Todos los días los medios de comunicación del país nos presentan noticias con las cuales pretenden dirigir nuestras vidas. Escondidas detrás de las palabras están agazapadas las ideas que nos quieren meter por ojos, boca y nariz. Cuando hacemos un esfuerzo titánico para sacudirnos el mensaje dirigido a atormentarnos, a someternos, nos doblan y hasta nos triplican la dosis. Nos quieren dóciles, sumisos, inertes, insensibles a la realidad que nos rodea. El mundo es de esta manera y si tu crees que puedes cambiarlo, pues estás equivocado o equivocada. Ah, pero si insistes en la voluntad de querer cambiar las cosas, pues tienes que atenerte a las consecuencias. ¿De dónde sacas la equivocada idea de que puedes hacer algo por cuenta propia?
Se pretende hacernos creer que el hacer está restringido al limitado espacio de seguir el rebaño. Si se te ocurre pensar diferente y actuar en contra de la corriente entonces te tildan de estúpido o de terrorista. A la generación anterior, cuando cuestionaron el orden establecido, los tildaron de locos. Para la nuestra, no ha resultado ser diferente. Resulta que para sus vecinos, usted puede resultar ser un tipo peligroso porque escriba a maquinilla, fume un cigarro cada noche, mire a las estrellas desde el techo de su casa, se dedique a formar a sus hijos en la libertad del conocimiento y cuando comparta en la tertulia hable de construir una sociedad más justa, más solidaria, donde los que trabajan y producen la riqueza tengan el poder político.
Para la minoría que domina los medios de comunicación, la escuela, la Iglesia, los partidos políticos y todas las instituciones con las cuales se nos pretende controlar les fallan en su permanente y obsesivo intento de hacernos dóciles, actuar despiadadamente echando mano de la represión y el chantaje social y económico es la alternativa natural para mantener el orden establecido.
Y cuando se logra pasar por encima de la alta valla de la marginalidad a la que nos someten, ensayan las más sofisticadas técnicas de control emocional para hacerte sentir culpable de pensar y actuar de acuerdo a tu propio juicio. Te declaran fracasado/a. Buscan aislarte, hacer que te sientas solo, abandonado de todos. Presionan a los seres que amas y la emprenden contra los que son tus amigos. Te irá peor si logras unirte a un grupo que comparte tus ideas y les anima la voluntad de luchar por cambiar esa realidad mezquina donde sólo el triunfo del individualismo se valora.
Todos los días el ideario de la minoría que pretende el control absoluto te acecha. Sin misericordia cierra el circulo a tu alrededor y te asfixia con sus historias de éxito donde la crisis produce una fantástica idea que te catapulta a las cumbres que solo están reservadas a los que logran acumular riqueza material individual. Te exigen, para que te hagas su igual, que no reflexiones sobre el obrero que se suicida porque truncaron su retiro, los que mueren o se accidentan gravemente porque la legislación de su Estado, para proteger sus particulares intereses, decretó que debes retornar a la esclavitud laboral.
Pensar diferente, no sentirte culpable de querer construir un mundo más justo, más equilibrado, donde verdaderamente haya iguales oportunidades para todos y el progreso no esté reservado para un reducido número de individuos, se paga a un precio bien alto. Liberarte de todo sentimiento de culpa por luchar para acercar esa nueva realidad que todos en nuestro interior deseamos es extremadamente difícil, pero no imposible. Si de verdad queremos salir de la encerrona en que nos encontramos en este momento de nuestra historia no tenemos rutas alternas. Esta es la hora de romper los mitos y comenzar a construir un mejor futuro con la arcilla de la realidad del presente sin sentimientos de culpa de clase alguna, en la plena libertad del espíritu.