Como expresa el título del libro* sus autores – Murray EG Smith, Jonah Butovsky y Josh Watterton – concluyen que el capitalismo, antes de su desaparición, se encuentra en una fase crepuscular. Para comprobar esta tesis, los ensayistas abordan el análisis de las teorías marxistas de las crisis, responden a las críticas hechas a Marx por parte de los economistas convencionales y proporcionan evidencias empíricas que confirmar el paradigma marxista.
El libro comienza con “aquí y ahora”. A lo largo de dos capítulos, se detallan los orígenes y el curso de la pandemia, descubriendo, en mi opinión, un punto clave. Antes del COVID 19, el capitalismo ya había entrado en un período de depresión caracterizado, por un bajo crecimiento económico, una escasa inversión productiva y, sobre todo, por una decreciente rentabilidad del capital, el ingrediente decisivo del «capitalismo crepuscular».
En las cuatro décadas anteriores a la pandemia, la desigualdad de ingresos aumentó, y la mayoría de las ganancias por productividad no “derramaron» a la clase trabajadora.
Mientras la participación de los ingresos obtenidos por el 1% más rico aumentó drásticamente la tasa promedio anual de la productividad laboral sufrió una importante caída (en gran parte debido a una desaceleración en la formación de nuevo capital fijo). Casi sin interrupción, los ingresos del 1% aumentó desde un 12% en 1985 a alrededor del 22 por ciento en 2017. En el otro lado del camino, los salarios, para el 90 por ciento de los trabajadores, se estancaron o disminuyeron en términos reales entre 1970 y 2015.
Los autores ofrecen una visión marxista de esta abismal desigualdad de ingresos y riqueza. Es decir, explican cómo la creciente tasa de explotación del trabajo por parte del capital, se apropia del excedente mediante ganancias, intereses y rentas.
En los siguientes tres capítulos, tanto teórica como empíricamente, el libro llega al meollo de la explicación que dio Marx a las crisis capitalistas. Después de la Segunda Guerra Mundial, la causa subyacente de las crisis capitalistas periódicas es probadamente la consecuencia de una insuficiente producción de plusvalía, un problema que ha mutado y empeorado desde que se establecieron las nuevas bases materiales para la acumulación del capital.
En Estados Unidos, y en otras naciones, la crisis financiera de 2007-2009 fue la derivación de un esfuerzo de décadas por parte de la clase capitalista, para detener y revertir la caída a largo plazo en la tasa promedio de ganancia (ocurrida entre los 1950 y 1970). La Gran Recesión del 2008 fue el resultado acumulativo y complejo de un malestar económico que se explica por los persistentes problemas de rentabilidad del capital productivo (la forma del capital asociada con la economía real).
Los autores exhiben las evidencias de numerosos estudios empíricos y de su propio trabajo sobre la economía de EEUU y Canadá, algunos publicados en World in Crisis (2018), editados por Guglielmo Carchedi y yo.
El libro explica que la forma característica de una crisis económica capitalista es la sobreproducción. Con una crisis de sobreproducción no se pueden vender productos a precios que permitan un margen de beneficio adecuado y, dado que la ganancia es el factor que impulsa la producción capitalista, el crecimiento económico debe ralentizarse o incluso disminuir. El resultado siempre es el mismo: personas sin trabajo, inactividad productiva y bancarrotas empresariales.
Pero, la sobreproducción sólo describe una crisis capitalista, no explica sus causas.
Los autores lo explican así: “según Marx, una variedad de circunstancias puede desencadenar una crisis de sobreproducción; sin embargo, la causa recurrente y más importante, es la tendencia a la caída de la tasa de ganancia debido a una sobreacumulación de capital y una cantidad inadecuada de plusvalía. Si la sobreproducción implica la incapacidad del capital social para realizar el valor total de la producción de mercancías, esta «crisis de realización» es, en última instancia, la manifestación superficial de una crisis de valorización, una crisis en la producción de cantidades suficientes de nuevo valor y plusvalía.”
Agregan que la ley de las ganancias de Marx es de doble filo: «una caída en la tasa promedio de ganancia no siempre debe precipitar una crisis de acumulación de capital, tal crisis no siempre está precedida por una caída pronunciada en la tasa promedio de ganancia ‘… pero, una caída en la masa de beneficios combinada con otras perturbaciones puede ser suficiente».
Las causas de la caída de la rentabilidad en las economías desarrolladas han sido muy debatidas por los economistas marxistas. Los autores defienden la opinión que el principal determinante es el crecimiento de la composición orgánica del capital (una mayor inversión en medios de producción que sobre los salarios). A medida que aumenta la composición orgánica del capital, la tasa promedio de la ganancia del capital caerá.
Al exponer la ley de rentabilidad de Marx, los autores hacen la crítica de otras explicaciones, en particular la dirigen Robert Brenner ,y a su obra de 1990 que dominó el pensamiento de ese momento (Uneven Development and the Long Downturn: The Advanced Capitalist Economies from Boom to Stagnation).
Para Smith, Butovsky y Watterton: » El enfoque de Brenner está totalmente en desacuerdo con la teorización marxista de las crisis. En efecto, la tesis de Brenner descansa sobre el concepto de «crisis de realización» que tiene mucho más en común con la tradición keynesiana que con la teoría de Marx. Por tanto, nuestra crítica a Brenner tiene el propósito de revelar la incompatibilidad básica del marxismo con las versiones más izquierdistas del keynesianismo».
Yo agregaría que al rechazar la ley de Marx de “la creciente composición orgánica del capital” (la fuerza subyacente que produce la caída de la rentabilidad) Robert Brenner retrocede a la teoría de Adam Smith. Es decir, Brenner, comparte la opinión que la rentabilidad cae debido a una mayor competencia entre capitalistas. En otros términos, las tesis de Brenner apuntan a que, si los salarios no subieran demasiado, las ganancias podrían mantenerse y así el capitalismo podría evitar sus crisis.
Entre los marxistas en la década de 1970 era popular la teoría que él aumento salarial comprimía los beneficios del capital. Sin embargo, los duros hechos han desmentido esta idea: la tasa de explotación del trabajo por parte del capital ha aumentado drásticamente en los 40 últimos años y, la rentabilidad media del capital está cerca de mínimos históricos.
Sólo los poskeynesianos (siguiendo al keynesiano-marxista Michal Kalecki) siguen hablando de las crisis ‘impulsadas por ganancias demasiado bajas. Esta explicación neo-ricardiana ya no tiene sustento entre la mayoría de los economistas marxistas. Las evidencias demuestran un persistente descenso de la rentabilidad en el siglo XXI.
El libro tiene un capítulo importante sobre teorías alternativas de la crisis, en esta sección los autores critican las teorías de los economistas «heterodoxos radicales», tales como Mariana Mazzucato y Stephanie Kelton. Estos economistas ignoran o rechazan la teoría del valor de Marx y, en cambio, se centran en los análisis keynesianos de «falta de demanda», «fallas del mercado» o «inestabilidad» financiera. Pero, no ofrecen una explicación coherente de las crisis ni evidencia empírica suficiente para apoyar sus posiciones.
Otra explicación como causa subyacente a las crisis capitalistas es la «financiarización». Smith, Butovsky y Watterton coinciden en que en los últimos 40 años se ha producido un aumento de las ganancias de las nuevas tecnologías y un crecimiento del sector financiero, pero, a la vez, sostienen que gran parte de estos beneficios son ficticios. Es decir, se trata de ganancias en el papel que eventualmente no se «realizarán» a partir del valor creado en la producción.
Lo que ocurra en el sector de creación de valor será decisivo para la supervivencia del sistema.
Los autores afirman: “a nuestro juicio, el fenómeno de la financiarización es la expresión más perversa de los problemas de rentabilidad y valorización del capital productivo.
La financiarización no ha “transformado” al capitalismo de una manera fundamental, el capital no puede prescindir de la explotación del trabajo asalariado productivo como un medio para generar ganancias. Por el contrario, el fenómeno financiarización atestigua la decadencia del sistema de ganancias y los frenéticos esfuerzos de sectores de la clase capitalista para acumular inmensas fortunas sin contribuir (ni siquiera de manera indirecta) a la producción de mercancías y plusvalía «.
Los capitalistas ahora buscan desesperadamente ganancias comprando y vendiendo dinero y crédito en lugar de explotar directamente el trabajo asalariado. Los autores recuerdan al lector la observación de Marx en el volumen 2 de El Capital: “para el poseedor de capital monetario, el proceso de producción aparece simplemente como un término medio inevitable, un mal necesario para el propósito de hacer dinero». O como escribió Engels: “esto explica por qué las naciones caracterizadas por el modo de producción capitalista sufren periódicamente ataques de vértigo en los que intentan realizar la obtención de dinero sin la mediación del proceso de producción”.
Para los autores no utilizar la teoría del valor de Marx no sólo conduce a una pobre comprensión de la causa de las crisis, también tiene negativas consecuencias políticas. Entre estas secuelas está las derrotas de la izquierda radical en América del Norte y en Europa.
Señalan que la ley de rentabilidad de Marx no solo es la base para comprender las crisis recurrentes y regulares en las economías capitalistas modernas, sino que también: “nos proporciona un argumento extremadamente poderoso, que, con una lógica inexorable, apunta hacia el socialismo”.
El declive secular de la rentabilidad pone al descubierto la naturaleza transitoria del modo de producción capitalista. De hecho, la propagación de los robots para reemplazar la mano de obra en la producción lo acelerará.
El análisis lleva al lector a un capítulo sobre el socialismo. Debatiendo con Albert, Gindin, Mandel y otros los temas cruciales de la planificación democrática, los autores ofrecen «una retrospectiva histórica crítica sobre lo que se llamó» socialismo realmente existente » de la Unión Soviética y Europa del Este. Documentan con trabajos recientes la tesis que «una planificación central proletaria y democrática es un elemento necesario en la transición hacia una civilización socialista global verdaderamente digna de ese nombre».
En el debate sobre la naturaleza de China, Smith, Butovsky y Watterton no esquivan el tema. Cito: “China no es ahora ni nunca ha sido una sociedad plenamente socialista. Más bien, es una formación socioeconómica de transición, una formación que ha combinado elementos del capitalismo y del socialismo, desde la victoria de la revolución en 1949. Aunque, el equilibrio de estos elementos ha cambiado con el tiempo – y existe una posibilidad real que los elementos capitalistas puedan prevalecer sobre los socialistas- todavía no hay ningún hecho convincente que permitan hablar de una «contrarrevolución capitalista».
La tesis que China ha sido absorbida en el capitalismo mundial, que la burocracia del Estado-partido es ahora un instrumento del dominio de la clase capitalista y que la economía china está subordinada a la ley del valor simplemente no es creíble. Es más, atribuir el rápido desarrollo económico y la modernización de China a la restauración del capitalismo es ceder terreno a quienes rechazan la tesis marxista que «en el siglo XX, las relaciones sociales capitalistas se habían convertido en un freno para el desarrollo de las fuerzas productivas de China.»
Ante una humanidad que afronta un desastre por el calentamiento global, Smith, Butovsky y Watterton plantean la urgencia de abrir el camino al socialismo: «para ganar un mundo en el que realmente podamos realizar nuestras capacidades humanas, debemos actuar de manera obstinada, estratégica y disciplinada. El capitalismo no se puede reformar, modificar ni reorientar. Al contrario, debe ser destronado … y eso, simplemente, no será una tarea fácil. Las clases dominantes harán todo lo que esté a su alcance para evitar la destrucción de su sistema. Nosotros no debemos ser menos decididos en nuestros esfuerzos para evitar que se salgan con la suya».
*Los autores dicen que: «este libro es una especie de híbrido», es decir, una versión actualizada de trabajos anteriores de Murray Smith (El Capitalismo Global en Crisis y El Leviatán Invisible).
Fuente original: Observatorio de la Crisis