En una casa de seguridad localizada en la ciudad de Shanghai, fue fundado el 1 de julio de 1921 el Partido Comunista de China. Estuvieron presentes en el acto fundacional 12 delegados, entre ellos Mao Zedong y dos delegados soviéticos de la Tercera Internacional. Ese partido, bajo la dirección de Xin Jimping, acaba de cumplir su primer centenario.
Al cierre del Siglo XIX, China era una monarquía en decadencia, una monarquía parasitaria en la cual el culto a la personalidad del monarca, a quien se consideraba un semi dios, era sostén ideológico para la opresión de su población. El poder de la monarquía tenía como pilares que la sostenían la ignorancia del pueblo, fundamentalmente del campesinado; el poder de los señores feudales y de los señores de la guerra en el campo; y el poder económico y militar que ejercían sobre ésta diversas potencias extranjeras como el Reino Unido de la Gran Bretaña, Portugal, Holanda, Bélgica, Estados Unidos, Francia y Alemania, particularmente a partir del “Acuerdo de Nanking” de 1842 que puso fin a la “Guerra del Opio” desarrollada a partir de 1839.
La falta de una cohesión nacional que permitiera a su pueblo enfrentar de manera conjunta a las potencias extranjeras, al poder monárquico y a los señores de la guerra, sumió a China en un gran caos. A la altura de finales del siglo XIX, hablar de una China unida desde el punto de vista de integridad territorial era una quimera, por lo que uno de los objetivos que se trazó el movimiento nacionalista chino, abarcaba no sólo el propósito de desarrollar una revolución burguesa y anti monárquica, sino también, la lucha contra la opresión extranjera. China era, pues, un país esencialmente semi feudal y colonial.
El movimiento nacionalista desarrollado principalmente desde finales del Siglo XIX bajo la dirección del Doctor Sun Yat-sen, llevó eventualmente en 1911 al derrocamiento de la monarquía y a la proclamación de la República. A su regreso a China, el Doctor Sun Yat-sen, quien fundara en 1916 el Partido Nacionalista de China, también denominado como el “Kuomintang”, estableció acercamientos con el Partido Comunista de China. Estos acercamientos, sin embargo, no dieron al traste con la injerencia de las potencias occidentales, ni con sus concesiones económicas obtenidas por éstas en China a partir de la “Guerra del Opio” y el antes mencionado Tratado de Nanking.
La muerte del Doctor Sun Yat-sen en 1925 allanó el camino al poder dentro del Kuomintang a su sucesor y yerno, Chiang Kai-shek, acérrimo militar anti comunista, quien eventualmente declaró la guerra al Partido Comunista de China.
Los enfrentamientos militares entre seguidores de ambas organizaciones y los triunfos iniciales del Kuomintang frente al Partido Comunista Chino llevaron al Ejército Popular de Liberación, fundado por dicho Partido, a una retirada estratégica en lo que se ha conocido como la “Gran Marcha” de la cual solo sobrevivió una décima parte de aquellos que la iniciaron. La invasión de Japón a China llevó eventualmente a una tregua entre ambas partes, transformado así la guerra civil que venía desarrollándose en una guerra de liberación nacional.
Aceptado el pacto, los comunistas chinos desarrollaron en las zonas bajo su control, con el apoyo de la URSS, su propio estado político dentro del Estado chino, estableciendo en las zonas controladas por estos un “gobierno soviético” y fortaleciendo su capacidad militar.
Desde la firma del Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra Mundial, Japón había logrado obtener importantes concesiones y privilegios comerciales en China, principalmente en la región de Manchuria. Por su riqueza en minerales como carbón, hierro, cobre, aluminio, manganeso y plomo, así como también por su agricultura y ganadería. Manchuria era la principal región exportadora desde la cual se abastecía el mercado japonés. Con una población estimada a comienzos de 1930 en 50 millones de habitantes y con 800 mil kilómetros cuadrados de territorio, ya para 1931 la región había pasado a convertirse en un protectorado del Japón.
Concluida la Segunda Guerra Mundial en 1945 con la capitulación del Japón, como resultado del incumplimiento por parte del Kuomintang de los acuerdos previamente alcanzados con el Partido Comunista Chino, se inició una vez más la guerra civil entre nacionalistas y comunistas. Esta concluye el 1 de octubre de 1949 con la victoria del PCCh y la retirada de los restos de las fuerzas militares del Kuomintang a la isla de Taiwán, también conocida como Formosa.
De la historia de esa China popular, inmensa en población, cuyos habitantes sufrieron tanta hambre y desnutrición producto de años de pillaje y saqueo por parte de las potencias Occidentales se habla poco. Se conoce más esa China que hoy emerge como potencia económica industrial, militar, tecnológica y financiera, y que día a día amenaza con desbancar de sus posiciones en el tablero internacional a las principales potencias capitalistas en el mundo.
¿Cuáles fueron, sin embargo, los procesos políticos, económicos y sociales que discurrieron a lo largo de las pasadas siete décadas que han sido responsables de la transformación de este milenario país? ¿Cuáles han sido las consecuencias internas de estos procesos y cuáles son las luchas y los retos que hoy enfrenta la República Popular China?
Nos dice Julián Varsacsky en su escrito publicado en la página electrónica Otra Mirada, de fecha 5 de julio de 2021, titulado Aniversario del centenario del PC chino, lo siguiente:
“En sus primeros 50 años el PCCh estuvo a punto de ser exterminado, se alió y divorció de los nacionalistas del Kuomintang, se retiró a las montañas de Jinggang traicionado por Chian kai Shek –quien fue apoyado por Hitler—desde donde hicieron la epopéyica Larga Marcha en 1934 con el Ejército Rojo recorriendo 12,500 kilómetros. Fundaron soviéts extensos, se aliaron otra vez con sus adversarios para expulsar a los japoneses y retomaron la guerra revolucionaria hasta entrar victoriosos en Beijing el 1 de octubre de 1949. Tuvieron éxito en la alfabetización, salud, derechos de la mujer y esperanza de vida. Y fracasos como el Gran Salto Adelante—1958/62—que terminó en hambruna. Sus primeros 50 años encontraron al PCCh enfrascado en la paranóica Revolución Cultural; Xi padre estuvo cuatro días de ser fusilado hasta que Mao intercedió? Estos dos episodios históricos generaron millones de muertos.”
La Gran Revolución Cultural Proletaria se desarrolló entre 1966-1976. En esta, cientos de miles de jóvenes miembros de la Guardia Roja abandonaron las universidades y centros de estudio, reprimiendo y persiguiendo a aquellos que consideraban por sus posiciones ideológicas o políticas, aliados de Liu Shao-qi o Den Xiaoping, a quienes identificaban como elementos burgueses y capitalistas. Así, decenas de miles de intelectuales, técnicos de alta gradación, obreros calificados, cuadros militares y dirigentes comunales y campesinos fueron destituidos de sus puestos, enviados a campamentos de reeducación y trabajo, y en muchos casos, reprimidos físicamente por los jóvenes guardias rojos. Los excesos ocurridos en el curso de estos años, sin embargo, llevarían eventualmente al propio Mao a ordenar la disolución del cuerpo y la terminación del proceso iniciado.
A la muerte de Mao Zedong en 1976, se sucedieron fuertes discrepancias al interior del Partido Comunista de China. En ella se enfrentaron sectores que habían defendido la Revolución Cultural frente a sectores que promovían la renovación al interior del partido como de la sociedad china.
Las tesis de Mao Zedong, que prevalecieron durante el IX y X Congresos del PCCh, luego de su muerte en 1979, y tras un breve mandato posterior por parte de quien fuera su Primer Ministro y cercano colaborador desde los años treinta, Chou En Lai, abrieron paso nuevamente a la reaparición de Den Xiaoping en la política china.
Será Deng Xiaoping quien eventualmente, luego del fin de la Gran Revolución Cultural Proletaria y las muertes de Mao y Chou, quien iniciará un proceso de reformas en la economía china y orientará el desarrollo de los primeros pasos dentro de una relativa apertura del proceso político interno, todo ello dirigido a modernizar el país. Xi Zhongxum, quien se había integrado al Partido Comunista de China en 1926, pero fue objeto de la purga de funcionarios llevada a cabo durante el período de la Gran Revolución Cultural Proletaria y al cual se refiere el autor como “Xi padre”, es el padre del actual presidente de China, Xi Jinping.
Se indica que Den Xiaping junto al padre de Xi Jingping, impulsaron los cambios en la nueva China, incorporando elementos de la economía de mercado como parte del experimento de desarrollar una nueva modalidad de socialismo con características chinas.
Den Xiaoping planteó la necesidad de una transformación económica de gran magnitud en China que llevara al país a su modernización radical en el terreno económico, aunque ciertamente, en lo concerniente a lo político e ideológico, los cambios se definieron en forma mucho más conservadora. Para 1992 Deng estimaba aproximadamente como mínimo tres décadas para China aproximarse a tal objetivo; es decir, ubicaba un periodo de transición coincidiendo en tiempo con el centenario de la fundación del Partido Comunista de China en 1921. Así, bajo la dirección de dicho Partido y bajo consideraciones de desarrollo de un modelo económico basado en la economía planificada, característica de los modelos de desarrollo socialistas, China incorporaba en sus políticas de desarrollo la propuesta de “dos modelos, un sistema” donde, a la par que reivindica el carácter socialista del país, se introducirían reformas de corte capitalista en su economía.
Las políticas iniciadas por Deng, que incluyeron el restablecimiento de la propiedad privada en China (aunque no afectaron el campo, ni las tierras de cultivo, ni la propiedad colectiva o en usufructo por el Estado), así como el desarrollo de polos o áreas económicas donde las relaciones de producción eran esencialmente capitalistas, llevó a este país, en apenas tres décadas, a colocarse como una de las principales potencias económicas del mundo.
En un discurso pronunciado en ocasión del aniversario del 70 Aniversario del triunfo de la Revolución China , Xi Jinping reiteró los principios sobre los cuales el país postula su desarrollo tomando en consideración que este año se conmemora el Centenario de la fundación del Partido Comunista de China y ya para el año 2049 se conmemorará el Centenario del triunfo de su Revolución, dos fechas emblemáticas sobre las cuales la dirección china abriga grandes esperanzas de avance en el proceso de alcanzar su plena modernidad y desarrollo. Esto incluye el objetivo de haber alcanzado la total reunificación del país y la profundización de la construcción de un socialismo con características chinas, que incluirá avances en el concepto de “un país, dos sistemas”.
El mensaje al mundo dejó clarmente establecido que China hoy no es aquel país empobrecido que en 1949 refundó Mao Zedong tras el triunfo de su Revolución.
En las palabras pronunciadas por XI Jimping el primero de julio, señaló al mundo que el Partido Comunista de China y su pueblo a través de la lucha habían demostrado al mundo cómo China se ha convertido en una “inevitablidad histórica”, cómo había “logrado ponerse de pie y crecer próspera para volverse fuerte” y alcanzado “el primer objetivo del centenario: construir una sociedad moderadamente próspera en todos los aspectos”, lo que significa, según sus propias palabras: lograr la solución histórica “al problema de la pobreza absoluta”. A partir de ese logro, señaló el presidente, China se encamina ahora “marchando con pasos seguros hacia el objetivo del segundo centenario de convertir a China en un gran país socialista moderno en todos sus aspectos.” Señaló en su discurso de más de una hora que el pueblo chino nunca permitirá que ninguna fuerza exterior les intimide, amenace, oprima o subyugue, señalando que el que lo intente, “será golpeado antes de la Gran Muralla de hierro construida con la carne y la sangre de más de 1,400 millones de chinos.”
A lo largo de los pasados años, la República Popular China ha dado al mundo lecciones en cuanto a la capacidad de un estado político de brindar asistencia, alimentación, educación, salud y actividades recreativas, por solo mencionar algunas, a una población que ya sobrepasa mil cuatrocientos millones de habitantes. Más allá de las críticas que desde una perspectiva exterior podamos formular a su gobierno, instituciones, procedimientos, formas de ejercicio democrático y participativo, o incluso, planificación económica, ciertamente no podemos dejar de señalar sus importantes logros y avances.
Ha sido el socialismo con sus características chinas, el que a lo largo de poco mas de siete décadas ha permitido el desarrollo de un país como el que hoy despunta en el mundo.
Como bien indicara el Presidente de la República Popular China en su discurso en ocasión del 60 Aniversario del triunfo de su Revolución, “la historia nos ha indicado que el camino de avance nunca es llano, pero que un pueblo unido que toma el destino en sus propias manos vencerá, sin ninguna duda, todas las dificultades, creando continuamente grandes epopeyas históricas.”
A quienes nos ha tocado vivir este periodo histórico, nos ha correspondido la oportunidad de ser testigos de esa gran epopeya, aquella librada por el pueblo chino en casi un siglo de lucha y revolución guiados por su vanguardia política el Partido Comunista de China.