Durante los días sábado 9 y domingo 10 de enero del 1982 se llevó a cabo el Congreso de Fusión entre el Movimiento Socialista Popular y el Partido Socialista Revolucionario. Esta noche conmemoramos 40 años y siete meses de aquél momento feliz.
En realidad, durante los meses previos al Congreso de Fusión, veníamos funcionando prácticamente como si fuésemos una sola organización política. El Congreso estaba proyectado para realizarse meses antes, pero el nivel de intensidad en el trabajo político con dos acontecimientos fundamentales de aquella coyuntura, obligaron a posponer la fecha del Congreso. Estábamos inmersos en la Huelga de la UTIER del verano de 1981, la tercera en menos de diez años, y la Huelga de los Estudiantes de la UPR, atacada inmisericordemente por el gobierno de Carlos Romero Barceló. En dichos procesos huelgarios, ambas organizaciones tuvimos una participación destacada en las distintas tareas destinadas al apoyo militante para contribuir a adelantar los objetivos que se planteaban los trabajadores y los estudiantes en lucha: desde la participación en el tan necesario trabajo de propaganda y educación, y en las líneas de piquete, hasta las necesarias actividades de presión combativa y solidaridad, junto a trabajadores y estudiantes militantes de avanzada.
Ese compromiso sistemático se fue cultivando a lo largo de años durante la década del 70, en la cual el movimiento obrero, estudiantil y revolucionario se caracterizó por su participación e integración en multiplicidad de luchas militantes. Eran los años en que el gobierno de RHC movilizaba a la Guardia Nacional contra los trabajadores de la AEE y los bomberos, y encarcelaba al liderato de la UIAAA como represalia por su nivel de militancia. Esa década había sido una escuela política donde había emergido una coyuntura de crisis económica y social que generó una explosión de luchas sociales, huelgarias, estudiantiles, juveniles, ambientales, rescates de terrenos, entre otras, que sirvieron de base para el desarrollo político organizativo del conjunto del movimiento obrero y revolucionario en el país.
El PSR había surgido en agosto de 1969, de una división política en el Movimiento Independentista Revolucionario Armado (MIRA). Diferencias políticas importantes sobre la concepción en torno a la lucha armada habían provocado una división en el MIRA en ese momento histórico. En el caso del MSP, éste había surgido de la división ocurrida en el Partido Independentista Puertorriqueño luego de las elecciones de 1972. El debate que surgió dentro del PIP en ese momento llevó a la formación del llamado movimiento Tercerista, donde la mayoría de sus componentes, eventualmente, pasaron a formar el Movimiento Socialista Popular (MSP) el 21 de octubre de 1973.
La actitud que el PSR asumió ante el surgimiento del MSP fue claramente negativa y hostil. En vez de buscar acercamientos a una organización que se definía como socialista, y que expresaba coincidencias con algunos de los postulados del PSR, reaccionó abriendo fuego político-ideológico contra ella y llegó a expresar que “la fundación del MSP es un intento revisionista pequeño-burgués para tratar de impedir y sabotear la creación del necesario partido comunista”. Ese tipo de fraseología despectiva era la que predominaba en gran medida en las filas de los debates de izquierda de la época. Lo que llevó, entre otros factores, a que entre el MSP y el PSR se fueran desarrollando relaciones políticas sumamente hostiles que dejaron mucho que desear.
A partir de su Primera Conferencia Nacional en 1978, en el PSR se operó un cambio significativo de política y de actitud hacia el conjunto del movimiento independentista, socialista y revolucionario. El PSR decidió abrir las puertas de la organización y establecer contactos y relaciones con la mayor parte de las organizaciones de izquierda existentes en ese momento, incluyendo algunas clandestinas. Esa apertura se complementó con el trabajo político de la organización en centros de trabajo, comunidades, y distintos frentes de lucha. Lo cual llevó a la interacción práctica en el trabajo político cotidiano entre compañeros y compañeras de las diversas organizaciones con los cuales compartíamos esos espacios de lucha. Particular mención merecen el trabajo práctico y las coincidencias que se detectaban en los centros de trabajo de la AEE, Acueductos, el Comité Por la Libertad de los Presos Nacionalistas, las luchas contra la Marina en Vieques, las luchas en la Universidad, entre otras. Fue en esos escenarios concretos de lucha donde se encontraban compañeros y compañeras del MSP y del PSR, y donde se cuajaba una relación de aprecio y valoración mutua del trabajo político de unos y otros como compañeros de lucha.
Es dentro de ese contexto de lucha práctica concreta, que la dirección del PSR decide enviar una Carta a la dirección del MSP invitándolos a iniciar conversaciones políticas formales. De ahí en adelante, fueron tres años y medio de un proceso sumamente intenso que incluyó discusiones, de todo tipo y a todos los niveles, sobre línea política, los trabajos que estábamos realizando, los problemas político confrontados, los recursos humanos y de diverso tipo que teníamos, etc. Me faltan palabras para poder describir, con precisión y justicia, el nivel extraordinariamente intenso, de esfuerzo inmenso, en que nos envolvimos, siempre velando por adelantar el objetivo de lograr un mayor grado de unidad entre ambas organizaciones. Como me expresó un compañero cuando le pedí una opinión que me ayudara a redactar estas Notas: “Tenían que pasar años para cauterizar de lado y lado algunas heridas y así fue….”. Para este compañero, el elemento determinante favorable a la Fusión fue el trabajo de base que propiciaron particularmente dos eventos consecutivos: la huelga de la UTIER del verano del 1981 y la Huelga de Estudiantes de 1981-82.
El Primero de Mayo de 1980 publicamos una Declaración Conjunta donde le anunciamos al país y al movimiento independentista, socialista y obrero lo que habíamos alcanzado en el proceso de conversaciones y discusiones hasta ese momento. A partir de ahí, continuamos profundizando el trabajo y las tareas políticas, integrando voluntariamente, cada vez más, el funcionamiento de la militancia de ambas organizaciones. Hasta que entendimos que ya estaban maduras las condiciones para realizar el Congreso de Fusión.
A la fusión le siguió la esperada labor represiva del enemigo. Supimos que el apartamento del compañero Luis Ángel Torres, Secretario General del MST, había sido objeto de penetración y vigilancia electrónica con el propósito de colocar micrófonos para intervenir y grabar conversaciones. Poco después, una veintena de agentes del FBI visitaban simultáneamente, en distintos pueblos de la Isla, a compañeros en sus respectivas viviendas y lugares de trabajo. El compañero Carlos Fortuño Candelas también era objeto de la fabricación de un caso de explosivos. En esos años, afortunadamente, tanto nosotros como otras organizaciones y compañeros de lucha, pudimos contar con el trabajo consistente de apoyo en la defensa de los reprimidos por parte del Comité Unitario Contra la Represión (CUCRE), que había surgido de la exitosa campaña por la Liberación de los Presos Nacionalistas en septiembre de 1979.
Por otro lado, en el verano del 1983, apenas año y medio después de la fusión, emergía un debate ideológico interno donde se planteaba, entre otros asuntos, la necesidad de permitir el derecho a debatir públicamente en contra de la línea política de la organización. Aunque los compañeros que encabezaron el planteamiento sobre la necesidad de abrir ese debate terminaron por renunciar a la organización, el MST decidió continuar el debate, convocando a varios congresos extraordinarios seguidos en donde participaron con ponencias independientes decenas de miembros y colaboradores. Eventualmente, el MST culminaría este proceso celebrando un Congreso Ordinario, en 1985, donde se aprobaría una Resolución que reconocía el derecho a formar tendencias políticas en su interior, y por tanto, a poder expresar y debatir públicamente en contra de las posiciones oficiales de la organización.
Para el MST, ese derecho constituía un elemento fundamental de su concepción misma sobre el tipo de socialismo que defendía y con el cual se identifcaba. Estaba muy consciente de los serios problemas que históricamente habían padecido los países y partidos del llamado “socialismo realmente existente”; los problemas habidos en esa historia con las libertades políticas; con la concepción sobre el “partido único”; etc., en la trayectoria compleja de dichos países.
Esa concepción amplia del socialismo que identificaba al MST, nos permitía poder tener diferencias sobre diversos temas complejos y problemáticos, las cuales podíamos debatir, incluso enérgicamente, sin que por ello tuviéramos que culminar en las típicas rupturas innecesarias e inamistosas. Tales fueron las diferencias, por ejemplo, que teníamos con el tema de la Revolución Cubana. Coexistían en la organización, posturas de apoyo crítico a la Revolución Cubana, pero también posturas que cuestionaban la concepción de “partido único” que prevalecía en Cuba, y el modelo mismo de construcción del socialismo en ese país. Esas diferencias, sin embargo, pudimos debatirlas en el seno de la organización, pero nunca fueron motivo de rupturas.
Ese Congreso Ordinario de 1985 celebró, además, dos objetivos bien importantes que nos llenó de mucha alegría. Primero, habíamos logrado que la Liga Internacionalista de los Trabajadores (LIT), con la cual habíamos iniciado conversaciones bilaterales para auscultar posibilidades unitarias, decidiera integrarse al MST por entender que las coincidencias políticas, ideológicas y organizativas superaban, por mucho, las diferencias que pudiéramos tener sobre distintos aspectos de la lucha. Ciertamente, no eran más de las que teníamos en el MST en ese momento. El otro aspecto que nos llenó de júbilo fue la aprobación de una Resolución para permitir, sin reservas de tipo alguno, la entrada como miembros plenos del MST de compañeros y compañeras creyentes y religiosos, de acuerdo a sus respectivas creencias.
Quiero mencionar, por razones de justicia, que en todo este proceso de fusión y de lucha nos acompañaron compañeros y compañeras ubicados en los Estados Unidos que participaron del Congreso de Fusión y que han sido consecuentemente solidarios en las luchas que hemos librado por décadas. Merece destacarse la figura del compañero Frank Velgara que consistentemente durante casi medio siglo ha estado junto al MST y a las organizaciones que lo fundaron dando la batalla, tanto en Estados Unidos, como en Puerto Rico y en otras latitudes del mundo.
A finales de la década del 1980, en el contexto de la caída del Muro de Berlín, y del eventual derrumbe del llamado Campo Socialista, el MST entendió la necesidad de impulsar otra iniciativa unitaria de los sectores y organizaciones socialistas que dio paso a la fundación del Frente Socialista. Diversas organizaciones, sectores e individuos nos juntamos en ese nuevo proyecto cuya Asamblea de Fundación se celebró aquí mismo donde nos encontramos. El Frente Socialista asumió las tareas de propaganda, educación, debate y militancia relacionadas con la ola neoliberal de privatizaciones que el gobierno de Pedro Rosselló impulsó durante sus ocho años de gobierno. Era la continuidad en la colonia de las políticas neoliberales que comenzaron a desplegarse a principios de los 80’s con los triunfos de Reagan y Thatcher, y desde antes, con el triunfo de la dictadura de Pinochet en Chile en 1973.
Esa política neoliberal de privatizaciones alcanzó su nivel máximo con el intento burdo de privatización de la compañía Telefónica, lo cual sirvió de base para el desarrollo de una de las Huelgas históricas más militantes y combativas que se han producido en Puerto Rico en decenas de años. El Paro Nacional que se convocó en contra de la venta de la Telefónica fue testigo de movilizaciones, piquetes, y protestas a lo largo y ancho de todo el país. Frente al Aeropuerto de Isla Verde, y en los predios del Departamento de Educación, por ejemplo, pudimos ver cómo las fuerzas trabajadoras, preparadas para enfrentar las fuerzas represivas del gobierno, con los adecuados recursos en sus manos, dieron un ejemplo aguerrido de defensa de su integridad y dignidad personal y colectiva. El MST y el Frente Socialista estuvieron presente en primera fila durante esas jornadas.
Estas Notas quedarían incompletas si no incluímos dos temas que nos parece sencillamente imprescindibles. Hablamos del tema de la mujer y del tema de los niños. En esta primera etapa que hemos cubierto (1982-2000), el MST sembró una semilla que tuvo efectos positivos en las luchas siguientes. En el Primer Congreso Ordinario de 1985 (que mencionamos anteriormente) se creó una Secretaría de la Mujer y también el Caucus de Mujeres. Estos organismos desarrollaron y ejecutaron un Plan de Discusión y Trabajo sobre teoría feminista y cómo aplicarlo a las condiciones coyunturales que vivía el país. El proceso culminó en un Congreso Especial dedicado a la aprobación de un Programa Sobre la Mujer, en septiembre de 1990. Las discusiones previas al Congreso duraron unos tres años y estuvieron acompañadas por diversidad de actividades, talleres, participación en foros, etc. El periódico Bandera Roja, incluía la perspectiva sobre la Mujer sobre distintos temas, y los compañeros Carlos Fortuño y Pablo Soto eran fieles fiscalizadores para que así fuera.
Otro de los aspectos positivos de ese Plan de Trabajo sobre la Mujer fue el desarrollo de una política de cuidado y atención de los niños y niñas de la militancia. Entendíamos que ese aspecto no debía limitarse solamente a la responsabilidad de los padres y que había que tomar medidas específicas para hacer camino al andar. De ahí surgió la tarea política del cuido de niñas y niños durante las reuniones y asambleas de la militancia. No siempre se logró cumplir con esa tarea, pero se insistió en la necesidad de concebir esa responsabilidad. De aquí también surgió la semilla del campamento Las Tortugas, uno de cuyos principales inspiradores fue el compañero Luis Ángel Torres, cuyo compromiso total con el mismo abarcaba todos los aspectos de la logística compleja de la organización. Los campamentos Las Tortugas se convirtieron en una fuente de entretenimiento y compartir para niños y niñas y en un taller de conciencia básica sobre aspectos importantes de la realidad social del país.
Compañeras, Compañeros, Amigas y Amigos todos. Vivimos la época del capitalismo salvaje, del capitalismo depredador, el que solamente puede asegurar la incertidumbre y la precariedad creciente a las generaciones presentes y futuras. Ese capitalismo NO es, ni podrá ser, alternativa o modelo de sociedad para el Otro Mundo Posible por el cual luchamos. Para poder liberarnos de las cadenas de la opresión y explotación, y avanzar sobre la incertidumbre y la precariedad creciente, es imprescindible la organización alrededor de un programa político que se corresponda con la realidad presente y nos brinde alternativas reales para un cambio verdadero, siempre teniendo presente que ha sido y será la convergencia de fuerzas la que nos podrá llevar a victorias futuras.
Muchas Gracias.