En junio de 2021, un estudio encontró que 25 grandes corporaciones que habían implantado una política arcoíris para el Mes del Orgullo (“Pride Month”) también habían donado entre ellas más de 10 millones de dólares a políticos anti-LGBTQ. Walmart, por ejemplo, donó 30.000 dólares a los legisladores de Arkansas que ayudaron a aprobar una ley que prohíbe el tratamiento de afirmación de género para jóvenes trans. Al mismo tiempo, la corporación vendía mercancía arcoíris en la sección “Orgullo y alegría” (“Pride and Joy”) de su sitio web.
Este es un ejemplo típico del “capitalismo arcoíris”: corporaciones que adoptan un mercadeo amigable a la comunidad LGBTQ durante el Mes del Orgullo mientras que, en el mejor de los casos, no hacen nada y, en el peor de los casos socavan activamente la lucha por los derechos LGBTQ. En general, los capitalistas han tenido gran éxito en transformar el Orgullo de una demostración radical contra un sistema opresivo a lo que es esencialmente una campaña de marketing de un mes de duración llena de marcas arcoíris y eslóganes afirmativos. Mientras tanto, la gran mayoría de las personas LGBTQ siguen siendo aplastadas por el peso del capitalismo. ¿Cómo terminó el Orgullo de esta manera y hacia dónde vamos desde aquí?
El Orgullo comenzó como un motín
El 28 de junio de 1969, la policía de la ciudad de Nueva York allanó el Stonewall Inn, un lugar popular de reunión para la comunidad LGBTQ. Los clientes fueron detenidos y arrestados. Una redada de este tipo era un hecho común: la homosexualidad y la disconformidad de género todavía estaban criminalizadas, y los bares gay eran allanados con frecuencia. Sin embargo, en Stonewall, la comunidad luchó contra la policía, arrojándoles ladrillos y escombros y atrayendo a una multitud del vecindario. El levantamiento duró varios días y fue una fuerza impulsora para el activismo LGBTQ en los Estados Unidos. Al año siguiente, se celebró el primer desfile de Orgullo gay en Nueva York para conmemorar el levantamiento. Este es el origen del Mes del Orgullo, que se celebra cada junio en América del Norte. En sus inicios, el Orgullo trataba sobre la resistencia LGBTQ contra el estado burgués represivo, y sobre la celebración de las identidades sexuales y de género que han sido oprimidas dentro de la sociedad de clases, afirmando su supervivencia continua contra los intentos de erradicarlas.
Para muchas personas estaba claro que la principal lucha de la comunidad LGBTQ era contra el estado capitalista, y el acoso policial era evidencia clara de esto. Sectores del movimiento se tornaron muy militantes, al ver el vínculo entre las luchas de las personas LGBTQ, de los negros y el movimiento contra la guerra, y sacando conclusiones anticapitalistas. Por ejemplo, tras su fundación, el Frente de Liberación Gay dijo en un artículo:
“Somos un grupo revolucionario de hombres y mujeres formado en la comprensión de que la liberación sexual completa para todas las personas no puede lograrse a menos que las instituciones sociales existentes sean abolidas. Rechazamos el intento de la sociedad de imponer roles sexuales y definiciones de nuestra naturaleza…”
“Nosotros, como todos los demás, somos tratados como mercancías. Nos dicen qué sentir, qué pensar… Nos identificamos con todos los oprimidos: la lucha vietnamita, el tercer mundo, los negros, los trabajadores… todos los oprimidos por esta podrida, sucia, vil y jodida conspiración capitalista.
Sin embargo, al igual que con otras luchas de la época, aunque había una fuerte tendencia anticapitalista, el movimiento estaba lejos de estar unificado en torno a las ideas socialistas. Esta falta de acuerdo sobre por qué luchaban, la falta de organización y, en última instancia, la falta de un liderazgo marxista revolucionario desorganizó y socavó los movimientos de liberación de los años sesenta y setenta. Eventualmente, el estado capitalista buscó desmovilizar el movimiento concediendo ciertas reformas y fomentando una capa de la clase dominante de los grupos oprimidos. Al hacerlo, recibieron gran ayuda de las ideas de las políticas de identidad.
Políticas de identidad y tokenización
Si bien hay muchas escuelas de políticas de identidad, lo que tienen en común es que todas se centran en cuestiones de identidad sobre cuestiones de política, o al menos equiparan las dos. Por lo tanto, vemos un énfasis en las narrativas, los paradigmas, el lenguaje y la experiencia subjetiva. En su base, este enfoque se deriva del posmodernismo, especialmente la noción de que la realidad está formada por ideas y, por lo tanto, puede moldearse a través del discurso.
Una expresión común de esto es el debate en torno a la “representación”. Una afirmación típica entre sectores de la izquierda que han adoptado las políticas de identidad es que el “progresismo” está ligado a la identidad: mientras más identidades oprimidas tenga alguien, más progresista será. El argumento es que tener personas de identidades oprimidas en posiciones de visibilidad y poder será necesariamente bueno para todas las personas oprimidas, debido a las experiencias y conocimientos únicos que aportan.
Sin embargo, tener representación aún no ha dado frutos para los grupos oprimidos. Hay una larga lista de celebridades y políticos LGBTQ que, no solo no ayudan a los trabajadores LGBTQ, sino que son activamente reaccionarios. Caitlyn Jenner, medallista de oro olímpica y madre de Kylie y Kendall, que hizo titulares cuando se declaró trans en 2015, es una republicana declarada. RuPaul, artista drag y anfitrión de RuPaul’s Drag Race, se beneficia de las operaciones de fracturación hidráulica (“fracking”) en sus 60.000 acres de tierra. Cuando se trata de política, solo hay que mirar a figuras como la ex primera ministra de Ontario Kathleen Wynne o el ex candidato presidencial demócrata Pete Buttigieg, quienes eran políticos burgueses de centro-derecha comunes y corrientes a pesar de que ambos eran homosexuales. Si bien podían usar sus identidades para presentar un barniz de progresistas, eso no tuvo ningún impacto en lo que realmente representaban. Los recortes que Wynne hizo a la educación y la atención médica en Ontario perjudicaron a la clase trabajadora de igual forma como si hubiesen venido de un primer ministro heterosexual. Es evidente que la identidad de alguien como miembro de un grupo oprimido no determina su política.
Lo que realmente juega un papel determinante es la clase, como señalamos los marxistas. Los miembros de la clase dominante defenderán el sistema que gobiernan, sin importar de qué grupo oprimido provengan. Lejos de ayudar a la lucha por la liberación, estas figuras lo que realmente hacen es ayudar a desradicalizarla. Permiten que los capitalistas digan, por ejemplo, “Un hombre gay puede postularse para presidente, ¡el sistema funciona!” No importa el hecho de que la gran mayoría de trabajadores LGBTQ son explotados y nunca se acercarán al poder político bajo el capitalismo.
La política de identidad no solo falla como base para la lucha, sino que en realidad es un obstáculo. El estado actual del Orgullo lo demuestra aún más.
Capitalismo de arcoíris
Dondequiera que se mire a lo largo del Mes del Orgullo, seguramente se verá una multitud de logotipos del arcoíris. Todos, desde los bancos hasta el Cuerpo de Marines de los EE.UU. cambian de marca a la medianoche del 1 de junio, proclamando a través de las redes sociales que su negocio cree que #LoveIsLove. Los desfiles del Orgullo en toda América del Norte han sido reemplazadas por carrozas corporativas. Las principales empresas se enfrentan entre sí para expresar su “alianza” con la comunidad LGBTQ.
“Seguiremos enfocándonos en la inclusión de la comunidad LGBTQ+… Espero con ansias el trabajo que haremos juntos para garantizar que todos se sientan bienvenidos, apreciados y apoyados para tener un impacto”. Así lo dijo la vicepresidenta de Walmart, Donna Morris, en 2021, mientras que su empresa financiaba ataques contra la juventud trans.
La aparente contradicción entre lo que dicen y lo que hacen las corporaciones se puede explicar muy fácilmente. A los capitalistas solo les preocupa una cosa: sus ganancias. Apoyan los políticos y las políticas que les permitan ganar más dinero, mientras que sus “valores corporativos” se disuelven detrás de ellos como algodón de azúcar bajo la lluvia. Estas corporaciones solo adoptaron su marca arcoíris cuando el sentimiento popular se volvió tan claramente pro-LGBTQ que la marca arcoíris ayudaría a sus ventas y no las perjudicaría. Debemos tener claro que, de hecho, están a la rabiza del apoyo popular a los derechos LGBTQ, no encabezándolo. Esto es facilitado por la lógica de las políticas de identidad. Un movimiento basado en cambiar el sistema es una amenaza para los capitalistas; pero uno que se basa en cambiar las narrativas es algo de lo que pueden beneficiarse.
La superficialidad y la hipocresía del orgullo corporativo resulta evidente para cada vez más personas. Muchos jóvenes LGBTQ han perdido la paciencia con el capitalismo arcoíris. Ven que las corporaciones no tienen en mente sus mejores intereses, y que los logotipos de arcoíris y los anuncios de #LoveIsLove no hacen nada por abordar los problemas materiales a los que se enfrenta la comunidad: falta de vivienda, terapias de conversión, violencia y discriminación. Las redes sociales están llenas de memes populares que se burlan de estos anuncios cínicos adornados de arcoíris, y la frustración con el orgullo corporativo es clara.
En respuesta, los argumentos de las políticas de identidad ahora se movilizan contra este creciente descontento. Un editorial reciente en el Washington Post hace esto explícitamente, diciendo: “Este Mes del Orgullo, estoy adoptando el «capitalismo arcoíris»”. El columnista escribe: “Sí, es el capitalismo en acción, y no tiene alma. Pero está ahí”. Este escritor señala el pasado reciente, cuando los desfiles del orgullo era eventos comunitarios que se enfrentaban con abucheos y personas que interrumpían, para concluir que estos “aliados” corporativos son una prueba de lo lejos que hemos llegado. Añade: “Pero si nunca te ves representado, lo más probable es que creas lo que otros dicen de ti. La representación es importante incluso si viene en forma de una camisa arcoíris en un perro. En algún lugar, esa camisa de perro está ayudando a alguien”.
Según la lógica de las políticas de identidad, esto es totalmente correcto. Si el camino hacia la igualdad pasa por una buena representación e ideas en el discurso público, entonces la palabrería, como parte del discurso, es más que una simple palabrería; es un medio para cambiar el mundo. Las corporaciones, que controlan los medios de comunicación y, por lo tanto, la representación, tienen un papel valioso que desempeñar al convertir ese poder para el bien, independientemente de su papel en la sociedad como explotadores de la clase trabajadora. Si uno acepta las premisas de las políticas de identidad, entonces la conclusión natural es que el capitalismo arcoíris es algo bueno.
El problema es que el corporativismo del Orgullo no es un pequeño paso adelante. Ni siquiera es un desarrollo neutral que solo esté “ahí”. Es un paso atrás, suplantando el objetivo de la liberación con el de la “inclusión”, y creando la impresión de progreso mientras se ataca a las personas LGBTQ. En los Estados Unidos, 2021 fue el peor año para la legislación contra los derechos LGBTQ en la historia reciente. Se está atacando la capacidad de jóvenes trans para recibir atención que afirme su género así como a participar en deportes. La mera mención de cualquier orientación sexual está prohibida en las escuelas. En los EE. UU., el 22 por ciento de las personas LGBTQ viven en la pobreza, en comparación con el 16 por ciento de las personas heterosexuales. En Canadá, entre el 25 y el 40 por ciento de los jóvenes sin hogar son LGBTQ, y las personas LGBTQ tienen más probabilidades de ser víctimas de violencia. “Una camisa arcoíris en un perro” no resuelve ninguno de estos problemas.
Fuente: Anuncios de Tooth and Honey, Petco y Amazon
Las políticas de identidad son un callejón sin salida. Lo que necesitamos en su lugar es una política de clase que reconozca a los capitalistas como enemigos y explotadores de los oprimidos y la clase trabajadora, sin importar con qué bandera traten de arroparse los capitalistas. Necesitamos una política revolucionaria que no esté dirigida a cambiar el discurso, sino a derrocar el sistema que oprime a la gran mayoría de las personas LGBTQ en todo el mundo. Ese sistema es el capitalismo – tenemos que luchar por el socialismo.
¿El algún lugar sobre el arcoíris?
Los radicales de la década de los setenta tenían razón en que la lucha contra la opresión LGBTQ está vinculada a las luchas de otras personas oprimidas, y que todas estas luchas están vinculadas a la lucha contra la explotación capitalista. Entendieron que los problemas que más afectan a las personas LGBTQ (opresión estatal, acceso a la atención médica, discriminación en la vivienda, discriminación laboral) son problemas generales que no se pueden abordar sin abordar la cuestión de quién controla la riqueza y el poder en la sociedad: los trabajadores o los capitalistas. Esto es particularmente cierto en tiempos de crisis, como los que estamos experimentando ahora, cuando la clase dominante intenta recuperar las ganancias de décadas anteriores y hacer que la clase obrera pague por la crisis. Además, estos son temas que afectan a todas las personas de la clase trabajadora en mayor o menor grado, y en torno a los cuales los trabajadores pueden unirse para luchar como clase.
Por supuesto, los prejuicios existen dentro de la propia clase trabajadora, pero eso también solo se puede combatir sobre bases clasistas. Como escribió Engels en Los Orígenes de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, la opresión de género surgió por primera vez con el advenimiento de la sociedad de clases y la propiedad privada. La propiedad privada significa herencia y la herencia exige garantizar la paternidad de los hijos. Esto, a su vez, requiere el control social sobre las mujeres y la cosificación de la unidad familiar heterosexual. Hay una razón material, de clase, por la cual comenzó este tipo de opresión.
También hay una razón material de clase por la que continúa: una clase trabajadora que está dividida por el odio, el miedo y la desigualdad es más fácil de explotar. La clase dominante y sus instituciones han moldeado y fomentado cuidadosamente la homofobia y la transfobia, y aunque los detalles de esta opresión han cambiado a medida que cambia la sociedad misma, aún no se ha eliminado. Esto se debe a que cambiar las opiniones y las ideas no es suficiente: la única forma de acabar con la opresión por completo es deshacerse de las condiciones materiales que la han generado y deshacerse de la clase dominante.
Los trabajadores no tienen ningún interés material en oprimirse unos a otros, y la mayoría de las personas LGBTQ son trabajadores, que enfrentan problemas muy reales de la clase obrera, como la pobreza, la escasez de vivienda y el desempleo. Las tácticas de divide y vencerás pueden funcionar no porque los trabajadores estén llenos de sospecha y odio entre sí de forma innata, sino porque tienen miedo de perder sus beneficios, su nivel de vida, su capacidad para alimentar a sus familias. El camino a seguir no es jugar con estas divisiones, sino argumentar que somos más fuertes cuando luchamos juntos.
Dividir y vencerás es una táctica cada vez más difícil de usar para la clase dominante. La reciente legislación antitrans que se aprobó en los EE. UU. es impopular para dos tercios de la población, en todos los grupos de edad y hábitos de votación. La clase dominante solo la está usando para tratar de distraer la atención de la inflación masiva y la disminución de los niveles de vida, y están fallando. Los trabajadores heterosexuales tienen mucho más en común con los trabajadores LGBTQ que con sus jefes, y eso se reconoce cada vez más, al igual que más y más trabajadores LGBTQ se dan cuenta de que la manera de luchar contra su opresión es a través de la lucha de clases, no a través de mercancía de la marca Orgullo.
Para lograr la verdadera liberación, será necesario derrocar a la clase capitalista. Luego, con la riqueza de la sociedad controlada democráticamente por la clase obrera, podremos implementar un programa de vivienda social, incluyendo las personas LGBTQ sin hogar. Podemos proporcionar una atención médica verdaderamente universal y accesible, incluyendo el tratamiento de afirmación de género. Podemos disolver las fuerzas policiales que acosan y atacan a las personas LGBTQ. Y, por cierto, con los medios de comunicación y la educación bajo el control democrático de la clase obrera, podremos combatir los prejuicios y dar una verdadera representación a las historias y perspectivas LGBTQ, en aras de enriquecer a la sociedad, en lugar de la búsqueda de ganancias.
¡Revolución socialista, no al capitalismo arcoíris!
¡Lucha contra la opresión LGBTQ a través de la lucha de clases!
Fuente: Fightback
Traducción: Rumbo Alterno