Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo (cabeza a cabeza con el multimillonario Elon Musk), bajó de la capsula que lo llevó al espacio durante diez minutos este martes y pronunció un discurso que dejó en claro de donde provienen las ganancias extraordinarias que permiten a una sola persona financiar un viaje de este tipo.
En su discurso demostró que no hubo secretos en la forma en la que incrementó de forma monumental su fortuna, incluso durante la pandemia cuando la mayoría de la humanidad perdía todo o parte de lo que había conseguido durante los años previos.
“Quiero agradecer a todos los empleados de Amazon y a todos los clientes de Amazon porque ustedes pagaron por todo esto“, dijo sin inmutarse, y mostrando la impunidad que le da ser dueño de la mayor fortuna del mundo.
La “sinceridad” de Bezos deja claro que además de las altas tasas que cobra a los clientes, sean compradores o anunciantes, por la monopolización del servicio de entregas y venta online, la verdadera fortuna proviene de lo que se encuentra dentro de sus almacenes y furgonetas. Los empleados de Amazon.
Se trata de millones de trabajadores que hace años denuncian salarios miserables con ritmos de trabajo imposibles de seguir, la vigilancia sobre sus cuerpos por medio de algoritmos que controlan la cantidad de paquetes que almacenan y despachan, o cámaras y gps dentro de las camionetas de reparto que impiden siquiera que sus conductores puedan parar a orinar.
Esta última denuncia se convirtió hace unos meses en un escándalo al salir a la luz que varios de sus trabajadores, no solo de logística, sino también de los almacenes, denunciaban que los ritmos insoportables de trabajo les impedían hasta ir al baño por lo que en muchas ocasiones debían orinar en botellas.
A esto se suma la reciente publicación de los nuevos planes de la empresa para agilizar aún más la cadena de producción dando a cada trabajador o trabajadora una serie de tareas rotativas para “evitar que todos los músculos se desgasten al mismo tiempo”. Es decir, un algoritmo para “equilibrar” la explotación directamente sobre los cuerpos de sus empleados.
El secreto del “éxito” de Bezos es que a estos ritmos de trabajo brutales le suma una activa política antisindical para evitar que los y las trabajadoras se organicen en sus almacenes para pelear por mejores condiciones de trabajo.
Así lo hizo, tanto despidiendo a los activistas que al principio de la pandemia pedían elementos de protección personal y licencias pagas para aquellos que se enfermaran de Covid (algo que Bezos negó otorgar durante meses), como contratando a empresas de seguridad, espionaje, y publicidad para perseguir, espiar y sabotear los planes de los trabajadores de conseguir un sindicato propio. Es el caso reciente de Alabama donde Amazon hizo una campaña despiadada y de intimidación en los medios, y dentro del mismo almacén (en baños y el comedor) para amedrentar a los trabajadores y hacer que voten en contra de la organización sindical.
Sin regulaciones ni sindicatos, es Amazon el que impone las reglas del juego y, aunque los salarios son un poco más altos que en otros gigantes del comercio, la diferencia la hace en la ingeniería interna que le permite exprimir hasta el último movimiento a sus trabajadores. Un esquema que en pocos años deja a la mayoría de ellas y ellos “rotos”, con afecciones musculares y en los huesos, que quedan de por vida.
Y para que no queden dudas sobre cómo piensa Bezos seguir haciendo ganancias millonarias, a tan solo un día de volver del espacio, Amazon anunció que dejará de garantizar los test por covid a sus trabajadores.
No hay magia en todo esto, es capitalismo puro y duro. Para que un multimillonario cumpla sus “sueños” de viajar al espacio, millones de trabajadores y trabajadoras sufren en la tierra, sobre sus cuerpos y músculos, la explotación cotidiana que lo hacen posible. El máximo exponente de la irracionalidad capitalista y la desigualdad que genera.
Publicado originalmente en La Izquierda Diario.