Ponencia presentada en la mesa “Estrategias a debate en un mundo en crisis” en la IV Conferencia Internacional Marxista Feminista.
En primer lugar, muchas gracias por invitarnos a esta importante Conferencia Marxista Feminista y por haber considerado los horarios de un panel que se conecta desde diferentes países con bandas horarias muy distintas.
Nuestro panel está compuesto por militantes de la Agrupación Internacional Pan y Rosas con presencia en Argentina, Chile, Brasil, México, Bolivia, Uruguay, Perú, Costa Rica, Venezuela, EE.UU., Estado Español, Francia, Alemania e Italia. En nuestras agrupaciones se combina la fuerza de las trabajadoras, inmigrantes, racializadas, jóvenes con la de las estudiantes, intelectuales, trans, lesbianas, de diversidad sexual.
Con esta sinergia, humildemente nos proponemos estar en la primera línea en los procesos de organización y lucha por los derechos de la mayoría de las mujeres, contra las múltiples opresiones y la explotación, en cada país. Así como también aportar en los debates del movimiento feminista a nivel mundial, desde nuestra perspectiva marxista revolucionaria.
En ese panel queremos plantear algunos debates dentro del feminismo anticapitalista, desde una perspectiva marxista revolucionaria.
Venimos de una pandemia mundial que dejó abierta una crisis económica, social, ecológica sin precedentes, que los capitalistas van a volver a descargar sobre la clase trabajadora, las mujeres, las personas migrantes y la juventud.
Y el debate sobre la relación entre género y clase/patriarcado y capitalismo se actualiza, cuestión fundamental para pensar estrategias de emancipación contra el capitalismo patriarcal.
En este nuevo contexto podemos ver cómo queda retratado el feminismo liberal o neoliberal. Toda idea de que existe o puede existir un sujeto “mujer” homogéneo, opuesto a los hombres, más allá de su condición de clase. Un sujeto “mujer” que gradualmente consigue derechos y avanza de forma individual, en los marcos del sistema capitalista, manteniendo las relaciones sociales tal como son hoy. El feminismo liberal quiere hacer creer la idea de que la sororidad entre las mujeres está por encima de la lucha de clases, cuando esto está muy lejos de la realidad.
Creemos que estas concepciones lo que ocultan son las diferencias de clase, el racismo y la dominación imperialista que sostienen los propios privilegios de un pequeño sector de la sociedad, integrado por muchos hombres, pero también por las mujeres de las clases dominantes. Bajo el neoliberalismo una elite de mujeres pasó a formar parte del 1% más rico del planeta, mientras millones de trabajadoras y trabajadores están siendo condenados al paro, las reducciones salariales y la sobre explotación.
En el libro Patriarcado y Capitalismo, Feminismo, clase y diversidad que escribimos Josefina [Martínez] y yo hablamos de un símbolo del feminismo neoliberal: Ana Botín, que en 2018 su fortuna personal se estimaba en 300 millones de Euros. ¿Qué tiene que ver su vida con la de millones de mujeres precarias que no llegan a fin de mes, que no pueden pagar un alquiler o que han sido desahuciadas de sus casas y que ante la crisis que se abre se verán arrojadas a una situación de mayor pobreza y miseria? Como vemos, la cuestión de clase atraviesa al género, y delimita campos sociales enfrentados. Y es desde esta perspectiva que abordaremos los diferentes debates.
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Para empezar, nos preguntamos: ¿En esta etapa pos-pandemia: cuál es el estado de la mayoría de las mujeres: las trabajadoras, las inmigrantes, las jóvenes …?
La pandemia dejó claro quiénes son “esenciales”: la clase trabajadora, hoy muy diversa, racializada y, sobre todo, altamente feminizada, ocupando las tareas de la producción y la reproducción.
Estas tareas que durante la pandemia se consideraron esenciales, el sistema capitalista y patriarcal las ha ubicado históricamente en las últimas de las categorías, infravalorándolas, para imponer mayor explotación, todo tipo de brechas y desigualdades. Y la crisis del coronavirus visibilizó estas contradicciones, porque vimos que quienes sufrieron “en primera línea” el paro, pobreza y precariedad, ha sido toda la clase trabajadora. Una clase que hoy, producto de las transformaciones en el capitalismo, no es homogénera, y cuenta con una feminización del trabajo exponencial tal que el 40 % del empleo global está compuesto por mujeres.
Pero esta feminización vino acompañada del empeoramiento de las condiciones de trabajo, signadas por la fragmentación y divisiónn interna en múltiples categorías.
Y llegado el siglo XXI, a pesar de los avances en derechos políticos, civiles y democráticos producto de las luchas históricas del movimiento de mujeres, es en el terreno laboral donde más se han ido acrecentando las desigualdades de género.
Estas desigualdades, como la brecha salarial que a nivel mundial es del 19%, están basadas en un aumento de la explotación y precariedad laboral en los sectores más feminizados. Todo esto visibilizó la pandemia.
Vimos que la feminización de los cuidados y su traslación de los hogares al trabajo asalariado-, se expresó bajo una crisis exponencial, con el antecedente de décadas de recortes en sanidad, educación, servicios sociales o en las áreas de dependencia.
Vimos la opresión laboral en su expresión más racista, como las recolectoras del campo.
También se evidenció aún más la situación de las empleadas del hogar, mayoría inmigrante o racializadas -fueron expulsadas a la calle, quedaron desocupadas y sin derecho a paro, resquebrajándose la cadena global de cuidados.
Esta cuestión, unida al confinamiento que ha aislado a niños y niñas en sus hogares, ha hecho insoportable la vida de las familias trabajadoras, cuya doble carga evidencia un problema estructural de los cuidados, que es la falta de educación infantil gratuita y universal de 0 a 3 años.
En definitiva, Lo que evidenció claramente esta crisis es que la clase trabajadora, mitad femenina, ocupa todas las posiciones estratégicas para la producción y reproducción de la sociedad. Y esto abre debates en el movimiento feminista que abordaremos desde varios ángulos en las ponencias de las compañeras.
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En segundo lugar, tenemos que dar cuenta de que las mujeres han estado en primera línea en la lucha de clases:
Antes de la pandemia sectores de trabajadoras, en todo el mundo, han estado luchando y autooorganizándose contra la precariedad laboral, la explotación, las violencias y el racismo. El movimiento feminista y de mujeres, retomó en parte los métodos de la clase trabajadora convocando huelgas el 8 de marzo. y aunque en muchos países tuvieron el límite de que no se transformaron en verdaderas huelgas generales, en otros casos sí llegaron a imponerse huelgas laborales, lo que le dio más profundidad al movimiento.
Hoy, en este momentum pos-pandemia, la mayoría de las mujeres trabajadoras, conscientes de su potencial como “esenciales” también comienzan a recomponer sus fuerzas, organizándose contra las consecuencias de la crisis:
En plena pandemia hemos visto a las trabajadoras sanitarias, enfermeras y auxiliares que sufrieron brutalmente la explotación y hoy siguen en lucha en muchos países, como las enfermeras de los hospitales de Nueva York, donde nuestras compañeras trabajadoras han participado. También las trabajadoras de la limpieza de hospitales, o las cuidadoras de personas mayores y dependientes siendo una gran mayoría de colectivos migrantes en los países imperialistas, como nuestras compañeras migrantes de Pan y Rosas de Madrid o Barcelona. Las trabajadoras y trabajadores de Amazon. En Francia nuestras compañeras acompañaron a las huelgas de las trabajadoras de la limpieza de ferrocarriles. Hoy aquí en el Estado español, desde donde se está organizando esta Conferencia Marxista Feminista, las trabajadoras del Museo de Bilbao Guggenheim cumplen 154 días de huelga contra la brecha salarial y las condiciones de explotación laboral. Las trabajadoras precarias de la educación también nos estamos organizando por nuestras condiciones laborales. En Brasil, hemos sido parte de la lucha de las trabajadoras terciarizadas de la limpieza de las universidades, de la salud y las docentes. En Chile, acompañamos la huelga de las trabajadoras de la salud de Antofagasta, mayoría migrantes, que dieron una pelea contra una multinacional española no sólo por sus condiciones laborales sino por los derechos de las personas migrantes. O junto a las trabajadoras de la Salud en su lucha por el derecho al aborto. Y en Argentina hemos sido parte de procesos muy importantes que explicará Andrea D’Atri.
Esto nos lleva a pensar que se potencian las condiciones para seguir construyendo un feminismo anticapitalista, antirracista, antiimperialista y antipatriarcal, opuesto al feminismo neoliberal, en todas sus versiones desde la derecha hasta la “progresista” neorreformista.
Es por ello que las militantes de la agrupación internacional Pan y Rosas, queremos aportar una reflexión estratégica. Porque no se trata de limitarnos a visibilizar a las trabajadoras, a las mujeres inmigrantes y aplaudirlas. Se trata de avanzar junto a ellas, al calor y en la práctica de sus experiencias, y sacar conclusiones profundas de qué está pasando.
Porque la crisis para la clase trabajadora NO es una “idea” para analizar en las lujosas paredes de las academias. La crisis para las mujeres de la clase trabajadora es una cuestión de vida o muerte. Por ello, se trata de trazar las mejores estrategias para vencer.
Ante ello nos preguntamos: ¿Es posible apostar porque las mujeres trabajadoras puedan cumplir un rol de vanguardia en la lucha de clases? ¿Está planteado que puedan romper la división de las filas de la clase trabajadora actual, atada de pies y manos por las direcciones sindicales burocráticas, y así aportar a revolucionar y recuperar los sindicatos o crear nuevas organizaciones democráticas?
Y contra el pensamiento estalinista de que “el género divide a la clase”: ¿No está planteado que las trabajadoras puedan aportar con sus demandas e ir más allá del sindicalismo o corporativismo, integrando las luchas contra el machismo y el racismo, contra la opresión imperialista, sumando al conjunto de los sectores oprimidos detrás de una causa contra el capitalismo? Muy lejos de aquellas ideas que tergiversaron al marxismo considerando que la perspectiva de clase anula la lucha contra las opresiones de género, contra el racismo, o contra la transfobia o la homofobia que está teniendo consecuencias terribles y hasta mortales para las personas de diversidad sexual.
Está planteado, a partir de las importantes experiencias de lucha y autoorganización de las trabajadoras junto a otros sectores, la construcción de alianzas con el conjunto de la clase trabajadora, y así crear hegemonía obrera y popular. Alianzas junto a todos los sectores de trabajadores y trabajadoras estratégicos de la producción como el agrícola, el de la logística, las fábricas alimenticias, los supermercados, los camioneros que llevan los alimentos a los mercados, de todo el sistema sanitario, educativo y de servicios sociales.
Creemos que, en un mundo en crisis, estas hipótesis se actualizan.
Y por último nos preguntamos: ¿Qué significa un feminismo anticapitalista?
Pensamos que hay condiciones para seguir construyendo un feminismo anticapitalista, antiimperialista y antipatriarcal, opuesto al feminismo liberal como el de Ana Botín, esa “mujer en primera línea” para salvar a los bancos y los negocios capitalistas.
Se trata entonces, de reflexionar cómo y abrir un debate sobre qué significa un “feminismo anticapitalista”, porque para luchar contra el 1% más rico del mundo hace falta enfrentarse a muchos enemigos. Este es un debate con el feminismo del 99%.
En primer lugar, hay que dar cuenta de que existe una gran diversidad en el 99% restante, no hay homogeneidad para ir “todes” contra el 1%, están quienes gerencian las grandes empresas y reciben como recompensa parte de sus ganancias extraordinarias, están las clases medias altas, la pequeño-burguesía comercial, profesional, la casta política de los regímenes democráticos capitalistas que gestionan y garantizan sus negocios.
Y por otro lado, un feminismo anticapitalista debe enfrentarse a otra parte del 1%: los gobiernos e instituciones capitalistas, sean de derecha, o se digan “progresistas”, las direcciones traidoras del movimiento obrero, las burocracias de los movimientos sociales y los partidos que funcionan como un engaño para los sectores populares.
Que “el capitalismo no va más” empieza a ser asimilado por muchos sectores. Pero el sistema capitalista patriarcal no va a caer por sí mismo y opondrá su violenta resistencia frente a cualquier desafío. Para ello dispone de Estados, cárceles, policía y ejército, instituciones políticas, educativas, medios de comunicación.
Hoy nos encontramos en un momento político con grandes incertidumbres por delante.
Por un lado, ya la crisis capitalista que se abrió hace más de una década había generado una debacle de los partidos del “extremo centro”, conservadores y socialdemócratas que gestionaron los gobiernos, por ejemplo en Europa, durante las décadas del neoliberalismo.
En un contexto de crisis de representación y grandes polarizaciones políticas, no sólo en Europa sino también en América Latina, tal como expresarán las compañeras en sus ponencias, emergieron dos fenómenos nuevos: por un lado, los populismos de derechas, (desde VOX en el EE, Milei en Argentina o Bolsonaro en Brasil, antes Trump) desplegando un discurso agresivo contra las mujeres, las personas migrantes, la ofensiva contra la “ideología de género”. Por el otro, las formaciones neorreformistas, como Podemos en el Estado español, con la promesa de lograr una gestión más “humana” o “decente” del capitalismo.
En el momento actual, ante el crecimiento de fuerzas de derecha y extrema derecha, surge la pregunta de cómo enfrentarlos. Y son muchos los que sostienen que hay que seguir optando por el “mal menor”. Hoy lo vemos en el gobierno imperialista español, que se presenta como el más progresista de la historia, aun cuando sigan sosteniendo políticas neoliberales.
El capitalismo -ya sea en sus versiones más conservadoras o con rostro progresista- prometía el reino de la “libre elección” para todas las mujeres, pero solo entregó la llave a una ínfima minoría. La mayoría de las trabajadoras, las campesinas y las habitantes de los países más pobres del mundo nunca tuvieron esa opción.
Y porque no se trata de conformarse con una cuota de igualdad para un pequeño grupo de mujeres dentro de las estructuras capitalistas patriarcales, lo que queremos es hacerlas estallar por los aires. Por ello es tan necesario el debate de estrategias en un mundo en crisis. Y nos proponemos construir una fuerza militante, organizaciones revolucionarias e internacionalistas. Porque queremos el Pan, pero también las Rosas y no nos conformamos con las migajas de este sistema.
Tomado de La Izquierda Diario.