Nota editorial: La semana pasada un grupo de personas, entre las cuales se destacan Elon Musk y el co-fundador de Apple Steve Wozniak publicaron una carta abierta en que solicitan una moratoria en el desarrollo de los sistemas de Inteligencia Artificial (IA). Los autores de la carta se preguntan: “¿Debemos desarrollar mentes no humanas que eventualmente puedan superarnos en número, ser más inteligentes, hacernos obsoletos y reemplazarnos? ¿Debemos arriesgarnos a perder el control de nuestra civilización?” Nosotros nos preguntamos: ¿Y que posición debe asumir la clase obrera ante este nuevo reto?
En su publicación La noticia del día el compañero Luis Pedraza Leduc trae a nuestra atención la pertinencia y la necesidad de añadir un punto adicional de discusión en la cargada agenda de la clase trabajadora puertorriqueña: la Inteligencia Artificial (IA) y su aplicación al mundo del trabajo. Dramatiza su llamado el compañero Pedraza Leduc enfatizando el hecho de que la aplicación de la IA tiene el potencial de restar 300 millones de puestos de trabajo a nivel global. Sin pretender ser conocedor experto del apasionante tema, cuyos trabajos de investigación y desarrollo ya alcanzan medio siglo, respondo a su sugerencia de iniciar la conversación sobre el mismo.
Comencemos por señalar que la IA no es totalmente ajena a nuestra realidad cotidiana. Cuando hacemos uso de Siri o Alexa, del reconocimiento facial para activar el teléfono y en nuestras búsquedas en la Internet, entramos en contacto directo con la aplicación y uso de la IA. En el área de la salud conocemos de su uso en la cirugía robótica y somos un pequeño grupo los que no logramos un momento de diversión con los juegos electrónicos en la computadora.
De igual manera, en nuestros trabajos, somos también muy pocos los que no estamos expuestos a su utilización en el campo de la robótica y la automatización de procesos. Es claro que, en la medida en que se logra perfeccionar la ejecución de cada destreza humana realizada por una máquina, aumenta el interés por seguir investigando y avanzando.
De entrada me parece necesario establecer que la aplicación de la inteligencia artificial al mundo del trabajo no está determinada por nuestras necesidades particulares. Su inserción en los centros de producción solo toma en cuenta los objetivos de aumento de los niveles de eficiencia, reducción de costos de operación e incremento de los niveles de ganancia que obtenga la clase patronal que hoy invierte enormes recursos financieros en la investigación y desarrollo de la IA.
Igualmente, los trabajadores tenemos que tener muy claro que la clase patronal, como clase dominante, habrá de utilizar la IA y los frutos de su inversión en tecnología para perpetuar su existencia y su control, no tan solo sobre la producción de mercancías y el ofrecimiento de servicios, sino sobre todos los aspectos esenciales de la sociedad.
Por nuestra parte, los trabajadores nos hemos acostumbrado a reaccionar y a no tomar la ofensiva ante hechos que, eventualmente, van diezmando nuestras posibilidades de ampliar los derechos que nos cobijan, mejorar significativamente nuestras condiciones de trabajo, asegurar una mayor equidad económica en la sociedad, así como garantizar la calidad de vida y el desarrollo de nuestras familias.
Se ha estimado que la introducción intensiva de la IA en el mundo del trabajo tendrá como resultado la desaparición o la transformación de hasta la mitad de los empleos tal y como hoy los conocemos. Pensemos, a modo de ejemplo, en dos actividades que van tornándose parte de nuestra cotidianidad. Ahora usted puede hacer su compra y pagar la misma en el supermercado sin la intervención de personal alguno. La segunda, los taxistas saben el resultado de la aplicación Uber en su realidad laboral.
Establecida nuestra preocupación ante los avances de la IA y su aplicación en el escenario laboral debemos, por esta ocasión, tomar la ofensiva y comenzar a contestarnos la siguiente pregunta. ¿Qué nos corresponde hacer ante la ineludible presencia de la misma en nuestros talleres de trabajo? En el pasado, ante la introducción de las máquinas, la respuesta, sin mayores resultados, fue la destrucción física de las mismas.
Tampoco podemos quedarnos cruzados de brazos confiando en la promesa de la clase patronal de que las innovaciones vendrán a hacer más llevadero el trabajo que hoy realizamos. Todos sabemos muy bien las consecuencias de creer en los mensajes y los cantos de sirena que entona la clase patronal para, en la primera oportunidad que se le presenta, hacer uso de los avances de todo tipo para desplazarnos y dejarnos en la calle sin que le se le altere una sola célula.
No nos cabe la menor duda de que no faltará el patrono que nos diga que ahora, por fin, ha llegado el momento en la historia humana en que las máquinas trabajarán para nosotros y habremos de vivir la maravilla de contar con un gran lapso de tiempo para el ocio creativo.
Tenemos que comenzar por entender plenamente el reto que tenemos de frente y no meter nuestras cabezas en la arena. La IA está ya en nuestras vidas y estamos obligados a diseñar una estrategia de lucha que impacte directamente a los patronos, al gobierno y sus asesores, y primordialmente a los centros de enseñanza y sus directivos para que nos preparen y preparen a nuestros hijos para obtener el mayor provecho de los avances tecnológicos.
La amplia brecha de desigualdad económica y social que vivimos en el presente, producto de la avaricia de la clase que dirige la logística de la producción y el poder gubernamental, podría transformarse en un precipicio infinito por el cual descendamos los que hoy hemos creado las riquezas que se invierten en la IA. La desigualdad puede generar condiciones catastróficas si, desde ahora, no tomamos las medidas necesarias para establecer los mecanismos que nos permitan participar efectivamente de los avances científicos y su aplicación en el mundo del trabajo.
Adquirir conocimientos sobre la IA sobreponiéndonos rápidamente a la resistencia a los cambios que se introduzcan en nuestro trabajo, exigir la formación pertinente para nuestro desempeño bajo las innovaciones adoptadas por la empresa, establecer salvaguardas para los casos de desplazamiento involuntario, promover legislación que garantice el sostén social básico de la familia ante el uso de las noveles aplicaciones que van desarrollándose y la exigencia al gobierno de que supere la estrechez de miras por la cual hoy se conduce nuestro Sistema Educativo, es parte de la estrategia que se hace necesario adoptar por la clase trabajadora puertorriqueña de cara a la realidad que ya estamos viviendo. Lo anterior, sin abandonar uno solo de los urgentes reclamos que las condiciones presentes nos imponen.
Concluyamos con una nota de optimismo, sin que la misma signifique una justificación para bajar la guardia. Nos dicen los entendidos que, al presente, la IA carece de creatividad y compasión y también de la capacidad de comunicarse con los seres humanos y ganarse su confianza. Por lo tanto, cuanto más necesarias sean la compasión o la creatividad en un trabajo, menos probable será que la IA sustituya a los seres humanos en esas labores. Aún así, mantengamos la bandera de lucha en alto.