Chris Stirewalt, que solía trabajar como editor político en Fox News, describe cómo los canales se preparan con antelación para eventos que atraen atención masiva, como el día de las elecciones.
En un estudio paralelo se hacen corridas antes del día señalado, con todos los escenarios posibles: si ganó Trump, si ganó Biden, si fue amplia la victoria, si fue estrecha. Se hace como si se estuviera reportando la realidad. Así se decide cómo poner la iluminación, qué ángulo usar de los invitados, de los locutores, los gráficos en la pantalla.
Desde el buró de noticias van alimentando a los que están frente a la pantalla con datos que no conocen de antemano, para medir la reacción de sus locutores e invitados a las sorpresas. Se hacen hasta seis ensayos generales.
Todo cae bajo el escrutinio más detallado, para garantizar la calidad formal de la cobertura televisiva. Cuando llega el día, en que puede haber más de cien llamadas en cuestión de unas horas, todo ha sido ensayado hasta el reflejo; la espontaneidad es solo fachada.
Al describir el ambiente particular en Fox News, que, según él, no se diferencia mucho de los otros canales de noticias por cable, Stirewalt confiesa que los índices de audiencia son todo lo que importa, incluso a costa de la veracidad de la noticia. Sus afirmaciones solo confirman lo que otros ya han dicho.
En este juego perverso, las mayores libertades se las toman con los análisis, por ser más subjetivos. De esta manera, si consideran que lo que sus oyentes quieren oír es que a un candidato que favorecen le va a ir bien, no dudan en decirlo, aun cuando sus analistas y encuestas saben que lo más probable es lo opuesto.
Contrario a lo que muchos piensan, dice Chris Stirewalt, los canales no se alían con el partido, se alían con sus propios intereses corporativos y arrastran a los políticos en el camino. Otros han descrito cómo cada canal se crea un colchón de políticos que consideran «suyos», y que viene determinado por el público que atraen.
Hacer a la mayor cantidad de audiencia adicta a su canal es la clave de todo esfuerzo. Ello determina el número de compañías que les contratarán espacio de publicidad, el poder efectivo que tendrán sobre el Gobierno y el Congreso de EE. UU., etc.
En función de ello, los medios contratan a consultores de sicología de masas para que les hagan estudios de recepción en la población, y en función de ello, conformar la parrilla noticiosa.
En un ambiente competitivo, en el cual un puñado de megacompañías se disputa una audiencia limitada, el ambiente se ha vuelto tan virulento que la necesidad de crear audiencias «habituadas», es decir, adictas a su producto, los ha llevado a reducir la carga racional de las noticias para enfatizar lo emotivo.
«La agenda de muchos medios es distanciarse, incluso, de la aspiración a la honestidad y el balance, para apelar, sencillamente, a la ira y la conexión emocional poderosa que puede crear», dice Chris, y agrega: «Para hacer su modelo adictivo redituable, las compañías mediáticas necesitan que el consumidor sienta fuertes emociones. Miedo, resentimiento e ira hacen maravillas. Les permite a los noticiosos crear conexiones emocionales profundas con sus consumidores, no ya como usuarios de un producto, sino como miembros de una misma tribu».
Como en un traslado de la fantasía a la realidad del animado de Disney, Monsters Inc., los medios se ven como generadores de sentimientos negativos, porque eso les permite crear en los adictos la necesidad de escapar a espacios seguros, en los que les esperan «anuncios para polvos nutritivos, hipotecas reversas fantásticas, pantalones de moda», autos, dietéticos, lo que sea. Después de la inyección de pavor, todos ellos son contemplados con alivio.
La operación sicológica es directa: frente a la ansiedad de un mundo caótico y amenazante, tu isla de alienación donde buscar resguardo es comprar.
Mirar esa parrilla noticiosa cualquier día de cualquiera de esos medios globales nos hace confirmar lo expuesto. Una mezcla de noticias importantes entre otras intrascendentes, pero todas marcadas por el sensacionalismo y la búsqueda de reacciones extremas. Ya sea si se trata de la guerra en Ucrania, la pretendida amenaza china o el escenario venezolano, la demonización del enemigo pasa de referirse a los hechos a apuntar a las emociones.
Los que huyen de Ucrania lo hacen aterrorizados de la brutalidad rusa, aunque, paradójicamente, una parte significativa de ellos lo haga hacia Rusia. Los ataques rusos son todos genocidas, pero está prohibido hacer paralelos con precedentes de ataques criminales de la OTAN y, en particular, de su jefe, EE. UU. Los que emigran de Venezuela son comparados con los que huyeron de Siria, o los que lo hacen hoy de Ucrania.
Cuando han pasado solo unos días de que Israel volviera a bombardear territorios palestinos -ese genocidio interminable-, y de que sea noticia que un preso palestino llevó más de cien días de huelga de hambre, un medio global trae la conveniente noticia: Cuerpos en el fondo de pozo medieval nos muestra el verdadero horror de la violencia antisemítica. El horror palestino no es noticia, pero el horror del antisemitismo lo es, con un evento de la época medieval.
Cuando en Australia es noticia que el Gobierno propone un corte de impuestos para los más ricos, lo que levanta la oposición de muchos, ese propio medio no halla en ello nada que reportar; pero sí lo encuentra en algo así: Chris Dawson, encontrado culpable de asesinar a su esposa, pone fin a un misterio australiano de 40 años.
Cuando la ONU reporta que, en Nigeria, 1,74 millones de niños se enfrentan a malnutrición crónica, como resultado de la hambruna que asola al país, el titular es: Múltiples personas se temen atrapadas bajo un edificio de varios pisos que colapsa en Nigeria. La sequía, resultado del cambio climático inducido por la actividad humana, pone en riesgo a millones de seres humanos en el cuerno africano; pero es más importante un titular que dice: La sequía revela maravillas históricas alrededor del mundo.
Y en otro medio nos enteramos con su titular: La posición del perrito no provoca infarto, destaca estudio. Todos son ejemplos reales. Basta mirar los portales de varios de los medios hegemónicos.
Lo anterior sería apenas alarmante si no agregáramos el dato de que se estima que unas diez compañías (seis de ellas estadounidenses) y unos 20 multimillonarios, dominan más del 80 % de la circulación de noticias en el mundo. Saquen cuentas.
Fuente: Insurgente.org