Para poder luchar con éxito contra la opresión de las mujeres, necesitamos una teoría coherente capaz de proporcionarnos un análisis válido y una estrategia y táctica concretas. Sin esto, existe el peligro de que la lucha se limite a un alivio superficial de los síntomas.
La opresión de la mujer hoy se manifiesta de muchas maneras diferentes. Entre las más brutales se encuentran ciertamente la violencia y el asesinato. Por ejemplo, en 2018, según datos del Estado español, se presentaron más de 125.223 denuncias por violencia contra las mujeres, y en el año 2019 fueron asesinadas 55 mujeres, comparado con 47 en 2018. En 2017, se registraron 2.219 denuncias por violación, de las cuales sólo se investigó el 68%.
Aparte de las evidentes desigualdades, como la desigualdad salarial entre hombres y mujeres, la opresión sistemática de las mujeres tiene lugar principalmente entre bastidores. Por ejemplo, en las familias con al menos un niño (menores de 5 años), la mayoría del trabajo doméstico lo realizan las mujeres. La mayor parte del trabajo a tiempo parcial (73%) y del trabajo precario también lo realizan las mujeres, y la proporción de mujeres desempleadas es mayor que la de los hombres. La pensión media de las mujeres (742€ in 2019) es mucho más baja que la de los hombres (1.191€).
El resultado es una tendencia de las mujeres a depender financieramente de su pareja. Esta desigualdad material también es una realidad en los países donde toda la desigualdad ha sido eliminada sobre una base legal. En otras palabras, no basta con combatir los síntomas de la opresión a un nivel puramente legal, orientándose hacia la reforma.
Existe una capa de la sociedad capitalista que se beneficia masiva y directamente de la opresión de la mujer: las capitalistas y los capitalistas. Por un lado, se benefician directamente de los salarios más bajos de sus empleadas. Por otro lado, los salarios más bajos de las mujeres han servido históricamente como un medio para ejercer presión sobre los salarios de los empleados varones. Sobre todo, los capitalistas se benefician indirectamente de cualquier desigualdad entre los trabajadores y las mujeres trabajadoras porque divide a la clase obrera y hace más difícil la lucha unida contra el sistema.
La desigualdad de género, así como otros mecanismos de división: como el racismo, la homofobia, etc., se convierten de este modo en pilares importantes para el mantenimiento del sistema capitalista, están estrechamente entrelazados con él y por lo tanto son mantenidos activamente por los capitalistas y sus medios de comunicación. Por lo tanto, la liberación de la mujer en este sentido está en conflicto directo con los intereses de la clase dominante y sólo se puede ganar con una lucha anticapitalista consecuente.
Feminismo
Muchas teorías feministas tienen su origen en la “tercera ola” del feminismo de los años 60 y 70. Varios movimientos sociales surgieron en ese momento después de un largo período de paz de clases. Durante este período, los partidos socialista y comunista europeos se adaptaron fuertemente a la burguesía. Defendían el sistema capitalista, cedían a los prejuicios de ciertas clases y, por lo tanto, no eran un punto de atracción para las mujeres que se radicalizaban. Bajo la contrarrevolución estalinista en la Unión Soviética, importantes logros de la revolución fueron revertidos y el marxismo quedó simplificado a un esquema mecánico. Esto es precisamente lo que las feministas criticaron.
Llegaron a la conclusión de que: “Incluso bajo el socialismo soviético las mujeres no fueron liberadas. Por lo tanto, debemos organizarnos por separado y librar una lucha independiente para liberar a las mujeres”. Aunque algunos de estos grupos tenían una autoimagen revolucionaria, no comprendían de dónde viene la opresión de la mujer y por lo tanto cómo se puede superar.
Este hecho se puede ver en el feminismo postmoderno, para el cual el patriarcado existe independientemente del capitalismo. Por consiguiente, los trabajadores ya no deben luchar contra los capitalistas, sino las mujeres contra los hombres. Sin embargo, ignoran el hecho de que la sociedad está dividida en clases. Al no culpar al capitalismo, todos los que “no están oprimidos” tienen la culpa: los hombres blancos y heterosexuales, en su lógica, se convierten así en la causa de la opresión.
¿Cómo explican los marxistas la opresión de la mujer?
El patriarcado (por el cual entendemos un sistema familiar que recluye a la mujer en el hogar y sitúa al hombre como cabeza de familia y como sostén económico principal de la misma) surgió en la transición de la sociedad paleolítica sin clases a la sociedad de clases debido al desarrollo de los medios de producción. Bajo el comunismo primitivo no existía la propiedad privada, todo pertenecía a todos y la mayor parte se consumía directamente. Con el desarrollo de la agricultura y la ganadería (Revolución Neolítica), los métodos de producción cambiaron: con los nuevos medios de producción, diferentes sociedades podían por primera vez producir más de lo que podían consumir. Esto tuvo un impacto en la posición de los sexos. Nació la propiedad privada, se formaron clases, divididas en clases propietarias y creadoras de riqueza: surgió la esclavitud.
El hombre de repente pasó de ser el primigenio “proveedor de alimentos” a ser el “propietario”. Esto cambió su posición dentro de la familia. Sin embargo, debido al linaje matrilineal original (donde no existían parejas y la madre determinaba la descendencia), no podía legar sus posesiones a sus propios hijos. Así que se hizo necesario romper la herencia de la madre a sus hijos, surgió la familia monógama dominada por el hombre.
La posición de la mujer trabajadora
La mujer trabajadora en el capitalismo toma una posición precaria. Soporta una explotación múltiple como trabajadora, como ama de casa y como enfermera de niños y ancianos. Originalmente, el salario del trabajador era suficiente supuestamente para sostener a la familia y reproducir la siguiente generación de fuerza de trabajo que necesitaban los capitalistas. Esto fue acompañado por la exclusión de las mujeres de los derechos políticos y económicos. El trabajo socialmente necesario para el sostenimiento del hogar y la crianza de los hijos estaban incluidos dentro del salario del hombre. Pero con el desarrollo capitalista posterior, y la incorporación masiva de la mujer al trabajo fuera del hogar, hizo que se necesitaran ambos salarios para sostener a la familia, debido al interés de los capitalistas por reducir al mínimo el salario de sus trabajadores.
Durante el período de auge económico, el capitalismo saca a las mujeres del aislamiento en el hogar y las introduce en el mundo del trabajo; se necesitan más trabajadores. En tiempos de crisis, las mujeres son expulsadas del mercado de trabajo y vuelven a la cocina, sus empleos se recortan más rápidamente – especialmente en el trabajo no cualificado y a tiempo parcial, que es fácil de reemplazar. Vemos, entonces, que el capitalismo utiliza modelos patriarcales para poder utilizar mano de obra barata e intercambiable a voluntad, según las necesidades de su clase dominante. Hoy en día, las mujeres de los sectores de bajos salarios y de trabajo a tiempo parcial son siempre las primeras en sentir los efectos del auge y crisis del mercado laboral. Históricamente, las mujeres han desempeñado un papel central en las revoluciones rebelándose contra la opresión como trabajadoras y como mujeres. Uno de los innumerables ejemplos es la Revolución Rusa de Febrero de 1917, que comenzó con un levantamiento de mujeres que hacían cola para obtener pan.
¿Cuál es el siguiente paso?
El trabajo de cuidado del hogar y de la crianza de los hijos es realizado mayoritariamente por mujeres que además tienen que trabajar para tener un salario regular, sufriendo así una doble explotación. ¡Este trabajo en el hogar es socialmente necesario y debería estar socializado! Concretamente, esto significa que se necesitan guarderías estatales y gratuitas en todo el país para todos aquellos que las necesitan. También se necesitan lavanderías y comedores públicos y gratuitos, que puedan utilizarse cuando sea necesario. El progreso técnico debería seguir desarrollándose de tal manera que el resto de las tareas domésticas se reduzcan al mínimo.
La lucha por la igualdad de salarios sólo puede tener éxito si se lucha junto con los trabajadores contra la opresión sistemática. La lucha organizada, como las huelgas, es el arma más fuerte y efectiva de la clase obrera para arrancar mejores condiciones de trabajo a los patrones. Sin embargo, estos medios sólo tienen éxito si cuentan con un amplio apoyo –para lo que necesitamos tanto mujeres como hombres. Si los movimientos de los últimos años nos muestran algo claramente, es que la voluntad de lucha de la población femenina es fuerte y va en aumento. Sin duda, cuando las luchas existentes se unen, cuando las mujeres trabajadoras luchan junto con los trabajadores contra el sistema que los oprime a todos, la revolución está a las puertas.
Fuente: Lucha de Clases