazamiento y altos niveles de corrupción.  

Para concertar posibles soluciones conducentes a atender las situaciones de salud mental y los problemas sociales que nos aquejan como país colonizado, Puerto Rico necesita Soberanía y Libertad.

¿De qué forma se puede enfrentar el problema de la drogadicción en PR si no controlamos quien entra y quién sale de nuestro país? ¿Si no controlamos o articulamos programas de rehabilitación individual y comunitaria para trabajar con las raíces sociopolíticas que subyacen a dicho problema social? Debemos tener el poder decisional de implementar modelos de países latinoamericanos o caribeños que han demostrado ser exitosos y que son afines con nuestra idiosincrasia cultural.

Es conocido que el mundo colonial es un mundo maniqueo, la imposición del mundo del colonizador, de su ideología, valores, la apropiación de todo lo que es esencial para el colonizado, desde sus tierras, hasta su ser; es un proceso violento que genera una devastación a nivel psicológico, cuyo objetivo es perpetuar la opresión y destrucción de una raza, el genocidio cultural, político, económico, ideológico y psicológico de un pueblo oprimido por parte de su invasor-opresor.  

La autoestima del colonizado se ve mutilada ante la encrucijada de verse como inferior, impotente, devaluado y desplazado de su propia identidad e historia; frente al colonizador visto como superior, poderoso económicamente, militarmente, dueño y señor, quien maneja el conocimiento y la tecnología.   

Este proceso de devaluación se va inculcando a través de las instituciones sociales, los medios de comunicación, la imposición del idioma extranjero, la socialización desde la edad temprana. 

Se establece una diferenciación de lo que es la autoestima individual de la colectiva, que subyace detrás de las afirmaciones constantes de ser “vagos” “ineptos/as” “incapaces de gobernarse por sí mismos”, “incultos”. De esa forma se valida ideológicamente la negación de nuestros derechos humanos, la violencia de los EE.UU. a través de sus instituciones impuestas como la Junta Dictatorial o la represión política hacia grupos que defienden las playas, el ambiente, la justicia social y nuestro derecho a la libertad. 

El trauma colonial lleva a la clase pobre a estar más expuesta al embate salvaje de la opresión que cancela sus posibilidades de superar la dependencia económica, imposición de bajos salarios, alto costo de vida, falta de vivienda accesible, servicios de salud inadecuados, pésima educación, acentuando así la marginación social. A la vez, este sistema opresivo genera un entrampamiento sicológico en el cual la clase privilegiada del país también sucumbe ante la catalepsia (histeria) social que Albert Memmi discurrió en sus trabajos.

Las clases privilegiadas se educan en colegios bilingües y en su mayoría en universidades de los Estados Unidos, reforzando así su identificación con el colonizador. Tienden a rechazar “lo puertorriqueño” y en el proceso se niegan y rechazan a mismos, deseando ser los opresores, administrar los bienes de la colonia. Al tener acceso al poder político y económico del país se dedican a robar y a desarrollar políticas públicas que solo beneficia a las elites y no a la clase trabajadora, desarrollándose un sistema de doble explotación. Posan como modelos de sumisión mediante una distorsionada identificación con los opresores.

Esta reacción sicológica de querer asemejarse a los opresores, al grado de querer confundirse o ser igual a ellos, internalizando el repudio y rechazo hacia sus iguales se conoce como El Síndrome de Estocolmo. Este síndrome se describe generalmente como un mecanismo de defensa inconsciente de una persona secuestrada que no puede responder a la agresión de los secuestradores y se defiende para no sufrir o perder la vida. Es una consecuencia psicológica extrema que puede ocurrir en situaciones coloniales como la de Puerto Rico, que, dicho sea de paso, pudiera explicar la postura de algunos/as ponentes que se presentan ante este Comité de Descolonización afirmando que son “proud american citizens”, en actitud burlona y provocativa.

Para que se evidencie este Síndrome debe haber unos elementos que en el caso de PR se cumplen cabalmente. 

1. En primer lugar, el que el “rehén” crea que el maltratador amenaza realmente su supervivencia. Destrucción genocida de sus raíces históricas, culturales y de nuestra propia identidad. Masacres, encarcelamientos, leyes de mordaza, experimentaciones indiscriminadas con agente naranja, radiación, contaminación de playas, ríos, imposición de servicio militar obligatorio en el cual fueron a morir miles de puertorriqueños en guerras inescrupulosas, esterilización masiva de mujeres, son algunos de las instancias por las cuales nos queda claro al pueblo puertorriqueño el nivel depredador del imperialismo norteamericano

Documental de 1982 que muestra el programa de esterilización masiva dirigido por Estados Unidos durante las décadas de 1950 y 1960 en Puerto Rico.

2. Aislamiento / EE.UU. domina todas las leyes, control de medios de comunicación masiva, de las costas, de la transportación marítima o aérea, de que productos se importan, leyes de cabotaje, nos impiden a comerciar o recibir ayuda de países que no sean los EE.UU. Toda transacción económica, representación internacional. Al estar aislados/as y dependientes económicamente debido a que no nos permiten recibir ayuda de ningún otro país hermano, se genera una dependencia emocional o un miedo irracional a romper el vínculo opresivo.

3. El secuestrador da muestras de algún tipo de amabilidad – como ejemplo podemos mencionar la transferencia de supuestas ayudas y fondos federales para distintos aspectos de la economía que en realidad vienen a ser una ínfima parte de lo que las compañías extranjeras se llevan anualmente en ganancias de capital fuera del país. 

 4. El “rehén” no puede escapar o piensa que no puede. Tanto el miedo a lo desconocido, el falso sentido de seguridad al pensar que su vida está en las manos del secuestrador, el lavado de cerebro de que solos no podríamos y el que se nos ha negado conocer nuestra historia de luchas de liberación y resistencias, junto con el despliegue de poderío militar de EE.UU. y la intervención de sus fuerzas represivas para la persecución, asesinato o encarcelamiento de patriotas luchadores/as, pueden ser varios de los ejemplos que fundamentan este aspecto.

Los efectos psicológicos más graves que vemos en estos grupos de personas que presentan el Síndrome es: distanciamiento emocional de la realidad ya que se les imposibilita ver las dinámicas de opresión y evaluar y resistir las mismas. Percepción reducida centrada en lo inmediato, insisten en querer confundir con Plebiscitos fatulos. 

Distorsión cognitiva donde se niegan a sí mismos, revierte la violencia de la impotencia que le causa la colonización contra los suyos, niegan el racismo el discrimen y los vejámenes vividos por ellos mismos en los EE.UU. cuando una y otra vez les cierran las puertas a sus propuestas de estadidad, y continúan insistiendo a pesar de ello, asumen conducta agresiva, prepotente o de burla hacia quienes no piensan igual que ellos/as. 

Cabe señalar que los procesos de opresión social y política no son lineales, sino dialécticos, por lo que, a la vez, suscitan en la población dinámicas internas y externas de resistencia y lucha. La autoestima colectiva florece al denunciar los abusos de poder, al desarrollar comedores escolares o espacios de apoyo mutuo, al construir programas de autogestión, de salvar nuestra agricultura, o nuestras playas y comunidades. Los movimientos de barrios, las mujeres y comunidades LGBTQ reclamando sus derechos humanos, el pueblo en la calle con la consigna SOMOS MAS Y NO TENEMOS MIEDO son parte esencial de la sanación espiritual, sicológica y política de nuestro pueblo. Citamos nuevamente a Fanón cuando nos dice: La inmovilidad a la que está condenado el colonizado no puede ser impugnada sino cuando el colonizado decide poner término a la historia de la colonización, a la historia del pillaje para hacer existir la historia de la nación, la historia de la descolonización”

Y en ese proceso se encuentra Puerto Rico, construyendo el momento de la descolonización, el de su plena Libertad. Esperamos contar con el apoyo y acompañamiento de la comunidad internacional en este proceso liberador para superar el trauma histórico del coloniaje en Puerto Rico.

Ponencia presentada a nombre del Comité de la Resistencia Boricua ante el Comité de Descolonización de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el 20 de junio de 2024.

Referencias

Fanón F. 1988. Los condenados de la tierra. Fondo de Cultura Económica, México.

Memmi, A. El retrato del Colonizado. 2011. Temuko: Wallmapuwen, 28 p.

Mendoza, A. 2019. ¿Puerto Rico fue secuestrado por el colonialismo americano? El Post Antillano. 12 de febrero 2019. Revista virtual, elpostantillano.net

Rivera M. 2022. En el vaivén del gobierno federal y el gobierno local: el coloniaje y la salud mental. Conferencia dictada en la Convención anual de la Asociación de Psicólogos/as de Puerto Rico.

Restra M. 2016. El Colonialismo y la personalidad del puertorriqueño. Delmar Distributors. P.88

Torres Collazo, R. 2008. El Síndrome de Estocolmo Colonial Puertorriqueño, en Cambio Social. lfsc.org

Author: Iris Beth Rodríguez Quiñones

Psicóloga clínica, con mas de 30 años de experiencia, fue profesora de la Universidad de Puerto Rico (UPR). Feminista y comprometida con las causas sociales de nuestro país.