El Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) en Francia, formado en 2009 por miembros de la ahora disuelta Liga Comunista Revolucionaria (LCR), con la intención principal de unir a la extrema izquierda de Francia, anunció en su quinto congreso en diciembre que se dividiría, en dos grupos de tamaño aproximadamente similar. El siguiente artículo de Révolution, la sección francesa de la Corriente Marxista Internacional, saca las lecciones de esta división.
La escisión del Nuevo Partido Anticapitalista no ha despertado gran interés en la masa de la población y no cambiará el desarrollo de la lucha de clases en Francia. Sin embargo, una capa de la juventud y de la clase obrera simpatizaba con el perfil “anticapitalista” de esta organización. Algunas personas se preguntan por el significado de este acontecimiento. Intentemos aclarar.
Para justificar una escisión de la que ellos tomaron la iniciativa, [el candidato presidencial] Philippe Poutou y sus camaradas presentaron dos razones. Por un lado, querían poner fin a las luchas entre facciones que marcaron la vida interna del NPA durante muchos años. Su solución: romper con las oposiciones internas. Por otro lado, la escisión fue el resultado de una divergencia sobre la estrategia a adoptar frente a la NUPES [Nueva Unión Popular y Social, que agrupa la Francia Insumisa, el PCF, los Verdes y el PS]: los escindidos defienden una política “unitaria”, para gran disgusto de las demás fracciones del NPA.
Hasta aquí las causas inmediatas de la ruptura. Sin embargo, para comprender su significado, hay que ir más allá de las causas inmediatas.
Error de perspectiva
La crisis del NPA no empezó ayer. De hecho, comenzó un año después de su congreso fundacional, en febrero de 2009. En las elecciones regionales de marzo de 2010, las listas respaldadas únicamente por el NPA, en 18 regiones, obtuvieron el 2,8% de los votos (en promedio), muy por detrás del Frente de Izquierda (PCF/Partido de Izquierda) y del Partido Socialista. Sin embargo, uno de los objetivos declarados por los dirigentes del NPA, al momento de su lanzamiento, era absorber el electorado del PCF y del PS. Desde este punto de vista, fue un fracaso total, tanto en 2010 como en los doce años siguientes.
En el origen de este fiasco, hubo un error de perspectiva (entre otras cosas). Los dirigentes del NPA afirmaron que la larga deriva hacia la derecha de las direcciones del PS y del PCF -evidente de por sí- podría determinar una movilización masiva, en el corto plazo, tras la bandera de un “nuevo partido”, a condición de proclamar su nacimiento alto y claro. En ese momento, le explicamos que las cosas no eran tan simples. De hecho, a pesar de las renuncias y traiciones de sus líderes, el PS y el PCF aún se beneficiaban de una base de masas. La radicalización de una fracción creciente de la juventud y la clase obrera, bajo el impacto de la crisis del capitalismo, no podía eludir estos dos grandes partidos de izquierda y cristalizarse en una pequeña organización que ocupaba una posición marginal en la conciencia colectiva de nuestra clase.
La ironía de la historia es que el NPA proclamó sus grandes ambiciones en el umbral de un proceso que conduciría al claro dominio del melenchonismo sobre la izquierda francesa. La escisión de izquierda en el PS liderada por Mélenchon y su alianza con el PCF a finales de 2008 llevó a la creación del Frente de Izquierda, cuyo éxito fue inmediato. Fue principalmente el Frente de Izquierda, del cual Mélenchon fue candidato presidencial en 2012, el que se benefició de la radicalización de un número creciente de jóvenes y trabajadores. Luego, a partir de 2017, Francia Insumisa (FI) se convirtió en la principal fuerza electoral de izquierda, muy por delante del PS, el PCF y la extrema izquierda.
Ultraizquierdismo y oportunismo
En lugar de experimentar el ascenso espectacular profetizado en su congreso fundacional, el NPA se ha sumido en una crisis permanente y cada vez más profunda. Hay que decir que los dirigentes de la antigua Liga Comunista Revolucionaria (LCR) cometieron todos los errores posibles. Imaginaron que para impulsar al NPA a la cabeza de la izquierda francesa bastaba con: 1) acribillar al Frente de Izquierda y al PS con declaraciones y ultimátums ultraizquierdistas; 2) diluir la identidad “trotskista” de su partido en una papilla vagamente “anticapitalista”. A decir verdad, la identidad “trotskista” de la LCR ya era solo un recuerdo muy antiguo, en 2009, esta organización había abandonado hacía mucho tiempo las ideas del marxismo en favor de un eclecticismo sensible a todas las modas intelectuales. Pero, ¿por qué detenerse en tan buen camino? “Bienvenidos al NPA”. Así que cualquiera que se considerara más o menos “anticapitalista” – ya fuera reformista, anarquista, “decrecentista”, etc.- era bienvenido a unirse al NPA. [1]
Esta combinación de ultraizquierdismo (respecto a los grandes partidos reformistas) y oportunismo (a nivel ideológico y programático) no pudo acercar al NPA a los grandiosos objetivos que se había fijado en 2009. En el terreno electoral, se produjo incluso un retroceso en comparación con los resultados de la LCR: 1,2% de los votos [del NPA] en las elecciones presidenciales de 2012, frente al 4,1% [de la LCR] en 2007. Internamente, los pocos miles de militantes que se unieron al NPA en torno a su congreso fundacional estaban perplejos. La mayoría de ellos abandonaron la organización con bastante rapidez, ya que la dirección no tenía ninguna perspectiva creíble que ofrecerles en lugar de una marcha triunfal hacia la cima. Varias facciones se separan yendo al Frente de Izquierda. La desbandada fue general. Para empeorar las cosas, la caída de la afiliación reforzó el peso relativo de los grupos ultraizquierdistas que se habían unido al NPA, a partir de 2009, con el objetivo de desarrollar allí una intensa actividad fraccional, cuyo resultado más palpable es haber convencido a un cierto número de militantes a abandonar el partido.
Así es como estaban las cosas en vísperas de la división de diciembre pasado. Se puede entender que Poutou, Besancenot y sus amigos quisieran poner fin a las luchas entre facciones que agitaban constantemente al NPA. Pero en el análisis final, la mejor manera de evitar luchas entre facciones es desarrollar perspectivas y políticas correctas. Pero los líderes del NPA eran orgánicamente incapaces de hacerlo. No han dejado de multiplicar los errores ultraizquierdistas y los errores oportunistas.
Por ejemplo, tomemos la secuencia electoral desde abril pasado a junio. La candidatura de Philippe Poutou a las elecciones presidenciales fue un flagrante error de la ultraizquierda, ya que era evidente que la candidatura de Jean-Luc Mélenchon tenía posibilidades de pasar a la segunda vuelta. El NPA debió haberle prestado un apoyo crítico, como hicimos nosotros. Pero no: la candidatura de Poutou se mantuvo contra viento y marea, con el éxito que conocemos (0,8% de los votos). Luego, unas semanas más tarde, cuando Mélenchon lanzó la NUPES (que marcó un giro a la derecha para la FI), a los dirigentes del NPA les pareció estupendo y se apresuraron a sentarse a la mesa de negociaciones -junto a la FI, el PCF, los Verdes y el PS- con la esperanza de arrebatar una o dos circunscripciones ganables en las elecciones legislativas. Tras haber cometido un craso error ultraizquierdista, cayeron enseguida en un error oportunista igualmente craso. Los “negociadores” de NUPES se lo agradecieron a su manera: cero circunscripciones ganables.
El papel de la teoría
Estas oscilaciones espectaculares del ultraizquierdismo al oportunismo (y viceversa) han caracterizado la política del NPA desde su fundación. Ya habían caracterizado la política de la LCR. En la base de estos zigzags está la renuncia a las ideas del marxismo revolucionario. Esta renuncia no es de ayer ni de anteayer. Para entenderlo, tenemos que recurrir a la historia de la IV Internacional, fundada por León Trotsky en 1938, y de la que “surgió” el NPA (como salen las cenizas frías del fuego). Por una serie de razones que van más allá de los límites de este artículo, los dirigentes oficiales de la IV Internacional fueron incapaces de desarrollar una política marxista correcta tras la muerte de Trotsky (1940), y especialmente tras la Segunda Guerra Mundial. Sobre este tema, se recomienda encarecidamente leer El programa de la Internacional, un documento que el fundador de nuestro movimiento, Ted Grant, escribió en 1970, en el que da cuenta detallada de los zigzagueos de la dirección oficial de la IV Internacional a lo largo de 20 años.[2]
Al final, la principal lección de la crisis del NPA es la importancia decisiva de la teoría marxista. “No hay movimiento revolucionario sin teoría revolucionaria”: esta famosa fórmula de Lenin no es tomada en serio ni por Poutou y sus camaradas, ni por los diversos grupos ultraizquierdistas que han dividido al NPA desde 2009 [3]. Todos ellos se imaginan que pueden “construir el partido revolucionario” sobre la base de unas cuantas consignas radicales y unos trozos de ideas marxistas mal digeridas. Por el contrario, la Corriente Marxista Internacional insiste en el papel crucial de la teoría en la construcción de una organización que aspire a derrocar el capitalismo a escala mundial. Esta actitud hacia la teoría es también una de las razones fundamentales de los éxitos actuales de nuestra Internacional. Los mejores elementos de la nueva generación buscan ideas sólidas. No los encontrarán en ningún otro lugar que no sea la Corriente Marxista Internacional.
[1] En una entrevista concedida a Libération el 7 de enero, Philippe Poutou lo dijo muy claramente: “El NPA no es un partido trotskista”.
[2] Disponible en línea.
[3] Incluida Revolución Permanente, una organización supuestamente “trotskista” que surgió del NPA en 2021, pero que ha cometido los mismos errores que este último. Los líderes de Revolución Permanente combinan un flagrante sectarismo (en lo que respecta a la FI, en particular) y un creciente eclecticismo teórico.
Fuente: Révolution