La fragmentación evidente del sindicalismo puertorriqueño continua avanzando, en conjunto con la disminución de las matriculas y la desarticulación de los sindicatos, ante la ofensiva de la clase patronal y su gobierno que no descansan en sus esfuerzos por hacer que se haga realidad la profecía de un innombrable abogado corporativo quien anticipó que a la vuelta del Siglo XXI los sindicatos sólo existirían en los libros de referencia de las bibliotecas y como piezas de museo.
En el Puerto Rico de hoy están dadas las condiciones para el desarrollo de masivas campañas de organización sindical y crecimiento de las uniones obreras. El escenario social no puede ser más propicio. Se habla de que apenas existe una tasa de desempleo del orden de un 6%. Miles de trabajadores se han incorporado a la fuerza laboral del país. Cientos de proyectos, de toda naturaleza, son impulsados con la utilización de los millonarios fondos federales asignados. Son muchos los gobiernos municipales que también han echado mano de las asignaciones externas recibidas y han revitalizado sus arcas. El anti obrero secretario de Hacienda no cesa de proclamar a los cuatro vientos el exceso de recaudos contributivos que caracteriza este momento histórico.
Por otro lado, la clase trabajadora en general ha quedado excluida de esta proclamada bonanza. Las siempre mal llamadas reformas laborales han elevado los niveles de explotación de los trabajadores y han reducido significativamente sus beneficios. La ineptitud delibera de los gobernantes y la implantación del modelo neoliberal la han colocado en la mayor precariedad sin la posibilidad de atenuar sus necesidades mediante el asistencialismo del estado benefactor. La imposición de las cada día más onerosas medidas de austeridad por la Junta Dictatorial, que negocia solo en beneficio de los grandes intereses, generan un malestar social que se ha tornado intolerable.
Ante la realidad descrita, cabe preguntarse el por qué de la parálisis organizativa sindical cuando hay condiciones para frenar y recuperarse del evidente deterioro de las organizaciones gremiales existentes. Hay crecimiento de la clase trabajadora, hay dinero circulando en la economía y hay preocupación, malestar e incertidumbre entre el pueblo trabajador que vive en una precariedad donde los ingresos no alcanzan para sus gastos básicos, los servicios esenciales que debe proveer el gobierno están en crisis, y la estructura política del país ya no constituye una alternativa de cambio pues sus menguados poderes han sido eliminados por el poder imperial que controla la colonia.
Es más que evidente que un proyecto organizativo de carácter sindical amplio tiene altas probabilidades de éxito en la presente coyuntura. Ciertamente no puede ser el esfuerzo aislado de un sindicato mesiánico o un grupo de iluminados. Es necesaria la siempre elusiva unidad que se proclama pero no se concretiza. Los retos a vencer son extraordinarios. El movimiento sindical no puede hacer abstracción de la ofensiva anti obrera y anti sindical sostenida por los pasados años, los golpes recibidos con las privatizaciones que ha visto el país, la frágil imagen que proyectan hoy los gremios y el control y dominio de la clase patronal sobre amplias esferas del país. También hay que superar la estrechez de miras de la salvación individual. Hay que tener meridianamente claro que la salvación será colectiva o no será.
El trabajo por realizar requiere de una inteligente visión de conjunto, el todo de la realidad social en la cual venimos operando, y una apropiada integración de las partes, los gremios. La labor a realizar debe ir dirigida a fortalecer los sindicatos que hoy operan en el sector público y a multiplicar exponencialmente la presencia de los gremios en el sector privado de la economía. Solo así se podrá trabajar en la dirección correcta, con los grandes recursos económicos que son necesarios, la capacitación pertinente, el masivo despliegue humano y la rigurosa disciplina que es necesaria a todo proyecto que se proponga derrotar a la clase patronal en el terreno sindical.
Grandes dosis de desprendimiento y entrega, de humildad personal, rendición del protagonismo y el mayor compromiso de verdaderamente luchar hasta alcanzar los objetivos comunes que se definan constituyen la hoja de ruta para salir de la precaria realidad que hoy prevalece en el movimiento obrero del país. Es hora de demostrar que las lecciones recibidas han sido asimiladas. Ahora solo nos resta demostrar la capacidad de resistencia, combatividad y creatividad que hemos estado acumulado en estos largos años, poniéndolas en práctica para alcanzar el grado de dignidad y progreso que le corresponde a la clase obrera por su capacidad de producir la riqueza que sostiene a toda la sociedad.