Un artículo escrito este 24 de marzo por John Micklethwait y Adrian Wooldridge para Bloomberg disparó la alarma que anuncia el fin de “la segunda gran era de la globalización”. A la guerra comercial de Occidente y a las sanciones contra China que precedieron a la pandemia, se han unido ahora las duras sanciones occidentales impuestas contra Rusia después de que invadiera Ucrania. Estas sanciones son como un telón de acero que los Estados Unidos y sus aliados están construyendo alrededor de Eurasia. Pero según Micklethwait y Wooldridge, este telón de acero no sólo se cerrará alrededor de China y Rusia, sino que tendrá consecuencias de gran alcance en todo el mundo.
Australia y muchos países de Asia, como India y Japón – que por lo demás son fieles aliados de los Estados Unidos – no están dispuestos a romper sus vínculos económicos y políticos con China y Rusia. China e India estuvieron entre los 38 países que no votaron en la reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 24 de marzo para condenar la guerra de Rusia en Ucrania: entre ambos “representan la mayoría de la población mundial”, según observan Micklethwait y Wooldridge en su artículo de Bloomberg. Si el mundo se bifurca, “la segunda gran era de la globalización… [llegará] a un final catastrófico”, afirma el artículo.
En el año 2000, Micklethwait y Wooldridge publicaron un manual sobre esta ola de globalización titulado Un futuro perfecto: el reto y la promesa de la globalización. Aquel libro aplaudía la liberalización del comercio y las finanzas, aunque sus autores reconocían que en esta sociedad de libre mercado que defendían, “los empresarios son los beneficiarios más evidentes”. Las desigualdades generadas por la globalización se verían disminuidas, sugerían, por las mayores posibilidades de elección de los consumidores (aunque, como la desigualdad social aumentó durante la década de 2000, los consumidores simplemente no tenían dinero para ejercer sus posibilidades de elección). Cuando Micklethwait y Wooldridge escribieron Un futuro perfecto, ambos trabajaban para The Economist, que ha sido uno de los porristas de la globalización occidental. Ahora, tanto Micklethwait como Wooldridge trabajan en Bloomberg, otra importante voz de las élites empresariales.
En un artículo para el Fondo Monetario Internacional, Kenneth Rogoff, profesor de la Universidad de Harvard, advierte sobre el riesgo de desglobalización. Tal desenlace, señala, “sería sin duda un enorme choque negativo para la economía mundial”. Rogoff, al igual que Micklethwait y Wooldridge, utiliza la palabra “catastrófico” para describir el impacto de la desglobalización. Sin embargo, a diferencia de Micklethwait y Wooldridge, el artículo de Rogoff parece insinuar que la desglobalización es producto de la guerra de Rusia contra Ucrania y que podría ser “temporal”. Rusia, afirma, “parece estará aislada durante un período prolongado”. En su artículo, Rogoff no profundiza mucho en la preocupación por lo que esto significa para la población de muchas partes del mundo (como Asia Central y Europa). “El verdadero golpe a la globalización”, escribe, preocupado, “ocurrirá si el comercio entre las economías avanzadas y China también cae”. Si eso ocurre, la desglobalización no sería temporal, ya que países como China y Rusia buscarán otras vías de comercio y desarrollo.
Historias más largas
Ninguno de estos escritores reconoce en estos artículos recientes que la desglobalización (que es un retroceso de la globalización diseñada por Occidente) no comenzó durante la pandemia o durante la guerra rusa contra Ucrania. Este proceso tiene su origen en la Gran Recesión de 2007-2009. Con el tambaleo de las economías occidentales, tanto China como Rusia, así como otras grandes potencias económicas, comenzaron a buscar formas alternativas de globalización. La Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) de China, anunciada en 2013, es una señal de este cambio gradual, en el que China desarrolla sus propios vínculos primero en Asia Central y del Sur y luego más allá de Asia y hacia África, Europa y América Latina. Resulta revelador que el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, (un evento desatendido, fundado en 1997) haya devenido en el lugar de encuentro para los líderes empresariales y políticos de Asia y Europa, que consideran esta reunión mucho más importante que la reunión anual del Foro Económico Mundial (FEM) celebrada en Davos (Suiza).
Tras la Gran Recesión, países como China comenzaron a desdolarizar sus reservas de divisas. Pasaron de una reserva basada principalmente en el dólar a una más diversificada. Este movimiento hacia la diversificación fue lo que llevó a la caída de la participación del dólar en las reservas mundiales de divisas (del 70% en 2000 al 59% en 2020). Según el autor Tony Norfield, la proporción de dólares en las reservas de divisas rusas era del 23,6% en 2019 y se redujo al 10,9% en 2021. Privado de dólares debido a las sanciones impuestas por Occidente, el Banco Central de Rusia ha intentado varias maniobras para desdolarizar también sus reservas de divisas, incluyendo el anclaje del rublo al oro, impidiendo el flujo de salida de dólares y exigiendo que sus compradores de combustible y alimentos paguen en rublos y no en dólares.
A medida que Estados Unidos amplía su red para sancionar a más y más países, estos países – como China y Rusia – buscan construir mecanismos comerciales que ya no dependan de las instituciones occidentales.
La desglobalización conduce a una globalización diferente
El 1 de enero de 2022 entró en vigor el mayor pacto de libre comercio del mundo: la Asociación Económica Integral Regional (RCEP). Hace dos años, 15 países se reunieron virtualmente en Hanoi, Vietnam, para firmar este tratado. Entre estos países se encuentran aliados cercanos a los Estados Unidos, como Australia, Japón y Corea del Sur, así como países que se enfrentan a sanciones estadounidenses, como China y Myanmar. Un tercio de la humanidad está incluido en el RCEP, que representa un tercio del producto interno bruto mundial. El Banco Asiático de Desarrollo confía en que el RCEP proporcione alivio a los países que luchan por salir del impacto económico negativo de la pandemia.
Bloques como el RCEP y proyectos como el BRI no son contrarios a la internacionalización del comercio y el desarrollo. Economistas de la Escuela de Negocios HKUST de Hong Kong demuestran que la BRI “aumenta significativamente los flujos comerciales bilaterales entre los países de la BRI”. Las compras de China a los países de la BRI han aumentado, aunque gran parte de ellas son en el ámbito de la energía y los minerales más que en el de los bienes de alto valor; las exportaciones de China a los países de la BRI, por otro lado, se mantienen estables. El Banco Asiático de Desarrollo calcula que el proyecto BRI requerirá 1,7 billones de dólares anuales para el desarrollo de infraestructuras en Asia, incluidas las inversiones relacionadas con el clima.
No cabe duda de que la pandemia ha estancado el progreso del proyecto BRI, con problemas de endeudamiento que afectan a una serie de países debido a un uso inferior a la capacidad de sus infraestructuras financiadas por el BRI. Las crisis económicas y políticas de Pakistán y Sri Lanka están en parte relacionadas con la ralentización global del comercio. Estos países son parte integral del proyecto BRI. El aumento de los precios de los alimentos y del combustible debido a la guerra en Ucrania complicará aún más las cosas para los países del Sur Global.
En muchas partes del mundo ha ido aumentando el apetito por una alternativa a la globalización de corte occidental, pero esto no se traduce – necesariamente – en desglobalización. Podría significar una plataforma de globalización que ya no tenga su epicentro en Washington o Bruselas.
Fuente: Globetrotter